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SUFRIR A LA IRAQUÍ

Sufrir a la iraquí. Tomo - 4
2003

© 2003 Editorial Vision Net,
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Prólogo de Abdul H. Sadoun

ISBN: 84-9770575-0
Depósito Legal: M-14440-2003

98 pp.  |  29 X 20,5 cm.  |  rústica  |  b/n 

[ Cubierta del libro, con ilustración de K. Shamhood. El diseño de cubierta es © 2003 Vannesa Bejarano García ]


DE ÍDOLOS QUE DEVINIERON CARICATURA, comentario por Manuel Barrero

En los días del ecuador de diciembre de 2003, asistimos al bombardeo mediático de la detención de Saddam Husein y su consiguiente ejecución pública.

Con “ejecución” no nos venimos a referir a que haya sido ya ajusticiado, como desea Bush y un gran porcentaje del revanchista pueblo estadounidense, o que haya sido juzgado ante un tribunal internacional, como sugirieron muchos otros analistas con más neuronas que dinamita en el cerebro. No, con “ejecución pública” me vengo a referir a que ha sido ya ejecutada simbólicamente su imagen. Y, hoy, la imagen es la configuración del alma. Y, la caricatura, su captura más precisa.

Las imágenes del derrocado dictador, en las que aparecía desgreñado y con barba hirsuta, se han difundido por España con insistencia en todos los medios, sobre todo con un interés singular por subrayar la idea de que nos hallábamos ante una de esas noticias / fetiche, las que quedan retenidas en la memoria y marcan un momento preciso en nuestra historia personal y en la Historia, en general. En EE UU ha sido levemente diferente, en el sentido de que este ejercicio periodístico ha sufrido una escenificación, ha sido orquestado. Allí, la mecánica propagandística neoliberal (muchas veces patriotera) procuró que la emisión de esa imagen fuese pertinaz, voraz y desacralizadota. O sea, había que lograr deponer al dictador, pero también al icono que aún sobrevivía al abatimiento de aquella estatua metálica flácida. Había que destruir definitivamente el símbolo. Viene a ser todo lo contrario de lo que se hizo con la soldado Lynch, que ni fue héroe ni fue martir, sólo militar accidentada, pero cuya efigie fue elevada a la categoría de ídolo nacional a falta de otros (incluso se le nombró Woman of the Year).

Con Saddam querían algo similar pero a la viceversa: evitar hacerlo mártir, mostrarlo sucio y mendigo, y enseñar su zulo y su piojos, y enseñar el “después” destartalado y mísero de su hogar… Qué paradoja que se encorajinase tanto el gobierno atacante por el descrédito, que no deja de ser propio: he aquí la ruina en que se halla Iraq, a lo cual contribuimos.

Nos enteramos que el protocolo de la detención llevaba tiempo, meses, diseñado por los funcionarios de Inteligencia estadounidenses, cosa normal en los ejercicios de propaganda militar. Y luego nos aderezaron las columnas periódicas con fotografías tomadas muy perspicazmente por Mike Nelson (que distribuyó EFE, cliccomo la que se muestra anexa a este texto, que puede ampliar si lo desea) en la que se dejaban retratar sonrientes iraquíes caricatura en mano, y en la caricatura estaba Saddam apresado tal y como apareció al poco en la prensa chií de Bagdad. Mientras, en EE UU, una empresa fabricaba a toda mecha máscaras carnavalescas del Saddam barbado y otra firma sacó a la venta, apenas a las 24 horas de producirse la detención, una suerte de muñeco articulado con el aspecto del tirano detenido y greñudo.

Si es que todo son símbolos…

A este respecto, al de los símbolos derribados y al de las imágenes satíricas sobre el hecho iraquí, nos viene al pelo la lectura del interesante libro recién aparecido Sufrir a la iraquí, dibujos de Kadhim Shamhood, editado en 2003 por el sello madrileño Visión Net, el cual viene a ser el cuatro volumen de dibujos compilados de este autor.

Kadhim Shamhood Tahir es un extraordinario artista. Iraquí de nacimiento (en Missan), se licenció en Bellas Artes en Bagdad, donde se matriculó en 1974, y terminó sus estudios en España en 1975 (en la Universidad Complutense de Madrid), país en donde permaneció exilado. En 1991 ya era doctor en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, habiéndose especializado en grabado calcográfico, en pintura mural, en pintura de medallas y en encuadernación. Desde entonces y durante los años ochenta y noventa, ha cosechado varios premios como grabador y muralista, ha expuesto sus grabados y pinturas en Maastricht, Londres, Amman, Nueva York, Damasco, y en Madrid, ciudad ésta en la que reside. Sorprendentemente, también ha hecho animación, y la primera producción de este tipo que se hizo en Iraq tuvo participación suya.

Como autor de caricatura, humor gráfico y de tiras de historieta humorísticas, su otra faceta creativa y la que ahora más nos interesa, Shamhood ha demostrado siempre un fuerte compromiso por denunciar la presión dictatorial y bélica a la que ha sido sometido su país de origen desde hace treinta años. El artista ha colaborado con este tipo de obras en la revista iraquí Mayallati entre 1970 y 1977, con la publicación de Qum Al Huda, con las españolas Blanco y Negro (de ABC) y Ya, en 1988. Sus obras de esta índole han sido compiladas hasta la fecha en cuatro libros, editados por Vision Net todos ellos –también en árabe-, y de los cuales nadie parece haberse preocupado demasiado, pese a la guerra allí librada y la vinculación de su autor con España, salvo por el librero y escritor Gumersindo Guerra (¡vaya casualidad de apellido!), que prologó el libro Cosas tachadas por la censura ilustrado por el iraquí.

Decía G. Guerra en 2002, pues, que Shamhood era consciente del poder de penetración popular de la caricatura, de su cualidad de arte aprehensible doquiera se manifieste, y por todas las clases populares: «la caricatura es el arte democrático por excelencia.» No sólo eso, también nos advertía Guerra de la necesidad de “ilustrar” la denuncia, que en el caso de Shamhood alcanza también a iluminar obras poéticas de interés debelador, como la del poeta iraquí Garxad Yamil.

La obra gráfica de Kadhim, de elemental ejecución, se orienta a simbolizar ideas antes que a evolucionar estilísticamente. Su fin es plasmar la denuncia de una situación de invasión brutal [ver la imagen primera de la galería aneja], comercial y policial por parte de los EE UU en un territorio bendecido por la deposición sedimentaria de petróleo y gas. Pero también ha mirado en los intestinos del poder iraquí, y la imagen de Saddam ha sido insistentemente caricaturizada por Shamhood, al principio como acaudalado acreedor de los EE UU mientras sumía en el hambre a su pueblo [imagen segunda de la galería] y luego paulatinamente como un tirano caído en desgracia.

Es ciertamente premonitoria su caricatura de Saddam excavando su propia tumba [imagen 3] y lo es el que use el autor siempre como referencia a los EE UU, como foco de inmundicia e iniquidad, siendo Iraq el objetivo final de sus intereses geopolíticos a la par que la consecuencia nefasta de una infausta gestión del presidente iraquí. Con trazos simples, Kadhim ha ido dibujando (y desdibujando) la evolución de un mito / hombre durante los años noventa, en lo que constituye el más sintético ejercicio de reflexión sobre la depravación de un líder y la depauperación de un país. Y no sólo de eso, el doctor y humorista exilado también traza un fresco sobre el problema de Oriente Medio, sacudiendo la alfombra del mundo árabe (cuyo ácaro no deja de identificar con EE UU), poniendo el dedo en la llaga del problema palestino, y evidenciando, en suma, la falta de paz y la abundancia de pobreza en el antes llamado Creciente Fértil.

Shamhood encauza su línea bajo las influencias de Quino y de Mingote para desembocar en un particular trazo romo, pero de enorme fuerza, que ha contribuido una pizca a ir derrocando al megalómano y señalando al imperialista. Un ejercicio de humanidad dibujada el suyo que más debería producirse, sobre todo hoy, y sobre el cual deberíamos volver la vista más a menudo.


 GALERIA:

Imagen 3

Imagen 1

Imagen 2

Otras imágenes extraídas del libro de K. Shamhood en las que denuncia la mala gestión del tirano Saddam. Haga clic para ampliar sobre cada una de ellas si quiere verlas mayores.


 [ © 2003 Manuel Barrero, para Tebeosfera 031223. Se agradece a Jesús Zulet la cesión de documentos y otras gestiones con el autor ]