Los croatas Darko Macan y Danijel
Zezelj firman este crudo y conmovedor relato –poblado por seres
que pese a decir amar la vida no hacen nada por defenderla, y
repleto de presencias que transmutan aleatoriamente de cuerpo a
cuerpo, infestando corazones y devorando ojos– que se enmarca
dentro de la colección del sello Vertigo, The Sandman Presents.
Proyecto, de cadencia mensual basado en el desarrollo de los
trasuntos de personajes nacidos en la serie The Sandman.
Las narraciones se despliegan como miniseries, o números únicos,
firmados por diferentes autores. La colección se inauguró con The
Sandman Presents: Everithing You’ve Always Wanted to Know but You
Were Afraid to Ask, especial donde diferentes autores ilustran
relatos de Bill Willingham. Al que siguieron el relato en cuatro
episodios, Dead Boys Detectives, guión de Ed Brubaker, lápices de
Bryan Talbot, y tinta de Steve Leialoha; The Corinthian: Death in
Vence; y The Thessaliad, narración en cuatro entregas firmada por
Bill Willingham, Shawn Mcmanus y Andrew Pepoy. Hasta el momento
todos los trabajos cuentan con cubiertas de Dave McKean,
portadista de la serie primigenia.
Darko Macan es un magistral contador de historias. Algo que ha
demostrado no sólo en sus obras más personales –como Grendel
tales: Guerra de clanes– sino que también en aquellos trabajos que
él no duda en identificar como alimenticios –sus relatos para el
universo Star Wars–.
Venecia, 1920. Año y lugar donde convergen toda una serie de
personajes representativos tanto del periodo de entreguerras,
como, por extensión, de la historia de nuestra civilización,
basada en la opresión y la agresión al semejante. La obra guarda
muchos puntos comunes con la novela de Thomas Mann, Muerte en
Venecia; similitudes que van más allá del hecho de presentar un
universo de personajes, al borde del desmoronamiento físico y
emocional, en una urbe que al igual que su cultura se está
hundiendo, pues los intentos de remozarla –Comunismo / Fascismo–
son mezclas de las mismas cal y arena sociales que han demostrado
su ineficacia para construir un mundo justo.
El protagonista inicial es el alemán Stefan Wasserman –presentado
en la 3ª página del Sandman # 1– encarnación desde hace cuatro años
de The Corinthian, entidad creada por Sadman para dar muerte a los
sueños. Este espejo obscuro de la humanidad, decidió dejar las
tierras oníricas de The Dreaming, para caminar por el barro
terrenal, intentando perfeccionar sus habilidades asesinas. Lejos
están los tiempos en que Sandman se verá obligado a eliminarlo
para frenar sus desmanes. Su persecución a Charles Constantine
–soldado con el que compartió trinchera en el momento de su
advenimiento– es la búsqueda de su reverso en el espejo: si
Waserman pasó a convertirse en la encarnación del asesinato
fortuito, el antepasado de John Constantine encarnaría la vida
inane. Ambos son inoperantes en defender o ejecutar los principios
que defienden, tan sólo pueden esperar que ocurran.
Pero mientras que la Vida se mantiene estancada, confiando
inútilmente en que el futuro traerá algo mejor –los hijos del hoy
serán los difuntos, o muertos en vida, del mañana–; el Crimen
aprenderá nuevas formas, y logrará superarse. Si la Primera Guerra
Mundial fue presentada como el conflicto que acabaría con todas
las batallas, sus atrocidades fueron superadas por las de la
Segunda. A la pólvora la sustituyó el átomo,... el ántrax vendría
después. A la carnicería de la lucha de bayonetas, la sustituye la
cobardía del tiro en la nuca. Corinthian que comienza el relato
como mero instigador de muerte, acaba como ejecutor. Su proceso de
aprendizaje acarrea un continuo transmutar de cuerpos, carcasas
que presentan las cuencas de sus ojos vacías. Sabido es que los
ojos son el espejo del alma,... aunque a veces parezca mentira que
unos ojos bellos reflejen espíritus innobles. Tan sólo el desamor
se mantiene invariable, haciendo de cada beso una mentira, y
convirtiendo cada mentira en un asesinato de esperanzas. Y sin
esperanza, ¿qué nos queda?.
Odios enconados provocados por la casualidad de nacer a un lado u
otro de un canal; decorados ideológicos que ocultan enconos
ilógicos; amores desinteresados correspondidos con traiciones
interesadas;... ideas, temas y enfoques habituales en la ya
abultada trayectoria creativa de Macan, que son hábilmente
mezclados por un guionista convertido en hábil crupier que logra
hacer de cada barajado de sus viejas cartas, una nueva y
fascinante jugada. Una vez más, construye una historia soberbia,
cimentada en su pericia para definir rápidamente tanto personajes
como situaciones, recurriendo a diálogos ágiles –¿En qué lado
luchó?. / En el embarrado– y a escenarios expresivos –Venecia en
carnaval, un ambiente festivo que falsea la realidad–.
El dibujo de Daniel Zejelj es imponente. Apenas conocido por el
publico mayoritario, este artista –que pese a su juventud atesora
un gran número de obras engendradas en mercados tan diferentes
como el italiano, el francés o el norteamericano– parece llamado a
ser uno de los artistas que mayor renombre alcanzarán en el medio.
Su vinculación a Marvel, tanto en colecciones de mutantes como en
series limitadas –Captain America: Death Man Running, junto a
Macan – así parece presagiarlo. Una vez más, el paso a Marvel de
Alex Alonso ha resultado ser un acierto. Alonso, en su condición
de editor para el sello Vertigo, fue responsable de la
incorporación de Zejelj al mercado usa. Para más información sobre
Danijel os remitimos a la imprescindible entrevista realizada por
Norman Fernández para dentro de LA VIÑETA # 17.
Sus lápices realizan un dibujo realista, casi minimalista, basado
en un trazado sencillo y un entintado vigoroso, logrando que el
lector se centre en el relato de amor y muerte –temáticas
favoritas de Zejelj como escritor– y no se entretenga con la
belleza del dibujo. El enfoque humanista de la trama es ratificado
gráficamente por su seguridad a la hora de dibujar la forma
humana; el aspecto narrativo prima tanto en aquellas secuencias
desarrolladas sobre fondos planos, como en aquellas donde aparece
una detallada descripción de vestuarios y ambientes. Su acertada
composición de las escenas, tanto de acción como las dialogadas,
presenta a los personajes en situaciones nada forzadas narradas
desde perspectivas y planos cambiantes.
De otro lado, movimientos tan variados como el Expresionismo
Alemán o el Surrealismo Francés tienen eco en las portadas de Dave
Mckean, que ofrecen un impresionante homenaje a los trabajos
litográficos de los cartelistas de la época en que está ambientada
la historia.
Siempre hay necesidad de buenas historias. Al igual que la obra se
cierra con un tenue canto a la esperanza, en la figura del
matrimonio que anhela esperanzado el nacimiento de su primer hijo,
confiemos en que Macan y Zejelj sigan contándonos relatos que nos
conmueven y entretienen como pocos. |