El Congreso de los Diputados y la Asociación de Periodistas Europeos
organizó esta exposición La Democracia en viñetas con el fin de
hacerla coincidir con el aniversario de nuestra Constitución, intentado
mostrar un ejemplo claro de los límites de la libertad de expresión, que
se hallan en la sátira inteligente. La muestra de humor gráfico, que
pretendió ser plural y panorámica sobre el humorismo gráfico español
de los últimos años relacionado con el Parlamento y la política, contaba con obras
de 40 autores (algunos de ellos ya desaparecidos) seleccionados por
la Asociación: Ajubel, Alfredo, Amenofis, Ángel y Guillermo, Ballesta,
Cabañas, Caín, Cebrián, Chumy Chúmez, Dodot, El Perich, El Roto, Fer,
Ferreres, Forges, Gallego&Rey, Gila, Idígoras & Pachi, Krahn, Madrigal,
MartínMorales, Máximo, Mena, Mingote, Mordillo, Nachortas, Peridis, Pinto
y Chinto, Ramón, Reboredo y Sañudo, Ricardo y Nacho, Romeu, Sir Cámara,
Siro, Summers, Toni Batllori, Turcios, Ulises, Ventura & Coromina y Zulet.
Los dibujos estaban relacionados en la mayoría de los casos con la
institución del Congreso durante los últimos veinticinco años de
democracia en su mayor parte, si bien algunos autores prefirieron
participar con viñetas cuyo mensaje o reflexión era general, sin dejar de
ser humor político.
Con motivo de la exposición se editó el catálogo La Democracia en
Viñetas (editado conjuntamente por Congreso de los Diputados y la
Asociación de Periodistas Europeos), prologado
por la Presidenta del Congreso, Luisa F. Rudi, quien afirma allí que
«(...) arroja un saldo alentador: la vitalidad de un género, el humor
político, que gracias a la libertad que hoy disfrutamos ejerce su misión
insustituible (y necesaria) de provocarnos cada mañana, con la lectura de
los periódicos, esa sonrisa espontánea que brota siempre de la crítica
ingeniosa al poder.»
Marta Borcha recogió en en diario La Razón impresiones de algunos humoristas que
en este periódico publican diariamente. Sañudo dijo al respecto: «El humor era más
divertido antes, la censura nos venía estupendamente. Era más interesante
colar un gol en la dictadura. De ésta salieron cosas tan increíbles como
La Codorniz, capaz de burlar todos los sistemas de imposición que tenía el
régimen (...) Vivimos una época gris, donde sólo El Jueves sirve hoy de
referente [aunque] vuelve a haber caldo de cultivo por la pésima situación
que vivimos». Reboredo entró en desacuerdo al afirmar que el humor tiene
validez en todos los tiempos como «instrumento de desacuerdo, de crítica
velada o abierta». Felipe Hernández Cava, integrante del par de autores
que firman como Caín, señaló que, al margen de la
situación política, el humorista «siempre debe considerar que el poder
está bajo sospecha [de ahí que] cualquier momento es bueno para el humor
(...) en la Transición tuvimos que ejercer una delicada tarea crítica en
unas condiciones no menos adversas a las del franquismo, a pesar de que
había mayor libertad de expresión. [Hoy] el humor ha podido seguir su
evolución natural». Que el Congreso abra su espacio a los humoristas le
parecía «positivo» al guionista de Caín, pero subrayó que el humor «jamás
debe convertirse en un instrumento de la clase política.» Cava se reafirmó
en la idea de que la democracia sienta mal al humor, y dijo que la actual
carencia de humor gráfico era porque «ha sido suplantado por el que se
hace en televisión [que] se ha convertido en la peor caricatura de lo que
debería ser la sátira o la degradación del humor». La otra cara de Caín,
el dibujante Federico del Barrio, manifestó seguir creyendo en la «buena
salud» del humor gráfico en nuestro país, pero admitió
que los tiempos de
Por favor y Hermano Lobo no se han vuelto a repetir: «Creo
que hay
un buen nivel, pero faltan más revistas para divulgar el humor y que
llegue a más gente».
Carlos Luis Álvarez, el humorista que firma como Cándido, se mostró nostálgico del pasado en el
prólogo del catálogo, en el que destaca que, una vez muerto Franco, «se
perdió la munición» y que con la legalidad «no hubo oxígeno para el
humorista», motivos por los cuales «hubo que inventar otra epopeya».
El presidente de la Asociación de
Periodistas Europeos, el firmante como Cándido, concluye su prólogo con
sutil ironía: «(...) que "España va bien" lo prueba, cuando menos, la
flexibilidad del Congreso de los Diputados, que permite en su sede la
reticencia humorística hacia sus barbas institucionales. Quien acepta de
buen grado la risa a su costa e incluso da facilidades, merece mil
enhorabuenas.»
Cabe destacar
la sorpresa que nos ha causado la poca repercusión
que ha tenido esta muestra
tanto entre los medios generalistas como
entre los medios especializados,
cuando sin duda constituye un hito del humor gráfico en España, no en
vano, como ha declarado el autor Zulet para Tebeosfera: «supone la
ratificación del máximo valor de nuestra sociedad: la democracia y la
libertad.»