Siempre es grato recordar a los maestros del cómic que alegraron nuestra
infancia, y más cuando en la edad adulta has tenido ocasión de trabajar
a su lado y comprobar que no había más secreto en ellos que un amor
incondicional al oficio, tenacidad incansable y el talento necesario
para crear con espontaneidad y soltura.
Manuel Urda Marín fue, sin lugar a dudas, uno de los autores que
constituían el alma del TBO. Nacido en Barcelona en 1888, el año
que tuvo lugar la 1ª Exposición Universal en la ciudad condal y
en el que empezaba a cobrar importancia la historieta en la prensa
escrita, empezó publicando a muy temprana edad en Virolet, Cu-Cut!,
En Patufet y otras revistas de principios del siglo XX, hasta
convertirse en colaborador habitual del TBO, prácticamente desde
su fundación en 1917 hasta 1972, concretamente en el núm. 751, con fecha
del 17 de marzo, en que aparece su última página, correspondiente a la
sección De todo un poco
que
popularizó a lo largo de tantos años. Por familiaridad con la sección,
llevaba algún tiempo colaborando en labores de montaje y acabado de la
misma. El director de la revista me la encargó a mí a partir del número
siguiente, el 752, del 24 de marzo de 1972, y aunque intenté conservar
el espíritu de continua filigrana que le imprimió su creador, resultaba
ya inviable que aquel look un tanto modernista y de humor blanco,
blanquísimo, mantuviera el interés del público de los años setenta.
Durante esa década cayó en picado el interés del público hacia el TBO.
Habían cambiado demasiadas cosas en la sociedad de la época para que los
guiones de talante conservador que publicaba la revista continuaran
interesando. Y eso a pesar de que el TBO seguía publicando
historietas de su fondo editorial, de todos los autores que le dieron
fama. Junto a Urda, estaban Benejam, Opisso, Donaz, Tínez, Buigas, Coll,
Moreno, Muntañola, Blanco, Castanys, Batllori Jofre, Serra Masana,
Sabatés, Ayné y todos cuantos hicieron posible que el lenguaje de la
historieta fuese conocido y apreciado.
Si mal no recuerdo, una de las últimas historietas que dibujó Urda se
titulaba “Fugaz ilusión”, y apareció en el TBO Almanaque de Año Nuevo
de 1972. A partir de entonces ya solo dibujó unas cuantas páginas de
la sección De todo un poco, en la que además de textos y dibujos,
adornaba todo con cenefas, orlas y pequeños detalles, con predominio de
la línea curva y estudio muy cuidado de las zonas que manchaba en negro.
Excelente rotulista, aportaba a los titulares y cabeceras un peculiar
estilo. Detallista en extremo, cuidaba la planificación de una página
con suma delicadeza y la realizaba en su totalidad. Nadie le ayudaba a
entintar ni a rotular y se ocupaba absolutamente de todo, a excepción
del color, que como era habitual en aquel entonces, los autores se los
indicaban a los grabadores, auténticos maestros artesanos que
interpretaban al pie de la letra las notas de los autores o el editor.
En el caso del TBO todas las páginas estaban engamadas con los
colores base, azul, rojo y amarillo, con escaso uso de tramas, muy en la
línea de las pautas para la historieta infantil que marcó en su día
K-Hito con Macaco, Macaquete y su chupete.
Por gentileza de Albert Pasanau, propietario de los talleres Juan
Pasanau, S.L.,la empresa de fotomecánica que se ocupó de la reproducción
de las páginas del TBO a lo largo de muchos años de su historia
(cuatro generaciones de grabadores) hemos podido escanear los tres
originales de Urda que acompañan este texto.
En ellos podemos apreciar dos de los temas más recurrentes del autor, a
los que supo sacar un partido extraordinario: el de la típica caída del
señor despistado, que lo mismo aterrizaba en una zanja que se daba de
bruces contra un farol, y el de los calvos en lucha por recuperar su
pelo.
Urda alternaba con frecuencia la historieta muda con otras salpicadas de
diálogos ingeniosos o expresiones tan características como la de «¡mondo
y lirondo!» que aquí podemos ver en la historieta titulada “Resultado
inesperado”. Un espléndido álbum dibujado por La Peña en nuestros días
se titula precisamente Mondo Lirondo. Todo un homenaje al
finísimo humor que cultivó Urda en su tiempo.
A
sus 84 años, entregaba todavía Manuel Urda su página semanal y un día
que le recriminó el director de TBO que dibujaba con pulso
tembloroso, contestó sin perder el humor: «No quiera usted saber la de
cosas que le van a temblar cuando tenga mis años.»
Educado, atento y de talante sobrio, Manuel Urda, como tantos dibujantes
de su época, dibujaba por vocación y a cambio de poco, nunca fue el
propietario de sus originales que con tanta abundancia prodigó. Regaló
generosamente muchos dibujos, y lo más importante, cautivó a varias
generaciones de lectores. Sobre todo a los que veníamos siguiendo su
obra desde muy niños, cuando todos los cómics se llamaban tebeos.
[ ver una galería de imágenes ] |