Sabido es
que no es bueno que el hombre esté solo. Aforismo que se puede trasladar
a todos los héroes, paladines y pusilánimes que navegan por las aguas
creativas de ese océano de libertad que es el soñar historias. De las
tragedias clásicas de Esquilo a las aventuras fantásticas de Julio Verne,
son innumerables los ejemplos de encuentros entre personajes que se
sumergen en una misma realidad ficticia. El mar de la historieta nunca
ha sido ajeno a esta corriente creativa, que si bien no ha bañado
frecuentemente los puertos patrios, sí que es toda una institución con
nombre propio, crossover, en el cómic generalista norteamericano.
Lo que comenzó como un encuentro casual, y lógico, entre personajes que
convivían en el mismo piélago tebeístico, no tardó en convertirse en una
recalada habitual, practicada repetidamente en dársenas específicas como
las cabeceras clásicas de DC Comics (All Star Comics, World Finest
Comics,...) o la más reciente Spider-Man Team Up, de Marvel
Comics. Siendo practica común el que personajes reales tan variados como
Muhammed Alí o Boris Karloff se enrolasen en estas travesías irreales.
De la navegación a vela, impulsada por los vientos de la inspiración, se
pasó a la singladura a vapor, avivada por el carbón de la ambición
industrial. La saturación de topetazos casuales entre barcos de una
misma flota creativa, llevó al desarrollo de un nuevo carguero impulsado
por el fuel de la desmesura: el cruce entre embarcaciones de diferentes
editores. Un más de lo mismo que se vio muchas veces lastrado
creativamente por las rencillas entre armadores.
Lo infrecuente, se convirtió en machacón en los años noventa. Y la
saturación de situaciones improbables, como los repetitivos encuentros
de Tarzan o Superman con "aliens" y "terminators", se tradujo en
desinterés y desgana del aficionado respecto a las historias que
recogían estos lances, cuya publicación suele ser percibida por el
lector como chapapote que viene a emponzoñar las ya de por sí desoladas
costas de las librerías especializadas. Al igual que la catástrofe del
Prestige no nos llevará a abandonar el consumo de fuel, el que algún
cruce editorial nos produjera urticaria, no tiene que llevarnos a
renegar de ellos, pues tal medida acarrearía perdernos pequeñas joyas
como este Superman / Tarzan: Sons of the Jungle.
Lo que convierte en atractiva a esta historia (publicada originariamente
como una miniserie de tres entregas y recopilada en un prestigio, que
reproduce el original de Jason Pearson para la cubierta, y las portadas
de Humberto Ramos para la miniserie) no es lo novedoso de su
planteamiento. Cercanos a cumplir los 90 y 10 años, ambos personajes
acumulan todo un guardarropa editorial que puede suplir cualquier
colección, independientemente de la tendencia imperante. Lo que hace de
la lectura de Sons of the Jungle un auténtico placer es la
gracia, habilidad y sencillez con la que nos es contada la historia. Al
estar enmarcada la miniserie dentro del sello Elseworlds, que agrupa
trasuntos alternativos protagonizados por personajes de la editorial DC
Comics, tanto guionista como dibujante no se ven limitados por la férrea
dictadura de la narración continuada. No es que Tarzan y Superman
intercambien sus papeles, sino que más bien nos aparece un nuevo
personaje: un Superman / Tarzan que es a la vez El último hijo de
Kripton y El señor de los monos.
El matrimonio Greystoke ve como una señal divina, la caída la nave
espacial que contiene a un infante Kal-El, les libra de una muerte
segura a manos de una supersticiosa tripulación amotinada. Este capricho
del destino hace que la jungla africana cambie de candidato al trono de
Rey de la Jungla, e Inglaterra cuente con otro inútil, al que las
rapacerías de sus ancestros confieren la categoría de noble. En la
confección de la historia se irán hilvanando retales de la realidad
autorizada de los personajes (desde unas crujientes Lois y Jane, a las
míticas ciudades de Metrópolis y Opar) con reinterpretaciones de otros
elementos, como la no tan fraternal relación de Tarzan con los simios.
El desenlace del relato es consecuente tanto con lo narrado en las 80
páginas que componen la historia, como con las toneladas de papel que
conforman la historia de los personajes.
El trabajo de Chuck Dixon puede sorprender a más de un lector, cuyas
referencias sean sus interesantes guiones para El Castigador y Conan, o
su fallida experiencia en la serie Marvel Knights. Superman /
Tarzan... aúna su conocida valía para narrar aventuras en su estado
más puro, con su pericia para acercarse al lado más humano de los
personajes, aunque esto conlleve aparcar su componente heroico, u
obligarlos a compartir protagonismo con su galería de secundarios.
Desgraciadamente, las inmensas lagunas, tal vez sería más correcto
hablar de océanos, que presenta la edición de tebeos de la DC en
español, hacen que su fructífera carrera en esta editorial nos sea casi
desconocida. Por otro lado, Carlos Meglia ratifica esa excelencia
gráfica que ya nos había maravillado en el puñado de trabajos por él
firmados que han visto la luz entre nosotros. Excelencia que le llevó a
desarrollar del número 603 al 605 de la serie Superman; un tebeo
con formato prestige, coloreado por su esposa; y una miniserie
centrada en la figura de Lois Lane.
Dixon y Meglia firman un convincente relato sobre la urgencia de
desarrollar la autoestima y la individualidad, como requisito para que
toda persona alcance su propia identidad. No estamos ante una nueva
narración de las gestas de los suprahumanos que dan título a la obra (es
más, son sus compañeras las que se muestran más resolutivas en el
aspecto belicoso), sino que asistimos a un discurso sobre la necesidad
de encontrar nuestro lugar en el mundo, aunque esto conlleve alejarnos
de la seguridad de nuestra manada, o renunciar a los privilegios de
nuestro abolengo. Es esta reflexión sobre la necesidad de desarrollar
los rasgos que nos convierten en individuos, antes que en
contribuyentes, lo que engrandece la obra. Tanto Superman como Tarzan
darán, en el futuro, incontables muestras de su capacidad de solidaridad
y sacrificio por el bien común, pero antes necesitan definir su
individualidad. En una época en la que la autoestima, la seguridad de
ideas y la confianza en nuestras capacidades, son vistas como jactancias
por aquellos a los que el servilismo ajeno da fuerza y poder, y como
aturdimientos por los que prefieren el vacío del nosotros a la plenitud
del yo, reconfortan meditaciones como ésta, sobre la soledad e
incomprensión de aquellos que pudiendo ser dioses prefieren ser hombres.
Esa búsqueda de una identidad propia se plasma en lo narrativo. Dixon
articula la historia con una gratificante economía de medios. Elude toda
referencia al proceso formativo de los héroes, librándonos de escenas
protagonizadas por un "Supertarzanboy" que habrían hecho las delicias de
cualquier émulo de Disney. Dixon distribuye hábilmente la acción, tanto
a lo largo de cada entrega como dentro del conjunto de la miniserie,
articulada por una sucesión de clímax muy en la línea del espíritu del
¿continuará? que impregna la serie. Usa el lenguaje no sólo para marcar
y definir situaciones, sino que para hacernos partícipes de la angustia
vital que inunda a los personajes. En su discurso sabe darle al dibujo
la importancia debida, confiando en su compañero la narración de escenas
mudas, y librándonos de la redundancia de los pies de apoyo.
Meglia desarrolla un dibujo que maravilla por su expresionismo. Alejado
de la senda del realismo / naturalismo, trazada por Alex Raymond y que
tan bien recorrieron creadores como Burne Hogarth o Igor Kordey, su
trazo se despoja de todo lastre realista. Su dibujo es tan desmesurado
como los héroes que protagonizan la historia, su trazo es tan extremo
como los sentimientos que plasma, sus contornos son tan gráciles como
esas mujeres que pinta. Su uso de viñetas-secuencia con fragmentos
realzados como primeros planos, supone un ahorro narrativo que le
permite darle un desarrollo acompasado al discurso.
En una época en la que tras el espejismo de la libertad de la sociedad
de la información, subyace la dictadura del pensamiento único; en la que
lo diferente es extraño, y lo extraño es peligroso; en la que los
soñadores son unos vagos, y este mundo no esta hecho para vagos; es algo
gratificante encontrarnos con esta defensa de la búsqueda de los que nos
hace diferentes dentro de una relación entre iguale,. Te invito a
disfrutarla. |