La historieta realizada en Patagonia vivió su momento de auge entre
principios y mitad de los años noventa. Hasta entonces, muy
esporádicamente, unos pocos autores regionales publicaban en diarios o
revistas locales de corta vida. La “movida patagónica” fue promovida y
llevada a cabo, de forma simultánea, por jóvenes veinteañeros residentes
en varias ciudades de Patagonia separadas cientos de kilómetros unas de
otras.
La movida se generó de forma espontánea, de la mano de una
generación de dibujantes que creció leyendo revistas nacionales de humor
gráfico e historietas como Humor Registrado, Súper Humor, Fierro,
Skorpio y las españolas Címoc, El Víbora, Cómix Internacional,
etc. Argentina salía del oscurantismo de la década del setenta y vivía
una explosión cultural que posteriormente fue opacada por las sucesivas
crisis económicas. De todas, las que más influenciaron a los autores
patagónicos fueron las que reflejaron la apertura cultural, las de la
editorial porteña La Urraca
(Humor, Fierro). Fierro, elegida en
festivales internacionales de Cómic como mejor revista del mundo en 1984
y 1985, renovó en Argentina el lenguaje del cómic al dar lugar en sus
páginas a autores nacionales clásicos (los maestros del llamado noveno
arte) que canalizaban su producción en medios extranjeros, y a nuevos
autores que se caracterizaban por la experimentación gráfica y temática.
De ese modo, la escuela argentina de dibujo, reconocida a nivel mundial
como una de las siete más importantes en cuanto a personalidad, calidad
y cantidad de autores, cobró un vigor que influenció a los autores de
Patagonia. Fierro se convirtió en El Espejo
de la producción nacional. Mes a mes, la revista le
dedicaba un espacio al comentario de los llamados fanzines (revistas de
autores amateurs de tirada limitada que florecieron entre mitad de los
ochenta y los noventa), a través de los cuales se daban a conocer su
trabajo y adquirían experiencia los autores noveles. Aparecer en la
sección de comentarios se transformó en un buen incentivo, un horizonte
a alcanzar. Dos revistas patagónicas frecuentaron ese espacio de
difusión nacional: la neuquina Alquitrán y la comodorense
Duendes del sur.
Alquitrán
se comenzó a editar en 1989 en la ciudad de Neuquén; Duendes del sur
en 1991 en Comodoro Rivadavia. La primera se transformó en la primera
revista de historietas de Patagonia y la segunda en la primera de Chubut.
Las revistas se solventaban con publicidad, y se publicaban cuando se
conseguía el dinero necesario para cubrir los costos de impresión. Los
mercados pequeños por el escaso número de habitantes de Patagonia,
dificultaban recuperar el dinero con la venta de las revistas; pese a
que agotaban cada tirada. Es decir, su periodicidad respondía a: “se
publica cuando se puede”. Se realizaban a pulmón, a partir de la
necesidad de los autores de contar con un espacio donde difundir sus
trabajos, hasta entonces inexistente. De forma paralela, difundían las
revistas y los trabajos de los autores, mediante exposiciones que, al
contrario de lo que podía esperarse en una región que catalogaba a lo
propio como “malo” por el sólo hecho de ser un producto local, obtenían
una respuesta de público sorprendente. Por ejemplo, una muestra del
grupo de la Duendes del sur realizada en Comodoro en 1991, atrajo
3.000 personas en tres días.
Al mismo tiempo, respecto del humor gráfico, en Allen, Río
Negro, Marcelo Candia editaba la revista El sistema; y en Caleta
Olivia, Santa Cruz, Gustavo Morichetti hacía lo propio con Humor de
la Semana. Las dos contaban con una muy importante repercusión.
Las revistas funcionaron a nivel local para difundir a los
nuevos autores, y varios de ellos fueron incorporados a los diarios
locales; como asimismo dichos medios les brindaron un importante espacio
de difusión a las revistas y a las actividades de los creadores.
En 1991, en el hall de entrada de la Municipalidad de la
ciudad Neuquén, se realizó una exposición que mostraba el arte visual
realizado en Comodoro Rivadavia. Los Duendes del sur fueron parte
de la muestra. Es entonces cuando los “Duendes” y lo locales de
Alquitrán tomaron contacto y gestaron la idea de encarar un proyecto
en conjunto.
A comienzos de 1993, la Duendes del sur dejó de
editarse para transformarse en un suplemento semanal (El Espejo, de
los dibujantes del sur) en el diario de mayor difusión de la
Patagonia central. Al mismo se sumaron los neuquinos y autores de otras
ciudades patagónicas. El suplemento también comenzó a reflejar el
panorama de las artes visuales realizada en Patagonia: artes plásticas,
ilustración, fotografía, etc… El suplemento tenía una tirada semanal que
promediaba los 15.000 ejemplares. Hacia fines del mismo año se realizó
en Bariloche la 1ª Bienal de Arte joven de la Patagonia (incluida
La Pampa). Primero se realizó una selección por concurso a nivel
provincias, y luego los ganadores compitieron en Bariloche a nivel
Patagonia. Finalmente, tres colaboradores de El Espejo obtuvieron
los primeros puestos en el rubro “historieta” (dos neuquinos y un
comodorense). Al evento asistieron la mayor parte de los historietistas,
ilustradores y humoristas gráficos de Patagonia. Gracias a la Bienal,
El Espejo incrementó su número de colaboradores.
A comienzos de 1994, diversos medios nacionales y
extranjeros daban cuenta de la “movida historietística de Patagonia”, canalizada a través de El Espejo:
Revista 13/20, Skorpio, La Maga, Página/12, El Víbora, Címoc, etc.
Para entonces sucedía algo impensado y desacostumbrado: autores de
diversos puntos del país enviaban material para difundir sus trabajos en
El Espejo. Hasta ese momento lo acostumbrado era que los
dibujantes intentaran publicar sus obras en los medios de Buenos Aires y
no que sucediera a la inversa. El material provenía de provincias como
Buenos Aires, Santiago del Estero o Capital Federal. Para un país
centralista como Argentina, donde todo pasa por Buenos Aires, resultó
una novedad.
En febrero de 1994, el punto culmine de la movida, se
realizó en Comodoro Rivadavia el Primer encuentro de artes gráficas
de la Patagonia. Del mismo participaron autores de La Pampa,
Neuquén, Chubut, Río Negro, Buenos Aires y Santa Cruz.
A fines de 1994, a causa de escasez de papel a nivel
mundial, al alcanzar el número 93, el suplemento dejó de publicarse. Por
sus páginas habían pasado casi 60 autores de 13 ciudades del país. Desde
ese momento, el movimiento historietístico en Patagonia comenzó a
extinguirse. Pese a ello, varios de sus autores alcanzaron a
profesionalizarse y a difundir sus trabajos e nivel masivo en medios
regionales, nacionales y extranjeros: El Ink –neuquino- publicó en
Ambito Financiero y La voz del interior –Neuquén-; Carlos
Alderete –neuquino- publicó en Clarín, Fierro y medios españoles;
Alejandro Aguado –comodorense- en Página/12, La Voz de Galicia
y el diario Crónica –Comodoro Rivadavia-; Waccio Skater
–neuquino- en D’Artagnan y su propia revista, El ojo blindado;
César Hernández –comodorense-, en el diario Crónica; Gustavo
Morichetti –de Santa Cruz- en el diario Tiempo de Santa Cruz
–Caleta Olivia-; las hermanas Liliana y Marcela Ostrovsky –comodorenses
radicadas en Bahía Blanca- editaron sus propia revista: Zoo Ilógico;
Daniel Lapetina –pampeano- en diarios de La Pampa y Santa Fe, etc… En
1998, el autor de esta nota publicó un librito llamado Tinta densa
patagónica (basado en el eslogan de la revista neuquina Alquitrán),
el que rescata en detalle la historia de la movida historietística,
detalla las publicaciones y presenta una muestra de los trabajos de los
principales protagonistas.
Con la extinción de las publicaciones, cada cual adoptó un
rumbo distinto, y muchos cambiaron de actividad, pero siempre en
relación con el arte o la cultura. Varios se volcaron al video, al cine,
a la investigación histórica, a las artes plásticas, a la fotografía,
animación, enseñanza, etc. Algunos residen en el exterior. Hoy en día el
panorama es bastante desolador, ya que tras las sucesivas crisis
económico –sociales de los último tiempos, casi no quedaron medios donde
los dibujantes puedan canalizar su obra. Los diarios regionales
prefieren comprar material a las agencias de Buenos Aires, ya que de ese
modo abaratan costos. Pese a ello, cada tanto surgen jóvenes que se
resisten al desinterés de privados e instituciones estatales, y dan a
luz modestas publicaciones que, con suerte, alcanzan a publicar algunos
números. Dedicarse a la cultura en Patagonia, y en particular a la
historieta, resulta toda una quijotada.
Se podría ahondar en la historia particular de cada
publicación, sus autores y las actividades realizadas de forma paralela,
ya que el tema no se agota en el detalle del panorama aquí presentado. A
cada uno de los autores, al menos los principales protagonistas, por sus
trayectorias bien se les podría dedicar un artículo en particular. Pero
no era el propósito de este artículo.
Hasta el
momento, ninguno de los libros publicados a nivel nacional que abordan
el panorama de la historieta Argentina, dieron cuenta de la movida
patagónica. En definitiva, siempre se cae en lo mismo: para existir en
Argentina se debe publicar en Buenos Aires. |