«Tampoco hay demasiados personajes
descarados y alegres en V de Vendetta; y es para gente que no
desconecta de las noticias.»
David Lloyd. 14 de enero de 1.990 (de
V de Vendetta, Norma Editorial, 2002)
Vivimos
en el mejor de los mundos posibles. Para todos aquellos que no lo crean,
para todo aquellos que entiendan que vivimos en un mundo mejorable y del
que formamos parte, para todos aquellos que no desconectan de las
noticias, y día tras día ojean las noticias de los periódicos, es útil
saber que, afortunadamente, algunas personas, “pepitos grillos” de
nuestra conciencia (al decir de Umbral), nos recuerdan que nosotros
somos parte de un mundo que dista mucho de ser ese paraíso con el que se
nos ha hecho soñar. Despertar no es muy difícil; nos sirven de
recordatorio editoriales de periódico, columnas, y también humoristas de
breves y precisas descripciones, que, ayudados por una imagen, y escasas
palabras, nos presentan el reflejo distorsionado del mundo en el que
vivimos, de ese espejo convexo del que tanto habló Valle-Inclán que nos
devuelve brutalmente una verdad aterradora: la del mundo real, y las
personas que ayudan, desgraciadamente, a hacer de todo tipo de noticias
el pan nuestro de cada día.
Muchos
son los periódicos y muchos los humoristas gráficos a destacar en
nuestro país, nombres como Mingote, el Roto, Forges, dignos herederos de
revistas de humor gráfico como La Codorniz. En este caso nos
centraremos únicamente en un humorista: Ricardo, que empezó a
desarrollar su carrera humorística en El Mundo, periódico en el
que aparecen acompañado de humoristas de la calidad de Gallego y Rey,
Idígoras y Pachi, Ángel y Guillermo y ... Ricardo y Nacho, pues no
podemos olvidar a la otra parte de la pareja que acabaría
abandonando a finales del año 2001.
Se nos antoja difícil
entender muchas de las situaciones políticas, sociales, que se han
producido en España y en el resto del mundo en estos últimos años sin la
mirada ácida y sarcástica de Ricardo y Nacho: cuadros políticos que
comprenden desde los ataques de megalomanía de Jesús Gil, Felipe
González, Aznar, personajes que fácilmente pueden encontrar su doble
globalizado en personajes tan sombríos como Bush, Pinochet, Fujimori,
presentados en muchas ocasiones, bajo el tapiz de la humor, como lo que
realmente son: asesinos, gentes sin escrúpulos, que no saben vivir más
allá del mundo que han construido a su medida, personajes dignos
exclusivamente de una sonrisa macabra. Este es uno de los grandes
méritos de estos humoristas, presentar la realidad bajo un prisma, tal
vez distorsionado, pero cuyo reflejo acaba por mostrarnos «las
paradojas del Poder, sus lapsus, como grietas que se abren en la
superficie del aparente orden social y que permiten atisbar lo que
realmente se esconde en sus profundidades» (frase de Javier Ortiz).
Esta
España nuestra.
Desgraciadamente no hay que irse demasiado lejos para encontrar noticias
que empujan a reírse de lo ridículos que son (somos) los especimenes
humanos, y muy en particular los poderosos, maestros en incoherencias y
en poses involuntariamente tragicómicas, objeto de caldo, en manos de
autores como Ricardo, para chistes tan poco compasivos como geniales.
«Hay que leer la prensa, escuchar la radio, ver la TV... estar puesto en
todo para hacer una viñeta responsable y saber de qué hablas», dice
Ricardo. Porque de todo hay en la viña del señor: pequeños megalómanos
que obtienen el poder con el que durante tanto tiempo han soñado,
personajes destinados a vivir en el mundo de fantasía en el que ellos,
ya sea Aznar, ya sea Felipe González, y, lo que es más triste todos
nosotros habitamos, personajes convertidos en algún momento en simples
anacronismos.
Mucho
más preocupante, por real, resulta la observación detallada y precisa
que se hace de la sociedad española, esa España negra que puede resultar
aterradora a muchas de las personas que cada día lean las noticias. Para
la presentación de esta España negra, Ricardo y Nacho sólo necesitan
apelar al sentimiento esperpéntico propio de autores como Goya, de
Quevedo, de Valle-Inclán. Como ellos, Ricardo y Nacho recurren en sus
viñetas a la inversión hiperbólica de los roles que víctimas y culpables
presentan; así, mujeres vilipendiadas física y moralmente son
presentadas en ocasiones como culpables en una absoluta sinrazón
jurídica, , casos estos que pueden alcanzar desde la indefensión de las
mujeres en su hogar debido a la brutalidad doméstica, hasta la
indefensión, política y social, de muchos habitantes del País Vasco,
presentando la crueldad del ser humano
que
cree estar en posesión de la verdad (la suya, la de aquel que sólo puede
ser llamado iluminado). Ricardo, y Nacho nos presentan una galería
siniestra en su imaginería del País Vasco, ya que los etarras hacen de
su verdad una verdad universal, y nada hay más peligroso que creer que
se tiene razón. En esta viñeta, que presenta uno de los muchos aspectos
del problema del País Vasco, también se nos presenta de forma magistral,
unida a la capacidad de destrucción, de absoluta maldad del ser humano,
la también asombrosa capacidad de creación del ser humano, lo que hace
que el contraste sea aún más doloroso. Una viñeta que levanta en
nosotros una sonrisa amarga, y una reflexión profunda. Una imagen y unas
palabras que nos hacen pensar. ¿Se puede pedir más?
Este
mundo nuestro en que vivimos.
Mala hierba nunca
muere, y además crece en todos partes. Y la exclusiva de
personajes grotescos no es algo que pertenezca solamente a España. Son
seres que pululan por todo el mundo, que dominan los destinos de
numerosas personas, personajes
que son pintados en las viñetas de Ricardo como, por ejemplo, asesinos,
porque él, y Nacho, Gallego y Rey, y tantos otros, están convencidos de
que, sencillamente, son unos asesinos,
seres
patéticos que dependen por completo de sentimientos tan ruines como el
bolsillo, la guerra, la sensación ficticia o real de poder. Seres
caricaturescos como George Bush, amalgama de mezquindades, cuya
descripción esperpéntica nos dibuja a alguien tremendamente real y
sombrío, aterradoramente sombrío, descripciones milimétricas que
necesitan, ya lo hemos dicho, que no nos sintamos apartados de las
noticias que nos llegan cada día, para comprender por ejemplo, la
inversión de términos que suponen viñetas como la siguiente, antítesis
de los terribles hechos acaecidos el 11 de septiembre de 2001, que, en
la imaginación de Ricardo, sólo han traído más destrucción pero nunca
una solución que no sea la de acabar con todo aquello que no es del
agrado del poder, representado en esta ocasión por Bush.
Sin
embargo, la reflexión de Ricardo a menudo va más allá, y así, puede
presentarnos el odio no como algo que pertenezca sólo a una parte del
mundo, o unos cuantos canallas, sino como algo consustancial al ser
humano, a seres humanos como Arafat y Ariel Sharon, o a seres comunes
educados desde su más tierna infancia en este sentimiento, vehículos de
un odio que recorre generación tras generación toda las capas de la
sociedad. Algo que nos muestra con absoluta maestría el Adolf de
Osamu Tezuka, obra de obligada lectura para enseñarnos a
comprender a todos nosotros que el odio entre palestinos y judíos, como
también demuestra la siguiente viñeta de Ricardo, es un sentimiento
arraigado hasta límites insospechados, en una situación que se repite
día tras día, mes tras mes, año tras año.
Para todos aquellos que día tras día siguen las noticias, también la
situación económica, la diferencia terrible entre el primer y el tercer
mundo es un aviso a navegantes en la voz, sin palabras, pero abrumadora,
de Ricardo, y Nacho, voz que nos muestra muy a menudo la estupidez del
ser humano, incapaz de ver más allá de su propia casa. Uno de los
métodos más usados por Ricardo para provocar la risa, y la reflexión, en
el lector es el de mostrar un contraste entre las palabras y las
imágenes que se desarrollan en una viñeta (recordemos que según
Watterson, «con su potente combinación de palabras y dibujos, la tiras
de prensa pueden representar todo lo que un autor es capaz de
imaginar»): pobres que hablan de la posibilidad de la elección en bolsa,
una elección muy diferente a la bursátil, inmigrantes que sólo pueden
expresar una serie de deseos imposibles, y realidades de todavía más
difícil realización, cuadros sombríos del comportamiento de una sociedad
que se debate en juegos estúpidos, como el de hacer dinero a toda costa
olvidando siempre que otros, mucho más cercas de lo que creemos, no
tienen nada que llevarse a la boca, y no tienen, Ricardo nos lo
recuerda, más elección que la de escoger, por ejemplo, cual de las
bolsas que otros dejan le van a servir para resguardarse de la lluvia.
No
nos dejemos engañar; la risa que produce la primera lectura de cualquier
viñeta de Ricardo, y Nacho, nos lleva luego a una reflexión profunda,
amarga sobre el absurdo e incomprensible devenir de un mundo, el
nuestro, que dista mucho de ser el mejor de los mundos posibles. Porque
ocurre a veces, dice Javier Ortiz, -bastante a menudo en el caso de
Ricardo y Nacho y Gallego y Rey- que sus chistes encierran una intención
de gran fuerza moral, intención dinamitera que los propios
sobreentendidos del humor devalúan y trivializan. Una intención de gran
fuerza moral que en ningún momento debe olvidar toda aquella persona que
no desconecta ningún día de las noticias, una intención moral a la que
se debe aferrar toda aquella persona a la que este tipo de humor,
extraordinariamente inteligente y certero, hace reír, y pensar. |