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LOS SECRETOS DE LOS GUIONISTAS DE CÓMIC BOOK

Los secretos de los guionistas de cómic book

Mark Salisbury

La Factoría de Ideas: Solaris Etecé nº 5, Madrid, 2001

Traducción, diseño y maquetación: Oscar Díaz

ISBN: 84-8421-432-X  |  PVP: 15.00 € / 2495 Pts.

Depósito Legal: M-28484-2001

Título original: Writers on Comics Scriptwriting

Salisbury: Secretos de los guionistas

[ Ilustración de la cubierta: José Luis Ágreda ]

COMENTARIO, por Javi Mora


Secretos a voces.

“Sólo tras fracasar conseguimos levantarnos y mejorar” (Peter David).

 Un libro de entrevistas. Un simple libro de entrevistas a guionistas de cómics. Vale. No parece difícil. Pero las apariencias engañan. Porque amigos míos, a la hora de abordar una obra de corte plural, sea cuál sea, siempre es difícil encontrar la perspectiva, que impida que nos pillemos los dedos. Y eso es así, porque un dicho tan popular como“cada maestrillo tiene su librillo” adquiere, en ellas, toda su dimensión y sentido; o lo que es lo mismo, un coro, por mucho que se pretenda, nunca va a esconder una sola voz en su interior, ni mucho menos. El problema estriba, y no es otro, en saber encontrarlas, reconocerlas, y, sobre todo, diferenciarlas, una por una y todas a la vez, pues así y sólo así, puede uno afrontar, con un mínimo de garantías, el hablar de un conjunto que muchas veces se nos escapa a ojos vista por culpa de un descuido tan simple y simplón como este, que no sé yo si obedece al desinterés la mayoría de las veces. Con este peligro bien presente, caminaré con pies de plomo, procurando a cada, y de, paso, afianzar mi propia voz, aunque no sé si a pesar de tan noble pretensión no caeré  yo también en ese error manifiesto y ya mencionado. Como sólo va a haber una manera de averiguarlo mejor será que demos comienzo a la obra y que sean los actores quienes nos deleiten. Arriba el telón y que empiece la función.

 Acto primero. “Una infancia eterna”.

 “Lo contemplaba en términos exagerados: o me convierto en guionista de cómics o vivo una vida trágica y muero infeliz” (Chuck Dixon).

 Más que exagerados, absolutos; y no sin razón. Vamos a dejarlo claro. No estamos hablando aquí de una simple profesión si no de una profunda vocación, que no es lo mismo, ni poco. Recurramos al topicazo: guionista se nace, no se hace. Ni medias tintas, ni por las ramas. Esto es así y punto y no hay vuelta de hoja que valga, porque en esto de la vida a todos nos llega el momento, más tarde o más temprano, de querer convertir nuestros sueños en realidades palpables, aunque sólo sean unos pocos quienes se den cuenta de que las calabazas no se transforman en carrozas...por sí solas. Ley de vida para cualquier gusto o afición y más en la que nos ocupa. Porque ya sea casualidad o destino, el origen de esa revelación iniciadora que embarga a todo guionista parece ser más común, entre ellos, de lo que cabría esperar como denotan sus propias palabras. Y quizás por eso, y sólo por eso, sea este el secreto más público y fácil de discernir. La puesta en común, a raíz de las respuestas obtenidas por Salisbury, vendría a ser la de un niño de pocos años a quién un buen día, y sin que se lo espere, le cae en las manos, como caído del cielo, un tebeo, un simple tebeo que para él, extrañamente, se convierte en un mundo. ¿Y cómo es ese mundo?. Pregunta tonta, la verdad. Deberías ser capaz de poder imaginártelo sin ningún tipo de problemas porque no creo que difiera demasiado de aquel que habitaste durante tu infancia. Cambian los actores, y su protagonismo, pero el decorado apenas. El gris mundo nuestro de cada día pero en blanco o negro. Sin contrastes. Sin matices. Sin contradicciones. Pura sencillez en la que recrear nuestras fantasías. Las de niños, las de adolescentes, las que vengan de mayores...que aquí si que cambia algo el decorado pero permanece el actor, a dios (sí con minúscula, no se merece mucho más) gracias. Al final, que es lo que cuenta, axiomas tan “prácticos” o “resultativos” como ser guionista de cómics o morir en el intento han de venir de algún sitio. Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con la expresividad propia de cada autor?. No lo sé. Pero no olvidemos dos cosas. Una, que también cada autor es un mundo aparte; y dos, que todo buen conflicto que se precie no se resuelve ya de antemano en la presentación.

 Acto segundo. “Yo el supremo”.

 “No pensaba en labrarme una reputación. Mi actitud era que quería escribir historias que fueran todo lo entretenidas y diferentes que fuese posible. No diferentes porque quisiera que la gente se diera cuenta de mi presencia, sino porque quería que la gente se implicara en las historias. La labor de un guionista consiste en esconderse detrás de los personajes, y si un guionista está haciéndolo bien hasta cierto punto será invisible” (Peter David).

 El misterio de la creación; flotar en la nada, recrearse en la blancura del folio, bueno ya sería más propio decir de la pantalla, y de repente...¡¡bing bang!!, ¡¡bing bang!!, ¡todo se deshace vertiginosamente!, ¡una y otra vez!, ¡una y otra vez!, ¡una y...anda para el carro que así podríamos seguir hasta el infinito y creo que ya has pillado la idea. Aunque no por ello deja de ser increíble, fantástica, apoteósica, y que sé yo... Imagínate, es que si eres bueno, si tu escritura roza esa genialidad grotesca por la que tanto suspiraba Víctor Hugo, le has dado vida, aunque depende de múltiples lecturas e interpretaciones, a “algo” que ni existe ni existirá por los siglos de los siglos, amén.   

 Y cuál es la chispa que produce este maremagno, qué propicia este deseo por contar, de dónde sale esta necesidad vital. Yo, sinceramente, no creo que nadie, aunque escriba en mil años mil quijotes, vaya a encontrar nunca la clave filosofal que resuelva nuestras dudas, pero si por una casualidad lo averiguará estoy seguro de que se lo llevaría a la tumba (sí, creo firmemente que los humanos somos ante todo egoístas). Aún así no esta de más preguntar a los protagonistas de esta comedia por si acaso alguno pudiera ofrecer, “sin querer queriendo” como decía Shakespearito, una pista lo suficientemente sólida sobre la que dar nuestros primeros pasos.

 Salisbury, en este caso, se encargará de llevar a cabo la investigación por nosotros, y aunque no pretendo revelar más de la cuenta (Yo, no soy un chivato), el resultado que depara su interrogatorio, no deja cuanto menos de ser curioso. Me explico. Casi todos los autores invitados a charlar, aunque da la sensación de que a muchos el tema les trae sin cuidado, intentan, o más bien se inventan, sistematizar un modus operandi que bien saben de sobra que es totalmente ajeno a su propia voluntad o talento, para el que lo tenga. Unos, van por la vía rápida y ofrecen el modelo bueno, bonito y barato con el que salir al paso cada fin de mes. Parafraseando, la postura sería algo así como porque escriba sobre tipos solitarios no lo voy a ser yo; a mi me dan una trágica figura editorial y yo trato de hacerla creíble. Sólo es eso, nada más. Simplemente hago el trabajo que me exigen del mejor modo que sé. Otros, en cambio, aunque no puedan evitar irse por los cerros de Úbeda, asumen el compromiso de la creación con menos tapujos y convierten a sus personajes en meros puntos de encuentro interpersonales. Dos posturas enfrentadas, a mi modo de ver o entender el libro: la profesionalidad de una industria de mercado frente el lirismo personalizado.

 Recapitulando llega el momento de volver a preguntarnos dónde reside el afán por la creación, qué es lo que nos lleva a romper el silencio. El sentido de supervivencia para sobrevivir haciendo algo que se nos da medio qué, o la necesidad de comunicar nuestras penas y glorias a los demás detrás de una mascarada simbólica. Cuanto menos, todo esto, no deja de ser una duda razonable que a la que quizás no estemos dando las respuestas adecuadas. Continuemos hasta el final la puesta en escena.

 Acto tercero. “Prometeo encadenado”.

 “Estoy contento, orgulloso y algo desconcertado de que los cómics parezcan haberme conseguido un mínimo de fama y un mínimo de dinero, pero no me metí por eso, porque cuando empecé a escribir nadie se hacía rico y famoso por escribir cómics. Hazlo porque te gusta el medio. Hazlo porque hay cosas que decir. Hazlo porque es divertido” (Neil Gaiman).

 Quizás todo lo anterior pueda resumirse mejor en dos preceptos como son los de la fama y el prestigio. Poco hay que explicar pero si que añadir. Anteriores términos nos pueden llevar a equívocos cayendo en el error de englobar taxativamente a los distintos autores de la obra en una línea u otra. Y esto no es así. ¿Qué autor no desea qué su obra tenga un público fiel?; ¿qué autor no siente alguna vez la imperiosa necesidad de sacar a relucir sus entrañas?. Sin embargo la oposición significativa entre uno y otro es demasiado tajante para poder evitar toda esta serie de confusiones, por otro lado, inevitables y lógicas. Es por ello, que su sustitución o, más bien su transformación, es obligada. Pero aún así sigamos teniendo cuidado.

 Al igual que las palabras anteriores ni la fama pública ni el prestigio profesional son términos hermanados. En el cómic, como en cualquier otro medio, generalmente ventas exitosas no implican un producto acorde a unos mínimos mimbres de calidad narrativa. Pero no estamos hablando desde el punto de vista editorial y artístico. Lo hacemos desde el ámbito interior de los creadores, y más en concreto de los literarios, desde la piel de quién se lo curra y se pega unas cuantas horas delante de un ordenador dale que te pego a las teclas. Ese sufrido autor, en su forzosa soledad, es inevitable que anhele secretamente ambos grados de reconocimiento y que en sus derivados sueños de gloria, vaya cogido de la mano de uno y otro.

 Salisbury es consciente de ello y con su ya consabida avalancha de preguntas reiterativas, varia la forma que no el fondo ante cada nuevo autor, abordará, en primera instancia, su particular posicionamiento dentro del medio, y más en concreto, el papel que creen desempeñar dentro del engranaje industrial, procurando ir ahondando a cada paso en una relación de amor- odio que acabe por llevarle al descubrimiento de aquellas posturas más personales con respecto al oficio. Y así, si seguimos las reglas de este juego podremos observar, desde la barrera, como lo que en un principio parecían posiciones distanciadas, equidistantes e irreconciliables, se convierten por arte de magia en caras de una misma moneda. Una la cara bonita. La otra su cruz. Pero todos con un mismo afán: hacer lo más dignamente posible, si no renovar por intenciones que no quede, su pequeña porción de historieta. Que no es poco...

 Telón.


INDIZACIÓN


Kurt Busiek

pp. 9-21

Peter David

pp. 22-31

Chuck Dixon

pp. 32-42

Warren Ellis

pp. 43-53

Garth Ennis

pp. 54-69

Neil Gaiman

pp. 70-81

Devin Grayson

pp. 82-91

Dan Jurgens

pp. 92-102

Joe Kelly

pp. 103-110

Jeph Loeb

pp. 111-120

Todd MacFarlane

pp. 121-135

Frank Miller

pp. 136-150

Grant Morrison

pp. 151-166

Mark Waid

pp. 167-176


 Más información en:

http://www.popimage.com/profile/morrison/012501wocsrev.shtml

http://www.popimage.com/dec99/reviews/writers.shtml

http://www.shotgunreviews.com/comics/salisbury0400.html

http://www.twbooks.co.uk/reviews/jrussell/writersonpbkjr.html


[ Ficha: J. Mora. Publicada en Tebeosfera 020222 ]