Inhumans,
a pesar de los personajes y de ser editada por Marvel, esta serie
limitada centrada en la extraña raza surgida de los cómics de Los 4
Fantásticos, y en particular en la familia real que dirige sus
destinos, no es un tebeo Marvel. El detallista y épico dibujo de
Ladronn, el singular coloreado, así como el peculiar tratamiento que de
los protagonistas hacen Pacheco y Marín, acerca más el relato al álbum
europeo que a otras historias de La Casa de las Ideas.
El
primer acto nos presenta a una raza temerosa, escondida y aislada. Las
viñetas panorámicas que en posteriores episodios reflejarán batallas
espaciales, peleas multitudinarias o celebraciones de importancia
interplanetaria, nos muestran
en estas primeras páginas la soledad de unos gobernantes que no
saben muy bien cómo proteger a su pueblo de unos humanos que no los
aceptan.
En
esta tesitura aparece Dios, en la forma de
Ronan el Acusador, y les revela a los Inhumanos su origen, su
relación con los Kree, y el sentido de su existencia. Pero Ronan no es
un Dios bondadoso, preocupado por el bienestar de su creación, sino un
orgulloso
guerrero que busca recuperar el viejo esplendor de la raza a la
que pertenece y, por el bien de su pueblo, no duda en esclavizar a unos
seres que considera inferiores. Una esclavitud que Rayo Negro, también
en aras de su pueblo, acepta casi sin oponerse.
Pero
como dije antes, esto no es un tebeo Marvel al uso, Ronan no utilizará
a Attilan y sus habitantes como fuente de energía para algún tipo de
maquina aniquiladora de planetas, que los héroes deberán destruir en
el último minuto ayudados por algún aliado inesperado, pongamos como
ejemplo a Estela Plateada. No es este el caso.
A
partir de ahora veremos a Rayo Negro, a su esposa Medusa y a Gorgón, así
como a Karnak y a Tritón, convertirse en espías, en peones, curiosa
situación cuando siempre los habíamos observado bajo el prisma de la
realeza. Ahora serán marionetas en una conspiración
que busca provocar una guerra entre el Imperio Shi´ar y los
Spartoi, dos razas poderosas en expansión. En lugar de las habituales
peleas entre superhombres, que las hay, aunque en menor medida a la
esperada, asistiremos
a una serie de intrigas palaciegas donde los conspiradores pueden
ser también manipulados, y los que están de lado de la libertad y la
justicia, como el heredero Spartoi, Jason Spartax, facilitan
involuntariamente el camino que lleva a esa guerra buscada por algunos.
Tendremos
un nuevo encuentro con la emperatriz Shi´ar,
Lilandra, actuando de forma fría e implacable, muy alejada de su
habitual imagen de dirigente a su pesar que conocemos de las páginas de
X-men. Menos positiva, sí, pero quizás más realista. Nos
sorprenderemos con un Rayo Negro demostrando la misma fuerza de voluntad
e igual de sacrificado que siempre, pero también capaz de mostrar
celos, o incluso, de estar equivocado. Y al final de todo, el rey
inhumano dispondrá de una oportunidad de recuperar a su pueblo. Pero,
¿Qué pasaría si es el propio pueblo el que decide seguir un camino
distinto al marcado por su monarca?
Hablamos
de un relato de proporciones legendarias, de los que te hacen desear que
los cómics llevaran música para reforzar la grandiosidad que
desprenden. De hecho, los guionistas, más listos que el hambre,
utilizan los textos de apoyo en la misma proporción que los diálogos,
unos textos que buscan la épica y te impregnan de ella.
Sin
embargo, el dibujo no siempre está acorde con el tono. Hay, en general,
muchas viñetas por páginas, algo que no juega a favor de los grandes
escenarios. Se echa en falta más splash pages, más planos
generales de las grandes batallas y las ostentosas ciudades.
A veces, te sientes como si te quisieran contar Braveheart
usando primeros planos. Por otro lado, las peleas se suelen resolver en
pocas viñetas, lo que puede dar, en ocasiones, un carácter estático a
la acción. Y algunas partes de la narración están resueltas
apresuradamente, como la revuelta de Máximus o el duelo de Ronan y Rayo
Negro.
Son
detalles que pueden molestar más o menos, pero que en ningún momento
llegan a diluir la fuerza del relato. En realidad, esta serie limitada
no es la historia definitiva de Los Inhumanos, ni pretende serlo, sino más
bien representa una nueva vuelta de tuerca a unos personajes y un
entorno que parecían no dar más de sí. Un enfoque que los dirige
hacia aventuras en
otros escenarios, hacia una evolución en la personalidad de los
componentes de esta particular familia real. En definitiva, hacia otras
posibilidades.
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