Nuevas viñetas, nuevas
obras
Pero no es Groucho
todo lo que reluce. Y quizás el inmenso volumen de 25 años de Grouñidos
en el desierto, ha ocultado otras grandes páginas -pequeñas joyas-
realizadas por el talento de Ventura y Nieto.
Retrocedamos hasta
mayo de 1977. Acababa de aparecer el primer número de una extraña
publicación llamada Trocha, que a los tres números se convertirá
en Troya para acabar desapareciendo tras 8 números, en marzo del
siguiente año. En sus páginas una sorpresa de Ventura y Nieto: se trata
de “Sonrisas”. Se juntan el Miguel Ángel Nieto más lírico y el Ventura
más estéticamente sorprendente. Tras la desaparición de la revista, los
lectores creían que no era más que un espejismo, una visión de
incomparable belleza de esas que aún tras su desaparición permanece
grabada en la retina. Por fortuna, unos años después, justo en 1983,
“Sonrisas” reapareció en las páginas de Rambla. ¡Qué maravilla!
En la entrevista que le hice -no sin remolonear-, Ventura reconocía
estar bastante satisfecho del nivel gráfico de éstas páginas, que según
Carlos Giménez son
«una joya primorosa
que poquísimas veces se ha reeditado. Una pieza exquisita que casi nadie
conoce, bella como una canción de los Beatles y dulce y tierna como una
magdalena recién salida del horno.»
Y la referencia a los
Beatles no es gratuita, pues en “Sonrisas” es patente la marca de la
música del cuarteto de Liverpool sobre el ritmo narrativo de la
historieta. Cito de nuevo a Juan Antonio de Blas:
«Centradas en un
escenario de ciencia-ficción, dónde los personajes utilizan un lenguaje
cotidiano
y ciudadano en el que se nota la influencia de la música de los Beatles,
lejos de los tópicos trascendentales o cientifistas del género. Cuenta
historias que se podrían denominar baladas por el acompañamiento musical
sin el cual no se comprenden. La ingenuidad del lenguaje en su primera
lectura, esconde tras el ternurismo una serie de proposiciones
concretas. La realización gráfica hiperrealista, en la que el pincel
imita a la perfección la fidelidad de la fotografía, abunda en hallazgos
visuales de encuadres poco tradicionales que parecen un homenaje al
“2001" de Stanley Kubrik. La estructura lineal de la plancha se rompe
con una serie de superposiciones que saltan, como en un poster, hacia la
asimilación del lector, introduciendo una realidad ficticia, la de la
historia narrada, en la aceptación del lector, que acepta su posibilidad
en un gesto automático de complicidad.»
Hablemos también de
las maravillosas páginas en color que el dúo iba publicando aquí y allá.
La utilización que hacen del color Ventura y Nieto, es inteligentísima,
pasmosa. En incontables ocasiones, el color se integra a la historia
como recurso narrativo necesario, de manera que la misma página en
blanco y negro resulta incomprensible. Otras veces, la gama de colores
aclimata y da sustancia a la totalidad de la historieta. Ventura no es
un colorista al uso, no. Experimenta, busca y casi siempre encuentra
nuevas maneras de dar color a cada viñeta, de acuerdo con el
planteamiento y las necesidades de la historia. Eso se nota en las
páginas editadas, pero es mucho más obvio y sorprendente al tener
delante una página original: uno mira al papel y puede observar que el
dibujante ha utilizado sin complejos lápices de colores, acuarelas,
rotuladores, anilinas, pigmentos, recortes, tintas, pegotes de texturas
de lo más variado, tintes para el pelo y la ropa, restos de comida y
materiales poco menos que nada ortodoxos. Y los resultados son
espectaculares.
Al llegar la década de
los ochenta, la pareja se hallaba en una esplendorosa plenitud creativa.
Trabajaban incesantemente, publicaban a destajo obras de una singular
calidez y una indudable calidad. Para públicos, además, completamente
diferentes. En El Jueves apareció “Harponazos”, protagonizada por
otro miembro de la familia Marx, lo cual les permitía una estilización
del lenguaje y de la estética. Aunque la profundidad de la personalidad
de Julius -como ya pasó en las pantallas- acabará por fagocitar a los
otros Marx. Eran los años en que el departamento de relaciones públicas
del Metro de Madrid, dependiente del Ministerio de Transportes y
Comunicaciones, les encargó los álbumes La fantasía viaja en Metro
(1980), y la Compañía Sevillana de Electricidad les encargó Los
Barrios. La central térmica (1981). A las páginas de Rumbo sur
destinaron
otra pequeña y primorosa joya por descubrir llamada “10 go to magic”,
donde el mundo onírico que salía de la cabeza de Miguel Ángel es
plasmado espectacularmente por la pluma de Enrique. Sus historietas se
publicaron también en las páginas de muchas revistas extranjeras:
Pilote, Fluide Glacial y Virus (Francia), Alterlinus y
Totem (Italia), Snif (México) y otras de Grecia y Noruega.
Existe más de una decena de álbumes de Grouñidos en el Desierto,
incluida una edición en Rumania. En España, la lista de publicaciones en
las que participaron, aparte de las mencionadas, es vastísima: El
Cuervo, Barrabás, Hechos y dichos, Nacional Show, Tuboescape, Titánic,
Alien Dossiers, Penthouse, Blanco y Negro, Cairo, Cimoc, Gimlet,
Micro-Mundo, Telele, Kung-fu, TBO...
Las inquietudes en
otros campos les llevaron, por ejemplo a participar en el desarrollo de
un juego para ordenador llamado Freddy Hardest (con el que yo
jugaba en mi antiguo ordenador MSX). En 1985 trabajaron junto a Fernando
Colomo en la película El Caballero del Dragón, de la cual Nieto
firmó el guión, junto con Colomo y Andreu Martín, y Ventura se encargó
del diseño de producción. No satisfechos con esto, incursionaron también
en el campo de la animación. La productora de Jordi Amorós (Ja para los
lectores de El Papus y El Jueves) contó con ellos para la
realización de la serie de dibujos animados: Mofli, el último Koala
en 1986 y, unos años después, la película Despertaferro (1990),
con todos los personajes y fondos diseñados por Ventura. Y en el campo
de la literatura, Enrique nos sorprendió con una estupenda novela,
Cuatro gatos (que ya va por la novena edición), a la que seguirían:
¿Que me vas a contar a mí de los marcianos? y Estricnina con
yogur.
Pero, en fin, que todo
lo bueno se acaba, y en el año 1995, Miguel Ángel Nieto se muere a
traición. Una etapa se termina, pero la vida sigue. Es más dura, pero
sigue.
Groucho continuó
apareciendo en El Jueves, aunque al principio su cara es más
triste. Pero resulta que Ventura se destapó como un guionista excelente.
Sus historietas, de un humor directo, tierno, inteligente, sorprendieron
a propios y extraños. ¿Acaso Nieto dejó escritos los guiones de los
Grouñidos en el desierto para los próximos dos milenios? No. Ventura
resultaba ser un excelente narrador. Pero claro, con Nieto al lado,
¿para qué ponerse antes a escribir guiones? Su faceta de narrador
talentoso, además de en sus novelas, se hizo también patente en la
revista Alcobendas, por ejemplo, donde publicó una bonita
colección de cuentos ilustrados por él mismo a todo color, como siempre,
con maestría.
En el otoño de 1997,
Ventura se abrió a un nuevo campo al empezar su andadura como dibujante
de prensa diaria en el periódico barcelonés La Vanguardia. Ya
durante los años noventa, Ventura y Nieto habían dibujado semanalmente
una viñeta sobre actualidad en la última página de El Jueves,
encabezando la sección “¿Habéis cerrado el gas?... ¡pues vámonos!”
Dichas viñetas eran de un grafismo mucho más estilizado, menos barroco
que el que Ventura utilizaría luego en La Vanguardia.
Los guiones de las
viñetas de La Vanguardia comenzaron corriendo a cargo del equipo
de “El Burladero”. “El Burladero” era el nombre de una sección dominical
de humor que aparece en dicho periódico; el equipo que realizaba dicha
página estaba capitaneado por el periodista Jaume Collell, y contaba con
Toni Coromina, Rafael Wirth y Josep Camps como redactores, y con Pedro
Espinosa, Néstor Macià, Manel Puyal, Gloria Porta y Kap como encargados
de la parte gráfica. Los guiones de la viñeta diaria de Ventura, pues,
eran escritos al principio por Jaume Collell y Toni Coromina, a los que
pronto se les añadió Jaume Capdevila, usease, un servidor de ustedes.
Mantener el absorbente ritmo de hacer la viñeta de un periódico no es
una cosa nada fácil, y fíjense que si bien había tres cabecitas
destinadas a pensar la idea, eran únicamente las manos de Ventura las
que acababan haciendo el dibujo diariamente. En el grafismo de la viñeta
quedaba marcada muy pronto la fuerte personalidad del dibujante, y optó
por una estética diferenciada a la mayoría de dibujantes de prensa
españoles. Sus caricaturas son contenidas, comedidas, nada agresivas;
sus personajes no son simples muñecos garabateados en un trazo, no, son
señores y señoras bien construidos, con un dibujo detallista, barroco;
la viñeta no está vacía, sino que el dibujante siempre se recrea en el
escenario, en un escenario minucioso, bien
estructurado, con su perspectiva y sus puntos de fuga, verosímil, e
incluso reconocible (cuantas veces en el fondo, sin tener importancia
para la comprensión del chiste, el lector puede reconocer la catedral de
Barcelona, el mercado de la Boquería, las ramblas, la Pedrera...); cada
viñeta es, en definitiva, densa, maciza, impecablemente sólida. Josep
Maria Beà, en la introducción del librito Guerra a la guerra (Imágica
cómics, 2003), escribió que en los chistes de Ventura
«(…) prevalece la
legibilidad de las formas clásicas de expresión plumística. Su amor al
trazado, la refinada aplicación de tramas y degradados tonales, su
innegable conocimiento de la anatomía humana, la concepción sutil de la
distribución de claroscuros, las mágicas texturas con las que configura
la mayoría de elementos y el disfrute del autor, presente en cada punto
y en cada línea sobre el plano, llega a retrotraernos al quehacer de
maestros como William Hogarth o Maurice Sendak. (...) Otra área de gran
dificultad es la caricatura. Construir una imagen reconocible del
caricaturizado sin caer en la aproximación realista. O enmascarar el
hiperrealismo (que la caricatura es, definitivamente, un hiperrealismo
profano) en la risa, como en carnavales. Superar ese escollo supone
estar capacitado de unas singulares dotes de observación. En este
ámbito, Enrique Ventura no sólo se alza exitoso, sino que consigue dotar
a sus personajes de un aura de amabilidad infrecuente, sin por ello caer
en la intención santificadora. Su poético estilo que, matiza y afina el
discurso que está contando, nos permite observar lo que en realidad es
pura abyección. También en este caso podemos hallar referentes
históricos de autores que trabajaban en un parecido contexto gráfico,
tales como George Cruikshank o Thomas Nast, extraordinarios dibujantes
que pusieron su inconmensurable arte al servicio de la crítica
sociopolítica del siglo XVII. Los buenos chistes gráficos no se pueden
explicar, hay que mirarlos, leerlos. No creo equivocarme si considero a
Enrique Ventura el mejor, el más completo autor de nuestro país en la
especialidad. Soy incapaz de explicar un chiste suyo.»
Las referencias a Nast,
Hogarth y Cruikshank no son de balde. La viñeta de Ventura casi parece
una estampa, un grabado clásico; utilizando una estética que hoy en día
no se usa en el humor gráfico español, si bien es más usual en los
dibujantes de prensa americanos y británicos. Y es que muchos dibujantes
de prensa se excusan en la inmediatez de la viñeta para dibujar poco y
rápido. Cabe decir que el hecho de trabajar en equipo permite que el
dibujante se recree en el
acabado de la pieza. Si hay una persona dedicada a pensar el chiste, y
otra persona dedicada a dibujarlo, ambos pueden (¡y deben!) tender a la
excelencia, pues disponen de el doble de efectivos que un humorista que
piensa y dibuja sus propios chistes.
A finales del año
2001, Toni Coromina pasó a encargarse en solitario de los guiones de los
chistes dibujados por Ventura. Podríamos decir que la situación se
normalizó, pues no deja de ser inusual que una viñeta sea guionizada por
tres personas; de este modo, el conjunto de chistes toma una mayor
coherencia narrativa. Otra historia es la calidad literaria del chiste
en sí: habrá a quien les gustarán más los chistes de Coromina -más
concienciados socialmente, mucho más líricos y surrealistas, y siempre
para todos los públicos- y habrá quien prefiera los chistes de la época
de “El Burladero” -con más intención política, de concepción teatral y
más exclusivistas al ser dirigidos, muchas veces, al lector más
informado-, pero Enrique ha conseguido con la fuerza arrolladora de su
dibujo que el cambio de guionistas, y por lo tanto, de enfoque narrativo
pase casi desapercibido. Y -lo se por la experiencia de haber
participado en la concepción de muchos de los guiones que Enrique ha
dibujado- que incluso si se nos ocurría un mal chiste, o un chiste de
guión flojo, éste se salvaba al ser dibujado por Ventura. Tal es la
fuerza de su grafismo.
Y así estamos. Ventura
publica en La Vanguardia y en El Jueves, además de en una
publicación de informática, y recientemente han aparecido dos libritos
que recogen algunos de sus dibujos para La Vanguardia durante el
año 2003, Guerra a la guerra y Viñetas Nacionales. En 1997
recibió merecidamente el Gran Premio del Jurado
en el Saló del Còmic de Barcelona (antes, había recibido el
premio a la mejor labor profesional en cine, concedido por la
Generalitat en 1991; un Award of Excelence en la 14ª edición de la Society of Newspapers Design, y el reconocimiento de "Caganer de l'any"
otorgado en 2002 por la asociación "Amics del caganer"). Enrique es uno
de los mejores autores de España y el día que en la academia sueca se
decidan a crear el Premio Nobel de dibujo humorístico, no tengo ninguna
duda que el primer galardonado va a ser él. Créanme: ¡cuando le conviene
es un experto en hacerse el sueco!
Para que me quede un
artículo redondo, voy a terminar como he empezado, o sea, con unas
palabras de Carlos Giménez:
«¿Ventura lo hace todo
bien? Sí, señora, lo hace todo bien. Es tan listo, tan habilidoso, tiene
tanto talento, es tan arista, tan simpático, tan culto, tan inteligente,
tan cautivador... que ser su amigo, ir con él por la vida, no es nada
fácil. A su lado siempre pareces tonto y antipático. Es como salir a
ligar con el más guapo del bario. Por muy guapo que tú seas siempre
serás el feo. ¡Ah! Y todo lo que hace lo sabe hacer indistintamente con
cualquiera de las dos manos, porque, además, es ambidiestro.»
En el presente
texto he glosado -con mis modestos recursos y conocimientos- al Ventura
artista, pero dejen que les diga, en confidencia, que Enrique es mucho,
muchísimo mejor persona que dibujante. O sea que echen sus cuentas. |