Recientemente
(La Coruña, agosto de 2002) se me ha pedido que recoja en una
Exposición y en una conferencia la panorámica de la industria
editorial de tebeos española entre los años 1977 y 2000.
Y lo he hecho,
pero con la plena consciencia de que pretender resumir así la
evolución e historia de los tebeos españoles, desde la transición
política hasta el nuevo futuro que el medio contempla al iniciar el
siglo XXI, es simplemente utópico. Tanto por la necesidad de
analizar los procesos sociales y culturales, desde los que tebeos,
comic books, revistas y álbumes de historietas se han editado
durante este casi cuarto de siglo, como por la importancia que tiene
la reflexión sobre los profundos cambios profesionales y económicos,
estructurales en suma, por los que ha atravesado la industria
editorial española del cómic entre el año 1977 y el inicio del nuevo
siglo.
No es sólo la
necesidad de esquematizar temas y períodos para poder acercarnos a
la ingente y muy diversa producción editorial. Hay que contar
también con que esos veintitrés años, que van desde que se inicia la
Transición hasta prácticamente nuestros días, cuando la democracia
formal española se enfrenta a difíciles pruebas, están entre los más
importantes de la historia española y son materia tan amplia que se
abre en varias etapas, que exigirían varias exposiciones, muchas
lecciones y conferencias y más de un libro de investigación.
Una nueva etapa
editorial de la industria de los tebeos
Ante todo, en
principio son los años en los que va a evolucionar radicalmente la
sociedad española. La muerte del general Franco abre muchas puertas
cerradas durante cuarenta años. Ha finalizado una etapa histórica y
se inicia otra, insegura, multiforme, turbulenta, de cambio
acelerado. Entre 1977 y el año 2000 van a sucederse muchos cambios
pero no programados, demasiados pero no asumidos.
No habrá ruptura
con el pasado sino transición, lo que permite subsistir a antiguos
cargos, grupos ideológicos e incluso estructuras de poder
procedentes del franquismo. Y si bien es poco parece suficiente, ya
que la sociedad española va a evolucionar aceleradamente y al
hacerlo también evolucionan todos los productos culturales fruto de
esta sociedad. Lógicamente también la historieta y los tebeos. En
1977 se cierra toda una etapa de la historia del cómic español. Y se
cierra definitivamente. Aunque los editores de siempre, Bruguera,
Toray, Valenciana, Rollán, Don Bosco, Vértice, etc., ni se enteren.
Se inicia
entonces una nueva etapa para la historieta española, para los
profesionales y también para los lectores. Si bien primero se deberá
superar el pasado... ya que se viene de los años del casi
monopolio del quiosco por la Editorial Bruguera y del adocenamiento
del tebeo español; de la casi hegemonía del cómic infantil, a costa
del manoseo de la sensibilidad de los niños; de la constante
repetición de fórmulas y clichés caducados mucho antes; de la
explotación de los autores y los lectores por un sistema industrial
anticuado, escasamente estructurado y con una deficiente
financiación; de una normativa oficial que censura y al mismo tiempo
protege a los editores frente a la competencia extranjera; de la
negación de la existencia de un grupo lector de historietas adulto;
de la inexistencia de soportes dignos y de calidad para una
historieta española nueva.
Pero en 1977
también venimos de las brillantes individualidades que se han
formado en la historieta española, a pesar de las editoriales y las
agencias, dando lugar a un pequeño pero duro y resistente núcleo de
dibujantes; de los llamativos aunque escasos logros de la gente de
el Rrollo,
que
no logrará ser underground pero contribuirá a sentar las
bases de la contracultura; de la existencia de un grupo de
dibujantes que reivindican sus derechos, como primer paso en su
exigencia del valor del cómic como medio; de la utilización de la
historieta para transmitir mensajes políticos de oposición, llevada
a cabo por una minoría de autores; del “resistencialismo” de los
escasos investigadores de los años sesenta, y del nacimiento de una
crítica titubeante, que mayoritariamente se malogrará; del creciente
número de adultos que quieren leer cómics, cada vez con menos
reparos y vergüenza... Y especialmente venimos de la exigencia de
cambio que por entonces es común a muchos españoles y a muchas
gentes de la historieta.
Una de tantas
crisis y las soluciones industriales de recambio
El panorama
editorial español cambia efectivamente. Pero la evolución del medio,
casi revolución en algún momento, no es selectiva y responde
prioritariamente a los intereses de la industria, lo que se refleja
dramáticamente en la historieta española y tiene a medio plazo un
alto coste para los profesionales y para el propio medio.
Primero por la
subsistencia durante muchos años aún de los viejos dinosaurios, que
no saben adecuarse al cambio pero ocupan espacio, sobre todo
Bruguera y sus continuadores. Después, por la invasión casi a la par
del cómic pornográfico, el material extranjero teóricamente más
adulto, el llamado cómic de autor, y la historieta política más
satírica y sangrienta... Es el momento de las muchas grandes
revistas de cómics, que originan un teórico boom del cómic de
calidad, proclamado por algunos editores y los críticos a su
servicio. Al mismo tiempo, varios colectivos de profesionales
intentan la aventura de convertirse en empresa, una vez más con mala
fortuna.
Y comienza una
larga, circunstancial e inútil utilización de la historieta para
poner en imágenes las ideas y proclamas de los recién legalizados
partidos políticos y / o para cantar la excelencia de Autonomías,
regiones, ciudades y hasta pueblos. También se edita y reedita
continuamente, pero sin método, el material clásico americano y
comienza la operación nostalgia española —que aún no ha
finalizado— a base de “facsimilar” los viejos tebeos históricos.
En la primera
mitad de los años ochenta se agota la línea ascendente de la
efervescencia editora y el boom del “cómic de calidad para
adultos” comienza a declinar, pese a que ello pase casi inadvertido
en aquel momento. Continúa el trasvase televisión / cómic y se
realizan los primeros tanteos para convertir en historieta algunas
series japonesas de televisión.
Pero desde 1983
el hecho más importante es la introducción sistemática en el mercado
español de los comic books de superhéroes norteamericanos, con
ediciones coherentes y bien trabajadas editorialmente, que a la
larga mejoran las originales, y que provocarán un nuevo cambio del
mercado. Mayor cuanto que los comic books vienen a sustituir a los
clásicos cuadernos de historietas de aventuras de décadas
anteriores, pero con mayor exotismo, mayor paroxismo de los
argumentos y la puesta en página, y con menores costes para las
empresas que compran los derechos de edición.
Aún continúa la
edición de títulos de género dedicados a las chicas lectoras.
Aparecen revistas de cómics subvencionadas, selectas y
experimentales o al menos rompedoras con la estética al uso. Y hay
nuevos y fallidos intentos de revistas comerciales de calidad...
Vistos con la perspectiva que da el tiempo, el resto de los años
ochenta va a estar dominado por los comic books que publican nuevas
y viejas editoriales y todavía por la forma brugueriana de hacer. Y
se está iniciando, sin que los profesionales lo advirtamos, el
cambio desde el concepto del cómic como medio —o incluso como
recreo— a su consideración en el seno del entertainment
global, en el que cómic, televisión, animación y merchandising
acabarán por formar, progresivamente, a lo largo de los noventa, un
todo.
Son muchos
cambios, alternativas, reflujos y nuevos intentos que hay que
reflejar. Pero la nueva década va a significar mucho más, tanto que
los años ochenta quedan atrás aceleradamente, convertidos en
historia, debido a la rápida evolución de los medios. Sobre todo a
partir de la introducción del PC y del Mac, cuando éstos caen en
manos de los más jóvenes fanzinistas y dibujantes.
La lenta agonía
del cómic industrial y las opciones renovadoras
Por supuesto
continuará explotándose el negocio del comic book norteamericano,
pero ya no es tanto negocio. Y los editores se miran con atención,
no exenta de extrañeza y desconfianza, el manga japonés. El fenómeno
Dragon Ball
va
a acabar con los recelos y hasta los editores que poco antes decían
pestes del manga acabarán apuntándose a la nueva línea de edición,
que hoy aún continúa e incluso constituye la base del éxito y el
beneficio de algunas pequeñas y medianas empresas. Y siguen el
underground domesticado, los intentos de hacer revistas /
revistas, el humor, las reediciones de clásicos y no tan clásicos,
y el erotismo y a veces el porno. Y como propina la continuidad de
la revista de humor, que lo largo de toda la historia del medio ha
sido uno de los mejores y a veces más libres soportes para la
historieta; hasta el punto de que en algunos momentos entre 1977 y
2000 la revista humorística es más bien un gran tebeo. Todo bien
mezclado, tiene lugar en un mercado en el que disminuyen año por año
los lectores de cómics y el medio se convierte en una especialidad,
casi en objeto de culto, lejos ya de la potente industria editorial
que fue hasta los años sesenta del siglo XX.
Justamente en
paralelo a la lenta y casi inapreciable caída del cómic publicado
por las empresas industriales, cuyas ventas decrecen tebeo a tebeo,
surge desde los primeros años noventa un nuevo tipo de cómic de
autor que muchas veces se presenta unido a la autoedición y,
alternativamente, a la edición llevada a cabo por editores
minúsculos. Es el triunfo de la especialización, acorde con la
desaparición del lector / público de masas, ya que este nuevo tipo
de tebeo conecta bien con los grupúsculos y los pequeños núcleos de
lectores que ahora constituyen la base del mercado. Ello supone uno
de los mayores cambios, casi una revolución, que en la segunda mitad
de los años noventa experimenta el cómic en España.
Y ante ello, los
editores industriales, los grandes grupos editoriales, intentarán
hacer negocio con el tipo de cómic que hasta entonces habían
rechazado. Desde el intento de editar a nuevos jóvenes autores, a la
“recuperación” de autores y obras de los sesenta y los setenta, ya
convertidos en clásicos, hasta la opción del cómic “serio”, con
contenidos dirigidos a lectores intelectualmente maduros.
Todo ello y
mucho más, bien revuelto cierra el período 1997-2000 del cómic
editado en España.
Del año 2000
hacia el futuro...
Hoy el mercado
español de los editores industriales de tebeos, o lo que queda de
él, se basa en los comic books, el manga, el erotismo (más el porno,
que la sutilidad no es muy fuerte por estas tierras), la edición de
clásicos, unas gotas de material francobelga, a veces escrito y
dibujado por españoles, un poco de experimentación y búsqueda de
nuevas formas expresivas, algo de cómic serio comprado a otros
países, bastantes refritos aún de cómic tradicional... En conjunto
la tendencia es hacia la edición vinculada al entertainment,
en las manos de grupos financieros con intereses múltiples en el
universo de la comunicación global.
Mientras que,
alternativamente, muy poco a poco, crece el número de los pequeños y
pequeñísimos editores, que imprimen muchos títulos con tiradas muy
bajas. Y comienzan a configurar un posible nuevo camino para el
futuro de la historieta, que apunta más hacia su consideración como
medio de comunicación (aunque sea solo para expresar los
sentimientos, opiniones y tomas de posición de sus jóvenes autores)
antes que la de simple y exclusivo producto recreativo.
Pero que nadie
pregunte qué se ha hecho de los cientos de profesionales españoles
de la historieta que existían y trabajaban en décadas anteriores...
Su sentencia se firmó el día en que las empresas españolas se
dedicaron a comprar baratos y en cantidad los derechos editoriales
de los cómics de otros países... |