«El Universo no es Orden. El Universo es Caos. El Orden es una
convención. Un código de barras impreso en el Caos y no su
producto...»
El
matemático y filósofo soviético P.D. Ouspenski, discípulo de
Gurdjieff, en su obra Tertium Organun mantiene que un punto
no tiene dimensial alguna, pero si se lo desplaza en una dirección
que no esté contenida en sí mismo, deja un rastro en el espacio
que conforma una línea, unidimensional. Si esta línea, a su vez,
se mueve en una dirección no contenida en sí misma, el rastro
dejado sería un plano, bidimensional. El plano, a su vez, al salir
de si mismo produciría un sólido de tres dimensiones. ¿Cómo sería
entonces la cuarta dimensión? Seria una “región” consecuencia de
un sólido que se mueve en una dirección que no esta contenida en
sí mismo, formando un hipersólido (lo que ha dado en llamar
teseracto). Algunos físicos, como Albert Einstein, han entendido
al tiempo como la cuarta dimensión, tomándolo como una más entre
las dimensiones espaciales.
Por
ser seres tridimensionales, nuestros sentidos únicamente consiguen
percibir las tres dimensiones, y en cuanto al tiempo... sólo
podemos elucubrar qué es. O, parafraseando a San Agustín: «¿El
tiempo? Ah, el tiempo. Si no me preguntas, sé lo que es. Pero si
me preguntas, no lo sé...»
Estos y otros cuestionamientos podemos hacérnoslos y tratar de
responderlos mediante un instrumento inusual: un tebeo, el que el
autor inglés Alan Moore pergeñó y que sin duda pudo ser su más
ambicioso proyecto, Big Numbers, el cual pasa por ser su
opus magnum a nuestro parecer.
Como siempre había procedido con sus minuciosos guiones, para
Big Numbers Alan Moore creó una suerte de mapa de cada uno de
los cuarenta personajes que participaban en la obra sobre una gran
plancha de papel que dividió en cuarenta
tiras y en doce
columnas, hasta distinguir un total de 480 celdillas en las que
estaría distribuida la vida de cada uno de los personajes a lo
largo de los doce números de que constaría la serie inicialmente.
Estaba plagado de apuntes hechos en letra menuda, casi ilegible,
garabatos incomprensibles, casi criptografía, y acompañó todo con
dibujitos que formaban una especie de story board conducido
por los retratos de cada personajes de la obra.
Uno de ellos es un
profesor de Historia, que nos brinda el punto de vista histórico
sobre la localidad en la que se desarrolla la historia; otro
personaje, de color, que
piensa ser un nativo de
Neptuno,
nos brinda una mirada social sobre el entorno; otro... el resto,
cualquiera de ellos, estarían ahí por una razón u otra, y todo lo
que estuviera ahí sería relevante. El autor se concentró en
mostrarnos a través de sus personajes segmentos de la población
raramente representados en las obras de ficción, como la tercera
edad y la infancia, casi siempre relegados en pro de los “más
jóvenes”, tanto en televisión, como en cine como en los libros,
porque el autor quería trabajar en esta ocasión con gente real, de
verdad.
Moore deseó, con Big Numbers, bucear en los rudimentos de
una visión fractal de la sociedad a través de la historia de
cuarenta personajes que viven en una misma ciudad del interior de
Inglaterra, Hamptonshire (¿Northampton?), y del impacto que sobre
su convivencia tiene la construcción de un gigantesco centro
comercial en el corazón de la urbe. Verdaderos tótemes del
capitalismo, templos del consumismo obsesivo, esos asépticos y
paradisíacos mastodontes de cemento, acero,
vidrio y plástico despiertan
sentimientos ambiguos: lo que tienen de atractivo por generar una
felicidad artificial lo tienen de repugnante en su banalidad
plástica (como las globalizadas hamburgueserías, cuyos productos
tienen el mismo gustro transgénico en un restaurante de Shangai
que en una feria de Berlín).
Es
la vida mundana –o al menos una fracción de la misma- de este
enorme elenco de personajes, y su interacción, desencuentros y
distintas localizaciones, lo que Moore quería explorar. Con ello
podría haber elaborado como una obra en prosa para el
mainstream al uso de como hizo en Voice of the Fire.
Pero, no, quiso introduccir las teorías de fractales y del caos en
los cómics.
Mas, ¿qué es la teoría del caos? ¿Y la matemática fractal?
La
Teoría del Caos llegó al público mayoritario a través de una obra
del científico James Gleick y podríamos resumirla con la frase:
"cuando una mariposa bate sus alas en Brasil, hace llover en la
China ". Traducido: dado un sistema dinámico, cualquier mínima
alteración en sus condiciones iniciales, puede producir
imprevisibles e inmensas alteraciones en las condiciones finales.
De un modo más simple: Si se apunta un arma para alcanzar un
blanco a diez metros de distancia, un error milimétrico en el
punto de mira hará que la bala disparada impacte fuera del centro
del objetivo con toda seguridad. Cuanto menos calibrado esté el
punto de mira, más se alterará la trayectoria del proyectil.
Con
respecto a los fractales, se trata básicamente de una nueva
ciencia que trasciende las limitaciones filosóficas, científicas,
religiosas, económicas... y viene a establecer una nueva forma de
entender el mundo. En una entrevista publicada en la extinta
revista Deadline, en el número 17, el mismo Bill
Sienkiewicz, pareja de Moore en este grandioso proyecto, intentó
explicar lo que son los fractales:
«Los fractales suponen un reto para comprender que existe un
ritmo y una fórmula para el caos; que existe un orden en él. Si
tienes un patrón de onda cerebral que es rítmica y otra que es
caótica, ¿cuál preferiría? Presumo que, a primera vista, la
primera. Mas si pensarámos correctamente, la caótica sería la
mejor elección. Porque la mente y la memoria son estructuras
fractales por excelencia; no siguen una línea recta, un orden
aparente, una secuencia... Por ejemplo, cuando se piensa la
primera vez que se sostuvo un cigarrillo entre los dedos, pudo
ser en un partido de fútbol al que asistió, y eso le remite a un
día lluvioso, y después le recuerda un accidente que presenció
cuando tenía trece años... Y así va, de asociación en
asociación, de forma lógica o no. La cosa no funciona, digamos,
bajo control, cronológicamente, ordenadamente. Va a saltos, y
para esto, para que nuestra mente trabaje así, es preciso que
exista el caos y, simultaneamente, alguna especie de orden. El
corazón y los pulmones son rítmicos pero la mente es caótica. Y
cuando nos tomamos algo, como cocaína, la mente comienza a
funcionar de forma rítmica y el sistema cardiorespiratorio vira
hacia el caos... Todo se vuelve del revés. Y de esto es de lo
que tratamos en Big Numbers.
»La historieta se estructura como una narración en la que por
más que las cosas se modifiquen, siguen siendo igual. Tenemos
cuarenta personajes, cada uno con su historia personal y con la
pretensión de que cada individuo importe al lector por sí mismo,
pese a que al mismo tiempo la historia central mantenga el foco
de atención principal. Después de haber terminado mi libro de
cómics Stray Toasters, ahora quiero que los lectores
abracen la vida como algo positivo y no como algo que se esté
desintegrando irremediablemente. Que se den cuenta de que todo
es cuestión de conexión, de vinculación entre nosotros... Yo
realmente amo a la gente.»
La
geometría fractal, creada por el matemático francés Benoit
Mandelbrot –de ahí el hombre inicial que iba a llevar la obra,
The Mandelbrot Set–, se hizo famoso por los gráficos que creó
para representar los fenómenos caóticos, los fractales. Esos
gráficos, en su mayor parte muy bellos, tienen una curiosa
característica: cuando ampliamos un fragmento de lo representado,
se revela muy parecido a la imagen mayor de procedencia, pero con
más detalles, con más información. Otra característica de los
fractales consiste en que la variación de un simple dato altera
todo el sistema. Se trata de la dependencia sensible a las
condiciones iniciales, o Efecto Mariposa, de nuevo.
Big
Numbers
podría ser perfectamente una narración mainstream en el
sentido en que sería una obra “desgeneralizada”, como el propio
Moore la describió en varias entrevistas. Pero no sería una obra
solamente sobre la desolación y la desesperanza. También contiene
mucho humor, como ocurre en la vida real. Moore trataba de ser
sincero con la comunidad que había creado. Era consciente de la
dureza en que vivían pero no deseaba convertirla en algo opresivo,
que la desazón fuera intrínseca al ambiente o que la obra versara
únicamente sobre eso. Todos los personajes tendrían su propia
historia desarrollada en algunos de los doce números de la serie.
Algunos de ellos se irían “para abajo” y otros llegarían “a la
cima”, pero el tono general pretendía ser optimisma. Si se observa
el lado más cruel de la existencia, con todas sus implicaciones, y
aún así se logra mantener el equilibrio y el optimismo, entonces
éste adquiere un gran valor por sí mismo. Y es esto lo que se
pretende mostrar en Big Numbers.
En
un principio, al abordar los dos números publicados de la obra,
esos personajes pueden parecernos desconectados entre sí desde un
punto de vista general, si nos ceñimos a los objetivos comunes,
pues como escribió Karl Marx «todas nuestras instituciones
sociales están condicionadas por la interdependencia establecida
entre personajes totalmente diferentes unos de otros». Hay mucho
de verdad en esta concepción, pero no es “la verdad”. Todo es
mucho más complejo. Las personajes intentan, en efecto,
vincularse, pero se integran en distintos niveles. A medida que la
historia de Big Numbers se va desenvolviendo iríamos viendo
que esa interacción también es a su manera una desconexión,
aislamiento, soledad... Como en la vida.
En
el primer número de Big Numbers se nos presenta la
comunidad en su fragilidad, compuesta de pequeños fragmentos. Está
Healdie, un tipo terriblemente depresivo. Después, su hijo, que
demuestra de forma inequívoca amor, atención y cariño por su
padre. Con pequeños elementos como estos se van construyendo
variadas dimensiones humanas hasta llegar al personaje principal,
Christine Gathercole, que vuelve a casa después de una década para
intentar reconstruir una serie de relaciones que rompió mucho
tiempo atrás. A través de ella, o de modo ajeno a ella, se nos van
mostrando los traumas de personas que no lograron cumplir sus
deseos, matrimonios rotos, dementes drogados, parejas a punto de
entrar en crisis...
No
pretende ser una visión desesperanzada tanto como un retrato de la
fragilidad de una comunidad humana y sus relaciones, de repente
eclipsadas por la negra sombra de un gigantesco e inhumano centro
comercial, que representa el materialismo económico de forma
amenazadora y cruel. Este sería el tema central de la obra. No se
trata de la nave leviatánica de Galactus que se alza amenazadora
sobre Nueva York para destruirlo todo a menos que Los Vengadores
vengan al rescate, pero podría ser algo tan dinámico y excitante
como eso. Pero menos ridículo. Fue el propio autor quien lo
explicó, en una extensa entrevista concedida a la revista
estadounidense The Comics Journal –números 138, 139 y 140:
«Todo esto, claro, constituye una reflexión de lo que ocurre a
escala global, cotidianamente, con todo puesto boca abajo.
Guerras, hambre, corrupción... Lo mismo pasa con la vida de las
personas: relaciones que se deshacen, situaciones económicas que
se desmoronan, empleos que se pierden, vidas, carreras,
felicidad... La gente vive compulsivamente en un flujo constante
que amenaza con tornar sus vidas miserables y solitarias. Quiero
mostrar ese flujo y esa soledad, y tratar de extraer algo
mínimamente positivo de ese estado de las cosas. Y la matemática
del caos viene al caso como metáfora. Trato de explicarlo todo a
través de la ciencia de la turbulencia y del caos.
»En conclusión, construyo la obra lidiando con personajes
complejos y
tetradimensionales, que ríen y que lloran, que
nunca son completamente felices -¿quién lo es?- algo que el
cómic suele eludir en aras de la “claridad”. Si no puede ser
descrito con treinta y cinco palabras, un personaje “al estilo
Marvel” no será un buen personaje a la postre. Esto es la
antítesis de lo que estamos haciendo. Cuando el lector llegue al
final de la serie no será capaz de describir totalmente a
ninguno de los personajes de la obra. Hay personas que conozco
desde hace veinte años y aún no consigo describirlas
completamente.
»Estoy tentado de llevar esto a cabo en Big Numbers sin
usar globos de pensamiento ni cartelas, solamente con lo que los
personajes hacen y dicen. Con ello pido a los lectores que se
relacionen con los personajes como si se los hubiesen encontrado
por casualidad y pudieran pensar cualquier cosa de ellos
inicialmente... A medida que voy articulando y mostrando
lentamente la interacción entre ellos, la red de conexiones que
se va formando por los actos y palabras de cada uno hará que los
lectores vayan mejorando la percepción que de ellos tienen de
forma inconsciente. Los personajes que apreciaban de entrada se
revelarán monstruosos cuando los conozcan “verdaderamente”, así
como puede ocurrir lo contrario, a medida que se vayan
abstrayendo de la singularidad de cada uno y observando la
panorámica general, el “todo”. Es como mi experiencia de la
vida.
»Podrá parecer extraño o entrecortado en ocasiones [el
discurso], porque no pretendo guiar al lector, ni atar todos los
cabos sueltos que queden aquí o allá. Algunas cosas dejo que
rueden por sí solas, pero de una manera estructurada. Suena
contradictorio: ordenar el desorden. Pero es ese mi desafío.
Personalidades desordenadas, vidas desordenadas,
sociedad desordenada... Intentaré mostrar todo este desorden en
su plenitud y, al mismo tiempo, sugerir a través de esta red
enmarañada un nuevo modo de entender el concepto del desorden.
»Todo esto parece enormemente vago, nebuloso, pero si se pudiese
resumir en pocas palabras no precisaría escribir y planificar
las casi quinientas páginas de Big Numbers.»
Big
Numbers
fue un proyecto independiente de la entonces recién creada
editorial Mad Love, de Alan Moore y su entonces esposa Phyllis,
mas no pasó del segundo número, por desgracia. Ni la editorial
logró superar las inmensas dificuldades financieras ni el artista
Bill Sienkiewicz consiguió mantener su entereza frente a la gran
presión que el proyecto le exigía. Antes de dejarlo todo de lado,
le pasó el timón a su pupilo Al Columbia, pero también éste
zozobró, destruyendo en el empeño algunos originales... y Big
Numbers naufragó, para lástima de lectores ansiosos a la
espera de esta obra.
Aún
tenemos esperanza de que Alan Moore recarge sus baterías y piense
nuevamente en volver a este impar proyecto. |