«UNA DE LAS
FIGURAS INDISCUTIDAS DE ESTOS ULTIMOS QUINCE AÑOS DE HISTORIETA
ARGENTINA ES, SIN DUDA, EDUARDO RISSO. DUEÑO DE UN ESTILO PERSONAL,
VERSATIL Y DE ALTO IMPACTO, EL DIBUJANTE DE SERIES COMO FULU, PARQUE
CHAS Y BORDERLINE SE VINO DESDE ROSARIO, ENTRE OTRAS COSAS, PARA CHARLAR
ANTE EL GRABADORCITO DE COMIQUEANDO. ACA ESTA.
AA: Yo sé que naciste en Córdoba. ¿Cuándo?
ER: El 23 de Noviembre del '59.
AA: ¿Cuánto hace que vivís en Rosario?
ER: Desde el año '85. Entre el '79 y el '85 viví en Buenos Aires.
AA: ¿Qué hiciste antes de Julio César, que es tu primer trabajo que me
quedó grabado? ¿Cómo entraste en la profesión?
ER: Profesionalmente empecé en Columba, en el año '81, con una serie que
se llamaba Taggart.
AA: ¿A quién te tocó copiar?
ER: A (Cacho) Mandrafina, que era la estrella del momento. Taggart era
muy parecida a una serie de TV de un abogado que resolvía casos...
Petroccelli, se llamaba. Taggart era una especie de Petroccelli. Después
le siguió una miniserie, con la que me ligué un buen tirón de pelo. Era
Holocausto, la miniserie para televisión sobre la Segunda Guerra
Mundial, llevada a la historieta. Y en esa época yo estaba haciendo el
curso con el Viejo Breccia, que era un tipo que te abría la cabeza y te
daba el empujoncito para que uno se jugara un poco más. Y me dijo "No!
No lo copies a Mandrafina!". Y bueno, yo me abrí. Metí un poco de
Mandrafina y un poco de José Muñoz, que en esa época me gustaba mucho.
Para mí Muñoz era una influencia muy grande, pero para Columba era...
Satanás (risas). Y me costó un buen tirón de orejas por parte de
(Antonio) Presa, pero la publicaron. Y ahí yo dije "Ah, si la publican
es porque tan mal no está". Y bueno, a partir de ahí siguió Julio César,
ya en el '83 u '84, con Ricardo Ferrari.
Y lo último que hice en Columba fue una serie con Robin Wood, el Angel.
Transcurría en el medioevo y los guiones eran refritos de los de Ibáñez,
una serie que dejó inconclusa Enrique Breccia, cuando se fue por
desacuerdos con la editorial. Y Robin inició una nueva historia,
adaptando todos los capítulos que habían quedado sin dibujar. Esta
también quedó trunca, porque yo me fui. Hace un par de años me llamó
Presa, para ver si yo quería seguir El Angel junto con Robin, pero para
Italia. Pero habían pasado 10 años... era imposible.
AA: Y ahí arrancás con Ricardo Barreiro, en Parque Chas. En esta serie
tenías un estilo raro, puntilloso, lleno de detalles...
ER: Si, esos puntitos son un medio tono, que yo ponía con el lápiz para
darle volúmen. El punteado lo da la textura del papel que yo usaba. Y lo
hice así poque yo quería hacer color, pero ni acá ni afuera conseguía
quien me publicara las historietas a color, porque era muy caro. De
todos modos, me siento muy cómodo con el blanco y negro.
AA: Con Barreiro hiciste Parque Chas, Caín y Parque Chas II. ¿Hacía
falta esa continuación? El primer libro cerraba perfecto...
ER: Lo hicimos porque un editor italiano lo quería continuar y nosotros
aceptamos.
AA: ¿Por qué te parece que pegó en Europa algo tan porteño como Parque
Chas? Porque en la serie aparecían Perón, Dolina, cosas que nada que
ver...
ER: Sí, ocurrían cosas raras, pero que podían ocurrir tranquilamenteen
París, o en Nueva York. No deja de ser una historieta policial, o
fantástica, a pesar de partir de una leyenda o unmito local. Tenía un
poco de todo, todos los ingredientes que hacen que una historia sea
atractiva. Después, si ocurre en Buenos Aires o en Nueva York, no
importa.
AA: ¿Cómo fue el paso de trabajar con Barreiro a trabajar con (Carlos)
Trillo?
ER: Fue paulatino. Entre que Trillo me llamó y que empezamos con Fulú,
pasó un año. En ese año yo terminé un trabajo para Italia y la segunda
Parque Chas. Después, se fue perdiendo de a poco el hecho de trabajar
con Barreiro y yo me volqué más al trabajo con Trillo. Pero con los dos
trabajé muy cómodamente. Con Carlos tengo una especie de simbiosis, nos
retroalimentamos el uno al otro. Yo veo sus guiones y me dan ganas de
hacer algo nuevo y él ve mis dibujos y le dan ganas de hacer más y así
es como van creciendo las series. Además nos manejamos con total
libertad. Más de una vez he tachado algún diálogo, o agregado cuadros a
las secuencias que plantea él. Nos manejamos con mucha libertad.
AA: ¿Cómo fue tu descubrimiento de Frank Miller?
ER: Con Sin City. Yo no leo mucha historieta y menos historieta yanki,
leí muy poca historieta yanki. Pero cuando vi los dibujos de Sin City,
me llamaron la atención por lo parecido a Breccia. Y dije "Caramba!
¿Quién es este tipo que ha mirado tan bien a Breccia y lo ha llevado a
una estilización tan grande?". Me recomendaron que leyera la historia,
que era muy buena y cuando la leí me encantó. Fue la primera vez que un
comic yanki me llamaba tanto la atención. No pensé que podían hacer esas
cosas.
Después vi material de (Mike) Mignola y de algunos más, pero ninguno me
pegó como Miller.
AA: En Crash se nota mucho que estabas copado con el estilo de Miller.
ER: Si. Con Crash estuvimos un año y pico. Fueron muchísimos capítulos
que fueron hechos muy rápido, con un equipo de dibujantes. Esto me
enseño a dibujar más rápido; yo cuando dibujaba Fulú era una tortuga. Y
el cambio de ritmo me desempolvó, hizo que surgieran nuevas cosas. No sé
si me gusta tanto la serie. Me gusta más Ay, Jalisco!
AA: Contá un poco de qué se trata, porque acá no se publicó.
ER: Es una detective mestiza mexicana, con todo lo que sufre en una
comunidad de EEUU, donde es constantemente segregada y le pasan las
peores cosas. Tiene capítulos muy lindos, justo ahora la estamos
terminando.
AA: También vi unas muestras tuyas para Batman. ¿Te gustaría dibujar
Batman?
ER: Si. De los superhéroes es el que más me copa, porque al ser un
personaje tan oscuro, va bien con mi estilo de blanco y negro. Además a
Batman me lo puedo creer, porque es más humano. No me puedo creer a
Superman, ni a los X-Men, ni todo eso, pero a Batman sí.
AA: Vos pasaste por géneros muy distintos como el histórico, el policial
y la ciencia ficción. ¿Con cuál te quedás?
ER: El único que no me convence es la ciencia ficción, porque no me la
creo. Además es un género que requiere mucha investigación, mucho
estudio y cuando uno produce a la velocidad que estuve produciendo yo
estos años, no se puede dedicar mucho a investigar. Y un género que a mí
me gusta mucho es el western. No sé si se lo podré vender a alguien,
pero me encantaría hacer un comic del Oeste.
AA: ¿Alguna vez se te ocurrió ser guionista?
ER: No. No me gusta hacer guiones. A mí me gusta contar las historias.
Armar las secuencias, los enfoques, esas cosas.
AA: Desde adentro del asunto, ¿cómo ves a la historieta? ¿Para dónde va?
¿Qué le falta?
ER: Yo creo que hay una crisis, pero no sé si es propia de la historieta
o si es una crisis global. Se fueron sumando varias cosas: la expansión
de la computación, el video, la tele, y los pibes que, por lo menos en
este país, cada vez leen menos. Y además está la crisis económica, que
hace que tengas que elegir entre comer o comprar la revista y,
obviamente, elegís dejar la revista. Respecto del mercado nacional, creo
que nos falta un referente más autóctono, como en su momento fue Fierro.
AA: Y última: ¿Qué se puede hacer para resucitar a la historieta
argentina?
ER: Para empezar, hace falta un editor. No hay editores. Yo supongo que
sacar una revista debe ser caro, debe ser difícil recuperar los costos.
Y encima está el bombardeo del exterior. Hoy, sacar una revista
significa competir con las publicaciones de EEUU que aparecen acá un día
después que allá. ¿Cómo hacés? Necesitás una campaña publicitaria que te
respalde y eso sale caro. En la época en que salió Fierro no había una
entrada tan masiva de material del exterior. Acá materia prima hay,
gente que labura bien hay. Pero evidentemente debe ser muy difícil
editar bien en el país.
AA: Bueno, Eduardo, mil gracias.
ER: Gracias a vos.»
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