Conan, biografía
de una leyenda,
grueso tocho
publicado recientemente por Dolmen Publicaciones con fecha de mayo
de 2004 (si bien no vio la luz hasta junio del mismo año) y firmado
por Francisco Calderón, supone la cuarta monografía sobre Conan
editada a modo de libro en España. Tras haberse publicado decenas de
artículos en cómics, revistas y en fanzines (algunos, también,
monográficos, como Sword, Lhork, Berserkr…), se suma este
manual al mítico libro La Canción de las Espadas, de Javier
Martín Lalanda, al modélico Conan. Guía de la Era Hiboria, de
García Herranz y Sánchez Arrate, y al discreto Conan. Un estudio
sobre el mito, de Arsenal, Pallarés y Sánchez Arrate. Casi
simultáneamente, justo antes de que viera la luz el libro de
Calderón, apareció otro monográfico sobre Conan, el más ambicioso
jamás publicado, que no sólo daba repaso a la cronología del
personaje en viñetas, también analizaba su figura, la evolución de
sus cómics y muchos asuntos más referidos a la fantasía heroica
inspirada en Robert E. Howard. Fue, claro está, la edición # 16 de
Tebeosfera, REH: Reinos Heroicos, que adoptará también
formato de libro en breve.
DE CRONÓLOGOS
En la mencionada
edición electrónica se establecía claramente, en uno de sus
artículos (http://www.tebeosfera.com/Libris/REH/comic/Conan/LaSenda/delaEspada.htm),
que es titánica la labor de ordenar las casi mil historietas de
Conan existentes y se honraba el esfuerzo ajeno recordando que ya
Marvel encargó a Jim Neal un listado ordenado de las historietas de
Conan para una de las revistas promocionales oficiales de la casa en
los primeros setenta (FOOM Magazine # 14; de esta cronología
se apropió Mariano Ayuso para la primera edición de Conan el
Bárbaro de Forum). El malagueño Manuel Berlanga fue el primer
español que se atrevió a ordenar todas las historietas de Conan
aparecidas hasta 1984 en nuestro país, lo que entonces comprendía
“todas” las de Roy Thomas (en el hoy inencontrable núm. 1 del
fanzine Berserkr). Otros muchos le seguimos en el
empeño, pero no se publicó otra “biografía de Conan en cómics” hasta
1992, la muy nutrida de Manuel Barrero dividida en tres partes (La
Espada Salvaje de Conan, 122 a 124). El intento definitivo de
arrojar luz sobre el galimatías en que se había convertido la vida
del cimmerio lo hizo el guionista Roy Thomas, que se aplicó a la
tarea de ordenar todos los episodios del personaje a partir de marzo
de 1993 en las páginas de Conan Saga (desde el núm. 72).
Es este último documento mencionado, “A Chronology of Conan’s
Career”, el que debe tomarse como la más fiable y “ofical” de todas
las cronologías del bárbaro en historietas, en consecuencia, por
haber sido publicada por Marvel y por haberla escrito el autor que
mejor conoció las historietas de Conan. No en vano escribió él la
mayoría.
En mayo de 2004,
Manuel Barrero publicó la que la más extensa cronología de Conan en
cómics en este mismo sitio web (http://www.tebeosfera.com/Libris/REH/comic/Conan/LaSenda/indice.htm
y siguientes) la cual estaba basada en la oficial escrita por Roy
Thomas, como así se reconoce. Existían desde 2003 otras cronologías
(como la de Fernando Neeser de Aragão, en portugués), pero siempre
habremos de remitirnos a la de Thomas como “cronista oficial” y, si
queremos conocer la ordenación de sus aventuras en español, a la
aparecida en Tebeosfera o en La Espada Salvaje de Conan.
DE AFICIONADOS
La obra de
Calderón debe pues mirarse desde la óptica de un proyecto amateur de
mucho grosor pero que no deja de ser un subproducto fanzinista. Sí,
aparenta bonito, tiene calibre, está escrito en un lenguaje ameno
(más bien coloquial, con expresiones como: «digamos que a bastantes
más de uno»), ordena a su manera todas las historietas de Conan
aparecidas en nuestro idioma y da cuenta de muchas correspondencias
con las ediciones originales. Pero, Conan, biografía de una
leyenda no alcanza la categoría de obra de estudio.
Primeramente,
porque el envanecido autor toma la decisión de colocar las aventuras
de Conan en cómics a su antojo: «Por supuesto que mi forma de
desarrollar el orden de lectura podría estar sujeta a otras
interpretaciones, pero sinceramente, creo que he dado con las
soluciones más correctas.» [pág. 9]. Y lo hace, en efecto,
saltándose a la torera el hecho de que otros estudiosos habían ya
trabajado afanosamente sobre este mismo proyecto y lo hubieran
publicado. Por trazar un símil, sería parecido que un grupo de
genetistas de Albacete se proponga descodificar el genoma humano
partiendo de cero por no querer documentarse con los avances de
otros colegas extranjeros. Este modo de proceder constituye una
falta de respeto por parte de Calderón: no considera la cronología
oficial del personaje publicada por Marvel, no contempla las
cronologías aparecidas previamente en inglés, portugués o
castellano, ni hace ninguna referencia al trabajo de los que
deberían ser sus “colegas”.
De tal guisa,
Calderón considera alegremente que las historietas que Roy Thomas
había escrito para ser leídas en determinado orden hay que
colocarlas de otro modo. Por ejemplo, si Thomas ordenaba en su
cronología la historieta, por él escrita, “La hija de Zukala” antes
que la saga de Conan y el brujo, también por él escrita (y
además, disponía entre medias obras tan emblemáticas como las que
vive el cimmerio entre los inolvidables episodios “Alas
diabólicas sobre Shadizar” y “Villanos en la casa”, o la novela
gráfica El cuerno de Azoth, o la historieta “La redoma
eterna”, todas pergeñadas por él) ¿qué derecho asiste a Calderón a
descolocar esa cronología a su antojo, anteponiendo
Conan y el brujo
a todas
las aventuras citadas, desdiciendo al mismo guionista y editor que
las creó y ordenó?
Y este no es el
único dislate de Calderón. En los apéndices finales tiene la
desfachatez, además, de estimar varias historietas de Conan como
“falsas” porque le viene en gana, cuando algunas de esas mismas
historietas habían sido reconocidas por Thomas en la cronología
oficial del personaje. Basa su rechazo, en algún caso, con
argumentos del estilo a: «¿Vezek una ciudad cercana a la frontera
entre Zamora y Turán?» -desestima la idea de que dos ciudades puedan
tener igual denominación en Hyboria-, «¿Conan aceptando sumisión de
una hechicera del bosque? ¿Jugando con ella al ajedrez?» -y de
muchos otros hechiceros, me temo… y no juegan al ajedrez-, «No
encaja con la forma de ser del cimmerio» -habló su creador…- Rizando
el rizo, Calderón concluye su ordenamiento indicando que no le
apeteció incluir las tiras de prensa de Conan y que el Conan
producido en Italia, al que denomina Conan el Conquistador
(en realidad Conan il Conquistatore, y no fueron 15 números,
sino 2 publicados en Italia bajo ese título), «No guarda relación
con la cronología oficial». Y no sabemos ya de qué oficialidad
habla, si la de Conan Properties –en buena lógica-, si la de Marvel
–eran cómics de Marvel también los italianos-, si la que él mismo se
ha sacado de la manga, o qué.
En relación a las
tablas tebeográficas de la “Guía de lectura” final, surgen nuevos
problemas. Por ejemplo: Si el lector de Conan es el habitual
comprador de productos con formato libro porque ama las ediciones de
lujo (es decir, colecciones como Conan the Barry Windsor-Smith,
Los Mejores Autores Conan, los cuatro libros de Conan el
Pirata, o lanzamientos especiales como Conan. Antología/15
años o el libro Conan el Aventurero) que se olvide de
poder ordenar las aventuras de Conan. Calderón pasa olímpicamente de
aportar datos sobre estas historietas (también de las publicadas por
Vértice o Bruguera) y a otras atañe erróneamente (Grandes Autores
Neal Adams, por ejemplo), lo cual es un impedimento para muchos
aficionados que sólo poseen esos tebeos en su colección. Añádase a
eso que bastantes de las historietas escogidas para estas ediciones
en libros fueron traducidas de nuevo lo cual planteará al aficionado
dificultades para localizar una aventura por su título. Aparte, sea
cual sea la colección de Conan que se tenga, buscar en este libro
una historieta en concreto para saber dónde encajarla resulta
inútil: no hay una tabla con las historietas ordenadas
alfabéticamente. El lector interesado en localizar una aventura
determinada tendrá que leer todo el libro hasta encontrarla.
De otro lado,
Calderón demuestra que no ha consultado los cómics originales ni
fuentes documentales (hay decenas) que le hubieran podido ayudar a
organizar las correspondencias con los “números USA”. En general
acierta, claro, sólo había que seguir las anotaciones de la edición
española no obstante algunas anduvieron erradas en su día por los
realizadores técnicos. Pero lo demás se lo inventa: se inventa el
comic book de título Red Nails, se inventa los contenidos de
The Savage Sword of Conan Annual, no hallamos las
correspondencias USA para los especiales españoles de La Espada
Salvaje, remite a los king size sin distinguirlos de los
annuals, se inventa la serie Marvel Features Red Sonja,
desestima los Marvel Treasure Edition inéditos en España,
también demuestra desconocer la existencia de más Marvel Super
Special y, por razones que somos incapaces de comprender, decide
que las series Conan Classic (11 números) y Conan Saga
(97 números) nunca existieron.
En suma, las
tablas son incompletas. Y el conjunto resulta una maula.
DE EDITORES
El relatito final,
que los autores se han tomado la licencia de escribir (por ningún
lado consta que los editores o los escritores obtuvieran permiso de
Conan Properties LLC para hacerlo) donde un Conan de casi 90 años
vuelve a Tarantia y evita dejarse ver por su familia porque quiere
«seguir siendo una leyenda»… pues… er… dejaremos el calificativo en
“enternecedor”.
Si el posible
comprador se ve seducido por lo que reza en la cubierta trasera: «el
libro definitivo sobre Conan de Cimmeria, en su versión de los
cómics de la editorial Marvel (…) una completa correspondencia de
todos los cómics en sus ediciones americanas y españolas» que sepa
que es falso. Ni es “completa”, ni es “definitivo”. El trabajo de
Calderón, salvo por su entusiasta relato de los azares del cimmerio
ordenados a su libre albedrío, ni es correcto ni es respetuoso con
los cómics originales ni con los autores que los organizaron
anteriormente (principalmente Roy Thomas). Y la edición de Dolmen
tampoco hace gala de rigurosidad en tanto que ni muestran la
cortesía de indicar quién es el autor de la cubierta (Earl Norem)
que tan alegremente han usufructuado de The Savage Sword of Conan
núm. 47.
Lo más triste de
este libro no es que se trate de un producto dolido de amateurismo y
torpe, lo peor es que hubo al menos tres responsables que le dieron
el visto bueno: el que aceptó el proyecto (Vicente García, director
editorial) y los que lo asesoraron y editaron (Jaime Vaquer y Julián
M. Clemente, asesor y editor respectivamente de la obra)
posiblemente conocedores de que existían otras cronologías oficiales
de los cómics Conan y seguramente sabedores de que las tablas con
correspondencias finales eran incorrectas.
¿Cómo se entiende
que la colección Pretextos Dolmen, que ha dado a la bibliografía
española títulos prolijamente documentados como Spider-Man: Bajo
la máscara, Hulk ¡Aplasta! o Batman: el resto es silencio,
todos ellos ejemplo de buenos textos de investigación y estudio de
la historieta (diría que hasta modélicos, sobre todo en su respeto
por el dato y la bibliografía), publique ahora este fárrago ignaro
que demuestra una abierta falta de respeto por los creadores
originales de Conan?
¿Y cómo debemos
entender que la autoproclamada “Academia de la Crítica” que se ha
sacado Vicente García de la manga haya seleccionado la obra Conan,
biografía de una leyenda como una de las mejores obras teóricas
de 2004, emparentándola con libros escritos por autores de la talla
de Lorenzo Díaz o Rafael Marín, por ejemplo?
Quienes
seleccionaron este libro para esos premios… ¿eran estudiosos del
medio?, ¿eran conscientes de que estaban votando un pobre esfuerzo
teórico consecuencia de un ejercicio de engreimiento de aficionado?
Por fortuna se
impuso la razón y ganó el premio David Hernando.
Todo queda en
casa.
Si bien la
crítica sedicente está en el cuarto de invitados. |