Supuso toda una sorpresa ver una obra de este tipo publicada por
una editorial tan “seria”, y tan poco relacionada en un principio con el
medio, en una colección de ensayos dirigidos al público general (tales
como Ciencia viva, de Jesús Mosterín, Historia Universal de
las cifras, de Georges Ifrah, Historia general de las drogas,
de Antonio Escohotado, o Una breve historia del siglo XX,
de Javier Tusell). Luego se puede entender que la obra se inscribe
dentro de esa ola de nostalgia que desde hace algunos años tiene lugar
en el mercado editorial español y que da lugar a la reedición de libros
de cuentos, colecciones de humor y libros de texto de la posguerra
(véanse, por ejemplo, Los tebeos que leía Franco, Los periódicos para
la infancia, Del Tebeo al Cómic ...)
Aquí, el autor, Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), catedrático de literatura
francesa en la Universidad del País Vasco y conocido investigador sobre
el cómic como medio de expresión, construye una obra amplia, bien
documentada y amena, aunque su enfoque se dirige más al lector medio
(ese nostálgico del que hablaba antes) que al teórico o estudioso.
Hay que distinguir dos partes bien diferenciadas en el libro. En la
primera, "Los tebeos en la España de Franco", el autor clasifica la
producción historietística de la posguerra española en tres bloques: la
historieta de humor, la historieta sentimental y la historieta de
aventuras. Dentro de cada bloque expone en un principio y en varios
capítulos las necesidades y circunstancias que hacen a los personajes
ser como son, y cuáles son sus motivaciones. Pasa a continuación a reseñar
unos cuantos ejemplos, integrando éstos dentro de su anterior exposición
teórica.
El enfoque cambia de forma importante en la segunda parte, "Los tebeos
desde la transición hasta la actualidad". Si el enfoque social de la
primera, aunque importante, es somero y superficial, en esta segunda
parte se convierte en el eje a partir del cual se articula el
comentario, relacionando el material publicado con los cambios sociales
que se han ido desarrollando en los últimos veinticinco años.
Básicamente, escoge a los personajes más representativos (según el
autor) y es aquí de donde saca sus conclusiones.
A pesar de que Altarriba, efectivamente, recoge lo más representativo de
cada periodo, no deja de dar la sensación de arbitrariedad en la
selección. No basa el estudio en las editoriales, los autores o las
revistas, sino en los personajes, lo cual puede dar una idea equívoca de
la situación real. Un ejemplo de esto puede ser la parte referida a la
actualidad, en la que apenas se mencionan la influencia sobre los
jóvenes autores españoles que puede haber ejercido el material
traducido procedente de EE UU y Japón, que mayoritariamente copa el
mercado. A esto hay que añadir que
el acompañamiento gráfico no sólo podría ser calificado de escaso, sino
hasta de insultante: una viñeta (UNA) por cada ejemplo reseñado, lo
que aumenta la sensación de parcialidad de la obra.
En su favor, comentar de nuevo que Altarriba sabe usar muy bien la
palabra, y que no peca de falta de documentación como otros trabajos más
“serios”. Si bien puede servir para acercar más la viñeta al lector
ocasional (que falta hace, desde luego), poco dice al estudioso o,
simplemente, al que tenga ganas de saber más. |