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GRENDEL 

Grendel: Negro, Blanco y Rojo.

Guión: Matt Wagner. Dibujo: Varios Autores.
3 volúmenes. Rústica, 68 páginas. Bitono. 4,50 Euros.

Grendel: La hija del diablo

Guión: Diana Schultz. Dibujo: Tim Sale. Color: Teddy Kristiansen.
Rústica, 60 páginas. Color. 6 Euros.

Editorial: Astiberri Ediciones SL / Altercomics  |   Dirección editorial: Fernando Tarancón    |   Editor: Jesús Serrano    |   Redacción: Aptdo 485, 48080, Bilbao, www.astiberri.com

Título original: Devil's Child   |  Traducción: Lorenzo F. Díaz  |  Diseño de cubierta y rotulación: Raúl Sastre  |  Edición en rústica. 24 x 16,5 cm.   |   56 pp. (cada volumen)   |   b/n   |   6 €

ISBN : 84-95825-26-0   |    Depósito Legal: BI-153-03

[ Cubierta de la edición española © Tim Sale / Matt Wagner ]


EL DEMONIO DE LA PERVERSIDAD, comentario por Jorge García


Según los postulados de Michel Foucault, a lo largo de los siglos XVIII y XIX el delito se fue convirtiendo en patrimonio ideológico de la elite, hecho reflejado en el vasto universo literario de la literatura policíaca, donde los crímenes fueron siempre objeto de cálculo, gozosa esgrima mental para intelectuales. Algo de esto aún pervive en la fascinación que despiertan siniestros personajes como el doctor Hannibal Lecter o este Grendel, creación del historietista Matt Wagner.

En 1982 estaba en curso una tímida renovación del género de superhéroes cuyas convenciones fueron progresivamente reventadas en Marvelman y Daredevil, series hoy clásicas firmadas, respectivamente, por los británicos Alan Moore y Garry Leach, y el estadounidense Frank Miller.  Aún careciendo de la repercusión de sus compañeros de oficio, Matt Wagner, apenas un adolescente en aquel momento, puso su talento como narrador al servicio de tal movimiento haciendo de un arrogante villano el protagonista de sus primeros trabajos profesionales.

Adscrito a la tradición de los célebres malvados del folletín y las historietas de terror italianas (caso de Diabolik), y tomando el nombre de las sagas nórdicas, Grendel mantuvo la tradicional doble identidad y, por supuesto, el consabido disfraz, pero su creador lo distinguió con una ética nihilista y amoral, inusitada en el entorno maniqueo de los superhéroes y, para hacerlo aún más perversamente atractivo, lo dotó de una personalidad agradable y carismático, engalanándolo con el simbólico nombre de Hunter, el cazador.

A lo largo de los veinte años transcurridos desde entonces, de los que Norman Fernández realizó un extenso repaso en el catálogo de la exposición El año que fuimos Grendel, el creador de Mage ha mantenido una relación intermitente con el personaje, cediendo el concepto para que lo desarrollen otros autores, dando pie a excelentes seriales como Guerra de clanes de Darko Macan y Edvin Biuckovic, y haciéndolo objeto de sucesivas encarnaciones, apostando por la coralidad a la hora de estructurar sus propias historias, en las que fue ganando importancia, progresivamente, el reparto de secundarios, sumando nuevos matices de perversidad a los del propio protagonista.

Bajo el título de Grendel: Negro, Blanco y Rojo aparece ahora en España el penúltimo fruto de esta esquiva relación gracias a la modesta editorial vasca Astiberri. Los tres volúmenes de que consta la serie compilan un puñado de truculentas ficciones escritas por Wagner para un irregular elenco de dibujantes (les confieso, por cierto, mi debilidad por la meticulosa y elegante puesta en escena de Tim Sale) en las que el bitono –como ya ocurría en Devil’s Vagary, historieta dibujada por Dean Motter en 1987 y recogida posteriormente en uno de estos volúmenes- actúa como un recurso narrativo más.

Por encima del interés que puedan suscitar los irregulares argumentos, es en el capítulo narrativo donde esta obra revela toda su riqueza: sabia distribución del montaje paralelo, hábil uso de la elipsis, multiplicidad de voces en off, textos periodísticos usados para hacer avanzar la acción, prosa ilustrada, flashbacks e, incluso, la sinopsis de una biografía novelada, todo ello contribuye a construir esa atmósfera amenazante en la que parece que nadie, ni siquiera el propio Hunter Rose, escapa a las distintas categorías de la agresión.

Las aristas de esa misma atmósfera, acentuadas por la sabia dosificación de unos claustrofóbicos contrapicados, también se perciben en Grendel: la hija del diablo, una narración de Diana Schutz (a la sazón, editora y cuñada de Wagner) y el dibujante Tim Sale (eficazmente apoyado por el colorista Teddy Kristiansen) que cuenta la historia de uno de esos secundarios a cuya importancia hemos aludido líneas arriba y que tan cruciales suelen resultar en la resolución de las distintas tramas. Sirviéndose del recurso a la voz en off y un interesante mecanismo de elipsis y retrospecciones estilizadas por una composición en la que el diseño incorpora un valor añadido a la puesta en escena, volvemos a toparnos con ese universo tan particular que tanto éxito ha tenido entre cierto sector de la crítica.

Acaso la violencia que puebla el mundo de Grendel tenga alguna finalidad, tal vez ayude a conjurar nuestras propias pulsiones agresivas y a afirmarnos como comunidad frente a la intrusión del “Maligno”, como proponen Jordi Balló y Xavier Pérez en su ensayo La semilla inmortal. Sin embargo, en pleno siglo XXI, cuando parecíamos haber superado una concepción aristocrática de la sociedad, debería sorprender el interés por obras que deben tanto a una tradición elitista.

Para bien o para mal, Thomas de Quincey cabalga de nuevo.


[ © 2003 Jorge García, para Tebeosfera 030430. Tebeosfera recibe servicio de prensa de Astiberri ]