Habeko Mik:
Tentativas para un cómic vasco es el título de la monografía que el profesor
universitario Juan Manuel Díaz de
Gereñu ha publicado en régimen de coedición entre la Universidad de
Deusto y Astiberri.
Habeko Mik
fue una revista editada por HABE (siglas que definen el denominado
Servicio de Alfabetización y Reeuskaldunización de Adultos en
euskera) durante los años 1982-1991. Es probable que esto no aclare
nada a la mayoría de ustedes, así que trataré de ponerles sobre
antecedentes:
Con la llegada de
la democracia y la transformación de España en un estado autonómico
(en oposición al estado centralista propugnado por el régimen
dictatorial franquista), las comunidades autónomas del País Vasco,
Cataluña y Galicia vieron cómo sus respectivos idiomas adquirían el
rango de idioma cooficial de su comunidad autónoma.
En el caso
concreto del euskera, en 1977 se trataba de un idioma al borde de
la desaparición, ya que la escasa tradición literaria de los
vascoparlantes, su enorme dispersión dialectal (derivada en buena
parte de la falta de un referente escrito), su nulo parentesco con
otros idiomas del entorno (que dificultaba notablemente su
aprendizaje) y el escaso aprecio para con el idioma de las clases
pudientes (su uso había ido siendo limitado a zonas rurales) hizo
que el régimen franquista tuviera relativa facilidad para prohibir
su uso y enseñanza.
Así, los sucesivos
gobiernos autonómicos de la Comunidad Autónoma del País Vasco, han
colocado siempre como una de sus prioridades la enseñanza y difusión
del euskera, tanto entre las nuevas generaciones (integrado dentro
del sistema educativo) como entre quienes crecieron en el franquismo
y no tuvieron oportunidad de aprenderlo de forma reglada.
Uno de los
problemas que conlleva la asunción de medidas urgentes para
revitalizar un idioma como el euskera es el derivado de sus
implicaciones político culturales. Es evidente que en el País Vasco
hubo una actitud positiva inicial frente al euskera que tenía que
ver con la reivindicación de un bien cultural arrebatado por el
franquismo y resulta igual de evidente que la asunción de la defensa
del conocimiento y uso del euskera por parte de los partidos de
ideología nacionalista hizo que quienes no compartían dicho ideario
comenzaran a percibir el idioma como un instrumento de cara a la
consecución de un objetivo político más que como el bien cultural
que ineludiblemente es.
HABE nació como un
instrumento oficial de enseñanza de euskera para adultos y como tal
trató de organizar su temario y titulaciones de acuerdo con
criterios comunes y evaluables de cara a la posible acreditación
futura de los conocimientos del alumno frente a otros centros de
enseñanza cuya actividad política primaba frente a otros criterios
(no olvidemos que AEK era parte de la izquierda abertzale).
HABE garantizaba
cierta asepsia ideológica como organismo dependiente de un gobierno
que se decía de todos los vascos y como tal sus publicaciones nunca
tuvieron un objetivo político ni carga ideológica a priori.
Ya siento haberme
extendido tanto en explicaciones tan lejanas (que no ajenas) al
mundo del cómic, pero como luego se verá, buena parte del valor de
Habeko Mik es que pese a su evidente vocación de instrumento
pedagógico de enseñanza de un idioma excesivamente instrumentalizado
por los políticos, nunca dejó de ser una revista de cómics en la que
excelentes profesionales desarrollaron brillantes carreras.
El libro que hoy
nos ocupa es una concienzuda revisión de la trayectoria de una
revista bimestral editada por un organismo público que sobrevivió
durante casi una década publicando historietas de autores oriundos o
residentes en el País Vasco.
Díaz de Guereñu
nos explica con profusión de detalles que denotan su sólida
formación académica y su profunda labor investigadora, la génesis de
aquella revista de cómics (que tuvo mucho que ver con el interés de
un político, José Joan González de Txabarri, por la historieta como
medio) y de paso realiza una clarificadora contextualización del
momento en el que se gestó la revista. A menudo, la simple
exposición de datos no termina por transmitir al lector la verdadera
importancia del material estudiado y Díaz de Guereñu es consciente
de que la principal función de este libro no es la de levantar acta
sobre una publicación de cómics absolutamente desconocida fuera del
ámbito del aprendizaje del euskera en los años ochenta, sino la de
otorgarle el lugar que merece en la historia del cómic español.
En su afán de
documentar la iniciativa correctamente, el autor adopta un estilo
decididamente aséptico en cuanto a la valoración del contenido de la
revista, dejando que sea el lector quien decida la valía de alguna
de la obras expuestas sobre la base de
sus logros. Es quizá este el punto en el que más criticable
sea la obra, pues el predominio de una excesiva corrección política
desde el inicio hace que a menudo haya que leer entre líneas para
sacar conclusiones acerca de un autor o una obra.
Quizá la única
concesión a la subjetividad del texto es la inclusión de Hernández
Landazabal en la selección de autores destacados de la revista y no
tanto porque el autor (pintor de cierto prestigio en la actualidad)
sea significativamente peor que el resto, sino porque es el único
que no logró editar su obra en otro idioma que no fuera el euskera.
Desde mi propia subjetividad, yo hubiera seleccionado a mi buen
amigo Miguel Berzosa, que además de haber publicado algún álbum en
castellano (Gentuza), desarrolló una meritoria carrera como
autor de biografías en cómic de santos y beatos (sorprendente
subgénero en el que algunos autores de prestigio se han refugiado
ocasionalmente). En todo caso, subjetividad por subjetividad, en
nada hubiera variado la estructura o el contenido del texto escrito
por Díaz de Guereñu.
Tampoco resulta
raro que en las más de cuatrocientas páginas haya algún pequeño
olvido, como el hecho de no señalar que La Marca de la Bruja además
de ser editada en castellano por Tarttalo, fue serializada en los
números 49 a 53 de Comix Internacional, gozando incluso de portada
en su estreno en la revista. Es verdad que Toutain editó la obra,
si, pero no es menos cierto que eso en ningún momento se tradujo en
un interés activo por las obras que estos autores estaban realizando
ni tuvo continuidad alguna.
Lo que sí que
llamará la atención del lector es descubrir que pocos de los autores
implicados en Habeko Mik tenían conocimientos reales de
euskera (siendo necesaria la presencia de traductores que a menudo
adulteraban la obra) y menos aún afinidades políticas por las que
hipotéticamente se les pudiera haber primado.
Dotada de
abundante material gráfico a todo color, su inclusión en el texto es
sumamente clarificadora por cuanto aporta concreción a las
descripciones del autor acerca de las
cualidades narrativas o estilísticas de un determinado autor.
Habeko Mik
sirvió como plataforma en la que jóvenes autores como Mauro
Entrialgo o Luis Durán comenzaron a publicar profesionalmente y
consolidó la carrera de otros como el guionista Harriet, que
acompañado de Redondo, Mata, Astrain y Fructuoso se lanzó con éxito
a la conquista del mercado galo. Otros como Álvaro Ortega o Mikel
Valverde dieron muestras de su valía pero acabaron abandonando un
medio ingrato que no les daba para vivir.
El extraordinario
valor del libro radica en que, sin chauvinismos ni epítetos
gratuitos, el lector acaba comprendiendo que hay una serie de
autores y obras de autores españoles que no han visto la luz en
castellano pese a tener una notable difusión en Europa y mayor
calidad que muchos de los subproductos que si que fueron editados en
aquellos tiempos.
Queda para el
lector la respuesta a la pregunta de por qué se ignoró
sistemáticamente la trayectoria profesional de estos autores y se ha
seguido ignorando hasta el día de hoy.
Se intuye que el
hecho de que Harriet actuara como representante de los derechos de
las obras por él guionizadas pudo no ser del agrado de editores
barceloneses como Toutain o Martínez, que además actuaban como
agencias de representación de autores, pero el autor del libro, con
su loable corrección política obvia otro elemento igual de evidente:
las relaciones interpersonales son un factor fundamental en la
relación autor-editor y en la consideración de la valía de un autor.
El hecho de que la
inmensa mayoría de los autores de Habeko Mik que habían
logrado penetrar en el difícil mercado francés (y por extensión
europeo) abandonaran sus carreras en el mundo del cómic (Harriet es
guionista de cine y televisión y la mayoría de los dibujantes se
dedican a la ilustración ) no hace sino constatar la importancia que
la revista tuvo para el desarrollo de un numeroso y heterogéneo
grupo de autores vascos y nos hace lamentar el nulo apoyo
institucional que hoy en día recibe el cómic por parte de los
diferentes gobiernos (autonómicos o no).
Tal vez la
solución a los males que aquejan a la historieta española no
provenga de un apoyo monetario público, pero como innegable creación
artística y cultural que es, debería ser considerada como un bien a
proteger y promocionar.
Libros como el
presente contribuyen a dotar al medio de la necesaria respetabilidad
para que tales iniciativas institucionales vuelvan a tener cabida
entre nosotros y nuestro esfuerzo (el de todos) ha de ir encaminado
a cambiar la apreciación del cómic no ya como elemento de la cultura
popular, sino como parte de la Cultura (con mayúsculas).
Juan Manuel
Díaz de Guereñu ha mostrado el camino a seguir a otros estudiosos
del medio realizando un completo, equilibrado y ameno estudio de una
publicación ignorada por casi todos. Estoy convencido que hay
estudiosos de otros territorios del estado que pueden hacer justicia
con revistas que por su difusión o particularidad idiomática han
sido igualmente ignoradas por el resto de los españoles y tan sólo
espero que tengan la suerte de contar con el apoyo académico y
editorial para poder concretar sus intenciones. Si además logran la
mitad de aciertos del presente libro, se abrirá una auténtica era
dorada del estudio de la historieta en España. |