TEBEOSFERA \ SECCIÓN

GAMBAS DESDE TANNHÄUSER / 2

 

por FERNANDO F. BELMONTE  


La gravedad, esa difícil compañera


   Los primeros escarceos que uno recuerda con la física son los que se tienen con la famosa ley gravitatoria de Newton. Especialmente gratos son los ajenos, porque en esos casos siempre puedes reírte, más aún cuando Dios no está mirando con atención. Cuando mi hermana pequeña se enfrentó por primera vez a la gravedad, y no hablo aquí de manzanas que caen de los árboles, ni de huesos rotos en los columpios, sino de su primer examen algo serio, recuerdo que destrozó completamente todos aquellos conceptos que yo ya había asumido como de sentido común. Uno de ellos, quizás el más notable, es que La Tierra era redonda y que vivíamos en su superficie. Por el lado de fuera. Todos. No en el exterior los del hemisferio norte y en el interior los del polo sur, como creía inocentemente esa criatura sangre de mi sangre.

   Años después, el estudio atento de miles de páginas de cómics me han llevado a la conclusión de que mi hermana no era la única con dificultades de comprensión del fenómeno. Antes bien, en el sentimiento popular sólo parecen haber quedado tres ideas fundamentales: una, los planetas dan vueltas alrededor de las estrellas; dos, las cosas en la superficie de un planeta se caen al suelo (describiendo una parábola, si hay un profesor de ciencias cerca); y tres, en el espacio no hay gravedad... Situados en este punto, como no quiero ensañarme más con mi familia, dirigiré mis pesquisas hacia el Universo Marvel, fuente inagotable de teoremas alternativos...

   Ego, el Planeta Viviente, es un personaje atípico donde los haya. Viejo como pocos y con cierta tendencia a meterse en problemas, se ve siempre invadido por multitud de personajes que se empeñan en atravesar su superficie para buscar su lado flaco. Es curioso que alguien (¿algo?) tan poderoso y con tal mal carácter brinde siempre atmósferas respirables a sus enemigos humanos, con la presión y la concentración de oxígeno adecuadas, así como una gravedad análoga a la terrestre. Sería de esperar que Ego, abiertamente favorable al asesinato y con un sentido del honor cuya ausencia resplandece, no diese estas facilidades a sus adversarios... pero no. Esto no es posible: hay una Ley No Escrita en el Universo Marvel que dice que 'todos los planetas, habitados o no, tienen siempre unas condiciones adecuadas para que los seres humanos se paseen por su superficie'. Es más, los planetas pueden adaptarse para proteger estas condiciones de cambios bruscos en el exterior, como todos hemos podido ver en cómics en los que Ego viaja grandes distancias por el Sistema Solar sin que se modifique siquiera la temperatura de su superficie. Pero hoy estamos hablando de la gravedad, así que nos bastará considerar el siguiente corolario: "Todos los planetas del Universo Marvel tienen una gravedad igual a la terrestre".

   Este punto, aunque asombroso, es perfectamente concebible, podríamos pensar que el espacio del Multiverso donde se mueven nuestros héroes es justo aquel en el que se verifica este principio, así, esto no pasaría de ser una mera curiosidad, nada comparado con otro fenómeno gravitatorio muy común: las Ego es copyright Marvel Comics Groupfuerzas de marea. O mejor dicho: la no existencia de fuerzas de marea. ¿Cuántas veces se ha acercado Ego  (y su cohorte de grandes satélites) a un planeta sin provocar nada más que pequeños terremotos? ¿Quién no ha leído un cómic en el que este prodigioso titán se sitúa a pocos miles de kilómetros de otro planeta para luego arrasarlo con poderosos rayos cósmicos? Pero... esto no debería ser necesario... en nuestro mundo, la aparición de semejante coloso provocaría una brutal alteración de la órbita, acompañada de un efecto de marea que destrozaría la corteza planetaria. Si esto no ocurre de este modo es por dos motivos. Uno, los planetas están clavados en sus orbitas respectivas. Dos, las fuerzas de marea no existen.

Asumir el primer punto no nos desconcierta demasiado, podríamos aceptarlo sin problema como un nuevo principio de Las Leyes Marvel. El segundo, lamentablemente, nos obligaría a crear una nueva deidad, responsable de las mareas terrestres (que ya no estarían provocadas por la Luna). Un buen nombre sería, sin duda, Maremotor (Fernando F.B.TM), y podríamos imaginarlo como un anciano vestido de azul y gris, que vive oculto en una montaña hueca en las profundidades abisales. Un ser primordial de indudable carisma. Un dios menor, viejo como el mundo, apartado de los humanos y consagrado a su tarea durante milenios, víctima quizás de una maldición que le obliga a permanecer solitario. (En una fantástica historia repleta de splash-pages podríamos contar su enfrentamiento con Odin y como al dejar de lado su control sobre el mar el nivel de las aguas crece hasta ahogar casi todas las tierras emergentes. Un cross-over con Water World sería en este punto más que deseable.)

   Maremotor, desafortunadamente, haría temblar los cimientos de La Continuidad, y sin un Kirby que lo diseñase, podría quedar condenado a desaparecer sin dejar huella. Más aún, un personaje que jamás sale de su casa complicaría mucho las apariciones -imprescindibles- de Spiderman y Lobezno en su necesaria miniserie de presentación. Es por esto que hay que buscar una segunda vía a la solución de nuestro problema. Dado que siempre es Ego el que pone en entredicho nuestro conocimiento de las cosas, posiblemente sea mejor alterarlo a el... podríamos pensar que es un planeta liviano, de tan poca masa que su gravedad, solamente apreciable muy cerca de la corteza y en su interior, es originada por tecnología alienígena desconocida (o algo místico), y no por un núcleo rocoso y pesado. De este modo acabaríamos con los molestos efectos que hemos considerado anteriormente: siendo la masa el único problema, lo mejor es prescindir de ella. Acaso lo más sencillo fuera hacerlo hueco, con cavidades porosas en su interior, como un bizcocho, o con un complicado sistema de cuevas, como un queso de Gruyere. A esto lo llamo yo 'Teorema del Queso', y podríamos hacerlo extensible a cualquier planetoide cuyo tirón gravitatorio no sea el que cabría esperar considerando su tamaño.

  Por supuesto esto no quiere decir que Ego tuviese que ser REALMENTE de queso, aunque eso es una cuestión a considerar. Es más, mi cariño hacia Maremotor casi me impulsa a proponer a la Luna como un satélite hecho de rico brie, siendo por tanto necesario recuperar a tan entrañable y fugaz personaje, y cerrando además el círculo de leyendas selenitas, aunque a costa de complicar El Universo. Como no es este mi objetivo, será mejor olvidar este último punto y abrazar la Ley No Escrita y el Teorema del Queso como inamovibles principios de la coherencia marvelita.


Fernando F. Belmonte es Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Sevilla y ha ejercido como Becario en el Departamento de Física Atómica, Molecular y Nuclear, del Área de Física Teórica, de la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad de Sevilla


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