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 ENRIQUE VENTURA, MÚSICA EN VIÑETAS ( y 2 )


Artículo por Jaume Capdevila

[ parte 2, leer parte anterior ]

[ Enrique Ventura, autocaricatura, una de las muchas aparecidas en El Jueves. Haga clic sobre cada imagen de la presente  página web si desea ampliarlas. ]


Nuevas viñetas, nuevas obras

Pero no es Groucho todo lo que reluce. Y quizás el inmenso volumen de 25 años de Grouñidos en el desierto, ha ocultado otras grandes páginas -pequeñas joyas- realizadas por el talento de Ventura y Nieto.

Retrocedamos hasta mayo de 1977. Acababa de aparecer el primer número de una extraña publicación llamada Trocha, que a los tres números se convertirá en Troya para acabar desapareciendo tras 8 números, en marzo del siguiente año. En sus páginas una sorpresa de Ventura y Nieto: se trata de “Sonrisas”. Se juntan el Miguel Ángel Nieto más lírico y el Ventura más estéticamente sorprendente. Tras la desaparición de la revista, los lectores creían que no era más que un espejismo, una visión de incomparable belleza de esas que aún tras su desaparición permanece grabada en la retina. Por fortuna, unos años después, justo en 1983, “Sonrisas” reapareció en las páginas de Rambla. ¡Qué maravilla! En la entrevista que le hice -no sin remolonear-, Ventura reconocía estar bastante satisfecho del nivel gráfico de éstas páginas, que según Carlos Giménez son

«una joya primorosa que poquísimas veces se ha reeditado. Una pieza exquisita que casi nadie conoce, bella como una canción de los Beatles y dulce y tierna como una magdalena recién salida del horno.»

Y la referencia a los Beatles no es gratuita, pues en “Sonrisas” es patente la marca de la música del cuarteto de Liverpool sobre el ritmo narrativo de la historieta. Cito de nuevo a Juan Antonio de Blas:

«Centradas en un escenario de ciencia-ficción, dónde los personajes utilizan un lenguaje cotidiano y ciudadano en el que se nota la influencia de la música de los Beatles, lejos de los tópicos trascendentales o cientifistas del género. Cuenta historias que se podrían denominar baladas por el acompañamiento musical sin el cual no se comprenden. La ingenuidad del lenguaje en su primera lectura, esconde tras el ternurismo una serie de proposiciones concretas. La realización gráfica hiperrealista, en la que el pincel imita a la perfección la fidelidad de la fotografía, abunda en hallazgos visuales de encuadres poco tradicionales que parecen un homenaje al “2001" de Stanley Kubrik. La estructura lineal de la plancha se rompe con una serie de superposiciones que saltan, como en un poster, hacia la asimilación del lector, introduciendo una realidad ficticia, la de la historia narrada, en la aceptación del lector, que acepta su posibilidad en un gesto automático de complicidad.»

Hablemos también de las maravillosas páginas en color que el dúo iba publicando aquí y allá. La utilización que hacen del color Ventura y Nieto, es inteligentísima, pasmosa. En incontables ocasiones, el color se integra a la historia como recurso narrativo necesario, de manera que la misma página en blanco y negro resulta incomprensible. Otras veces, la gama de colores aclimata y da sustancia a la totalidad de la historieta. Ventura no es un colorista al uso, no. Experimenta, busca y casi siempre encuentra nuevas maneras de dar color a cada viñeta, de acuerdo con el planteamiento y las necesidades de la historia. Eso se nota en las páginas editadas, pero es mucho más obvio y sorprendente al tener delante una página original: uno mira al papel y puede observar que el dibujante ha utilizado sin complejos lápices de colores, acuarelas, rotuladores, anilinas, pigmentos, recortes, tintas, pegotes de texturas de lo más variado, tintes para el pelo y la ropa, restos de comida y materiales poco menos que nada ortodoxos. Y los resultados son espectaculares.

Al llegar la década de los ochenta, la pareja se hallaba en una esplendorosa plenitud creativa. Trabajaban incesantemente, publicaban a destajo obras de una singular calidez y una indudable calidad. Para públicos, además, completamente diferentes. En El Jueves apareció “Harponazos”, protagonizada por otro miembro de la familia Marx, lo cual les permitía una estilización del lenguaje y de la estética. Aunque la profundidad de la personalidad de Julius -como ya pasó en las pantallas- acabará por fagocitar a los otros Marx. Eran los años en que el departamento de relaciones públicas del Metro de Madrid, dependiente del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, les encargó los álbumes La fantasía viaja en Metro (1980), y la Compañía Sevillana de Electricidad les encargó Los Barrios. La central térmica (1981). A las páginas de Rumbo sur destinaron otra pequeña y primorosa joya por descubrir llamada “10 go to magic”, donde el mundo onírico que salía de la cabeza de Miguel Ángel es plasmado espectacularmente por la pluma de Enrique. Sus historietas se publicaron también en las páginas de muchas revistas extranjeras: Pilote, Fluide Glacial y Virus (Francia), Alterlinus y Totem (Italia), Snif (México) y otras de Grecia y Noruega. Existe más de una decena de álbumes de Grouñidos en el Desierto, incluida una edición en Rumania. En España, la lista de publicaciones en las que participaron, aparte de las mencionadas, es vastísima: El Cuervo, Barrabás, Hechos y dichos, Nacional Show, Tuboescape, Titánic, Alien Dossiers, Penthouse, Blanco y Negro, Cairo, Cimoc, Gimlet, Micro-Mundo, Telele, Kung-fu, TBO...

Las inquietudes en otros campos les llevaron, por ejemplo a participar en el desarrollo de un juego para ordenador llamado Freddy Hardest (con el que yo jugaba en mi antiguo ordenador MSX). En 1985 trabajaron junto a Fernando Colomo en la película El Caballero del Dragón, de la cual Nieto firmó el guión, junto con Colomo y Andreu Martín, y Ventura se encargó del diseño de producción. No satisfechos con esto, incursionaron también en el campo de la animación. La productora de Jordi Amorós (Ja para los lectores de El Papus y El Jueves) contó con ellos para la realización de la serie de dibujos animados: Mofli, el último Koala en 1986 y, unos años después, la película Despertaferro (1990), con todos los personajes y fondos diseñados por Ventura. Y en el campo de la literatura, Enrique nos sorprendió con una estupenda novela, Cuatro gatos (que ya va por la novena edición), a la que seguirían: ¿Que me vas a contar a mí de los marcianos? y Estricnina con yogur.

Pero, en fin, que todo lo bueno se acaba, y en el año 1995, Miguel Ángel Nieto se muere a traición. Una etapa se termina, pero la vida sigue. Es más dura, pero sigue.

Groucho continuó apareciendo en El Jueves, aunque al principio su cara es más triste. Pero resulta que Ventura se destapó como un guionista excelente. Sus historietas, de un humor directo, tierno, inteligente, sorprendieron a propios y extraños. ¿Acaso Nieto dejó escritos los guiones de los Grouñidos en el desierto para los próximos dos milenios? No. Ventura resultaba ser un excelente narrador. Pero claro, con Nieto al lado, ¿para qué ponerse antes a escribir guiones? Su faceta de narrador talentoso, además de en sus novelas, se hizo también patente en la revista Alcobendas, por ejemplo, donde publicó una bonita colección de cuentos ilustrados por él mismo a todo color, como siempre, con maestría.

En el otoño de 1997, Ventura se abrió a un nuevo campo al empezar su andadura como dibujante de prensa diaria en el periódico barcelonés La Vanguardia. Ya durante los años noventa, Ventura y Nieto habían dibujado semanalmente una viñeta sobre actualidad en la última página de El Jueves, encabezando la sección “¿Habéis cerrado el gas?... ¡pues vámonos!” Dichas viñetas eran de un grafismo mucho más estilizado, menos barroco que el que Ventura utilizaría luego en La Vanguardia.

Los guiones de las viñetas de La Vanguardia comenzaron corriendo a cargo del equipo de “El Burladero”. “El Burladero” era el nombre de una sección dominical de humor que aparece en dicho periódico; el equipo que realizaba dicha página estaba capitaneado por el periodista Jaume Collell, y contaba con Toni Coromina, Rafael Wirth y Josep Camps como redactores, y con Pedro Espinosa, Néstor Macià, Manel Puyal, Gloria Porta y Kap como encargados de la parte gráfica. Los guiones de la viñeta diaria de Ventura, pues, eran escritos al principio por Jaume Collell y Toni Coromina, a los que pronto se les añadió Jaume Capdevila, usease, un servidor de ustedes. Mantener el absorbente ritmo de hacer la viñeta de un periódico no es una cosa nada fácil, y fíjense que si bien había tres cabecitas destinadas a pensar la idea, eran únicamente las manos de Ventura las que acababan haciendo el dibujo diariamente. En el grafismo de la viñeta quedaba marcada muy pronto la fuerte personalidad del dibujante, y optó por una estética diferenciada a la mayoría de dibujantes de prensa españoles. Sus caricaturas son contenidas, comedidas, nada agresivas; sus personajes no son simples muñecos garabateados en un trazo, no, son señores y señoras bien construidos, con un dibujo detallista, barroco; la viñeta no está vacía, sino que el dibujante siempre se recrea en el escenario, en un escenario minucioso, bien estructurado, con su perspectiva y sus puntos de fuga, verosímil, e incluso reconocible (cuantas veces en el fondo, sin tener importancia para la comprensión del chiste, el lector puede reconocer la catedral de Barcelona, el mercado de la Boquería, las ramblas, la Pedrera...); cada viñeta es, en definitiva, densa, maciza, impecablemente sólida. Josep Maria Beà, en la introducción del librito Guerra a la guerra (Imágica cómics, 2003), escribió que en los chistes de Ventura

«(…) prevalece la legibilidad de las formas clásicas de expresión plumística. Su amor al trazado, la refinada aplicación de tramas y degradados tonales, su innegable conocimiento de la anatomía humana, la concepción sutil de la distribución de claroscuros, las mágicas texturas con las que configura la mayoría de elementos y el disfrute del autor, presente en cada punto y en cada línea sobre el plano, llega a retrotraernos al quehacer de maestros como William Hogarth o Maurice Sendak. (...) Otra área de gran dificultad es la caricatura. Construir una imagen reconocible del caricaturizado sin caer en la aproximación realista. O enmascarar el hiperrealismo (que la caricatura es, definitivamente, un hiperrealismo profano) en la risa, como en carnavales. Superar ese escollo supone estar capacitado de unas singulares dotes de observación. En este ámbito, Enrique Ventura no sólo se alza exitoso, sino que consigue dotar a sus personajes de un aura de amabilidad infrecuente, sin por ello caer en la intención santificadora. Su poético estilo que, matiza y afina el discurso que está contando, nos permite observar lo que en realidad es pura abyección. También en este caso podemos hallar referentes históricos de autores que trabajaban en un parecido contexto gráfico, tales como George Cruikshank o Thomas Nast, extraordinarios dibujantes que pusieron su inconmensurable arte al servicio de la crítica sociopolítica del siglo XVII. Los buenos chistes gráficos no se pueden explicar, hay que mirarlos, leerlos. No creo equivocarme si considero a Enrique Ventura el mejor, el más completo autor de nuestro país en la especialidad. Soy incapaz de explicar un chiste suyo.»

Las referencias a Nast, Hogarth y Cruikshank no son de balde. La viñeta de Ventura casi parece una estampa, un grabado clásico; utilizando una estética que hoy en día no se usa en el humor gráfico español, si bien es más usual en los dibujantes de prensa americanos y británicos. Y es que muchos dibujantes de prensa se excusan en la inmediatez de la viñeta para dibujar poco y rápido. Cabe decir que el hecho de trabajar en equipo permite que el dibujante se recree en el acabado de la pieza. Si hay una persona dedicada a pensar el chiste, y otra persona dedicada a dibujarlo, ambos pueden (¡y deben!) tender a la excelencia, pues disponen de el doble de efectivos que un humorista que piensa y dibuja sus propios chistes.

A finales del año 2001, Toni Coromina pasó a encargarse en solitario de los guiones de los chistes dibujados por Ventura. Podríamos decir que la situación se normalizó, pues no deja de ser inusual que una viñeta sea guionizada por tres personas; de este modo, el conjunto de chistes toma una mayor coherencia narrativa. Otra historia es la calidad literaria del chiste en sí: habrá a quien les gustarán más los chistes de Coromina -más concienciados socialmente, mucho más líricos y surrealistas, y siempre para todos los públicos- y habrá quien prefiera los chistes de la época de “El Burladero” -con más intención política, de concepción teatral y más exclusivistas al ser dirigidos, muchas veces, al lector más informado-, pero Enrique ha conseguido con la fuerza arrolladora de su dibujo que el cambio de guionistas, y por lo tanto, de enfoque narrativo pase casi desapercibido. Y -lo se por la experiencia de haber participado en la concepción de muchos de los guiones que Enrique ha dibujado- que incluso si se nos ocurría un mal chiste, o un chiste de guión flojo, éste se salvaba al ser dibujado por Ventura. Tal es la fuerza de su grafismo.

Y así estamos. Ventura publica en La Vanguardia y en El Jueves, además de en una publicación de informática, y recientemente han aparecido dos libritos que recogen algunos de sus dibujos para La Vanguardia durante el año 2003, Guerra a la guerra y Viñetas Nacionales. En 1997 recibió merecidamente el Gran Premio del Jurado en el Saló del Còmic de Barcelona (antes, había recibido el premio a la mejor labor profesional en cine, concedido por la Generalitat en 1991; un Award of Excelence en la 14ª edición de la Society of Newspapers Design, y el reconocimiento de "Caganer de l'any" otorgado en 2002 por la asociación "Amics del caganer"). Enrique es uno de los mejores autores de España y el día que en la academia sueca se decidan a crear el Premio Nobel de dibujo humorístico, no tengo ninguna duda que el primer galardonado va a ser él. Créanme: ¡cuando le conviene es un experto en hacerse el sueco!

Para que me quede un artículo redondo, voy a terminar como he empezado, o sea, con unas palabras de Carlos Giménez:

«¿Ventura lo hace todo bien? Sí, señora, lo hace todo bien. Es tan listo, tan habilidoso, tiene tanto talento, es tan arista, tan simpático, tan culto, tan inteligente, tan cautivador... que ser su amigo, ir con él por la vida, no es nada fácil. A su lado siempre pareces tonto y antipático. Es como salir a ligar con el más guapo del bario. Por muy guapo que tú seas siempre serás el feo. ¡Ah! Y todo lo que hace lo sabe hacer indistintamente con cualquiera de las dos manos, porque, además, es ambidiestro.»

En el presente texto he glosado -con mis modestos recursos y conocimientos- al Ventura artista, pero dejen que les diga, en confidencia, que Enrique es mucho, muchísimo mejor persona que dibujante. O sea que echen sus cuentas.


Entrevista a Ventura, por J. Capdevila >

Artículo sobre Ventura, por J. Capdevila >

 


[ © 2003 Francisco Olivares, para Tebeosfera 031223 ]