Golden Age...
¡La Edad Dorada! Todos éramos más jóvenes por entonces; y el
mundo también lo era. Más que un tiempo, un lugar. Un lugar adonde
ir. O adonde regresar. Uno de esos sitios (igual al barrio, que
decía el Gordo inmortal) adonde siempre se está llegando.
No puede uno evitar cierta añoranza al evocar los años de la
inocencia, de los colores puros, sin matices de gris... Para
algunos de nosotros existió una coincidencia adicional: tuvimos
nuestra ED al mismo tiempo que las historietas (a las que entonces
sólo les decían “comics” en los EE UU) cumplían las últimas etapas
de la suya... Me incluyo en este grupo: fui capturado por el
hechizo de las “cándidas tetracromías” a fines de los años 40.
El romance duró menos de dos
lustros, pero dejó una huella imborrable en lo más íntimo de mí.
De la decantación salió, por un lado, un historietista sui
generis, formado a la medida de la época y del medio. Su
sentido de la autocrítica, no obstante, acabó por hacerlo volcarse
de preferencia hacia su otra mitad: la de coleccionista.
Hoy día, mi relación con el llamado Noveno Arte pasa, más que
nada, por el afán acumulativo, centrado, de preferencia, en los
clásicos de los años cincuenta. También me interesan en grado sumo
todos los testimonios que arrojan luz sobre aquel período
glorioso.
Precisamente son dichos testimonios
la razón de esta convocatoria, que reiteraré en cada nuevo número
de Balazo que salga disparado mes a mes. ¿Qué mejor
comienzo que dejarlos a ellos mismos..., a los Viejos Maestros,
hablar de sus vidas y de sus trayectorias?
En los EE UU, la National
Cartoonist Society galardona anualmente a sus miembros más
destacados con el Premio Reuben, bautizado así en memoria de Rube
Goldberg (1883- 1970), Presidente Honorario de la citada Sociedad
durante dilatado lapso y uno de los pioneros de la época heroica
en que se gestaban muchas de las obras maestras de la historieta.
Para tales ocasiones se edita un anuario, en cuyas páginas los
miembros describen, cada cual a su modo, cómo ven su contribución
al género en el curso de sus respectivas carreras. Me ha resultado
sumamente interesante recoger tales testimonios, sobre todo
contrastándolos con otras opiniones que por allí vertieran colegas
o empleadores. A veces se comprueban llamativas contradicciones;
otras, queda flotando la sombra de una duda. Puede llegar a
apasionar.
GENTE DE DIARIOS:
Los artífices de las clásicas strips una vez cautivaron a
tal punto la atención del mundo que, en plena época de la
Depresión, el presidente Roosevelt solía leer, a través de su
programa de radio, la “Sección Cómica” para los indigentes que no
podían costearse siquiera un periódico, y deplorarían perderse las
aventuras de El Fantasma (The Phantom), Mandrake
o Terry y los Piratas, o las humoradas de Blondie o
Popeye. Aquellos maestros se convirtieron en
verdaderos ídolos de la preferencia popular; sin llegar nunca a
superponerse, empero, a la relación casi personal que existía
entre lector y personaje.
Cuando, en la tira de “Lorenzo
y Pepita” (Blondie), el matrimonio concebido por Chick
Young iba a tener una hija, el autor lanzó una convocatoria a
nivel nacional, a fin de buscarle nombre a la pequeña. Mucha gente
envió, además de la sugerencia onomástica, consejos relativos a la
crianza infantil. Asimismo, en cierta ocasión en que al inmenso
Milton Caniff se le ocurrió, como toque melodrámatico, enviar al
otro mundo a una de las heroínas de Terry, Raven Sherman,
varios lectores enviaron coronas mortuorias, y en Chicago, 400
estudiantes de la Universidad de Loyola guardaron un minuto de
silencio, de cara al Oriente (tan caro a Caniff), como tributo
hacia aquel deceso de papel y tinta china.
He aquí como los mentados Caniff y
Young se pintaban a sí mismos en un anuario de la NCS:
Milton Caniff
(que escribió —o hizo escribir— con el clásico rotulado de cómic):
«Nacido
= 1907 en Hillsboro, Ohio. 1920 = Despedido como editor/artista
del [periódico escolar] Ruskin Grammar School News, de la
ciudad de Dayton, por criticar en el editorial a la Mesa Directiva
del colegio. 1979 = Recibí el Grado de Doctor Honorario en Bellas
Artes en la Universidad de Dayton (un experto en esperas) [Se
refiere a que el grado se le otorgó a los 72 años.] Primera tira =
“Chick ’n Noodles”, en el Stivers High School News
[periódico liceal]. “Dickie Dare”, “The Gay [*] Thirties”,
“Terry and The Pirates”, “Male Call” —y “Steve Canyon” han sido
pasos sucesivos en el Arte de Subsistir. Alterno hoy día entre
Palm Springs, Nueva York y la sucursal de Correos más cercana...
El historietista norteamericano cuenta con una magnífica arma para
su expresión personal... ¡La agudeza de su filo jamás debe
embotarse!»
Addenda:
Caniff dibujó y guionizó su
obra maestra, Terry y los Piratas, entre 1934 y
1946, período en el que, aparte de consolidar uno de los estilos
más famosos y significativos de la historia del cómic de
aventuras, sentó las bases de toda una escuela de dibujantes, que
le siguieron las huellas durante la siguiente década. En 1947
comenzó Steve Canyon (en muchos países
latinoamericanos, e incluso en España, llamada Luis Ciclón),
de la cual se encargaría durante la friolera de cuatro décadas y
un año más. La última entrega la realizaron otros colegas,
después de fallecer Caniff, el 3 de abril de 1988, a guisa de
tributo. La firmaba el dibujante Bill Mauldin, célebre por sus
ilustraciones de la Segunda Guerra Mundial, y 78 historietistas
más, que homenajeaban así a uno de los Padres de la Narrativa
Secuencial. Sin embargo, paradójicamente, Steve Canyon fue
una obra a todas luces inferior a Terry, y desprovista por
entero del encanto y la frescura de ésta, aparte de pecar, en
cierto grado, de panfletaria. Caniff, por otro lado, mantuvo
intactos su vigor y vitalidad hasta sus últimos días. Según
palabras de Irvin Hasen —autor de la tira Dondi—, cuando
acompañaba al viejo maestro a su lugar favorito de expansión, el
bar Algonquin,
«...compartíamos gratos momentos regados por
martinis, y ¿pueden creerlo?, siempre era yo quien debía irme a la
cama, mientras este jovencito de 80 años se quedaba en el bar...»
Chick Young
(1901- 1973):
«Me
da miedo pensar en ello, pero he estado publicando una tira de
comics en los diarios todos los días de la semana, sin excluir
domingos ni feriados, desde 1921... Hice “Blondie” [Lorenzo y
Pepita], a partir de 1931, “Dumb Dora” durante los cinco años
previos, y aun otras historietas —que es mejor no recordar— antes
de todo eso. “Blondie” fue adaptada para episodios radiofónicos y
para una serie de TV y películas cinematográficas. El King
Features Syndicate [uno de los mayores distribuidores de cómics de
prensa a nivel internacional], bendito sea su corazoncito, me ha
mantenido por espacio de 36 años. La misma esposa durante treinta
años..., un hijo [Dean, quien continuaría con la tira luego de
retirarse Chick] y una hija... Residimos en una isleta, más allá
de las costas de Florida, donde las marsopas y los pelícanos
vienen a distraerme mientras trabajo en la tira. ¿Hobbies? Oh,
pescar, golf (muy poco profesional), además de cocina oriental y
otras tonterías por el estilo.»
Addenda:
Varias generaciones, en diversos lugares del globo,
y a través de muchas lenguas, crecieron con los personajes de
Chick Young como miembros anexos de sus familias. Lo que
generalmente se ignora es que, al comienzo de la tira, en 1930, el
personaje Dagwood Bumstead (o sea, Lorenzo Parachoques) era
un hijo de millonarios, a quien sus padres ponían mil y un
obstáculos para evitar su boda con una «rubia tonta» de inferior
clase social, la Blondie del título, nuestra Pepita. Fue en
febrero de 1933 (cuando Lorenzo por fin desposó a la blonda
Pepita) que, desheredado, se convirtió en un exponente del
americano típico de la época de Roosevelt, siempre en pos de
mejorar su situación económica con su labor burocrática.
Fue una víctima constante de los
caprichos de su irascible jefe, lo que originó celebradas
situaciones de humor, que complementaron a la comedia de
situaciones hogareñas. Luego de retirarse Young, siguió la
tira su hijo Dean, con la colaboración de Jim Raymond,
hermano del famoso Alex (quien será muy pronto tema en estas
páginas). Fallecido Raymond, en 1984 entró a colaborar Stan Drake,
con lo que la historieta recuperó algo de su antiguo esplendor,
gracias al talento de este otro notable creador.
Sintéticos y puntuales para su
autosemblanza... ¡No hay duda de que son historietistas de pura
cepa!
En próximas entregas, otros
grandes: Lee Falk, Hal Foster, Chester Gould,
Stan Drake... Más adelante: gente de comic books..
¡Nos vemos, amigos “goldenófilos”!
Fiat Lux! |