Antes de lograr su
fama como cuentista y guionista, Tono, Antonio Lara de Gavilán
(1896-1978), era dibujante. En su apéndice a Memorias de mi,
señala que «cuando
la guerra, cambié el lápiz por la pluma, sin dejar el lápiz
completamente, como he hecho ahora».
Tono era autodidacta
y a principios de su carrera su desconocimiento del medio escrito fue
tal que, según Rafael Flórez,
«Mihura
aseguró que cuando Edgar Neville, Tono y él empezaron a escribir,
compraron una Gramática para los tres»,
pero eso no le supuso ningún obstáculo para emprender una carrera
artística brillante.
El uso de la imagen en la prensa satírica ya tenía una
larga historia que, según Valeriano Bozal, empieza en 1836 con los
dibujos anónimos aparecidos en la publicación satírica madrileña El
Matamosca, y luego
sigue un hilo
continuo hasta el humor gráfico de Tono en que se ve la clara
influencia del surrealismo, el cubismo y algo del dadaísmo y
constructivismo.
En las obras
dadaístas la negación total de referencias realistas se hace más patente
que en los dibujos de Tono, pero que no es de extrañar ya que el
arte de Tono que era de gran difusión y de venta en quiscos
mientras el arte dadaísta iba destinada a un público confesadamente
"artístico". Después de titubeos entre una estética vanguardista (como
vemos abajo) y una de tebeo, optó a lo largo de su carrera por la
estética de tebeo de detalle reducido que permitió una narración y
legibilidad mientras deja sus alusiones a lo real acotadas. López Rubio
cuenta que para esos dibujos de estilo similar a los de los genuinos
tebeos, usaba «reglas,
tiralíneas y compás para hacer las señoras gordas».
Raquel Pelta
apunta que
después de su trabajo en Gutiérrez, sus «dibujos van perdiendo
audacia ... dando paso a unas ilustraciones formalmente menos
interesantes que las de su etapa prebélica, aunque sus textos mantengan
la misma chispa» sin embargo, sus dibujos de la primera etapa de La
Codorniz (1941-1944) son de suma consumación formal
e incluso ésa podría considerarse como su época de mayor alcance
artístico ya que es cuando desarrolla plenamente un estilo propio y
característico. Tampoco pensamos justa ni argumentada la descalificación
de sus dibujos de esa época como "menos audaces" considerando su firme
talante absurdo que chocaban frontalmente con la estética y política
austera de aquel entonces.
Sí estamos de acuerdo
con Pelta en que sus ilustraciones se vuelven "formalmente menos
interesantes" pero esto no ocurre después de su trabajo en Gutiérrez
sino bastante más tarde, en los últimos años de su trabajo en La
Codorniz (1949-1950), bajo la dirección de Laiglesia. Esa "deteriorización"
en la cantidad, la cualidad y el tamaño de sus dibujos y textos
posiblemente fue relacionado con una relación creativa ajada con este
nuevo director o por la combinación de una vida ya acomodada y su
reconocida disposición de vago ya que esta "deteriorización" no se
limitó a su estancia en La Codorniz.
Los dibujos en los últimos años se caracterizan por una línea más
garabateada, una disminución de elementos secundarios y trasfondo, la
tendencia hacia la bidimensionalidad y más que la "pérdida de audacia",
la pérdida de atención al detalle. Abajo ofrecemos ejemplos de los años
1942 y 1950.
Pero de acuerdo con
lo que dice Pelta, observamos que en La Codorniz hay una pequeña
evolución (más bien deterioración) en sus dibujos que ocurre en los
últimos años (1949-1950) bajo la dirección de Laiglesia y posiblemente
estuvieron relacionada con la relación creativa deteriorada con este
director o simplemente con su reconocida disposición de vago. Los
dibujos en los últimos años se caracterizan por una línea más
garabateada, una disminución de elementos secundarios y trasfondo, la
tendencia hacia la bidimensionalidad y más que la "pérdida de audacia",
la pérdida de atención al detalle. Abajo ofrecemos ejemplos de los años
1942 y 1950.
A diferencia de su
mérito como escritor, el talento de Tono como humorista gráfico
es uniformemente reconocido y se caracteriza por una viñeta gráfica con
unos reglones, normalmente de diálogo. Abajo se ve el típico patrón y,
además, un ejemplo de la incorporación de una imagen fotográfica que
demostraba su «conocimiento
de las soluciones del expresionismo, el constructivismo, el futurismo y
el dadaísmo, introduciendo, por ejemplo, fotos retocadas a las que añade
un pie chocante».
El estilo gráfico de
Tono es en La Codorniz "simple", es decir: lineal, exhibe
un naturalismo reducido, emplea líneas trazadas, utiliza colores simples
(a la fuerza, ya que La Codorniz sólo utilizada el rojo, el negro
y el blanco del papel), y un esquema minimizado. Sus dibujos se parecen
mucho a los de su gran amigo y hermano artístico, Miguel Mihura,
especialmente durante los años 1941 a 1944, como se ve abajo.
El humor tonesco
es la paulatina desconexión de las relaciones lógicas y emotivas que
logra ridiculizar lo cotidiano mediante su representación subversiva
intencionada. Tono aplica el "humorismo puro" de Ramón Gómez de
la Serna
de quien fue discípulo. Tanto los dibujos de Tono como los
cuentos son un juego inesperado de disparates e incongruencias, un
ataque contra la cursilería, lo afectado, lo real y lo antiguo
tal como lo dictan los movimientos vanguardistas. Los mecanismos de
humor que Tono emplea para burlarse de lo dicho se podrían
dividir en cuatro grandes categorías: subversión de: lenguaje, sentido o
significado, identidad y realidad.
La tendencia a poner
todo boca abajo sin irrumpir en el sarcasmo es lo que más caracteriza a
Tono, junto a sus compañeros
que comparten «una
repulsa de toda la realidad»
y una capacidad para "descubrir el lado estúpido de lo cotidiano":
Todos estos
mecanismos de humor subversivos tienen una doble vida en los tiempos de
la censura. La subversión humorística por sí, que de algún modo es lo
que profesa Ramón Gómez de la Serna con su "humor imaginativo" y lo que
practicaban Los Humoristas del 27, se encamina al absurdismo o en
su extremo al oscurantismo. No obstante, la risa no es el único fin del
humor tonesco que se empeña en
«mostrar
el doble de toda cosa, la grotesca sombra de los seres con tricornio y
lo serio de las sombras grotescas».
Implícito y omnipresente en sus disparates es una crítica social y
política mordaz ya que ridiculiza el lugar común y a su turno la
institución política que lo erige. Este humor inteligente fue la
perfecta forma de criticar al régimen, dentro de lo que cabía, puesto
que tenía abierto como blindaje el amplio abanico de posibles
interpretaciones humorísticas y así fue capaz de criticar a través de
las implicaciones en vez de las acusaciones directas (aunque las
implicaciones progresivamente llegaban a parecer acusaciones directas).
Como parte de su crítica social, lo disparatado y lo absurdo son
tratados con absoluta naturalidad por sus personajes, lo cual crea un
retrato cáustico de esa sociedad que vive con absoluta naturalidad su
disparatada y absurda condición. En efecto, retrata y rechaza, a través
del humorismo puro, una sociedad envuelta y calada por la cursilería y
el romanticismo. Este nuevo humor cuya mera existencia era un desafío al
síntoma totalitario y fascista, acaba por dividir el país en
codornistas y anticodornistas y así fijó el rumbo del humor
español del siglo XX. |