Más allá de las innegables connotaciones cómicas de la mencionada cita,
hay que reconocer que quizás no le falte su parte de razón al bueno de
Woody. La suciedad es uno de los elementos inherentes al acto sexual,
pero no el único.
El sexo puede ser
instintivo, necesario, placentero... y en última instancia divertido,
aspecto fundamental que a veces se deja a un lado en ciertas
representaciones artísticas de uno de nuestros comportamientos humanos
favoritos. Claro que es tan difícil encontrar dos definiciones del
término diversión que coincidan como lo es hallar dos copos de nieve
idénticos.
Colleen Coover es
consciente de esa carencia y haciendo uso de sus modestas armas (hace
tiempo que los comic books dejaron de ser un medio para acercarse al
gran público) intenta potenciar el aspecto lúdico de un género, el
erótico, bastante dado a ofrecer historias de valor meramente funcional,
y no creo que sea necesario explicar en qué consiste dicha
funcionalidad.
Pero el reto que
afronta Colleen no termina ahí, sino que además se propone realizar un
tebeo para adultos que guste por igual a ambos sexos, lo cual en estos
tiempos se antoja como una acuciante necesidad. El hecho de que tenga
que ser precisamente una mujer la encargada de acometer semejante tarea
podría dar lugar a un jugoso (e interminable) debate que, no obstante,
escapa a la finalidad de esta reseña.
La puesta en práctica
de dichos planteamientos ha dado lugar a un comic book llamado Small
Favors plagado de virtudes (y también defectos, sí) que supone un
soplo de aire fresco para las estancadas aguas del cómic erótico.
Small Favors
cuenta con un sencillo y a la vez ingenioso argumento que sirve como
pretexto para narrar multitud de anécdotas a caballo entre lo cómico y
lo puramente sexual. A saber: Annie es una joven de aspecto ligeramente
masculino dotada con una libido desbordante que le lleva a practicar una
intensa actividad masturbatoria, así como a desarrollar fantasías
sexuales en las que siempre se ve implicada alguna bella muchacha. Un
día, Annie es tragada por la tierra (literalmente) y da con sus huesos
en un habitáculo subterráneo donde le esperan la Reina de Su Conciencia
y sus guardias de elite. La Reina le comunica que debido a su impúdico
comportamiento se ve obligada a asignarle una agente, Nibbil, que vigile
la pureza de sus actos. El problema es que Nibbil resulta ser una
cándida chica de frondosa melena rubia (y no más de 25 centímetros de
estatura) que se siente atraída por Annie desde el primer momento, así
que los planes de la Reina se ven irremediablemente trastocados.
A través de las
historias narradas en la serie somos testigos de la llegada de Nibbil a
la casa de Annie, de sus poderes para aumentar de tamaño, de los juegos
que ambas practican juntas, etcétera... un delicioso menú que contiene a
partes desiguales sexo y comedia, y que, debido a su rápido consumo,
puede dejar insatisfecho a los paladares más exigentes.
Dejémoslo claro, el
punto fuerte de Small Favors radica en su preciosista dibujo. La
influencia de autores como Jaime Hernández se hace más que patente
viñeta a viñeta deleitando al lector con una notable economía de trazos
y un uso acertado de blancos y negros. Además, la calidad de los lápices
crece a ojos vista (especialmente a partir del número tres) puliendo la
tosquedad inicial
a la hora
de plasmar rostros y evolucionando hacía un acentuado estilo cartoon
que
confiere a la obra cierto grado de perversidad que resulta de
agradecer.
El guión es harina de
otro costal.
Por una parte, nos
encontramos con unas historias sembradas de humor e ingenuidad hasta tal
punto que, haciendo uso de la imaginación, si sustituimos la temática
sexual de las mismas por cualquier otra no desentonarían para nada en un
cómic infantil al uso.
Los argumentos giran en
torno a situaciones de escasa complejidad (Annie está preparando la
comida y Nibbil le importuna, Nibbil piensa en los regalos que le
gustaría recibir por su cumpleaños...) y se resuelven con la máxima
sencillez, incluso en una única página, transmitiendo la sensación de
que las protagonistas disfrutan en todo momento y haciendo partícipe al
lector de ello.
Aunque suene poco ocurrente, y tal vez
ridículo, podríamos etiquetar a Small Favors como un cómic
feliz. La misma felicidad que Nibbil manifiesta cuando, con
estrellitas en los ojos, exclama: “Oh... ¡¡¡Ella piensa que soy
bonita!!!”
Sin embargo, este
pretendido espíritu naif puede jugar en contra del cómic al exigir una
complicidad en su lectura de la que quizás algunos no participen. Y es
que sus páginas se disfrutan con tanta rapidez como se olvidan, y,
aunque resulte un tanto paradójico en este caso, uno echa a faltar algo
más de cuerpo entre viñetas.
Ahora bien, ¿es
Small Favors un tebeo de autor o una obra de consumo? Una pregunta
de difícil respuesta, siendo fácil encontrar argumentos que defiendan
cualquiera de las dos opciones. De lo que no hay duda es que se trata de
una serie espléndidamente dibujada, inteligentemente concebida,
destinada a cubrir un hueco en la industria que resulta, por qué no
decirlo, sangrante, y, ante todo y sobre todo, divertida. Muy divertida.
Un consejo: no le
perdáis la pista al trabajo de Colleen Coover. Intuyo que en un futuro
no muy lejano nos deparará más de una grata sorpresa. Y si os apetece
introduciros en su universo de chicas bonitas, personajes de cuento de
hadas y sano escapismo, nada mejor que conseguir ahora mismo el tomo que
recopila los primeros números de su obra principal. Seguro que en cuanto
tengáis a Annie y Nibbil rondando por vuestro cuarto agradeceréis el
consejo. |