Con la pequeña pensión que
cobra, el matrimonio sufraga los gastos, pero así y todo, la cantidad
resulta insuficiente para cualquier otra eventualidad.»
«Para intentar “ahorrar”, Sabatés
decidió poner ayer a la venta sus dibujos originales. Un total de 54
obras de cuando el anciano trabajaba en el mítico TBO:
Sabatés fue el autor de los dibujos de los inventos del profesor
Franz de Copenhaguen. El precio de cada obra es de 35.000 ptas.»
«Además de
estos originales, también va a poner a la venta una colección de
chistes, el precio de los cuales es de 15.000 pesetas.»
Sigue su nota Carmen Picart contando
como Ramón Sabatés comenzó a dibujar a los 12 años, cómo cuando
cumplió los 15 recibió el primer encargo de TBO y cómo su
obra fue muy prolífica e, incluso, va a cruzar las fronteras.
Carmen Picart finalizaba su nota con un
toque optimista bajo el subtítulo de: «Todos
vendidos. El Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de
Barcelona va a adquirir en la mañana de ayer todas las obras. Según va
a explicar el Decano de esta institución, Antonio Carrillo, el Colegio
de Ingenieros va a comprar todos los originales para evitar que “se
disgregasen y cayeran en manos de especuladores”. Según Carrillo, la
entidad va a pagar al matrimonio “la cantidad de dinero que pedía por
cada dibujo”. Con la venta de todas su obras –acaba Picart–,
Sabatés
y su mujer han recogido cerca de dos millones de pesetas.»
Dejando de lado la nota periodística
en su abrumadora despreocupación y olvido de la situación de los
autores y profesionales de
la historieta española. Y dejando de lado el triunfalismo del “han
recogido cerca de dos millones de pesetas”, cantidad paupérrima en
los años del Euro y en cualquier otro momento si se tiene en cuenta que
se está poniendo en la balanza el trabajo de un hombre que ha dedicado
más de cuarenta años al dibujo y a la historieta española... para
saldar su trabajo de toda una vida en una evaluación final de dos
millones de pesetas (aunque hasta puede que alguien diga: “¿y para
qué quieren más si ya les cuidan en el asilo?”)
Y dejando también de lado las nobles
intenciones del Sr. Carrillo,
Decano del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales –en
la cual habría influido, como se desprende de lo escrito por otro
periodista barcelonés, el hecho de que Ramón Sabatés tuviese estudios
de Perito Mecánico–, intenciones encaminadas a “evitar que
la obra se disperse” y a realizar con los dibujos adquiridos una
posible “labor divulgativa de la obra de Sabatés”
Dejando todo ello de lado, sorprende –y
personalmente me escandaliza– la facilidad periodística –simpleza
escribiría– con que se ha abordado este tema. Tanto por parte
de EFE, como de otros periodistas e, incluso, de la Televisión de
Catalunya, que el día 27 de septiembre dio un brevísimo reportaje
gráfico, comentando de pasada la exposición de originales de Sabatés
como hecho curioso y simpático.
Sorprende porque no hay una reflexión
ni tampoco conclusiones sobre lo que significa que un hombre de 86
años, que ha dibujado miles de historietas, que ha realizado centenares
y centenares de páginas de “Los Inventos del Profesor Franz de
Copenhague”, que ha dibujado y realizado docenas de “libros-juguete”,
publicidad, portadas de libros y cuentos y revistas, que ha escrito y
dibujado varias colecciones de tebeos y muchas series de historietas...
hasta al menos los años ochenta,
haya acabado sus días en un asilo... como “anciano desamparado”.
Y sorprende que un hombre que ha creado
muchos miles de páginas, como profesional del cómic español, tuviese
en su poder al llegar a los 86 años ¡tan solo 54 originales de sus
páginas!... y una “colección
de chistes”.
¿Dónde están los restantes
originales de Sabatés? ¿Porqué Sabatés no ha cobrado ni cobra
derechos de autor por la obra realizada? ¿Quién ha
robado los originales y los derechos de Sabatés?
Estas preguntas, básicas, no las plantea ningún periodista
hasta el momento. Y por lo que se deduce, tampoco el benemérito Colegio
de Ingenieros, que si bien se ha preocupado porque estos 54 originales
de Sabatés “no cayesen en manos de especuladores”
(cosa sin duda encomiable), no parece que hasta el momento se
haya preocupado por mucho más... Sin embargo, y mucho es si se
confirma, recojo la información de última hora de que este Colegio
profesional técnico quiere crear una “Fundación Ramón Sabatés”
y conceder al dibujante una pensión.
Lo cual, aunque no resuelve la
cuestión de fondo sobre los historietistas y la industria, sería algo
merecido.
Recordemos con Jesús Cuadrado (tomando
por breviario su gigante Atlas español de la
cultura popular. De la Historieta y su uso, volumen II, Páginas
1112 y 1113) que Ramón Sabatés nace en 1915, en Llinars del Vallés,
Catalunya, que ya en 1935 está dibujando en el suplemento
infantil “Mapamundi” del diario barcelonés
El Día Gráfico (aunque
existen dibujos suyos anteriores), que en 1936 está trabajando ya en TBO.
En los años cuarenta, en los tebeos de Bruguera, Gerpla, más tarde
en Valenciana y Toray, y en docenas de tebeos y editoriales más... para
los que realiza historietas, chistes, pasatiempos, cubiertas,
ilustraciones, y todo tipo de trabajos como escritor y dibujante...
hasta 1973 o más.
Escribe Cuadrado: «Ilustrador
del mundo infantil [Sabatés], e historietista de variado registro en el
humor, que fue plagiado sin disimulos, por más de un coetáneo; sus niños,
agrupados en encantadores racimos rebeldes, aparecieron eternamente
enfrentados a los adultos rencorosos pelmazos y déspotas.»
Pues bien, este hombre, autor de una
obra enorme, quizá no muy trascendente pero siempre bien hecha y
capaz siempre de aportar una mi-rada lúdica, y rebelde, en la
historieta española. Este hombre, que ha trabajado cuarenta años para
la industria editorial del tebeo español, es hoy un anciano de 86 años
que vive, acogido junto con su esposa, en un asilo de ancianos
desamparados... Y su obra original, realizada y publicada en los cómics
españoles,
se ha dispersado en manos de sus muchos editores (cuando no ha
ido a parar directamente al cubo de la basura; que existen casos
documentados de otros dibujantes cuya obra se ha perdido así), algunos
de los cuales han ejercido un triste, lúgubre y trasnochado “derecho
de pernada” o similar, apropiándose
de la obra original, no pagando derechos de autor por su edición
repetida, y vendiendo en beneficio propio los originales de las
historietas de Sabatés... y de otros cientos de dibujantes españoles
de los que Sabatés es hoy un símbolo y un ejemplo.
A recordar cómo, tras cerrar su vida
editorial el TBO (el de las familias Buigas / Estivill / Viña), y
vender la marca, todas las marcas, el archivo, y el fondo de originales
(que la revista decana acumulaba desde 1917) a la Editorial Bruguera (la
primera oferta de venta la recibió la Editorial Planeta y su Consejero
Delegado la desechó) el director / editor del fallecido TBO se
dedicó a vender a título privado todos los originales que había
retirado y retenido del archivo de la revista, entre ellos también de
Sabatés. Venta que realizó en beneficio propio y de la que no
recibieron ni una pesetas los autores de las páginas de historietas
vendidas (sabido esto ¡mucho es el que Sabatés aún tuviese en su
poder esos solitario 54 originales!) Y que esto no es fabulación ni lo
invento pueden atestiguarlo muchos profesionales, coleccionistas y
libreros de Barcelona y hasta una editorial, que compraron dichos
originales. De hecho, aún ahora mismo es posible encontrar algunos
originales del TBO original en varias librerías
especializadas.
Y señalo lo de original porque
después vino el TBO de Bruguera, y más tarde el
TBO de Ediciones B –cuando el Grupo Zinco compró por
una simbólica peseta las marcas, contratos y fondos de originales de
Bruguera, así como, presuntamente, sus obligaciones financieras y
laborales; creando con los fondos y marcas de historietas y tebeos de
Bruguera su empresa
Ediciones B–, y también en una operación posterior el TBO.
Y es que, tanto Bruguera como B, realizaron y publicaron un “nuevo” TBO,
a veces aprovechando muchas páginas del diezmado archivo de originales
antiguos del “viejo” TBO.
En concreto, Ediciones B, cuando
publicó su TBO
incluyó en el mismo un
encarte central maquetado, sobre todo, con historietas de archivo, entre
ellas también de Ramón Sabatés... El cual se encontró publicando
por partida doble en la nueva revista de B: con nuevas páginas
de historietas, realizadas por encargo, y a través de la reedición
de viejas historietas, dibujadas hacia años, y por las que no
cobró nada.
No se trata de que toda esta lamentable
historia quede en anécdota. Es obligación de los medios el
convertirla en denuncia. Puede que lleguemos tarde para ayudar a Ramón
Sabatés y a su mujer con algo más solidario –y sobre todo
más justo–
que esos “dos millones de pesetas”, puesto que lo ocurrido se deriva
de un sistema de injusticia y explotación que se remonta
a los años del nacimiento de la historieta española (hacia
1873).
Destino y explotación de los que solo
se han librado unos pocos auto-res, más listos, más lúcidos, más “protestones”
o simplemente más conscientes de su calidad de profesionales de
una profesión que la sociedad –y sus cuadros dirigentes, unos
y otros, da igual su ideología– han relegado a un “cuarto
trastero” donde se amontonan los bufones, las chicas de servir, las
viejas alpargatas y también muchos de los derechos esenciales del
hombre, “historietista” o no, de esta España de todos los “post-posts...”
Y ello explica la degradación del
profesional español del cómic, de modo que donde en los años
cincuenta, sesenta y aún setenta había centenares, hoy solo quedan
activos unas cuantas docenas de guionistas (de éstos menos) y
dibujantes... más un “mogollón” de jóvenes –de 15, o
menos, a 21, o más, años– que sueñan con convertirse en
profesionales del cómic, aunque sea dibujando superhéroes para los
americanos, que pagan más.
Se impone, pues, la denuncia de lo
sucedido a Ramón Sabatés, contemplado, no con una sonrisa por la
gracia de “sus inventos tebeísticos”, sino con la exigencia de que
esta vez sea la última vez en que un autor y un trabajador de la
cultura acaba sus días en un asilo por carecer del control de su obra.
Y se impone hacer “ALGO”.
Algo tiene que decir y hacer el Gremio
de Editores, ya que no lo hacen los propios editores como empresarios
con una responsabilidad definida.
Algo los periodistas, individualmente y también su Colegio
profesional. Y más aún
los críticos y estudiosos de la historieta española. Algo tiene que
hacer Ficómic, único organismo legal que hoy existe en España para la
promoción y extensión de la historieta.
Algo tienen que decir –y quizá hacer– los
Ayuntamientos y la Generalitat de Catalunya, puesto que esta historia de
explotación y miseria tiene lugar aquí.
Algo los sindicatos de prensa. Algo los artistas (que conviene
que desciendan de su pedestal y se den la mano con los dibujantes de
historietas). Algo lo propios dibujantes españoles de historietas aún
en activo o los nuevos que se han impuesto en el mercado en los últimos
años. Algo cuantos hablan y chismorrean sobre el cómic en los foros de
internet. Algo los muchos fanzineros y editores españoles de revistas
sobre el cómic. Algo los Grupos, Asambleas, Asociaciones, etc., de
dibujantes, ilustradores, coloristas, y otras especialidades. Algo los
grupos de estudio, como el Colectivo Nutria o el Gelpi.
Incluso, algo debería decir la Universidad. Y los partidos
políticos. Y los hombres de la Cultura... y, desde luego, los lectores.
Por supuesto no estoy proponiendo que
creemos una especie de “ONG Ramón Sabatés”
ni de que hagamos una cuestación nacional para ayudarle.
Para empezar estaría bien que
Ediciones B devuelva todos los dibujos originales de Sabatés
que aun tenga en su poder a su legítimo propietario..., que es,
no cabe duda, el autor Ramón Sabatés. Y pronto.
El resto de lo que hay que hacer
es más complicado, ya que Sabatés, además de una víctima de las
relaciones de explotación que durante más de cien años se han dado en
la industria española del cómic, solo es un caso, que ahora ha salido a
la luz por casualidad, entre docenas de casos de profesionales que en su
vejez malviven y mueren casi en la miseria, mientras otros siguen
sacando dinero de su obra.
Algo tiene que hacer la sociedad
española.
Y
pronto.