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MONOGRAFÍA |
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RAFAEL BORDALO PINHEIRO. FOTOBIOGRAFÍA |
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Rafael Bordalo Pinheiro. Fotobiografía
Autor:
João Paulo Cotrim,
Edición:
Assírio & Alvim / El Corte Inglés / CML / Museu Rafael Bordalo
Pinheiro, Lisboa, 2005
Libro ilustrado encuadernado en cartoné |
29 X 23 cm. | 240 páginas |
b/n y color | 35 euros
ISBN: 972-37-1032-3.
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[ Cubierta
del libro, con el biografiado ]
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FOTOBIOGRAFÍA DE UN EGO, MUESTRARIO DE UN PIONERO, comentario por
Manuel
Barrero |
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Este libro
de Joao Paulo Cotrim sobre la vida y obra de uno de los caricaturistas y
humoristas gráficos más importantes de la historia de Portugal es un
regalo para las pupilas: un volumen de gran tamaño, con reproducciones
de viñetas y páginas de revistas satíricas –excepción hecha de las
fotografías de época- a un tamaño considerable, todo ello impreso sobre
un papel de gran gramaje y leve color ahuesado y, en fin, con un diseño
estimulante (de Manuel Rosa y Maria de Graça Manta). Se trata de uno de
esos libros que, una vez revisado a conciencia le hacen a uno pensar:
¿por qué no se harán más? ¡cómo se revalorizaría nuestra cultura
iconográfica con publicaciones como ésta!
Y así es. No ya por la parte que le toca al
investigador, labor de importancia capital en tanto que sin una búsqueda
previa de documentos no habría publicaciones que fotografiar o que
comentar de forma ordenada, también por lo que concierte a la obra
gráfica de cualquier autor. El estilo y los logros máximos de cualquier
dibujante quedan muchas veces indicados con una reproducción mínima,
alguna viñeta esquinada, alguna litografía mal reproducida o cualquier
exigua muestra de su trabajo en un libro que camina siempre de puntillas
sobre la obra de todos cuando se ocupa de muchos. La existencia de
monografías como la de Cotrim vendría a salvar la situación, pero
evidentemente hace falta una financiación mínima para cubrir costes de
investigación (aquí han ayudado al autor Ana Cristina Leite, Helena
Cunha Lopes y Anamaria Mimo) y luego para la obtención de documentos
fotográficos, permisos, copias adecuadas, etc. Con tiempo y dinero
podríamos imaginarnos librazos monográficos en España sobre Ortego, o
Cilla, o Mariani, o Pellicer, o Landaluze o Mecachis...
Cotrim se
ha atrevido a hacerlo en Portugal con el más descollante dibujante del
siglo XIX de su cultura humorística, Rafael Bordalo Pinheiro
(Lisboa,
1846 - 1905),
que en 2005
cumplía el centenario de su muerte, y lo ha hecho de manera envidiable.
Este Rafael Bordalo Pinheiro. Fotobiografía ha resultado ser uno
de los trabajos teóricos sobre humor gráfico e historieta más logrados
de este año 2005, bien que la tirada ha sido corta y me temo que su
difusión en nuestro país poco más que nula (menos aún lo ha sido
Álbum de Caricaturas – Frases e Anexins da Língua Portuguesa, que ha
editado el sello Frenesi también en 2005).
El trabajo
de Cotrim, de sobras conocido por su labor en la Bedeteca de Lisboa,
deja claro en primer lugar su enorme pasión por la historieta (banda
desenhada en el país vecino) y su conocimiento apasionado de la obra de
Pinheiro, de quien traza aquí una biografía completa y muy ilustrada que
resulta evocadora y llena de referencias de interés para el estudioso
del humor gráfico. Se trata, como reza el título, de una fotobiografía,
porque la vida del dibujante y editor y ceramista se cuenta mediante
fotografías, familiares y de trabajo, que se ven acompañadas por
multitud de reproducciones de sus dibujos, viñetas e historietas.
Sorprende
la gran cantidad de documentación fotográfica que ha conseguido
acaudalar el autor y sus colaboradores. Y agrada la gran cantidad de
reproducciones de revistas satíricas y de otro tipo, que permiten al
lector conocer la fuerte personalidad de este dibujante dotado y que
siempre firmó al estilo antiguo: “Raphael Bordallo Pinheiro”.
Pinheiro es
un perfecto ejemplo del “autor pionero” del humorismo y de la historieta
del siglo XIX. Un tipo vivaz, enchido de vida, dotado para el dibujo y
otras artes (se relacionó mucho este dibujante con literatos y con
profesionales del espectáculo), cercano a lo popular y a la artesanía (fue
ceramista), comprometido con la soberanía popular (de ahí surge Zé
Povinho, su gran personaje), defensor de ideas liberales y anticlerical
a la par que antimonárquico. En esencia, un romántico. Y dotado de un
ego descomunal: caprichoso y sensible, atractivo y divo, parlanchín y
vital. Como él fueron otros fundadores de estos medios: Topffer, Busch,
Gavarni, Phillipon, Landaluze...
El caso de
Pinheiro es, de todos modos, acusado. Él aparece en la mayoría de sus
producciones en viñetas; no para de dibujarse a sí mismo. Y daba igual
el género, tanto en la publicación O Binóculo (1870), revista que
fundó para los teatros, como en A Lanterna Mágica, (1875), que
fue donde nació el gran personaje de la cultura popular iconográfica
lusa Zé Povinho, como en O Mosquito, (1876), que dirigió en
Brasil, como en Psit!!! (1877), como en O Besouro (1878),
revista satírica cuyas viñetas le reportaron a Pinheiro más de una
paliza, como en O António Maria (1879 y en 1891), como en
Pontos nos ii (1885), como en A Paródia, del 1900. Su
producción fue impresionante y tanto difundió su imagen que pasó a
engrosar la iconosfera portuguesa de su tiempo, hasta el punto de acabar
siendo considerado uno de los más relevantes artistas de su tiempo.
El libro de
Cotrim da muestra de todo ello. Lo hace mediante imágenes
fundamentalmente (aquí reproducimos algunas) y aportando un texto muy
breve que, para explicaciones más detalladas, se completa con una
exhaustiva biografía cronológica servida al final del volumen. Atendemos
entonces a los primeros años de Pinheiro, sus primeros grabados
enfocados sobre los tipos populares, aquella corriente tan en boga en la
Europa romántica, y sus primeras viñetas satíricas, también muy
similares a las dibujadas por sus coetáneos españoles (Mariani, Bécquer,
los SEM, hasta Cilla y Ortego), sus caricaturas y autorcaricaturas
omnipresentes, y sus primeras y burdas historietas construidas al estilo
alemán.
En Pinheiro
resulta muy revelador el uso que hace de los iconemas de tipo simbólico,
como los símbolos de interrogación o los paréntesis, por ejemplo, que
introduce en las viñetas como parte del dibujo. También llaman la
atención sus tipos humanos, dotados de gran plasticidad y, en calidad de
esta fórmula expresiva, muy creíbles. Avanzada para su tiempo fue la
protohistorieta “Expediente”, dibujada para A Linterna Mágica en
1876, en la que da vida a una máquina que termina escapándose presa del
miedo a la extenuación. Resulta francamente interesante su historieta
satírica contra Agostini aparecida en O Besouro, y exquisita su
crítica al sistema en la protohistorieta “O que nos suprimiríamos” (en
O Antonio Maria)...
Todo este
aprecio puede hacerse sobre la base de que todas estas obras están
escrupulosamente reproducidas en este gram y hermoso libro,
perfectamente identificadas aunque someramente comentadas. Y sobre este
último aspecto es donde radica la crítica más sólida que pueda hacerse a
este trabajo de Cotrim: que es solamente una fotobiografía y no un
ensayo en profundidad sobre la aportación al humorismo gráfico y a la
historieta europea del genial Pinheiro. Cotrim relata su vida, nos
muestra fotografías de su gran y oronda personalidad y nos acaba
describiendo todo un carácter, pero no profundiza en su obra. Es decir,
no sistematiza sus características de estilo definidas, no lo compara
con otros creadores del momento salvo con aquellos con quienes trabajó,
no discute si sus hallazgos en el dibujo, el humor o la narrativa
mediante viñetas fue pionera, o avanzada o surgió a rebufo de los
hallazgos de otros autores en Francia, España u otros países. Este
análisis hubiese sido muy ilustrativo, muy valioso para los que
investigan el humor gráfico y la historieta de aquellos tiempos y con
escasos elementos de juicio debido a lo dispersas que se hallan las
colecciones –cuando existen- en nuestro país.
Imagínenese que
poseyéramos estas monografías, empezando necesariamente por las
francesas, luego las alemanas, las suizas, las italiana, las británicas,
las españolas, las portuguesas, las cubanas y las mexicanas, las
bonaerenses, también las belgas, holandesas y finesas... y claro, las
estadounidenses, aunque allí comenzó todo esto más tarde. Todo ello
arrojarían evidencias de carácter estilístico, gramatical y de
pertenencia a contextos gremiales concretos, en una década dominada
sobre todo por el alemán Wilhelm Busch, creador de secuencias como
The Warm Bath, The Flea, The Baber and his clever dog, The Hollow Tooth
(todas de 1865) que ya anticipaban el lenguaje madurado de la
historieta, bien que aún sin los dichosos bocadillos o ballons.
Ejemplos
de desarrollo inmediatamente posterior del nuevo medio de comunicación
se verían en autores europeos como: Fritz von Dardel, con 'Familie
Tuttings Lustresa' (en 1863), Charles Keene, con 'Miss Lavinia
Brounjones' (en 1866), Charles Bennett (1866), el recordado Ally Sloper
(de Charles Ross & Marie Duval, 1867), Angelo Agostini (que desde 1868
ofreció historietas dibujadas con depurado estilo, enfrentándose al
mismo Bordalo Pinheiro en varias de ellas), 'The Philosopher's Revenge'
de George de Maurier (ya en 1869), Georges Chicki (1870), Jan Linse (en
los 1870), James Francis Sullivan (durante los 1870), Livingstone
Hopkins y su 'Professor Tigwissel' (en 1875), H. Johnson que destacó con
su obra 'Newspaper Train' (de 1875). En los ochenta, aparte de la
producción del portugués en Brasil y en Lisboa, no podemos dejar de lado
a Howard Pyle (1881), a F.P.W. Bellew 'Chip' (1889), a Frank Beard
(1889), a Dalrymple (1889), a Syd B. Griffin (1889) ni, naturalmente, a
los franceses de Le Chat Noir que generalmente hicieron
historietas mudas: Caran d'Ache, T. Steinlen, Gillette, Heidbrinck,
Poitevin, Uzes...
Y en
los 1890 ya la proliferación de humoristas satíricos que desarrollaron
narraciones complejas mediante viñetas se dispara, destacando: E.
Reinicke con sus obras Clockwork (1892) y The Outwitted
Mastiff (1893), Tom Browne con The Vampire, Weary Willie & Tired
Tim versus the Cavalry, Phil Garlic and the Motorcar, The Boer War, A
Changeover, Eugene Zimmerman con The Innocent Sufferer
(1890), A.B. Frost con 'Mr. Puddle and his Dog, Cyrus, go a Hunting'
(1889) o 'He was a Tenderfoot' (1893), F. M. Hutchins (1892), Augustus
Egg (1890s), Opper (1893), Norman Lindsay (circa 1893)…
En España
podríamos recordar a
Cilla con obras tan avanzadas semiológicamente como las publicadas en
Los Madriles en 1888, o al Apeles Mestres de La Semana Cómica
de 1891, publicación en la que se vieron los primeros burdos
bocadillos de la historieta española (obra de Ramón Escaler, en 1892).
Bordalo
Pinheiro pertenece a esa gran familia de la protohistorieta europea de
narradores mediante viñetas, a la par que al grupo de las fuertes
personalidades que impregnaron los semanarios del siglo XIX con imágenes.
Un puñado de aquellos pioneros usaron las viñetas como vehículo para
difundirse a sí mismos en una sociedad de burguesía emergente, para
impregnar las mentes de los lectores con ideas liberales, para generar
una iconosfera de posiciones y de aprecio por la vida urbana, para
demostrar e ilustrar lo más sincero del romanticismo, que acabó
derivándo hacia las artes populares (handmancrafts) y que
terminaría deglutido por la prensa generalista en las convulsiones del
cambio de siglo y por los convencionalismos conservadores que llegaron
después.
¡Qué
grandes tiempos, aquellos, que se nos fueron con los vaivenes de la
política y los pulsos estabilizadores de la cultura tradicional! .
Hoy por hoy,
pese a su carencia de análisis en profundidad, es fundamental que los
estudiosos del humor del siglo XIX español adquieran esta obra de
consulta, Rafael Bordalo Pinheiro. Fotobiografía, pues ayuda a
conocer la trayectoria de este autor (incluso su partipación en
publicaciones inglesas y españolas, como el Mundo Cómico, La
Ilustración Española y Americana, Diario Ilustrado, Alamaque para las
Artes y las Letras -1873-, Almanaque de Caricaturas, La Broma, La
Ilustración Universal, etc.) y las carácterísticas básicas de la
prensa satírica portuguesa de su tiempo.
Una
exquisited. De lo hecho en Portugal, junto con los rescates que está
haciendo el sello Frensei, el libro del año.
Gracias,
Cotrim. |
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UNA BIOGRAFÍA DE PINHEIRO |
Hemos querido unirnos a la celebración de los cien años de
memoria de Pinheiro con la publicación de un texto de J.P.
Cotrim sobre su biografiado. El texto se ofrece tal y como lo
escribió su autor, en portugués, creemos que por ser
perfectamente inteligible para un español y evitar así las
traiciones de la traducción. Helo aquí:: |
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«Uma
seta de lume
No ano em que passam cem anos sobre a morte de Rafael Bordalo
Pinheiro, um dos fundadores da caricatura em Portugal vale a
pena revisitar a sua vida e obra.
Em 1870, Rafael Bordalo Pinheiro, então com 24 anos, estava
casado, era amanuense da Câmara dos Pares, tinha experimentado
os palcos e até o curso de arte dramática do Conservatório, mas
também a Academia de Belas Artes e o Curso Superior de Letras.
De certo e seguro, tinha a paixão pelo teatro e a boémia. Nos
últimos anos, contudo, algo mais se afirmava. Por influência dos
meios familiares, havia tentado esboços de costumes, tipos e
ofícios, e até um ou outro desenho de humor. Mas naquele ano,
depois de uma folha volante, lança o seu primeiro álbum de
caricaturas, «O Calcanhar de Aquiles». Na capa, um pé todo
composto por figuras e calçado por uma sandália, começa um passo.
Apontando ao calcanhar, pronto a desferir a frechada, está o
jovem Rafael de arco e pena de desenhador. Há gente que fica
para assistir e mais que corre.
Está definido programa, apresentado o artista, escolhida a
linguagem. Humor, dirá Rafael, é «o mesmo que pregar um prego no
estuque novo de uma casa, com protesto do senhorio. Caricaturar
é estragar o estuque de cada um com protesto do senhorio.» Os
senhorios não protestarão aqui tanto como outros, mais tarde,
pois se constam as autorizações dos alvos, alinhados em
portrait-charges benévolos: Herculano, Pinheiro Chagas,
Teixeira de Vasconcelos, ou o seu amigo de sempre Júlio César
Machado. É este que o vê «ora exaltado, ora abatido, muitas
vezes sem razão, susceptível de grandes rasgos, heróico por
vezes na lida, na ânsia do trabalho e da glória, mas dado a
enfados, mudando de ânimo facilmente, tendo os entusiasmos e os
desvios, a generosidade, o desinteresse, e também os despeitos
súbitos, a inconstância febril, de artista!» A obra não se
separará mais do artista, que surgirá no lugar de espectador, de
observador, de comentador, mas também intervindo, do alto de
cabeçalhos decorativos, metido como personagem de reportagens e
acontecimentos, fazendo da sua vida matéria de caricatura.
Rafael não mais deixará de se figurar, implicando-se com génio
em obra que é um todo, seja feito de desenhos e jornais, gestos
e imagens ou barro e palavras. «Todo ele mexe, todo ele é
caricatura e imprevisto: os olhos, o nariz, as mãos e até o
bigode que se encrespa desenham e imitam.» Até à morte, em 1905,
e apesar dos devidos obstáculos e incompreensões, não passará
ano sem que todo ele se encrespe em peças essenciais para a
afirmação das ideias de cidadania e liberdade, na compreensão de
um país, de um momento histórico, da sua imprensa, do desenho de
humor, fosse ele cartoon ou caricatura, para além dessa “nova”
linguagem que então se afirmava definitivamente: a narrativa
gráfica (ou banda desenhada).
Ainda naquele ano de 70, por exemplo, lançava a primeira parte
de uma série de folhas volantes que marcariam vários calendários
da história. A primeira folha de «A Berlinda – Reproduções d’ um
álbum humorístico ao correr do lápis”, apresentava os
partidários do Marechal Saldanha como «Os fossadores do
Patriotismo» em várias tiras cómicas organizadas em torno de um
cartoon central, no qual uma vaca era ordenhada até à
exaustão. A relação entre cada elemento é claramente narrativa e
é um momento fundador, logo prosseguido na segunda folha, mas
sobretudo na sétima e última, de 5 Julho de 1871. «Conferências
Democráticas» é uma reportagem às célebres Conferências do
Casino, momento marcante da chamada Geração de 70. Lá surge um
Rafael no lugar de narrador em off e figura in vivo.
A história faz-se, pois, aos quadradinhos, com as figuras
definidas em dois traços, muitos episódios contados e com
soluções gráficas imaginativas e originais. Como se não
bastasse, por ali nascia o «jornalista da gravura»: «com duas
rectas faz a caricatura dum homem torto e com duas curvas
historia rectamente todos os episódios do Chiado, de S. Carlos e
do Martinho.» O Chiado, S. Carlos e o Martinho eram, então, de
dia e de noite, o País. Havia ainda o Brasil e o Mundo, mas se
tinha calcanhar, lá estaria, fazendo pontaria, o “folhetinista
do lápis”. Em 1873, haveria de partir em reportagem, ao serviço
do «The Illustrated London News», para ilustrar as guerras
carlistas. Algumas publicações espanholas do mesmo período lhe
solicitarão gravuras, mas o seu lugar será para sempre, mais
viagem às Caldas, menos viagem ao Brasil, naquele triângulo
mítico do centro de Lisboa.
Um ano antes, com o sucesso patente em três edições, publica o
primeiro álbum português de banda desenhada para contar com
verve intensa o suposto passeio de um Imperador do Brasil,
de chinelos e malão, por catorze pranchas, com paragem em Vale
de Andorra Júnior para festas, visitas às academias em Lisboa e
Porto, e até um encontro com Alexandre Herculano, em Vale de
Lobos. Em «Apontamentos de RBP sobre a Picaresca Viagem do
Imperador de Rasilb pela Europa», o texto e a imagem estabelecem
perante os nossos olhos um bailado vertiginoso de criatividade
ao serviço da narrativa , com as palavras em esforço para
seguirem desenhos soltos e cheios de minúcia que mudam de
estilo, desrespeitam vinhetas e tamanhos, inventam sinais
icónicos, condensam ou espraiam o tempo da narrativa ao sabor de
um saber moderníssimo. Encontrava-se, também e gravado em papel,
o lugar cimeiro da personagem em Rafael Bordalo Pinheiro. D.
Pedro II é caso grande, prosseguido e perseguido mais tarde,
aquando da estada do caricaturista no Brasil, período formador
no qual, de 1875 a 1889, acrescentou saber à sua arte e
episódios (perigosos) à sua vida. (A viagem de regresso, além da
obrigatória quarentena, será narrada, depois, em 1881, noutro
pequeno álbum de banda desenhada, antecipando a moderna
tendência da autobiografia: «No Lazareto de Lisboa») Enorme é «O
António Maria», de apelido, Fontes Pereira de Melo, que
acompanhou tanto o artista como os gatos, e por isso deu título
à mais notável das revistas de humor (1879), palco genial do
teatro do mundo de Bordalo, feito de atenção ao espectáculo, à
política, aos costumes e de uma inventividade ilimitada (nas
composições, nos detalhes, na força crítica). Se aquele sofreu
milhares de charges, gigantesco se tornou o Zé Povinho, nado em
«A Lanterna Mágica», em 1875, e logo cresceu, muito para além da
pena do seu autor, até se tornar o símbolo de um país entalado
entre a cidade e as serras, entre a liberdade e a fome, entre a
política e a indiferença. É característica da alma bordaliana
esta síntese, não apenas em dois traços, que dá rosto a uma
ideia, como a da mulher de lenço, sinal das forças retrógradas
de qualquer sociedade. Ou os ambivalentes Psit e Arola, o janota
e o boçal, criados no período brasileiro, tal como o foi
Fagundes, figura maior do político menor, cuja memória ainda
hoje perdura. Outra vertente deste impulso é a criação de
imagens fortes, fazendo de uma imensa barriga um deputado,
jogando na cumplicidade dos seus leitores, ou usando animais, em
tradição que vem da noite dos tempos. Um exemplo pode ser
retirado da última das suas revistas, «A Paródia» (1900),
engrandecido pela cor, mas que perdura pela acutilância: a
política no lugar de grande porca. Que mais explicações se
exige? A série cuja actualidade perdura apresenta ainda o cão no
papel de grande capital, a economia no de galinha choca, e o
papagaio a representar a retórica parlamentar, e por aí fora,
continuada mais tarde alguns trabalhos do seu filho, Manuel
Gustavo.
E a mesma força irrompe ainda nas caricaturas, retratos mais ou
menos singelos, mais ou menos agressivos. Como vimos, as
experiências foram precoces, e muito praticou com os executantes
da arte que amou, para além dos políticos e artistas, para
explodir no inigualável «Álbum das Glórias». Inserido em
linhagem que havia dado frutos com Nogueira da Silva e Manuel de
Macedo, foram quarenta e duas imagens em três séries de folhas
avulsas, acompanhadas por texto mais ou menos biográfico,
assinadas por nomes como Guilherme de Azevedo, Ramalho Ortigão,
D. João da Câmara, Júlio Dantas, ou o próprio Bordalo. Desconfio
que também para os seus contemporâneos, mas seguramente para,
nós, vindouros é aquele o rosto dos protagonistas (actores,
jornalistas, políticos, escritores...), de então como os de mais
antanho: o quase sorriso de Oliveira Martins, o olhar de Gomes
Leal, riso escarninho de Eça, a pose de Ramalho Ortigão, cada
detalhe é mais verdade que o real. Prova provada de que a sua
obra imensa venceu o tempo. Nem a morte levou de vencida o
artista, que não saboreou a velhice mais do que o tempo de um
fósforo. Cabe aqui, em fecho, a auto-caricatura em que se figura
jovem a cumprimentar-se em velho: «– Por favor, empresta-me o
seu lume?» O seu lume incendiou-nos.
Boas memórias
Quatro edições recentes e cuidadas de trabalhos há muito
indisponíveis permitem aceder à obra de Rafael Bordalo.
Estranho, este país em forma de assim: ou tristemente evoluiu ou
Rafael Bordalo Pinheiro (Lisboa, 1846 - 1905) foi um génio. Mais
de um século volvido, é a este artista que devemos o registo
impressivo em traço e palavra dos rostos que são as nossas
raízes culturais, a mais impiedosa crítica de costumes, além do
brutal humor possuído por inventividade sem par. Três preciosas
edições dizem-nos em tom autobiográfico, na peculiar abordagem
biográfica de algumas “glórias” e em reportagem à boémia
lisboeta de finais de XIX que, contra todas as propagandas do
optimismo, Portugal não anda longe do que nele viu o génio de
Bordalo.
No Lazareto de Lisboa
é um «volume ilustrado» publicado em 1881, dois anos depois do
regresso de Bordalo da sua aventura brasileira, sendo não apenas
um dos primeiros álbuns na história universal da narrativa
gráfica, tal como é hoje entendida, como é pioneiro numa das
tendências mais contemporâneas e radicais: a autobiografia.
Descontadas as palavras iniciais, o pequeno álbum tem quatro
partes, começando por umas «Recordações», saudosamente irónicas
dos quatro anos e meio passados no Rio de Janeiro. Segue-se «A
Partida», breve descrição da viagem que termina no assunto: o
impedimento de oscular a Pátria devido à quarentena de
cumprimento obrigatório «No Lazareto», lugar de utilidade e
higiene duvidosos, instalado na Torre de São Sebastião da
Caparica, na margem sul do Tejo. Bordalo era, para o ministério
do reino, um «emissário do Vómito Negro». Tendo em conta a má
comida e dormida, os exageros dos pagamentos e o ridículo das
medidas que visavam tornar o «empestado» em «beneficiado»,
circunstâncias que nos são devidamente demonstradas e
comentadas, o artista desenha então um «Requerimento» onde
solicita a Comenda devida aos que passavam cinco anos nas terras
de Santa Cruz, ou na impossibilidade por não ter chegado a
tanto, que lhe fosse dado explorar um lazareto até conseguir
ficar «nédio e luzidio como um bácoro ou um prior.» E termina
com um apontamento: o Lazareto mudou mas «continua a ser uma
penitenciária que prende tudo – menos a febre amarela.»
Apesar de estar longe da dinâmica de Apontamentos de Raphael
Bordallo Pinheiro sobre a picaresca viagem do Imperador de
Rasilb pela Europa (1872), o seu álbum anterior, a
composição assenta em pequenos quadros, cheios de detalhe,
comentados por um texto que, tantas vezes, desmente o que vemos.
É na síntese e na figuração que reside a grande força da escrita
visual de Bordalo, que se auto-retratou amiúde ao longo de toda
a sua vida, sem abrir aqui excepção. Notável a sua Pátria,
camponesa de lenço, cara-metade do Zé Povinho, como genial é a
simplicidade com que o Pão de Açucar ou o novo Lazareto ganham
corpo e movimento. As sociedades de aquém e além mar,
respectivas política e atitudes, são zurzidas sem dó nem
piedade, mas com singela economia de meios.
Antes de partir para um formador e fecundo período brasileiro,
de 1875 a 1879, Rafael Bordalo Pinheiro deixou prestes a
publicar este
Álbum de Caricaturas – Frases e Anexins da Língua Portuguesa:
treze gravuras em torno de provérbios e expressões populares,
acompanhadas de capa (onde se figura a abrir a esforço de caneta
um livro para libertar várias personagens em queda) e espada
(que é como quem diz, o irónico prefácio do seu amigo César
Machado). Esta edição, mais pequena que a original, é engenhosa
na apresentação em desdobrável de cada uma das composições,
introduzindo um carácter de jogo e descoberta. A obra é de
formação, mas contém aquela atenção à língua que não deixará
nunca de acompanhar o criador (que retirará sempre humor da
representação estrita), para além de uma ou outra fórmula
gráfica (olhos que saltam e andam) e da indispensável observação
de costumes. Aliás, as leituras básicas, de mera ilustração e em
traço de contorno simples, surgem-nos em cenas de rua sobre
lençóis, grandes livros e folhas de papel que funcionam como
ecrãs, pequenos palcos, que despertam relações e reacções em
tipos populares, sejam fadistas, ardinas, janotas e velhas de
lenço, cães, gatos e ratos, mas também diabretes, pelo visto,
figuras então quotidianas... A fala («largar uma piada») e a
sabedoria da rua («não há melhor espelho que amigo velho»)
eram-lhe devolvidas pela imagem. Não sem ironia, o essencial
deste volume é o texto notável de Júlio César Machado, que nos
apresenta o jovem Bordalo com o sal da intimidade: a vocação que
desponta (o teatro trocado pela caricatura, a pintura apenas
esboçada), um percurso que se define (os primeiros jornais, o
casamento) e até leituras de um estilo que marcaria o nosso
século XIX: «o espírito de Bordalo era muito observador».
Cada uma destas edições, excelentemente produzidas, é
enriquecida com material de enquadramento rigoroso e, aqui e
ali, inédito. É o caso dos versos das capas de Os Teatros
de Lisboa, onde se apresentam duas máscaras teatrais em
papier maché, atribuídas a Bordalo Pinheiro, e
representando os actores Vale e Taborda. Tão só dois dos nomes
que vão surgindo da passeata diletante de Júlio César Machado
pelo meio artístico alfacinha, ilustrado a par e passo pelo
traço nervoso de Bordalo.
O conhecido Álbum das Glórias conhece aqui, em
formato de estante, uma versão completa das 42 imagens
coloridas, acompanhadas pelos textos de João Rialto e João
Ribaixo (pseudónimos de Guilherme de Azevedo, Ramalho Ortigão e
muito provavelmente do próprio Bordalo) que acompanhavam cada
gravura avulsa. À verve dos textos em torno de Camilo,
Gomes Leal ou o alvo preferido, António Maria Fontes Pereira de
Melo, corresponde o desenhador com uma notável galeria de quase
caricaturas. Quase, por ser contido o exagero, permitindo que as
venenosas subtilezas se imponham em autênticos clichés de
alma. A alma lusitana tem assim tantas cores?
Álbum de Caricaturas – Frases e Anexins da Língua Portuguesa
Rafael Bordalo Pinheiro, frenesi, 2005
No Lazareto de Lisboa
Rafael Bordalo Pinheiro,
frenesi, 2003
Álbum de Glórias
Rafael Bordalo Pinheiro e vários, frenesi, 2003
Os Teatros de Lisboa
Júlio César Machado, com ilustrações de Rafael Bordalo Pinheiro,
frenesi, 2002.
João Paulo Cotrim
»
João Paulo Cotrim (Lisboa, 1965) es periodista. Ha
colaborado con Expresso con crítica literaria y con la
sección «Boca de Incêndio», ilustrada por Tiago Manuel. Es autor
de la guía breve BD portuguesa nos anos 90 – guia breve de
tendências, autores e temas (IPLB, 2001.), del ensayo
"A Narrativa do Século - Dois ou três apontamentos sobre a
picaresca viagem da banda desenhada pelo século XX" incluida en
A Arte no Século XX (Afrontamento / Fundação Serralves,
2002) y ha elaborado guiones para animación. También escribe
libros de literatura infantil. |
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[ © 2005
M. Barrero, para Tebeosfera 051230 ] [ Tebeosfera
recibió servicio de prensa de Assírio & Alvim ] |
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