Desde José Ortega y Gasset, se ha hablado mucho del ocaso de las formas
narrativas tradicionales. Así, escritores como Eduardo Mendoza han
postulado en más de una ocasión la muerte de la novela. En cambio la
historieta, al quedar relegada a un lector infantil, ha obviado ese
debate. Escudándose en la especificidad de su público, muchos editores
fomentaron convenciones que, a la larga, se han identificado con el
propio medio. Frente a esta visión estereotipada, los historietistas
siguen, básicamente, dos estrategias de rebelión: bien elaborar viñetas
fuera del marco de la industria, bien ceñirse a sus pautas para
construir obras que nada tengan que envidiar a las que se hacen en otros
campos. Este último, creo yo, es el caso de Antoine de las Tormentas
de Luis Durán.
Como muchos compañeros de generación, este autor se topó en los años 90
con el agotamiento de eso que, una década antes, dio en llamarse boom.
Venía dispersando su trabajo en multitud de publicaciones, desde
revistas específicas de historieta (Makoki y TMEO) hasta
periódicos (Diario Vasco o El Diario de Burgos). Pero la
ausencia de cauces de publicación le impuso un tiempo de reflexión en el
cual maduró una aproximación distinta y más depurada al medio, de la que
son elocuentes las páginas recogidas en el fanzine Idiota y Diminuto,
así como varias monografías, llegando a obtener en el Saló de
Barcelona los premios al Mejor Autor Revelación de 2001 y al Mejor
Guión de 2002.
Corolario de esa perspectiva “más depurada”, y acaso su mejor título
hasta la fecha, Antoine de las Tormentas es fiel exponente de esa
historieta que, sin desdeñar las convenciones, alcanza gran dignidad,
tanto en la materia narrada como en la forma. Admirador de la literatura
popular, Durán se ciñe aquí a las claves de la aventura marinera –desde
Robert Louis Stevenson hasta Emilio Salgari– para construir un relato
fantástico que, además, funciona como una historia ejemplar de piratas.
A principios del siglo XVIII, El Caribe era un lugar peligroso. El final
de la Guerra de Sucesión española había dejado sin empleo a muchos de
los antiguos corsarios británicos, quienes pronto enarbolaron la “Jolly
Roger” (la célebre bandera del cráneo y las tibias cruzadas sobre fondo
negro) para lanzarse a la piratería en la vertiente atlántica de
Centroamérica. En ese escenario transcurre la biografía de Antoine
Ducase, un personaje marcado, como ya es habitual en las obras de este
autor, por un destino adverso y la nostalgia de la infancia perdida (no
es casual que una cita de Peter Pan, paradigma de esa Arcadia de la
niñez, presida el libro). Durán estructura cuidadosamente el relato,
dosificando la información e intercalando cuentos breves que agregan
nuevos significados al tema central. Además, su dominio de la secuencia
permite, pese a la heterogeneidad de los materiales empleados, que la
historia se aproxime sin sobresaltos a un desenlace no por presentido
menos emocionante y en el que ronda ese otro gran protagonista de sus
historietas que es la muerte.
No hace mucho, Durán dijo hallarse a la busca de un público que le ayude
a terminar sus historias. Con esta monografía apuesta de nuevo por ello,
desmintiendo de paso a quienes predican el fin de la narración
tradicional. ¿Quién dudaría, a la vista de este Antoine de las
Tormentas, que ese final se encuentra, al menos por el momento, en
entredicho? |