Biografía de un escritor que se publicita como «Un paseo por la memoria
del creador de El Capitán Trueno», y no sólo eso: tras la fotografía del
autor en cubierta aparecen degradados en cierto porcentaje de gris, una
imagen de Ambrós de la alegre compañía de amantes y amigos del famoso
Capitán. Se trata de una maniobra promocional, que en cierto modo podría
calificarse de burda porque si bien es cierto que el libro sirve para
introducirse en la memoria de Víctor Mora, el afamado guionista de
historietas, no versa sobre sus recuerdos en torno a la industria de los
tebeos o sobre los personajes de su creación como El Capitán Trueno, El
Jabato, El Corsario de Hierro u otros.
Mora sufrió un accidente vascular cerebral (o cerebro vascular, que
dicen los galenos) en 1996 y, al poco tiempo,
padeció un cáncer de vejiga. De ambos fue intervenido con éxito, pero el
proceso de rehabilitación y recuperación fue lento y, para un hombre de
las cualidades de Mora, angustioso.
Es esta angustia en la que se refleja en Diario de a bordo, la
fatalista de ver la muerte en lontananza (o, aún peor, el dolor
inacabable o la invalidez), la realista de contemplarse más torpe y
viejo, la hiriente de conocer el balance final de una trayectoria
profesional.
No queda claro si el diario que escribe Mora es realmente parte de su
diario personal o si decidió expurgar de este modo –usando este género
literario- los demonios que lo atenazaban durante su padecimiento y
lenta recuperación. No es eso lo importante, lo que realmente nos
importa aquí, como admiradores de la obra de Mora (sea como lectores de
historietas, sea como lectores de literatura) es la profundidad de sus
reflexiones sobre el porvenir, que le retrotraen fragmentariamente a
pasados creativos, a momentos fundamentales de su vida, o a meditar
sobre la esencia del mundo en el presente, y también sobre su futuro…
Todo eso nos importa, porque nos descubre el esquema humano e ideológico
que fundamentó una de las obras de historieta más importantes de la
historia de nuestros tebeos.
En Diario de a bordo, el aparentemente hipocondríaco Víctor Mora
pronto se nos descubre como un hombre que tiene tanto miedo como los
demás a afrontar el dolor pero que demuestra un tesón especial para
hacer frente a las adversidades. La afasia de Wernicke que le ocasiona
el accidente vascular no le impide reflexionar desde el principio
sobre la losa o lastre que ha supuesto su personaje El Capitán Trueno.
Primeramente porque se ha visto etiquetado por él, lejos de lo que
realmente le interesaba a Mora desde 1965, cuando arrancó su carrera de
novelista en lengua catalana (su carrera como escritor de cuentos había
comenzado una década antes). En segundo lugar, porque aprovecha para
denunciar a los editores y otros negociantes que se aprovecharon de su
creación hasta que Mora inició una lucha legal, que duró años, para
recuperar el copyright sobre sus obras, lo que no lograría hasta la
quiebra de Bruguera «por culpa de su mala política para con demasiada
gente.»
Pero la parte más interesante de esta obra –aparte de su dimensión
literaria- es el conocimiento profundo de Mora, un hombre siempre
comprometido con su ideología (siempre antifascista, del lado de los
humillados), que no duda a cada momento de su diario en denunciar las
atrocidades que en la era del neoliberalismo (bajo lo que él llama
«capitalismo salvaje») se cometen en el mundo, jugando a veces a
predecir el futuro (acierta con el problema de Irak, pero no acierta con
el fin de Bush, por ejemplo). En breves reflexiones va desgranando la
pérdida de la ilusión de la izquierda Española desde la transición a la
vista de «los que han aprovechado para su propio beneficio la libertad
conseguida por los que se sacrificaron» (pág. 48) o tras comprobar que
«hoy ya no queda nada» de la gran esperanza socialista de principios del
siglo XX.
Hay varios discursos, pues, en esta obra biográfica, y los conduce un
doble autor, o un doble personaje. Por un lado el mismo Mora, con sus
miedos inéditos y su tornadizo temperamento, por el otro su alter ego
El Caballero de Acero, al que alude en tercera persona en ocasiones,
que representa la fórmula inamovible de su carácter y su
altivez. Ese Caballero es la imagen que Mora ha creado para sí, una
coraza de fortaleza tras la que se reconoce, aquí, en toda su debilidad
durante la recuperación de su enfermedad. También desde esa ilusión de
resistencia reflexiona sobre su carrera como literato en catalán,
denunciando veladamente el origen de su vocación –en esencia, para
reaccionar contra el no reconocimiento de la Cultura catalana bajo el
régimen franquista- y también la escasa promoción de que goza la
literatura en este idioma. Lo cual no debe confundirse con el
posicionamiento nacionalista; al contrario, Mora acaba declarando en
Diario de a bordo que los nacionalismos conducen a la larga a la
guerra y al derramamiento de sangre, si bien no abandona la idea de que
España sigue siendo «un país de atrocidades y de exilio». Estas
reflexiones sobre esta desembocadura del mundo en el final del siglo XX
han formado parte de la literatura de Mora durante la década de los
noventa, en el ciclo de tres novelas dedicadas a los tiempos presentes:
La dona del ulls de pluja, Entre silencis d’estels i tombes y
Carícies d’un desconegut, también de recomendable lectura todas
ellas.
Mora acaba definiéndose, en líneas generales, como un hombre orgulloso,
algo narciso, idealista, enemigo de la violencia, que hace gala de un
fatalismo que él llama realismo. Sus recuerdos hacia atrás y hacia el
presente depauperado que atraviesa nos permiten atisbar por momentos
encuentros con autores de historieta, como Druillet, Goetzinger,
Goscinny, Parras, autores de gran talla, pero no deja de resultar
paradójico que hable sustancialmente menos de los autores con los que él
trabajó en España, como Ambrós, Darnís u otros dibujantes de El
Capitán o El Jabato, o como Luis García, Costa, Hidalgo,
Cuyás, Usero… Con todo, finalmente, quien sabe si como concesión al
editor o como decisión propia, termina su obra con un texto dedicado al
personaje que le ha dado fama, El Capitán Trueno, reproduciendo
el texto que apareció en el dossier especial que fue publicado por el
diario El Mundo en su suplemento dominical núm. 185, en el día
2-V-1999, que se acompañó con una historieta corta del personaje escrita
por Mora y dibujada por Redondo.
Al cabo la elección de la imagen del alegre Capitán y sus amigos para la
cubierta de esta biografía,
velada tras la fotografía de un Mora recuperado, no resulta tan
oportunista. Describe al doble protagonista de esta obra: a Víctor Mora
por un lado, al
Caballero de Acero por el otro. Se diría que el Capitán más que un hijo
suyo viene a ser la idealización de una parte de su carácter.
Casi un año más tarde de la publicación de Diario de a bordo (en
catalán: Diari de bord (sense navegar i a punt de naufragi)) ha
aparecido Tor això de la LITERATURA i unes altres coses més. Se
trata de una compilación de textos de Mora, algunos redactados durante
el año 2004, otros rescatados de un pasado ya remoto (los primeros años
setenta), y todos escritos en catalán. Maria-Lluïsa Pazos describe
acertadamente la cualidad de “raro” de este texto al definirlo como una
«miscel.lània que us ha de permetre conèixer molt bé a Víctor Mora».
Misceláneo y extraño por cuanto viene también ilustrado con dibujos, del
propio Mora, que en ningún caso tienen que ver con lo que se puede leer
en el texto al que acompañan.
Tot això…
es pues una
combinación de ideas, vivencias y reflexiones. Vuelve en sus reflexiones
sobre Chomsky y su visión del imperialismo estadounidense desde la
“izquierda” americana; retorna al problema Aznar / Zapatero / España, o
al de Pujol
En sus artículos recuperados encontramos algunos sobre la novela, sobre
el arte de escribir, sobre mayo del 68, sobre algunos sueños, sobre los
tebeos (un texto sobre terminología e historiografía que está muy
superado del que cabe destacar el uso interesante que hace del término
còmic strip pero que cabe olvidar por cuanto sitúa a Busch en las
postrimerías del siglo XIX y vuelve a coronar a Yellow Kid y a denominar
“género” a la historieta –acaso para él fuera un género literario…-)
Es digno de destacar el rescate de la entrevista que le practicaron en
1984 con la polémica de la no premiada El tranvía blau como telón
de fondo, novela en la que se cita su paso por la cárcel y en la que
alude a algunos dibujantes y profesionales de Bruguera. Resulta
interesante conocer el fragmento que dedica a sus inicios literarios en
la cárcel, en 1957, con aquel relato titulado “La víctima”. Es
anecdótico, pero de interés para completistas, el artículo que destinó
al Diari d’Andorra en 2003: “El Capitán Trueno contra la guerra”.
Y resulta muy reveladora su carta dirigida a uno de sus editores en
lengua catalana a quien reprocha la elección de una cubierta compuesta
con un collage a modo de cómic, «un error exorbitant (perque)
L’stablishment cultural català (…) té horror dels còmics».
Lo mejor de este cajón de sastre literario del autor de Els plàtans
de Barcelona es el apartado final, consistente en un grupo de
fragmentos inéditos de su diario personal, continuación natural de
Diari de bord que él sigue redactando desde mayo de 1999, de donde se
extrae, entre otras muchas cosas, que los medios de comunicación le siguen recordando
hoy más por El Capitán Trueno que por su literatura en lengua
catalana. No deja de ser lúcido este aviso, hecho desde la comprensible
indignación de un escritor que prefiere ser reconocido como tal antes
que como guionista de tebeos, y que advierte a los jóvenes españoles del
hoy sobre los modelos de acercamiento a la cultura, aparentemente cada
día más ajenos a lo escrito y más pendientes de los lugares comunes, las
etiquetas y de todo aquello que tenga que ver con la imagen.
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