Texto traducido:
“Escándalo en una
convención de cómics española por un espectáculo con sexo en vivo”
Por
Eric Reynolds
El Salón del Cómic de
Granada, un modesto festival de cómics que tiene lugar en la meridional
ciudad española de Granada a mediados de marzo, se convirtió en un
repentino escándalo y en perfecto reclamo de las primeras planas de los
periódicos de toda España cuando los promotores del festival montaron
una cara ceremonia de entrega de premios previsiblemente con vistas a
honrar al festival y a sus invitados. Tal propósito resultó cuestionable
desde el momento en que el escenario fue ocupado por una actuación que
incluía sexo en vivo y una recreación de los ataques contra el Wolrd
Trade Center, entre otras controvertidas actividades.
El acto tuvo lugar en
un auditorio de El Sacromonte, en la parte histórica de la ciudad
conocida por su herencia mora que precedió a las Cruzadas españolas
[según Reynolds]. Los asistentes tomaron asiento frente a una
impresionante panorámica de La Alhambra (uno de las atracciones
turísticas más grandes de Europa), visible a través de una cristalera
sita tras el escenario. El antiguo fuerte moro tenía un fulgor
anaranjado sobre el cielo nocturno, y servía como escenario para lo que
todos esperábamos que sería una presentación de buen gusto de varios
premios relacionados con los cómics.
Aunque habían
circulado rumores entre algunos de los expositores y los invitados al
festival sobre lo polémico que podría resultar el espectáculo, pocos
tenían idea de hasta que punto llegaría a serlo. «Nos llegaron rumores
sobre algún tipo de espectáculo sexual para la gala de entrega de
premios –declaró la dibujante escocesa Lorna Miller, creadora del cómic
alternativo Witch-, pero si hubiese sabido exactamente lo que nos
tenían reservado, no habría ido.»
La ceremonia comenzó
de manera bastante normal, con un maestro de ceremonias entreteniendo a
la multitud con bromas sobre la industria española del cómic como
anticipo a la entrega de premios. Pronto, sin embargo, al presentador se
le unió Alejandro Casasola, el fundador y director del festival, y ambos
presentaron premios a varios funcionarios y políticos locales que eran
responsables del respaldo y financiación del festival.
Una diferencia
capital entre muchos festivales de cómics europeos y las convenciones
americanas es el patrocinio público. En Europa, muchos festivales
artísticos –como el VII Salón Internacional del Cómic de Granada- están
subvencionados con dinero del Estado y sus puertas están abiertas al
público libremente. El relativamente pequeño festival granadino, que se
desarrolla en la calle bajo dos carpas sitas en el corazón de la pequeña
ciudad, incluye apenas varias docenas de expositores y un puñado de
destacados invitados (entre ellos, el creador de Hate Peter Bagge
y el dibujante italiano [sic] Miguelanxo Prado).
No obstante, gracias
a su situación privilegiada y el acceso libre se consiguió un total de
50000 visitantes durante los cuatro días que duró el evento, una cifra
comparable a la de asistentes a la Convención Internacional de San
Diego, reconocida como una de las más grandes convenciones de cualquier
tipo en los EE UU (a diferencia de las de Granada, las entradas a la
convención de San Diego cuestan de 45 dólares para arriba).
Habían circulado
rumores por el Salón de Granada de que los organizadores del festival se
sentían cada vez más frustrados en sus relaciones con las autoridades
locales. La opinión general era que el interés de las instituciones por
el Salón se estaba debilitando a pesar de un crecimiento sostenido
durante sus siete años de existencia. Nuestra fuente refirió al
Journal que la financiación para montar el festival de este año
había llegado a última hora, forzando a los organizadores a endeudarse
para poder cubrir los costes antes de la inauguración. Entre las
instituciones que aportaron financiación al Salón de Granada estaban el
Ayuntamiento de la ciudad y el Instituto de la Juventud de la Junta de
Andalucía, y representantes de ambos estuvieron presentes en la entrega
de premios para aceptar el agradecimiento público que formuló Casasola,
y para comentar el valor cultural que este tipo de festivales aportaba a
la ciudad y a la cultura juvenil en general.
Este apoyo vocal
procedente de las autoridades locales, por débil que fuera, pronto se
convirtió en miedo y luego en disgusto e indignación. Justo cuando el
presentador del espectáculo iba a comenzar a entregar los premios del
cómic, una docena aproximada de hombres (más una mujer vestida con una
burka) irrumpió repentinamente en el auditorio pertrechados como
terroristas afghanos, disparando lo que parecían ser armas reales y
profiriendo airados gritos en español. Aunque estaba perfectamente claro
desde el principio que los hombres eran actores interpretando a
terroristas y disparando salvas, el sonido de las armas automáticas,
sumado a la agudizada sensibilidad general frente al terrorismo, asustó
claramente a más de uno de los presentes. «¿Has escuchado alguna vez
cómo suenan [los disparos de verdad]? Es estruendoso -comentó Miller, y
añadió sarcásticamente:- «Me encanta cuando salgo a divertirme de noche
y termino temblando como una loca tratando de no sufrir un ataque de
pánico en toda regla.»
Los terroristas
tomaron el escenario, encabezados por un actor con un inquietante
parecido a Osama bin Laden. El miedo de Bagge
se hizo mayor cuando los terroristas –que ya habían tomado al
presentador entre bastidores, le habían dejado en ropa interior y habían
atado a su pecho lo que parecía ser una bomba antes de traerle de
vuelta- comenzaron a exigir los nombres de los premiados, con el fin de
que fuesen llevados al escenario y tiroteados. Bagge se imaginó que,
como invitado que era del festival, él iba a ser uno de los
galardonados. Estaba en lo cierto.
«Uno de los
“terroristas” me arrastró por la solapa, me apuntó a la cabeza con un
lanzagranadas ruso y comenzó a proferir insultos en español contra mí
–dijo Bagge-. Entonces fui atado por las muñecas junto a otros premiados
y nos dijeron que nos matarían cuando el espectáculo terminase.»
Cada uno los
premiados fue empujado hacia el podio y tuvo la oportunidad de decir
unas palabras. Algunos pusieron reparos. Bagge fue el que más divirtió
al público: Claramente confuso sobre lo que pasaba y con aquel
lanzagranadas apuntándole a la cabeza, se encogió de hombros y soltó:
«¿Gracias? [en castellano en el original]»
Otro de los
premiados, el editor de la edición española del Maus de Art
Spiegelman, se integró perfectamente en el espectáculo. Para aceptar el
premio a la “Mejor Novela Gráfica Extranjera” [el nombre del premio era
“Mejor Comic Editado”, según la organización], el editor fue conducido
al podio por los terroristas y, mientras las armas le apuntaban, afirmó
en castellano: «Los judíos se lo merecían».
En este punto, casi
todo el auditorio había comprendido que lo que estaba teniendo lugar era
una actuación, pero eso no sirvió para rebajar la incomodidad y la
ansiedad que habían cundido entre la multitud. Bagge, a quien se le
había advertido de que iba a ser una noche de polémica, no estaba
preparado para lo que tuvo lugar. «Me descubro ante ellos porque no sólo
me alucinaron, sino que me tuvieron cagado de miedo en varias
ocasiones», dijo. Nos informó de que, desde el escenario «observé a
miembros del público que huían o se encogían de miedo, aunque unos pocos
brincaban mientras sacaban fotos y gritaban jubilosos.»
Antes del reparto de
premios, los terroristas ilustraron su rechazo a la cultura occidental
quemando imágenes de la Virgen María, de Federico García Lorca y de
McDonald’s, entre otras cosas. Un momento particularmente escalofriante
tuvo lugar cuando los terroristas derribaron la parte superior del
podio. Éste recordaba una de las formaciones de Stonehenge, con una
columna horizontal más corta colocada sobre otras dos verticales más
altas. A nadie se le escapó que, al quitar la parte superior, recordaba
a las torres del World Trade Center. Cuando el sosia de Osama lanzó sin
darle mayor importancia un avión de papel contra las columnas, apenas
rozó una de las columnas el liviano objeto, ambas estallaron en llamas
espectacularmente. Esto hizo que surgieran muestras de asombro y
disgusto entre el público, audibles pese a los alegres brincos sobre el
escenario con los que los belicosos actores celebraban, burlones, su
triunfo.
Sorprendentemente, la
parte más controvertida del espectáculo estaba por llegar. Mientras los
premiados eran atados todos juntos sobre el escenario, el personaje a lo
Osama bin Laden estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas
ojeando distraído unos cuantos tebeos que había tirados por allí. Su
actitud inicial de disgusto y desaprobación fue transformándose
lentamente en otra de moderado regocijo y finalmente de extrema euforia.
El actor se levantó de repente, revelando cuál era en esencia la
“moraleja” del espectáculo: Los cómics le habían hecho ver la luz sobre
la civilización occidental.
«Osama, que había
estado leyendo algunos de estos cómics que iba a quemar, de repente
declara “¡Estos cómics son estupendos! ¡He estado equivocado todo el
tiempo! ¡Viva la civilización occidental!», dijo Bagge.
La música comenzó a
llenar el auditorio y la mujer de la burka atrajo la atención sobre sí
por primera vez, al quitársela y revelar que se hallaba desnuda de pies
a cabeza. Uno de los terroristas también se desnudó y, acto seguido, la
mujer se arrodilló ante él y comenzó a practicarle sexo oral.
Durante el transcurso
de diez o quince minutos, la pareja fue progresando hasta llegar a la
cópula, lo cual escandalizó a gran parte de los presentes. Llegados a
este punto, todos los funcionarios y políticos locales habían abandonado
asqueados el lugar junto a otros miembros del público.
Con la pareja
fornicando aún a todo meter, el espectáculo encauzó su último acto: «De
repente la gente relacionada con el cómic éramos aceptados por Osama,
así que los terroristas nos desataron –dijo Bagge- y entonces un coro de
go-gós se sumó a los terroristas y todos comenzaron a cantar el
tema de la versión española de “The Making of the Band” [se refiere a
“Operación Triunfo”], todo ello mientras los fornicadores, aún en medio
del escenario, se disponían a hacerlo al estilo perro.»
Ya fuese a causa de
la polémica o a pesar de ella, Bagge se sintió impresionado. «La
conjunción de todos aquellos elementos fue de una total brillantez. Fue
la farsa más alucinante que he visto en mi vida; espero que Scott Shaw!
(maestro de ceremonias de los Premios Eisner) esté tomando nota»,
bromeó.
Otros no se lo
pasaron tan bien. «Sí, fue impactante –dijo Miller- Pero sólo en el
sentido en que todo lo de mal gusto resulta impactante. Es fácil
impactar. ¿Y sabes a quién es más fácil impactar con sexo y violencia? A
cualquiera que haya experimentado las dos cosas a la vez sin desearlo.»
El disgusto de Miller
fue compartido por las autoridades, que denunciaron el espectáculo como
«vulgar, repugnante y ofensivo» y se reunieron para discutir la retirada
de financiación del festival de cómics a resultas del espectáculo.
«Queremos desvincularnos por completo de todo esto», declaró un político
a un periódico local.
Casasola se apoyó en
una intención artística para defender el espectáculo ante los medios
locales, declarando que «los cómics tienen que ver con la provocación,
con la trasgresión y con romper las normas», pero algunos cuestionaron
los motivos de Casasola. Una fuente que desea permanecer anónima declaró
al Journal que las razones de Casasola eran más políticas que
artísticas: «no tenía nada claro el futuro del festival y ésta era su
manera de despedirse a lo grande, con un escándalo, y vengarse de los
políticos con los que había tenido problemas».
Tras la gala, algunos
especularon con que Casasola había llegado incluso a desviar parte de la
financiación de este año hacia la ceremonia de entrega de premios, para
colmo de males de los políticos locales; sin embargo, Casasola y otros
lo niegan. La producción, que fue dirigida por el conocido
director español independiente Bajo Ulloa, también incorporó a actores
de prestigio nacional en los papeles de Osama bin Laden y del maestro de
ceremonias; a su vez, la pareja de fornicadores eran afamadas estrellas
de cine porno en España. El elevado caché de algunos integrantes del
reparto y del equipo hace pensar que el espectáculo fue una producción
muy cara, tanto que Casasola, que no obtiene dinero del festival y que
vive de su trabajo como detective privado [así lo afirma Reynolds], no
podría haberla costeado sin hacer uso de la subvención del festival.
Si bien algunas
autoridades eclesiásticas locales habían solicitado a los ciudadanos que
orasen por quienes asistieron [en realidad, reprobaron también], aún
faltaba alguna reprimenda pública de cierta dureza a Casasola por parte
de la administración local. No se presentaron cargos y, en contra del
aluvión de especulaciones que siguió a la ceremonia según las cuales se
retiraría inmediatamente el apoyo al festival del año siguiente o
Casasola sería inmediatamente destituido de su cargo, tras varias
conversaciones todavía no se ha tomado decisión alguna y existe la
posibilidad de que no solamente continúe el festival el año que viene,
sino que también podría ser Casasola quien lo dirigiese.
«Debo decir que
Alejandro [Casasola] es el tipo con más pelotas que he conocido –ha
dicho Bagge-. Estábamos atados juntos en el escenario mientras aquella
locura tenía lugar y se mostraba asombrosamente indiferente para ser un
tipo que probablemente iban a crucificar por aquello. No tiene ni idea
de cómo reservar un vuelo o sobre cómo montar una exposición (una
exposición concertada de la obra de Bagge en el festival no se celebró
debido a fallos de la organización), pero sí que sabe montar un
espectáculo de mil demonios.»
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