En líneas generales la
figura del guionista ha sido y sigue siendo injustamente menospreciada
dentro del ámbito industrial de la historieta. Ya puede crear los más
sólidos personajes, ya puede ser artífice de los más frescos e
ingeniosos diálogos, ya puede hacer gala de la prosa más sutil; para el
editor de cómics una imagen vale más que mil palabras con razón (un
dibujo es un reclamo más directo a la búsqueda y captura de lectores
indecisos) o sin ella (el riesgo real de convertir a las palabras en
ciudadanas de segunda, en elementos de menor calibre o categoría, dentro
del código lingüístico unitario propio de los tebeos).
Es esta una postura, a
veces obtusa, que se traduce en diversas formas de marginalidad
consentida. Por un lado desventajas económicas (siguiendo la regla de
tres anterior era lógico: si el dibujante es quien atrae a las masas lo
justo será que obtenga unas ganancias acordes a tamaña responsabilidad).
Por otro, un rol creativo secundario (paradójicamente el dibujante
siempre es quien tiene la última palabra…). Pero, sobre todo, atendiendo
a los hechos, una alarmante falta de reconocimiento público. Pocos son
los guionistas catalogados de maestros indiscutibles de la historieta
pero menos los que han sido capaces de generar una posición de poder o
de prestigio dentro del mercado pareja a la de sus compañeros
dibujantes. Porque a ver, ¿cuántos lectores hay en el mundo que compren
un tebeo por su guión o por su guionista sin tener en cuenta la calidad
gráfica que pueda presentar la obra? El público ha dictado sentencia…
pero tampoco es que la crítica le vaya a la zaga.
Por ejemplo, si alguien
tuviera la ilusión de ser guionista de cómics ¿existe algún manual de
redacción que le ayudara a dar sus primeros pasos? No. Se tiene que
partir o bien de los manidos guiones de cine o bien de las consabidas
obras de teatro (material ajeno por muy útil que sea). Otro: si a
alguien le interesara profundizar en un estudio estético de la palabra
en la historieta, en la forma precisa que esta adquiere en relación a la
imagen fija, ¿de que puede disponer? De nada (y en este caso concreto
hasta dudo que hubiera alguien interesado). Y es que si queremos
profundizar en el arte de guionizar tebeos debemos saber de partida que
nuestras armas serán escasas: reseñas de obras, entrevistas a autores,
algún que otro volumen biográfico a lo sumo… y poco más. Por eso una
propuesta que rompa con esta dinámica reduccionista más que un soplo de
aire fresco resulta hoy por hoy un acto de valentía sin precedentes.
Principio:
Nuestra historia
comienza en abril de 2001.
Es en estas fechas
cuando comenzaron a dar sus primeros pero firmes pasos el grupo teórico
argentino La Bañadera del Cómic (constituido inicialmente por los
capos Hernán Ostuni, Fernando García, Andrés Ferreiro, Rodríguez Van
Rousselt y Mario Formosa, este último
reemplazado tras su fallecimiento por José Luis Rosales) con la
autoedición del primer y hasta el momento único volumen de la colección
Biblioteca Temática de la historieta Argentina (recordamos un
número dedicado por entero a la vida y milagros del indio Patoruzú
y su creador Dante Quinterno, y que ya ha sido reseñado
convenientemente en una edición anterior de Tebeosfera).
La idea inicial era
sencilla como la vida misma: a través del estudio de un clásico de la
historieta argentina tan popular como Patoruzú, verdadera piedra
angular en muchos aspectos, lograr los fondos suficientes para continuar
su labor investigadora (al respecto poseemos información privilegiada en
referencia a sus futuros proyectos: la recopilación de las historietas
del Breccia anteriores a Vito Nervio; un semblanza sobre las
aventuras y desventuras del tano Pratt en Buenos Aires… ¡Ojalá que
pronto vean la luz!). Pero, como en la vida misma, todo se puede torcer
de golpe y porrazo con cualquier revés del destino. En este sentido, el
descalabro económico de la Argentina, el tristemente célebre
“corralito”, pasó tal factura a nuestros autores que apenas hoy si han
recuperado una exigua parte de los fondos invertidos en este primer
número. El plan inicial quedaba así herido mortalmente de necesidad pero
no por eso se había llegado al último estertor; este, afortunadamente,
quedaba y queda bien lejos.
Nudo:
En un ambiente social
tan críptico como este, el entusiasmo -por pura necesidad, por pura
catarsis, por lo que sea- había quedado intacto. Así a lo largo de dos
años (mayo del 2001 a febrero del 2003) La Bañadera asumió el mayor de
los retos de su historia reciente: el estudio exhaustivo y más que
detallado de la vida y obra (en este caso indisolublemente entrelazadas
la una con la otra) del más influyente guionista de la historieta
Argentina: Héctor Germán Oesterheld.
Una elección de cajón
en cierto sentido. En primer lugar, Oesterheld ofrecía un material lleno
de vida propia; repleto de una vigencia, una actualidad y una modernidad
envidiables: Mort Cinder, Sargento Kirk, Ernie Pike, y sobre todo
El Eternauta, son con todo derecho iconos asentados dentro de la
historieta Argentina, por los que no pasa el tiempo. En segundo lugar,
los trabajos previos realizados en torno a la producción propia de
Oesterheld habían quedado atrás, si bien muchos de ellos eran excelentes
y fundamentales para poder entender el ser creativo del maestro
argentino así como su personal relación con el entorno (a este respecto
no podemos dejar pasar por alto los trabajos de Juan Sasturain o la
mítica entrevista de Trillo y Saccomano ofrecida en esta misma edición
de Tebeosfera). En ninguno de ellos se trataba con la misma
profundidad a todos y cada uno de los distintos personajes del inmenso
catálogo oesterheldiano, en ninguno de ellos se establecía con
rigor la cronología exacta de todas y cada una de sus historietas, en
ninguno de ellos se añadía o revelaba información nueva y veraz sobre
las etapas más oscuras u oscurecidas de su vida…
La Bañadera había
encontrado así su objeto de deseo: un autor mítico del que todavía
hubiera mucho que decir pero más aún que rescatar (¡este afán por
recuperar la Historia y sus actores…!), de quien seguir una tradición
crítica a la vez que propiciar una renovación de su percepción. Una
tarea que al margen de las dificultades propias del contexto que ya
hemos comentado, iba a resultar menos sencilla de lo esperado.
Hagamos hincapié en los
principales obstáculos a los que tuvieron que hacer frente (común, por
supuesto) en primera instancia:
El corpus:
evaluar el material realizado por Oesterheld era poco menos que una
labor titánica. Millares, y no exageramos un ápice, han sido las
historietas realizadas por Oesterheld a lo largo de su carrera.
Recordemos que estamos hablando de un autor prolífico cuyo trabajo ocupa
tres décadas de la historieta argentina: desde 1950 cuando inició su
producción historietística en Editorial Abril, hasta 1977, momento en el
que se le hace desaparecer. Además hemos de tener en cuenta que estamos
hablando de un autor que en ciertos momentos gozó de un éxito clamoroso,
y que además era un trabajador infatigable ya fuera por motivos
económicos (había que mantener una familia), ya fuera por motivos
ideológicos (siempre concibió el cómic como una herramienta perfecta con
la que poder desarrollar en los más jóvenes conciencia cívica. Y todo a
través de una pedagogía de la “experiencia”
donde más que buenos y malos, existían seres humanos enteramente
imbuidos en el complejo claroscuro que domina el mundo moderno).
Por si fuera poco hemos
de añadir sus frecuentes y regulares escarceos literarios (tanto sus
populares cuentos infantiles para Gatito como la versión
literaria de sus héroes más conocidos, Sargento Kirk, Ernie Pike,
Bull Rocket, El Eternauta, etc.), así como su labor en el campo
editorial en la que la Editorial Frontera fue su mejor exponente.
Cientos de páginas en suma, nunca puestas en conjunto… pero, ¿por dónde
empezar?, ¿cómo conseguir reunir tantísimo material disperso?
Esta búsqueda
infatigable de fuentes pronto fue adquiriendo forma. El paso previo: la
elaboración, tirando de memoria y de archivos personales, de un listado
lo más detallado posible de personajes y series originales. A partir de
este bosquejo inicial, sabiendo ya de antemano qué materiales faltaban o
sobre cuales se tenía una ligera referencia, nuestros autores comenzaron
a moverse frenéticamente (de mercadillo en mercadillo, de biblioteca en
biblioteca, de coleccionista en coleccionista), comprobando cada
edición, atentos al más mínimo detalle; desglosando y uniendo las
desperdigadas piezas de este inmenso rompecabezas; obteniendo cada vez
una mayor y más detallada información sobre la que ir corrigiendo el
punto de partida. Clave en este sentido, y representativo del alto grado
de profesionalidad exhibido, ha sido el hecho de haber podido trabajar
personalmente y de primero mano con los materiales originales
conservados por los familiares sobrevivientes de la familia Oesterheld:
Elsa Sánchez de Oesterheld, Fernando Araldi y Martín Mórtola. Durante
año y medio los miembros de La Bañadera han acudido regularmente a los
archivos de la familia completando cada uno de sus datos, contrastando
los ya obtenidos, y sobre todo descubriendo tal cantidad de material
inédito que aún hoy no ha podido ser catalogado en su totalidad por
nuestro grupo investigador.
El resultado final de
todo este arduo proceso ha sido plenamente satisfactorio: unas tablas
cronológicas detalladas hasta la exasperación y referidas tanto a su
biografía y bibliografía como a su producción general y en Editorial
Frontera, una iconografía detallada de los distintos personajes del
universo oesterheldiano, una relación puntual de todos aquellos
productos ajenos a la historieta y en los cuales Oesterheld también dejó
su firma y buen hacer… En resumen, un catálogo preciso que hace balance
y justicia a una narrativa amplísima, voluminosa pero más que de por si
coherente consigo misma. Lo cuál no es poco.
El mito:
paralelamente a la
labor de campo, a la búsqueda de materiales, La Bañadera se cuidó muy
mucho de establecer contacto con aquellos antiguos colaboradores o
estudiosos que pudieran testimoniar o hacer referencia a la línea de
pensamiento y acción seguida por Oesterheld a lo largo de su vida. La
lista es verdaderamente amplia yendo desde Sasturain a Carlos Cruz, y
pasando a su vez por nombres tan ilustres como Juan Zanotto, Francisco
Solano López, Carlos Freixas, José Muñoz u Oswal (seudónimo de Osvaldo
Viola). Lógico que se ideara un apartado ex profeso para el homenaje.
Múltiples percepciones,
múltiples formas de entender a un hombre y su obra.
Oesterheld era alguien
que podía resultar perfectamente desconcertante a la vez que firme. Para
muchos, visto desde fuera, Oesterheld resulta incomprensible en el
ámbito político: de un inicial rechazo al peronismo acabó por
transformarse en una militancia montonera a ultranza. Para otros en
cambio, Oesterheld recorrió un amplio espectro ideológico, similar al
que siguieron, en el lapso de 12 años, muchos intelectuales argentinos
hoy reconocidos, caso de Rodolfo Walsh o Haroldo Conti, dos figuras que
–no es casualidad- también fueron asesinadas por la dictadura militar.
Con respecto a su firmeza, la ética de trabajo de Oesterheld era
intachable. Fuera cual fuera su situación o la calidad que desprendiera
su trabajo si hay algo que le define es haber dado siempre el do de
pecho.
Oesterheld era alguien
que podía ser totalmente descuidado a la vez que meticuloso hasta
extremos insospechados. ¿Hasta donde hubiera llegado Editorial Frontera
si Oesterheld no se hubiera empeñado en llevar el control absoluto con
el caudal de trabajo que suponía ser creador al mismo tiempo que
empresario? La única ayuda que admitía era la de su hermano Jorge en la
parte contable. Tal vez de haber estado más liberado de trabajo hubiera
podido percatarse de los trapicheos a sus espaldas de imprenteros
[impresores] y distribuidores “avispados”. Por el contrario, la
meticulosidad brillaba en su trabajo de creación: ya hemos hablado del
afán pedagógico en su obra, pero el mismo Oesterheld no admitía, por
pequeño que fuera, ningún error de documentación propio o ajeno. Educar
en la verdad era uno de sus principios más sólidamente asentados.
Así podríamos seguir
hasta el infinito… El caso, y más aún con el paso de los años, es que
toda esta serie de visiones desperdigadas sobre el autor han
contribuido por separado (o en conjunto, como se quiera ver), a fomentar
la creación de un mito. Un Oesterheld calidoscópico que asumiría, como
hemos visto, un modo de ser según quien le retrate: para unos el mártir
montonero que murió en pos de unos ideales; para otros el creador
consecuente entregado por completo a su obra.
Pero, ¿quién fue
realmente Oesterheld?, ¿el hombre de carne y hueso o el mito? La
Bañadera era consciente de este interrogante y más a medida que avanzaba
en sus investigaciones y se encontraba con interpretaciones de
Oesterheld mediatizadas por el deseo o la voluntad del interesado. Y
mirándose el ombligo, ¿por qué no podían incurrir ellos en el mismo e
inconsciente error (si lo es, claro)?, o, ¿acaso lo habían hecho ya? El
único camino posible era respetar la verdad propia de los hechos.
Refugiarse en la objetividad e imparcialidad de la Historia misma.
Hemos de entender el
trabajo de La Bañadera no como una versión más de los hechos, sino como
una ordenación precisa de los datos: rellenando aquellos huecos
inconclusos o nunca explorados (como su colaboración a mediados de los
sesenta con distintas editoriales chilenas); estableciendo una relación
directa entre el creador y su medio; siguiendo y plasmando la evolución
de su estilo y sus ideas propias; dando cuenta de las distintas etapas
de una vida y una obra íntimamente ligadas a través de la memoria…
Después que cada uno saque sus propias conclusiones.
Desenlace:
Tras dos años y medio
de trabajo y dedicación, Héctor Germán Oesterheld: escritor de
ficciones, por fin fue finalizado. Ahora se entraba en una nueva
etapa del proyecto: lograr su publicación. Una auténtica odisea que aún
hoy no ha podido realizarse. Ya hemos comentado que el plan inicial de
nuestros autores era la autoedición pero que esta vía fue necesariamente
desechada por las circunstancias económicas. Sin embargo, a pesar de la
calidad del producto así como de su novedad, no ha sido una obra acogida
con el respeto que se merece por ninguna de las editoriales hasta ahora
tanteadas tanto en Argentina como en España.
Es por eso que esta
reseña en cierta medida encierra una trampa. Tal vez me deje llevar por
la gran amistad que me une con todos y cada uno de los componentes de La
Bañadera (para evitar suspicacias lo digo abiertamente), pero sigo sin
comprender porque una obra tan cuidada no encuentra ninguna vía de
edición impresa. Y he tratado de imaginar el por qué (de un modo
objetivo o no, eso es algo que yo no lo puedo decir)… Así, teniendo en
cuenta la situación actual del mercado de historietas y las dificultades
ya vistas para poder lanzar una obra crítica referida al arte del guión
o en torno a un guionista cualquiera, me pregunto a viva voz si
realmente existe tan poco público interesado en uno de los pilares de la
historieta latinoamericana y mundial. ¿No hemos comprendido todavía su
importancia ni la cantidad de recursos gestados en sus obras?
¿Preferimos que este libro quede en el olvido por amoldarnos a la
tiranía de los mass media? ¿A que obedece esta falta de riesgo
editorial? ¿Tan plegada esta la cultura del cómic al mercado que se
ignora a sí misma y sus necesidades? Por desgracia, en nuestras manos
sólo cabe la posibilidad de la denuncia, no de la respuesta... |