El estudio del
humor gráfico tiene desde hace años en
la
Historia del Arte un magnífico aliado del que han salido obras que
han contribuido tanto al conocimiento como al reconocimiento del
género. Lástima que últimamente se esté poniendo en tela de juicio
el valor de estos estudios ante la reforma de los planes
universitarios. Si no fuese de la mano de investigadores formados en
esta disciplina, nos perderíamos enfoques tan interesantes como el
de este El humor gráfico en Canarias, publicación de la tesis
doctoral de Franck González (Las Palmas de Gran Canaria, 1964),
leída en el Departamento de Historia del Arte de la Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona y Premio de
Investigación Vieira y Clavijo en la modalidad de Arte en 2000. Bajo
el modesto subtítulo de “Apuntes para una historia” hallamos un
recorrido a lo largo de noventa años de humor gráfico insular que
debería servir de ejemplo para otros territorios por su indudable
calidad, el acierto de su sistematización y el trabajo con las
fuentes documentales.
Sin duda, las especiales características del archipiélago dan pie a
hablar de una serie de peculiaridades en el desarrollo de la prensa
ilustrada y el humor gráfico que resulta conveniente e interesante
abordar. Pero más allá de estas singularidades -que harán las
delicias del lector curioso-, la profundización en los autores, las
cabeceras o las exposiciones ofrecen con exhaustividad una cara más
de la poliédrica historia del humor gráfico español, que muchas
veces ha dejado en el olvido a sus representantes más periféricos.
Estructurada en doce partes, la investigación se abre previamente
con una muy breve referencia al estado de la cuestión –suponemos que
obligatoriamente recortada con respecto al original en aras de la
adaptación de la tesis al formato editorial-, que hace especial
hincapié en los estudios españoles sobre humor gráfico, y
particularmente, en la estimulantemente escasa producción de
trabajos en el ámbito autonómico, lo que en el caso de la comunidad
canaria hacía aún más urgente la necesidad de una obra de estas
características.
A
continuación, los doce capítulos dan cuenta, siguiendo un orden
cronológico –con algunas concesiones a la arbitrariedad en las
periodizaciones- de la evolución del humor gráfico canario desde sus
más tempranos predecesores. Dichos antecedentes, son situados por
González en los primeros libros iluminados que aportan ilustraciones
relacionadas con Canarias en el siglo XV o en la posterior
exploración iconográfica del habitante de las islas como tipo
antropológico curioso por sus dosis de exotismo. Aunque el auténtico
inicio del estudio se sitúa en 1808, con la Guerra de la
Independencia como trasfondo del gran desarrollo del dibujo satírico
propagandístico, presentando ya algunas figuras importantes como los
pintores Luis de la Cruz o Antonio Pereyra Pacheco. Poco después, ya
en el segundo tercio del XIX, tendrá lugar la fructífera vinculación
entre humor y prensa con los primeros ejemplos de publicaciones
satíricas como los breves periódicos manuscritos El Tinerfiano
Instructivo y El Zurriago (ambos aparecidos en La Laguna
en 1825) o El Pigmeo. Periódico Crepuscular (1837). También
se acerca el autor a los pioneros del caricaturismo canario, entre
quienes señala a Manuel Ponce de León, pintor de Cámara real,
natural de Las Palmas, del que se tiene constancia de la autoría de
dos obras caricaturescas de carácter privado, que conforman para
González el primer ejemplo del género. Por delante incluso de la
aportación del universal escritor canario Benito Pérez Galdós, a
quien se suele considerar el iniciador del humor gráfico isleño y
del que se conservan interesantes álbumes como El Gran Teatro de
la Pescadería o el Atlas Zoológico de las Islas Canarias
en las que desarrolla un brillante y agudo uso de la caricatura
zoomórfica.
Desde estos comienzos hasta casi periclitado el siglo XX, González
va desgranando la historia del humor gráfico canario deteniéndose en
los nombres de los autores y obras más influyentes, poniendo en
relación las cabeceras que marcaron cada época con sus artífices,
aportando tanto completos datos biográficos y profesionales como
características de las publicaciones estudiadas: desde Diego Crosa y
Gente Nueva (1899-1901) a Morgan y Carlos, actuales
dibujantes de Canarias 7 y La Provincia, pasando por
la conexión del gran Luis Bagaría con las islas, la Agrupación
Vanguardista Canaria de Caricaturistas Personales o El Conduto,
única publicación satírica del archipiélago tolerada durante el
franquismo. Asimismo, el esfuerzo de documentación desplegado se
completa a lo largo de todo el volumen con la incorporación de
figuras con las ilustraciones a las que hace referencia el texto,
ofreciendo un testimonio de la evolución del género en su vertiente
técnica y estilística.
Llegando al final de la obra, encontramos un capítulo referido a los
estereotipos del que echamos en falta una mayor extensión. De él
destacamos el descubrimiento de un tipo autóctono muy repetido, el
“mago”, prototipo del campesino isleño, que conformará con el tiempo
un modelo identitario alusivo al pueblo canario y al hombre libre,
amante del baile y de la fiesta. Se ofrecen también breves apuntes
sobre la figura, casi contrapuesta a la anterior, del cacique, la
imagen de la mujer, la visión del ejército y la Iglesia o el reflejo
de Canarias en su relación con España y África.
Por último, hacemos notar que la edición carece de un apartado
bibliográfico final, por lo que las obras empleadas como fuente –muy
abundantes y variopintas- sólo aparecen citadas en notas al pie a lo
largo del texto. Lo que sí se ofrece es un amplio apéndice con un
listado de publicaciones de entre 1825 y 1998 y la colección donde
pueden localizarse, así como datos sobre exposiciones –registrando
así la actividad relacionada con el humor gráfico más efímera- y un
útil índice de autores y cabeceras.
En suma, el libro, escrito con amenidad y buena prosa, resulta –como
el territorio que sirve de marco al estudio- una afortunada ínsula
en el panorama de los textos recientes sobre la historia del humor
gráfico, a la que debería acudir obligatoriamente quien desee
aproximarse a este ámbito de estudio sin naufragar, sea cual sea el
territorio sobre el que se pretenda desarrollar una investigación.
Aunque, en todo caso, el periplo es recomendable también para los
turistas circunstanciales del humor, y cómo no, para que los propios
oriundos de las islas conozcan mejor su propia historia, dibujada en
los “grandes” atlas de geografía humana que ofrece el sabio
arte de la caricatura. |