El
agente Graves es un hombre poderoso. Perteneció a un grupo llamado los
milicianos que trabajaba para una organización secreta conocida como el
Trust, una sociedad por encima de la ley capaz de cambiar el curso de la
historia de América. Los milicianos eran su brazo ejecutor, la pluma con
la que se escribía el presente, de hecho, lo hicieron muchas veces, hasta
que un día Graves dijo no. Entonces, El Trust decidió eliminarlos de la
ecuación y provocó sus muertes. O eso parecía, porque al menos Graves
sobrevivió.
Este es el punto de partida de la particular guerra entre el agente
Graves, como parte de los milicianos, y el señor Shepherd, del lado del
Trust. A su alrededor, giran otros personajes, de uno y otro bando, el
frío Cole, el psicópata Lono, la despiadada Megan, el torturado Benito y
la impulsiva Dizzy, entre otros. Sin embargo, la verdadera naturaleza del
Trust y los planes de Graves siguen sin estar del todo claros.
Tengo mis propias teorías, por supuesto, pero serían sólo eso, teorías.
Brian Azzarello, guionista de la colección, ha urdido una intrigante trama
de conspiraciones y la ha diseminado dentro de otras historias, como si de
un rompecabezas se tratara, donde detrás de cada personaje, por
intrascendente que parezca, o incluso al volver la página, puede
encontrarse otra pieza que nos acerque más a la solución del enigma.
Hay que estar atentos, pues la persona que vemos disparar a un
helicóptero, a través de la ventana de una oficina, mientras dos
individuos conversan en ella, quizás tenga algo que decir unos episodios
más adelante, o que dentro de un restaurante, un personaje conocido se
cruce por delante de la viñeta. Las coincidencias llegan a bordear, en ocasiones, el límite de lo
creíble, ¿Qué posibilidades hay de que quien roba a Lono en Miami sea el
primo de Loop? ¿ De que Loop sea el hijo de un antiguo miliciano? ¿De que
el agente Graves le proporcione a éste motivos para matar a su padre? ¿Y
de que esto provoque un enfrentamiento entre Loop y Lono, cuando el primo
de aquél huya a Philadephia con el dinero? Mas o menos las mismas de que
te toque el Supercupón Fin de Semana, pero ¿qué más da?, eso no te quita
el placer añadido de ver como los pequeños detalles se entretejen en una
historia mayor.
Desde luego, los argumentos conspiratorios constituyen una baza eficaz
para mantener la expectación del lector y conseguir su interés ( ahí
tenemos, en el medio televisivo, a Expediente X) . Pero se trata de
un arma de doble filo, pues si no es llevado inteligentemente, cosa que no
ha sucedido por el momento en 100 balas, puede volverse en contra
del guionista. Dos son los peligros que corre. Primero, no poseer la suficiente
habilidad para dosificar la trama de forma conveniente, o terminar
generando pistas contradictorias. Por otro lado, una resolución demasiado
simple podría no estar a la altura del misterio creado. Así que si tuviera
que recomendar este cómic, me cuidaría mucho de hacerlo por su
trepidante y compleja trama principal.
El
agente Graves también es un hombre extraño. Le gusta probar a la gente,
ver de qué pasta están hechos, averiguar hasta dónde son capaces de llegar
, si se les presenta la ocasión. Para ello, se sirve de maletines
especiales y puede que uno de estos días se te acerque con la siguiente
proposición, o una similar: «Mire, ¿Conoce a estos hombres? Mataron a su
familia. Dentro del maletín hay pruebas irrefutables de que digo la
verdad. En el maletín también hay una pistola y cien balas. Todo
ilocalizable, todo suyo. Haga con ello lo que quiera. Si actúa siguiendo
esta información tendrá carta blanca, ninguna fuerza del orden podrá
hacerle nada.»
Esta interesante propuesta actúa como catalizador de las historias de
otros personajes más humanos, más reales. Por las páginas de este cómic
pasan ex convictos, dueños de bares, timadores, vendedores de helados,
camareras, periodistas caídos en desgracia, matones, camellos o
drogadictos. Perdedores, en definitiva. Todos tendrán la oportunidad, pero
cada uno de ellos, atendiendo a su personalidad y a su entorno,
reaccionará de manera diferente, y por tanto, el destino que les espera
será también distinto.
Es
esta una de las mejores cualidades de “100 balas”, y donde reside gran
parte de su encanto, dejando aparte las conspiraciones . Brian Azzarello
se toma su tiempo en definir personajes, en describir la vida que llevan.
Y lo hace de una manera muy cinematográfica, privándonos de los
pensamientos de los protagonistas, a los que conoceremos a través de sus
acciones y conversaciones, con unos excelentes y afilados diálogos (
«Vienes por la misma razón que todo el mundo. Eres infeliz», «Bueno, ya
sabes lo que dicen de la gente infeliz, nena. Hay que serlo para verlo
¿eh?»). Tampoco usa textos de apoyo, ni siquiera para situar la
narración, que bien podría transcurrir en Chicago, Detroit, París, Miami,
o quizás en ese callejón que hay cerca de tu casa. Se permite, eso sí, la
voz en off, algo muy propio del género negro.
No
podemos dejar de mencionar a Eduardo Risso, el dibujante, cuyo dibujo
grotesco y, en ciertas ocasiones rozando la caricatura, resulta chocante
al principio, pero, pasados unos episodios, cuesta imaginar a 100 balas
sin su particular estética. Risso usa las sombras y el silueteado con
profusión, quizás no muy acertadamente en los primeros números, pero
mejora mes a mes, así como la calidad del trazo. Todo esto viene
acompañado de un color en el que predominan los tonos apagados. El punto
fuerte del dibujo, sin embargo, está en la narrativa. Al carecer de textos
de apoyo, la forma de colocar las viñetas se convierte en algo fundamental
, y no resulta fácil, hay que saber hacerlo. Risso nos brinda, además,
imágenes realmente ingeniosas, como una bola de billar dirigida a una mano
que sostiene un arma, visto en el reflejo de unas gafas de sol, o el
resultado de una jugada, donde percibimos a las personas que apuestan
desde dentro del dado a través de los puntos negros de una de sus caras.
También hay lugar para la poesía, como la resolución de un duelo con
pistolas mediante una mujer que derrama una lágrima desde el coche donde
lo ha presenciado.
100 balas
tiene además otra virtud, que es la de gustar, con elementos suficientes y
calidad para ello, a lectores que no estén demasiado interesados en el
género. Y es que, resulta tan difícil decir algo negativo de este cómic... |