Al hacer historia de la literatura y la prensa infantil españolas, el
principal problema radica en lograr situar las obras y publicaciones de
los siglos XVIII a inicios del XX en función de la sociedad concreta
desde la que se crearon. En nuestro caso, el análisis histórico de los
primeros tebeos de Madrid –periódicos infantiles, revistas para niños y
publicaciones de y con historietas-, surgidos en las primeras décadas
del siglo XX, debe estar ligado lógicamente a sus lectores. Sin embargo,
este es un aspecto del que lo ignoramos casi todo. Conocer la extracción
social, los grupos de edad y los niveles educativos de los niños, y
comprender desde dichos datos qué clase de lectores recibían los tebeos
históricos, nos permitiría conocer y valorar mejor estas publicaciones.
Sin ello hemos de quedarnos en el manejo y análisis de los datos
hemerográficos, en la descripción de contenidos y en una valoración que
en gran parte, y por mucho que intentemos evitarlo, se basará en la
extrapolación y el estudio teórico desde nuestra perspectiva actual.
La situación de los niños españoles de inicios del siglo XX y su
presencia como potenciales lectores reviste aspectos negativos a la luz
de la legislación española sobre la infancia. La constante reiteración
de Leyes, Ordenanzas y Reales Decretos para asegurar “la salud física y
moral de los menores” (Ley de 1878), hasta llegar a la creación en 1911
de la Dirección General de Enseñanza Primaria, demuestra que la
legislación no se cumplía, por lo que los Gobiernos se veían obligados a
dictar una y otra vez normativas, no solo para proteger la salud y la
integridad física de los menores sino también para intentar facilitar su
acceso a la alfabetización, cuya falta condicionó radicalmente el
surgimiento de nuevos lectores y el desarrollo y penetración de la
prensa y la literatura infantil más allá de las clases privilegiadas.
Hoy conocemos relativamente bien la vida diaria de las gentes de
principios del siglo XX. Pero las crónicas hablan muy escasamente y de
refilón de las lecturas de los niños de aquellos años, que por otros
documentos, como son los catálogos editoriales, sabemos eran además
tratados píos y educativos: aleluyas, romances populares, pliegos de
cordel, folletines, novelitas seriadas de aventuras, prensa ilustrada y
las revistas infantiles que se publicaban entonces, con las historietas
y los personajes que contenían en sus páginas. A partir de las escasas
referencias que nos quedan parecería que los niños de aquellas décadas
no leían tebeos, lo cual se contradice con el número creciente de nuevos
títulos que los editores publicaron en los citados años. Por lo que cabe
creer que los tebeos fueron considerados poco importantes por los
contemporáneos y por ello han quedado invisibles en sus memorias.
Los tebeos antes del
TBO
La denominación tebeo, con la que en España se conoce el
modelo editorial de la revista recreativa con historietas o de solo
historietas, se estableció a partir de la popularización de la revista
de humor TBO en los años de 1920-1930, cuando la generalización
de su título en boca de los lectores derivó en nombre común para
designar este tipo de revistas, TBO = Tebeo. Así lo recoge el
Diccionario de uso del español, de Maria Moliner, segunda edición,
página 1.192, que facilita la entrada: «Tebeo. m. Nombre que se emplea
para designar en general los periódicos infantiles con historietas,
chistes, etc., tomado del nombre de uno de ellos».
Conviene precisar que TBO no es el primer tebeo español,
tampoco la primera publicación recreativa con historietas, ya que antes
apunta una serie de revistas infantiles que al iniciarse el siglo
publican historietas españolas, francesas, alemanas e incluso
norteamericanas. Es así como el nuevo modelo editorial que nace y se
fija entonces y los planteamientos empresariales de los editores
llevaron a que la revista genérica con historietas se reorientase y
dirigiese, desde un inicial planteamiento de “semanario festivo” o
“semanario humorístico”, sin un público receptor definido, hacia un
nuevo modelo editorial de revista en la que la historieta ya no era un
simple complemento de las páginas de texto sino un elemento recreativo
básico, con una lectura específica derivada del peso e importancia de la
imagen dibujada, lo que dio lugar a un nuevo tipo de publicación
dirigida específicamente a los lectores infantiles.
La evolución no es tan simple y desde luego menos automática de lo
que podría parecer por el esquematismo con que hemos de resumir procesos
complejos, en los que cuentan los lectores y sus niveles de
alfabetización, el núcleo familiar y su poder adquisitivo, los editores
y la expansión de la industria editorial. El modelo del tebeo se
establecerá de forma paulatina, por la acumulación de los intentos
realizados por distintos editores que ensayan las nuevas fórmulas
editoriales, hasta transformar de forma más o menos acusada la clásica
revista para niños del XIX, gracias sobre todo a la inclusión de
contenidos de historietas. Esta evolución de la prensa infantil se
produce básicamente entre 1900 y 1930 en un proceso común a casi todos
los países europeos, especialmente Inglaterra, Francia, Italia, España y
Portugal.
El paso desde la revista para niños al tebeo se da de forma casi
simultánea en Madrid y Barcelona, bien que en cada ciudad tiene
características propias. A inicios del siglo XX, Madrid ha heredado un
larga tradición editora de revistas formativas para niños, revistas
dirigidas a los herederos de las clases altas de la sociedad, que eran
los potenciales lectores de esta prensa por haber superado el grado cero
de la alfabetización. Ahora, la aparición del modelo del tebeo ampliará
las bases lectoras
al dirigirse a los hijos de la burguesía madrileña, de la mesocracia
administrativa y de los obreros especializados. En los tebeos se va a
dar una mayor presencia de la imagen, que gana terreno a los textos, en
detrimento de los contenidos más serios y formativos -en ocasiones con
acusado
carácter proselitista-, hasta la progresiva imposición de los nuevos
materiales de historietas de signo humorístico, costumbrista y hasta
aventurero en ocasiones. Es así como los editores recurren a la
historieta para hacer más amenas revistas como ocurre en Madrid con
Álbum de los Niños (1900), Gente Menuda (1908), Infancia
(1910), Los Muchachos (1914).
Algo más tarde, cuando aparecen las primeras revistas que rompen
definitivamente con los modelos decimonónicos para dar paso a los tebeos
que van a llenar el siglo XX, la historieta acabará por
imponerse como elemento común e imprescindible, o casi, en las revistas
infantiles más modernas. En Barcelona los primeros tebeos consideramos
que son: Dominguín (1915), Charlot (1916), Juanito
(1916), Charlotín (1917), TBO (1917) e Historietas
Infantiles (1918), mientras que en Madrid, donde la historieta ha
experimentado una mayor desarrollo y perfeccionamiento expresivo en la
prensa para adultos, el prototipo del tebeo total es más tardío:
Caperucita (1924), Pinocho (1925), Chiribitas (1925) y
Macaco
(1928). A partir de aquí se produce un doble proceso de crecimiento, con
características propias en cada ciudad: en Barcelona se concentra la
edición de signo más popular mientras que en Madrid el proceso de
evolución hasta el modelo del tebeo va acompañado del afianzamiento de
una línea de prestigio, por la que muchas veces primará la calidad
estética, la innovación y cierto elitismo, por encima de los
planteamientos populares.
La historieta en
la prensa de Madrid
Los tebeos de Madrid van a evolucionar al mismo tiempo que lo hace la
historieta. Sin que se deba olvidar que el medio historieta surge en la
segunda mitad del siglo XIX y se perfecciona gracias a la creatividad de
individualidades poderosas. Después se dispersa por toda clase de
revistas, cuando aún la prensa infantil estaba iniciando su proceso de
evolución. Es así como en Madrid la prensa revistas de humor y satírica
y las revistas gráficas de información dirigidas al grupo familiar, van
a ser el primer soporte editorial en el que evoluciona la historieta,
con publicaciones como: Madrid Cómico (1881), La Semana Cómica
(1887), Blanco y Negro (1891), La Gran Vía (1893), El
Nuevo Mundo (1895), Los Sucesos (1904), Monos (1904),
La Semana Ilustrada (1907), Mundo Gráfico (1918), etc.
En estas revistas, que no se dirigen a los niños, la historieta que
se hace en Madrid da pasos firmes y desde su experiencia en ellas muchos
dibujantes realizarán historietas para las revistas infantiles de la
época. También es a través de estas publicaciones como se introduce en
España el cómic norteamericano más moderno, como sucede con series de la
importancia de “Buster Brown” de Outcault y “Little Nemo” de Windsor
McCay, aparecidas en la prensa madrileña de la primera década del siglo
XX, con la influencia que ello hubo de suponer sobre los dibujantes
españoles. De este conjunto de publicaciones hay que destacar la revista
Monos, que aparece en Madrid en 1904 y publica junto a
historietas españolas, y europeas, cómics norteamericanos que oscilan
entre la popularidad que entonces alcanzaba “Foxy Grandpa” y la extrema
rareza siempre de “The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man
Muffaroo”.
Pero con ser esto importante no lo es tanto como el planteamiento
editorial de Monos, que presume de ser el semanario “ilustrado
por los más ingeniosos caricaturistas del mundo”. Efectivamente, con
esta revista se inicia un nuevo modelo de prensa: el semanario gráfico
de intención recreativa dedicado expresamente a la historieta y el
chiste, con predominio de la imagen dibujada y en la que las secciones
de texto son menores y poco importantes. Monos no es exactamente
una revista de humor según los planteamientos periodísticos de su época,
tampoco es un tebeo, pero al ser un semanario que preferentemente
publica historietas se convierte en un paso importante para su
implantación en la prensa española, como ejemplo para los nuevos
editores de prensa popular que
están surgiendo al amparo del crecimiento económico que España
experimenta en el primer tercio
del siglo XX.
El crecimiento de la prensa de historietas española, de los tebeos,
se produce siguiendo un doble proceso: por acumulación, con la edición
repetida de sucesivas revistas, a las que progresivamente se añaden
nuevos títulos año tras año. Ello se produce sobre todo en Barcelona e
implica una industria que se especializa en toda clase de publicaciones
orientadas hacia un consumo progresivamente
masivo. Al mismo tiempo se da también un proceso por el que se avanza a
impulsos gracias a una serie de autores que buscan y encuentran nuevos
modos y maneras de hacer, con editores que asumen los riesgos de
producir una prensa de calidad. Es en Madrid donde la industria
editorial de la prensa infantil avanza empujada por autores y editores
que innovan y descubren nuevos modos de hacer, incorporando a la
historieta española sus recursos más avanzados. Entre los tebeos
madrileños de los años veinte hay que citar preferentemente:
Caperucita (1924),
Chiquilín
(1924), Pinocho (1925), Pifa (1925), Chiribitas
(1925), Macaco (1928) y Jeromín (1929) entre los más
importantes.
Tebeos de calidad
en Madrid
Los años veinte serán uno de los períodos más fructíferos y de mayor
calidad en la historia de los tebeos de Madrid. Entre los nuevos
editores que hacen posible estos logros y que abren sus publicaciones a
los nuevos autores de humor gráfico e historieta y a un nuevo concepto
de la ilustración, hay que destacar a Artemio Precioso con la revista de
humor Muchas Gracias, Rafael Calleja que renueva radicalmente la
vieja editorial familiar y publica el tebeo Pinocho y la revista
Chiribitas, y Luis Montiel propietario de las editoriales
Rivadeneyra y Estampa que publican la revista Gutiérrez y los
tebeos Macaco y Macaquete. Gracias a ellos y a otros
editores menos importantes que les siguen, los nuevos dibujantes con
nuevas ideas encontrarán soportes adecuados en los que publicar sus
trabajos.
Y no se trata solo de tebeos u otras revistas infantiles, ya que en
estos años la historieta alcanza un auge muy importante en la prensa de
Madrid, que podemos concretar en dos casos que tienen especial
significación e interés por tratarse de publicaciones para adultos. Se
trata de las nuevas revistas de humor que en esta década aparecen en
Madrid:
Buen Humor (1921), Muchas Gracias (1924) y Gutiérrez
(1927). Y del periódico diario El Sol. Estas publicaciones se
abren a la historieta de autores españoles en sus manifestaciones más
modernas y experimentales, publicando muchas obras que juegan con el
lenguaje expresivo propio del medio, sus convenciones gráficas, los
argumentos y personajes. En general se trata de historietas de humor
poco trascendentes, sus autores no pretenden realizar grandes obras de
importancia singular, más bien se trata de jugar con
los límites expresivos del medio para llevarlos tan lejos como sea
posible.
En los mismos años, el diario El Sol crea y mantiene, al menos
hasta 1930, la sección diaria “Los Maestros de la Historieta”,
habitualmente en formato tira, en la que cada día un dibujante realiza
una historieta. Por esta sección única –y nunca repetida al mismo
nivel-, que muestra la importancia, o como mínimo el interés por la
historieta existente en algunas de las publicaciones de Madrid de esta
época, pasan y realizan sus obras muchos de los mejores dibujantes
españoles de humor, entre ellos Martínez de León, Robledano, López
Rubio, José Arrué, Tono, Sancha, Bagaría, etc.
Podemos agrupar a los dibujantes de los tebeos de Madrid de este
período en dos grupos principales, aunque no rígidamente excluyentes.
Uno, genérico, de dibujantes e ilustradores jóvenes -muchos con
formación artística e interesados por la pintura-, que trabajan para las
editoriales de literatura y prensa infantil, entre ellos: Salvador
Bartolozzi, el pintor uruguayo Rafael Barradas, famoso por su
vinculación a los grupos artísticos españoles de vanguardia, Antonio
Barbero, Rafael Penagos, Emilio Ferrer, Teodoro Delgado, Soravilla, F.
Ramírez, etc. El otro grupo lo forman autores que la crítica ha agrupado
bajo el nombre de “Generación de 1927”, entre ellos y para nuestro tema
los dibujantes: K-Hito, López Rubio, Mihura y Tono. Y sus seguidores,
que no discípulos: Bluff, Alfaraz, Echea, Dubón, etc.
El interés por la historieta que muestran muchos de los ilustradores
y dibujantes españoles más interesantes de esta década y su perfecto
conocimiento de los mecanismos expresivos del medio, les permite llevar
la historieta española hacia la modernidad, más allá de los estrechos
límites en los que se debaten los tebeos de tipo popular. Y ello se
refleja en algunos de los tebeos de Madrid, que se benefician del
extraordinario momento que los creadores españoles viven estos años. Sus
historietas en la prensa madrileña son las más importantes que se
realizan en España hasta los años treinta, por su rápida evolución, la
total integración del texto y la imagen en el bocadillo y por su alto
nivel de experimentación expresiva. Sobre todo ello cabe una reflexión
más ampliada y detallada, que por ahora queda para un libro que
preparamos sobre los tebeos de Madrid. Eso sí, estos nuevos tebeos, con
gran calidad técnica y de contenido, radicalmente distintos a las viejas
revistas infantiles, se dirigen sectorialmente a lectores de clase
media, lejos de toda veleidad de prensa popular.
Todos los autores de este tiempo son importantes, todas las obras
interesan, pero si hubiese que destacar nombres serían imprescindibles
los de K-Hito, López Rubio, Mihura y Bluff, porque llevan la historieta
española a una de sus cotas más altas. Todos los tebeos de esta década
son importantes, pero Pinocho lo es especialmente gracias a su
director Salvador Bartolozzi, autor de una interesante revisión
literaria y gráfica del personaje Pinocho, que convierte en protagonista
y título de esta revista infantil, que publica historietas de K-Hito,
Castillo y el propio Bartolozzi, ilustraciones de Tono, López Rubio,
Robledano y Galindo y abundantes cómics norteamericanos como “Winnie
Winkle”, “The Gumps”, “Orphan Annie”, “Bringin Up Father”, “Happy
Hooligan”, etc.; técnicamente, marca una etapa en la historia de la
prensa, al ser uno de los primeros tebeos que se imprimen en offset, en
los talleres Nerekan de San Sebastián. De este momento nos quedan
también los tebeos Chiribitas y Pifa (1925), también de
Calleja y prolongaciones de Pinocho. Y Macaco (1928), que
dirige K-Hito en paralelo a la revista de humor Gutiérrez, y
donde publica los trabajos de los dibujantes López Rubio, Mihura, Bluff,
Roberto, Dubón, etc.
Tebeos populares
en Madrid
Revistas ilustradas, prensa deportiva, novela popular de género,
folletines infantiles por entregas, tebeos, cromos, postales, teatro
“arrevistado”, cine de género, radio, etc., etc., etc., ponen en la
década de 1930 bases sólidas para una cultura industrial de masas -nada
que ver con la auténtica cultura popular, en tanto que emanada del mismo
pueblo- que penetrará en las capas medias de la sociedad madrileña y
española. Esto se va a concretar de forma más explícita cuanto mayor sea
la influencia de los medios americanos sobre la sociedad urbana
española, lo cual, por supuesto, no se puede localizar solo en Madrid
pues se trata de un fenómeno común a todo el país, con especial
incidencia en los núcleos de población industriales o de servicios, de
los que surge un nuevo público lector más popular e indiscriminado.
En los años treinta los editores madrileños tienen que enfrentarse
con la competencia de las editoriales de Barcelona, que no sólo han
remontado la mediocridad de años anteriores y ofrecen tebeos de calidad,
con un excelente contenido de historietas, sino que a partir de 1934
unen la tradición editorial de los productos populares y baratos con los
cómics norteamericanos de aventuras más famosos y actuales, como es el
caso de los semanarios barceloneses Aventurero y Mickey.
Sea por ello o por el giro populista que la cultura española presenta en
esta década, o posiblemente por ambas razones, los tebeos de Madrid se
pueden agrupar en dos tendencias principales, por un lado títulos como
Macaquete (1930), El perro, el ratón y el gato (1930),
Gente Menuda (1932) e Iván de España (1934), que siguen la
tendencia de calidad de años anteriores. Mientras que Jeromín
(1929) y Pichi (1930), que llegarán hasta 1934, se plantean como
publicaciones populares.
Las más representativas de la primera tendencia son: El perro, el
ratón y el gato, dirigida por Antoniorrobles, con la colaboración de
Mihura, Sama, Bartolozzi, Climent, López Rubio, Oscar, etc., que no es
realmente un tebeo sino una revista claramente elitista e incluso
lujosa, en la línea del argentino Billiken, y por ello
minoritaria respecto a los lectores españoles. Y Gente Menuda,
que presenta un perfecto equilibrio de contenidos con historietas de
López Rubio, Orbegozo, Galindo, Alfaraz, Cabrero Arnal, Tauler, Gros,
Antonio Casero, Reguera, Teodoro Delgado, etc. y se caracteriza por su
calidad, si bien su condición de suplemento de la revista familiar
Blanco y Negro dificulta valorar el alcance real de sus contenidos.
Por el contrario, desde nuestra perspectiva y por el análisis de los
ejemplares podemos creer que los tebeos de Madrid más cercanos a los
lectores de los años treinta han de ser Pichi y Jeromín,
debido a sus planteamientos editoriales, su impresión, sus contenidos de
historietas y su precio.
Ambos tebeos buscan soluciones intermedias respecto al populismo de
otros tebeos y por ello recurren al cómic norteamericano. Pichi
ofrece contenidos variados y se nutre de historietas de dibujantes
españoles poco conocidos y de cómics norteamericanos pirateados,
calcados o reinterpretados por dibujantes españoles, como son las
series: “The Gumps”, “Desperate Desmond”, “The Katzenjammer Kids”,
“Tarzan”, “Moon Mullins”, “Felix the Cat”, etc. y “Skippy”, que
totalmente reelaborado se convierte en Pichi. Pichi fomenta la
participación de los lectores y su éxito genera concursos, bailes
infantiles, postales, sobres sorpresa, productos de papelería, dioramas
troquelados y muñecos. También alcanza éxito popular Jeromín,
publicado en estos años por Prensa Católica –empresa del periódico
diario El Debate-, que se plantea como un tebeo popular, incluso
por el recurso a la impresión en rotativa y con papel de periódico, lo
que, junto con la publicación de cómics americanos como “The
Katzenjammer Kids”, “Laura”, “Felix the Cat”, “Dingle-Hoofer und his
Dog”, que se unen a las historietas de Soravilla, Teodoro Delgado,
Jubera, permite abaratar su precio. Inmediatamente antes de la guerra
civil se puede hablar por primera vez de una prensa infantil popular que
llega a todos los estamentos de la sociedad española, sobre todo con los
tebeos publicados en Barcelona y también con algunos de los tebeos de
Madrid, bien que éstos, incluso los más populares, mantienen un nivel de
calidad medio.
Una triste guerra...
La guerra civil española pone fin a la normalidad y a la continuidad
editorial en Madrid. A todos los niveles, no sólo en cuanto a las
revistas infantiles y tebeos. No hay que olvidar su condición de ciudad
sitiada y los constantes bombardeos que sacuden la vida diaria y la
dificultan. Aún así no fue imposible la edición de prensa y libros, pero
sí difícil, más teniendo en cuenta que la guerra precipita una situación
de excepción y muchas de la empresas editoriales y de los talleres de
impresión son incautados por comités obreros y partidos, que utilizan
los escasos recursos de papel, cartulina, tintas, etc. para la
propaganda de guerra, una “guerra de papel” paralela a la bélica y en
algunos momentos casi tan importante y desde luego mucho más triunfal
que los hechos de armas.
Sea de una manera u otra, el hecho es que Madrid no editará más
tebeos durante la guerra civil, cuando se está llevando a cabo una
intensa labor de evacuación de los niños madrileños hacia la relativa
seguridad
de la retaguardia catalana y, en algunos casos, hacia otros países. La
mayoría de los dibujantes que antes de julio de 1936 habían trabajado en
los tebeos de Madrid y habían aportado a los mismos modernidad y
calidad, han desaparecido o trabajan para la causa de la República.
Algunos, como Mihura, Tono, Teodoro Delgado, etc., se instalan en la
zona controlada por los militares sublevados y colaboran con sus
chistes, historietas e ilustraciones. Otros, como K-Hito, intentan
volverse “invisibles” en la España republicana por miedo a posibles
represalias, derivadas de su anterior trabajo en la prensa de derechas.
Muchos dibujantes marchan al frente o ponen su capacidad expresiva y
artística al servicio de los aparatos de propaganda que trabajan en el
Madrid asediado, con casos particulares como el de López Rubio anónimo
autor de las tiras recogidas en el folleto El Soldado Canuto
-parece que con la posible colaboración de un jovencísimo Tomás Porto-.
Y hay otros como Bartolozzi, Emilio Ferrer, Bluff, que continúan
dibujando para la prensa de guerra en diarios, revistas gráficas de
información y en la escasa prensa satírica del momento, como la revista
valenciana La Traca en la que Bluff desarrolla una intensa labor
de guerrilla contra los militares sublevados.
En 1939 los
vencedores de la guerra civil dan un frenazo en seco y hacen que el
país, sus gentes y su cultura retrocedan un cuarto de siglo. A todos los
niveles y campos, también el editorial, también la prensa y los tebeos.
Al acabar la guerra el dibujante Bluff es fusilado. Martínez de León,
Babiano, Escobar, Robledano, y muchos dibujantes más van a parar a
campos de concentración o a la cárcel. Otros huyen por Francia. La
edición de tebeos recomienza prácticamente desde cero y cuando los
editores de Madrid reanudan su trabajo lo hacen en precario, casi
siempre con nuevos dibujantes desconocidos, hilando fino para atenerse a
la ortodoxia del régimen de Franco. En años sucesivos los tebeos de
Madrid serán abundantes, pero estarán controlados por el Estado, a
través de Falange, o bien por la Iglesia. Más allá solo quedan tebeos de
ínfima calidad, pero muy populares. Y un ejemplo único de la alta
calidad, exquisitez y elitismo de épocas anteriores: Chicos, que
además será un paradigma de bien hacer para los años venideros. Pero esa
es otra historia... |