Tras la excelente acogida
el pasado año de las I Jornadas de Cómic de la Universidad de
Málaga –de temática general-, este encuentro aseguró, con el
compromiso de sus organizadores, su continuidad. Dedicado a partir de
ahora a un aspecto concreto del ámbito del cómic, se decidió centrar
estas segundas jornadas en los géneros erótico, gay y lésbico. Las
actividades tuvieron lugar del 24 al 26 de marzo de 2004 y contaron
con un atractivo “cartel” de invitados entre los que destacan Nazario
o los ya habituales dibujantes Kim y Horacio Altuna o el catedrático
Román Gubern, que repiten tras haber acudido a la primera edición.
La estructura del
encuentro se fundamentó en la celebración de mesas redondas en las
sesiones matinales y proyecciones en las sesiones de tarde. El bloque
vespertino previsto para la presentación de comunicaciones hubo de
suspenderse por falta de participación –en cierto modo lógica, por
otra parte, dado lo específico del tema-. El tercer y último día se
dedicó exclusivamente a la conferencia de clausura a cargo de Román
Gubern.
En general, las
jornadas se desarrollaron en un ambiente desenfadado y cordial,
alejado de encorsetamientos eruditos, pese a tener lugar en un foro
académico. Tal circunstancia puede interpretarse como un arma de doble
filo, pues relajó a un joven público y a los ponentes no acostumbrados
a intervenir en actos universitarios, pero se acusó cierta falta de
rigor en las exposiciones durante el desarrollo de las mesas redondas
–algunos invitados, e incluso algún moderador, no llevaban nada
preparado-. Esta falla la salvó en ocasiones un auditorio ávido de
información que animó los debates en los turnos de preguntas
posteriores a cada charla. La afluencia de público fue, dicho sea de
paso, muy satisfactoria y, sobre todo, regular durante los tres días,
además de muy participativa.
El primer día,
hacia las 12:30, después del acto inaugural y un breve montaje
escénico, dio comienzo la mesa redonda sobre cómic erótico. En ella
intervinieron Kim como presentador y los autores Horacio Altuna,
Benito Belore y Hernán Migoya. El comienzo de las intervenciones
individuales resultó algo desganado pero el acto fue creciendo en
interés con los comentarios de Altuna sobre su única experiencia en el
género erótico con su trabajo para la revista Playboy. Por su
parte, el creador malagueño Benito Belore explicó que, pese a sus
comienzos en la ciencia ficción –como buen admirador de su compañero
Altuna-, hubo de decantarse por la temática erótica más que nada por
la necesidad de pagar las facturas y comer diariamente. Ello puso de
manifiesto las posibilidades comerciales de este género y su condición
de única salida como medio de subsistencia para muchos historietistas.
Hernán Migoya, a pesar de acudir en calidad de guionista de cómic,
comenzó su turno con una larga explicación de la célebre polémica
literaria de su obra Todas putas. Ya en el tiempo de debate
todos los miembros de la mesa se mostraron de acuerdo en que el hecho
de dedicarse a la temática erótica hace que se les apliquen una serie
de tópicos y que en los medios de comunicación sólo se destaque de su
trabajo los aspectos más sensacionalistas. En suma, denunciaron que se
les trate o bien como “maniacos” o bien como “freakies”, ya que
un autor, del género que sea, no tiene por qué compartir lo que hagan
sus personajes. Preguntados por el público acerca de los límites que
se marcaban en sus creaciones, contestaron que respetan las normas de
la empresa para la que trabajan pero que no se autocensuran: «la
ficción no puede ser censurada, el lector es suficientemente
inteligente», afirmó Migoya. Respecto a esto, el periodista y experto
en cómic Luis Conde Martín, que se hallaba entre los oyentes para
cubrir las jornadas para el programa La Mandrágora de TVE
agregó que la función del autor no consiste en educar ni ser
políticamente correcto sino sólo narrar, contar historias, trabajar,
en suma, con la imaginación.
La mesa aportó algunas
ideas más sobre las ventajas de publicar en España, donde existen
pocos tabúes culturales en cuanto a contenidos sexuales, al tiempo que
se expusieron los problemas de la exportación de las mismas historias
a otros países. También se habló, en el aspecto comercial, del refugio
de los dibujantes en el campo del erotismo ante la desaparición de la
mayoría de las revistas de cómics y humor gráfico y del carácter
inexplorado de un sector del público, el femenino, dentro de la
temática erótica.
La mañana de la segunda
jornada se dividió en dos mesas redondas, la de temática gay a primera
hora, y la lésbica a continuación. La primera charla -quizá la más
sobresaliente del encuentro, pues las tres intervenciones fueron al
tiempo divertidas e inteligentes- fue conducida por Javier García, de
“Ojalá”, Asociación de Gays, Lesbianas y Transexuales de Málaga. Abrió
la tertulia Sebas Martín, guionista de cómic gay (Historias entre
chicos, Historias de Sitges, Vacaciones en Ibiza) y
profesor de guión de la Escuela Joso de Cómic de Barcelona. Martín
señalo cómo, pese a todo, en el panorama actual dedicarse al cómic de
temática homosexual es como predicar en el desierto: «si ser dibujante
de cómic es una locura, serlo de cómic gay lo es al cuadrado»,
ironizó. A pesar de las dificultades del mercado para dar salida a
historias “homo”, Sebas Martín entiende su obra y la de sus compañeros
como un material que puede interesar tanto a gays y lesbianas como a
heterosexuales y que puede ser creado –al igual que se da en el caso
contrario- por autores que no sean homosexuales, sólo hay que
escuchar, hablar con la gente y documentarse. Ese es precisamente el
caso del segundo invitado, Rafael Martínez. Para el autor de Chueca
Town su consagración actual a la temática gay obedece a la
necesidad de denunciar con su obra situaciones de injusticia y
discriminación. Este autor pretende atenuar la asociación de lo gay
con la frivolidad y la promiscuidad, por lo que prefiere presentar en
sus historias conflictos serios (legalización de los matrimonios
homosexuales, adopción, etc.) aportando pequeñas dosis de humor.
La última intervención se
reservó para el autor más esperado, Nazario, el creador de cómic gay
más reconocido y padre del ya legendario travesti Anarcoma. El
dibujante de la moribunda revista El Víbora se centró en la
evolución de su trayectoria desde que abandonó su puesto de maestro
nacional en Sevilla hasta convertirse en el máximo exponente del
underground español. Nazario, más dedicado últimamente a su faceta
como pintor, confesó sentirse «como un dinosaurio o superviviente» al
haber comenzado en los difíciles años setenta, cuando aún la Ley de
Peligrosidad Social afectaba a los homosexuales (hasta 1978, 3.000
personas sufrieron cárcel y el propio Nazario fue fichado).
Tras esta primera mesa
redonda, empezó la segunda sesión del día, centrada en el cómic
lésbico. Un ámbito hasta hace poco casi desértico, y actualmente
convertido en una temática en auge, teniendo en cuenta que en un
principio se introdujo como forma de voyeurismo masculino y hoy
está implantada ya como reivindicación de un colectivo. Dicha mesa,
que estuvo moderada por la profesora Ana Sedeño, de la Facultad de
Ciencias de la Comunicación de Málaga, destacó por la intervención de
Mili Hernández, responsable de la editorial EGALES y una de las
personalidades más activas del ámbito cultural homosexual. Hernández
comentó a los presentes el proceso de publicación del primer cómic
lesbiano en español de la autora Alison Bechdel, que en nuestro país
ha sido traducido como Unos bollos de cuidado. También
diseccionaron las dificultades y desigualdades del panorama y del
mercado del cómic lésbico la autora Esther Lecina y el dúo formado por
Aurora García y Diana Fernández, más conocidas como Studio Kôsen.
Éstas últimas presentaron -sorteando alguna deficiencia técnica-
piezas de algunos de sus trabajos, caracterizados por una «ultraespecialización»,
ya que consisten en un “manga lésbico”.
En general, ambas sesiones
pusieron de manifiesto las posibilidades del cómic como un espacio de
acercamiento a las vivencias y preocupaciones del colectivo homosexual
(que, como se recalcó, salvo en el caso de la discriminación, en poco
difieren de las de los heterosexuales), así como el uso del cómic como
una excelente fórmula para el fomento de la libertad y la convivencia
y como altavoz de las legítimas reivindicaciones de lesbianas y gays.
Finalmente, en la
conferencia de clausura, los asistentes disfrutaron de la amena charla
impartida por el catedrático de Comunicación Audiovisual de la
Universidad Autónoma de Barcelona Román Gubern. El encargado de
presentarlo, profesor Manuel Chaparro, de la Facultad de Ciencias de
la Comunicación de Málaga, hizo hincapié en su conocida y amplia
producción bibliográfica sobre el cómic, aunque también podemos
recordar obras como El Eros electrónico, en la que se adentra
con brillantez en la otra vertiente del encuentro.
La ponencia de Gubern
consistió en un recorrido por la evolución de la historieta erótica, o
más bien, del erotismo en las viñetas, en el que Gubern se detenía en
ocasiones para comentar anécdotas o impresiones y recuerdos
personales. El catedrático comenzó advirtiendo jocosamente cómo, por
su contenido, estas jornadas eran un preámbulo perfecto para la Semana
Santa que se avecinaba. A continuación, situó los antecedentes de la
figuración narrativa erótica en algunos ejemplos de cerámica griega.
Ya en los primeros cómics tal y como los concebimos, y pese a que los
protagonistas eran a menudo transgresores (niños traviesos, vagabundos
y otros personajes marginados o asociales), en su universo estaba
ausente el sexo, víctimas de los rescoldos de la cultura victoriana.
Mas pronto, señaló Gubern, aparece la “criptosexualidad”, ciertas
insinuaciones que hacen preguntarse al lector qué sucede fuera de
cuadro (en las que podemos incluir las ya tópicas observaciones sobre
las hipotéticas relaciones gay de parejas como Batman y Robin o
Roberto Alcázar y Pedrín). Hacia los años treinta, se ha de destacar
también la faceta erótica silenciada del estereotipo de “novias
eternas” del cómic: «esas señoritas que iban siempre junto al héroe;
nunca se dice que se van a casar, porque ello limitaría la
“polidisponibilidad” del héroe, pero tampoco consta que mantengan
relaciones sexuales». Otro asunto de interés dentro del concepto de
“criptosexualidad” reside en el vestuario, o, mejor, su contrario, en
el desnudo. Gubern señaló que éste empezó a legitimarse en Inglaterra
con la serie Jane (1932-1959) de Norman Pett, que será el
primer personaje que realizará la patriótica labor de animar a las
tropas durante la II Guerra Mundial con progresivas y fugaces pérdidas
de ropa.
Román Gubern comentó
también la existencia de un mercado clandestino del cómic porno, que
él mismo recuerda haber visto circular en fotocopias en la Barcelona
de los años cuarenta, y del que destacó que, de poder ser reunido,
constituirá una interesante investigación.
Más adelante, y dentro de
la historieta legítima, el profesor recordó a las heroínas
“fantaeróticas” de los sesenta de las que Barbarella es máximo
exponente. Con ella, se rompe en Europa la especialización del cómic
como producto casi exclusivamente infantil. Barbarella, que utiliza la
sexualidad para gratificar aliados y dominar enemigos, responde en
parte al cambio social producido por la irrupción de la píldora
anticonceptiva, «aunque también es cierto que este personaje libertino
y desinhibido es en el fondo la creación de un hombre y no hace más
que responder al fantasma masculino de la mujer fácilmente
disponible».
Tras nombrar
otros títulos europeos como Jodelle, Saga de Xam,
Selene, Jezebel o Valentina, Gubern se trasladó al
movimiento contracultural norteamericano, en el que uno de los
ingredientes clave son los contenidos sexuales como en Vampirella
o la obra de Robert Crumb El gato Fritz, el más famoso de los
personajes libidinosos del underground.
La siguiente
conquista erótica del cómic va a ser la temática sádica: en Italia,
quizá como reacción a una fuerte tradición católica, aparece el
llamado “fumetto negro”, caracterizado por un gusto por lo truculento,
en títulos de similar corte como Diabolik, Satanik,
Kriminal o Sadik. Ya en los setenta, empieza a derrumbarse
la censura y habrá una mayor permisividad respecto a estos contenidos,
no sólo en el cómic, sino en el resto de los medios de comunicación.
Para Gubern, la última conquista que queda hoy para el género sería
romper la barrera que le impide convertirse en un arte integrado como
sí ha ocurrido, por ejemplo, con la novela erótica, que ya no se vende
por separado de otro tipo de novelas. El fin de esta parcelación o
fragmentación, desde el propio punto de venta, contribuirá a matizar
el tópico del cómic como producto exclusivamente infantil.
En
cuanto al resultado final de las jornadas -en el que la organización
ha estado a la altura de una segunda edición, y ha contado este año
con la eficaz colaboración de los alumnos voluntarios del Gabinete de
Comunicación de la Facultad-, juzgamos muy positiva su celebración en
un foro universitario, pues aporta un paso más en la comprensión de la
historieta en general como tema de interés en el ámbito investigador,
y en particular, para la normalización de los subgéneros erótico y
homosexual. Sobre todo, para despertar entre todos los sectores del
público el aprecio por este material y por la aportación de criterios
que les conviertan en consumidores exigentes, que demanden calidad y
que se sitúen por encima de retrógrados clichés y trasnochadas
moralinas. |