Una profesión de galeotes
Soy consciente de que para que la sociedad cultural
de este país otorgue autoridad a las palabras, se necesita de tres
cualidades: el ser alguien muy reconocido, muy moderno y muy
extranjero. Así que yo también quiero confesarles algo sobre lo
que ocurre con los autores de historieta de los años cuarenta a
sesenta aquí, en España. Es mi verdad, pero está sacada de una ya
larga experiencia, y de un coraje con el que no han podido ninguno
de los actuales "popes" del medio.
Tal vez a ustedes, lectores de estas líneas, no les
interese demasiado ese mundo onírico que es el que nos permitió
ser algo más que animalitos viviendo. Quizás ese mundo interior,
ese sueño que nos proporcionaron aquellos tebeos, no tenga lugar
en este país. Hoy este país no quiere recordar…. por eso no se les
trata con un mínimo de dignidad. Entonces se manipulan los
contenidos, se generaliza diciendo que eran portadores de los
mensajes fascistoides del Régimen. Lo que no se dice es que esos
tebeos nos ayudaron a soñar a evadirnos de una triste realidad. No
se dice que sus autores estaban abocados a un infierno para poder
publicar. No se dice que trabajar en el medio era una profesión de
galeotes. No se citan además, naturalmente, las conveniencias
comerciales e industriales que exigían una estandarización de
fácil asimilación. Y se alaba el Flash Gordon silenciándose
su contenido fascista, se rinde pleitesía a la perfección
artesanal de Caniff, y se es indulgente con la calidad de los
Phantom y Mandrake de la época heroica.
La historia de los tebeos se cuenta por el
esplendor o la decadencia de los mismos. Y si los "popes" actuales
siguen alimentando la mediocridad y lo extranjero, la historia de
la historieta española de los años cuarenta a sesenta se recordará
por su inexistencia. Aunque hoy aquellos tebeos estén ya muy lejos
de aquella prerrogativa que obtuvo en la edad dorada del género,
sus conquistas siguen remitiendo a ese interior de la memoria que
tan profundas significaciones genera
La memoria imaginaria es la dueña de una sustancia
muy peculiar de los recuerdos, no sólo de unos recuerdos
distintos, sino de la pervivencia de una vida distinta que los
nutre y preserva, salvaguardados, podríamos decir, en el placer y
en la emoción de la palabra historieta: esa que se fragua en algún
misterioso encuentro de la imaginación y la memoria.
Es un recuerdo de infancia, de ese tiempo mítico de
las personas que, como decía Cesare Pavese, reproduce en la
experiencia de cada uno el tiempo mítico de la humanidad. Se
trata, pues, de un recuerdo significativo, si entendemos que todo
lo que procede de esa memoria originaria, primordial, es
particularmente revelador o elocuente. Con los años, por supuesto,
otros ingredientes se fueron añadiendo. Junto con aquella
adolescencia fueron creciendo también las búsquedas de la propia
identidad.
Un viaje a la nostalgia
Las líneas precedentes me han hecho retroceder a
unos años que se me fueron para siempre acercándome a un mundo
conocido, el que se encuentra detrás de esas páginas llenas de
dibujos y que quedaron, de forma imborrable, grabadas en mi
memoria.
Como las de Miguel Quesada Cerdán (1933), Gran
Premio del Saló del Còmic de Barcelona en 1999 y Medalla de
Oro al mérito de las Bellas Artes en 2000.
Por medio de este extraordinario autor he
pretendido retroceder en el tiempo, volverme a situar en la larga
noche que significó la dictadura franquista, hacía aquellos años
de oscurantismo, aquellos años en que amparándose en la
arbitrariedad del poder eran muy comunes expresiones como: “No
sabe con quien esta hablando”… A modo de un viaje a la nostalgia,
a través de sus páginas he querido rememorar horas y horas de
ilusionada lectura.
Miguel Quesada se convirtió por derecho propio en
uno de los autores más interesantes del panorama de la historieta
española. Cabe decir que (a mi juicio), aunque estemos viviendo
los años de un nuevo modelo de cómic, más vanguardista y en
ocasiones irreal, como el mundo de los superhéroes, la obra de
Quesada continúa siendo de una actualidad vigente.
Quien más quien menos, cuantos fueron lectores
habituales de sus historietas en los años de posguerra a buen
seguro comparten la anterior opinión, y son hoy muchas de sus
series las que deberían ser consideradas como "obras de culto",
imprescindibles para el estudioso y el aficionado. Eran unos
tebeos aparentemente sencillos pero presentaban una sólida
estructura narrativa, ausentes de subterfugios argumentales tan
absurdos como recurrentes en muchos tebeos actuales. Digamos que
en ellos se manejaban con acierto notable las claves narrativas, y
se hacía con un dibujo en el estado más puro, aparentemente
sencillo pero efectivo.
Quizás el querer hablar de la vigencia de La
Pandilla de los siete, Pacho Dinamita, Tony y Anita,
o de Pantera Negra, parezca fuera de lugar. Se podrá aducir
que eran portadores de un aspecto infantil, que las reacciones y
comportamiento de los personajes en ocasiones resultaban
excesivamente simplistas, quizá porque se dirigía a un público
infantil o bien porque la censura de la época no le permitía
entrar en sutilezas psicológicas por lo que iban al grano. Esa
censura (que como buena estúpida) promovía una cierta complicidad
entre el autor y sus lectores, de manera que los sobrentendidos
actuaban a la perfección para los últimos, a veces mucho más allá
de lo que se había insinuado. Pero sea como fuere, lo que nadie
nos podrá negar, y es lo que destaca por encima de todo, es que la
mayoría de aquellos tebeos nos dan una lección de economía
narrativa y de como transmitir los sentimientos de los personajes
en pocas viñetas.
Hablar de Miguel Quesada es, entonces, hacerlo de
uno de los grandes del tebeo autóctono. La maestría de su dibujo
tiene su paralelo en la facilidad que posee para la narrativa
gráfica, que a lo largo de su carrera ha demostrado en infinidad
de ocasiones con páginas realmente antológicas. Quesada no es un
autor desconocido para el lector de posguerra, que tuvo la suerte
de disfrutar de su obra. Obra que resiste el paso del tiempo
ampliamente, ofreciendo aún hoy un producto que contiene la
calidad suficientemente cautivadora como para poner los ojos en
ella.
La Pandilla de los siete (El pequeño enmascarado)
Persecuciones, nobles y bondadosos personajes
enzarzados en su lucha contra el mal en un universo maniqueo de
buenos y malos… un esquema sencillísimo, a base de personajes
extremos, en los que sólo cabe la bondad o la maldad totales.
Iniciada por Manuel Gago y continuada por Miguel
Quesada, es una serie que despierta interés por su original
propuesta, una pandilla de adolescentes que se verán inmersos en
mil y una aventuras, no podía menos que interesar a la
chiquillería de una época en la que soñar era una necesidad para
evadirse de la triste realidad de la secuelas de nuestra guerra
civil… esa guerra que dio al traste con prometedoras carreras
artísticas. Pero el mundo del tebeo supo sobreponerse y ya en el
periodo posbélico comenzó una etapa que sería mucho más fructífera
que la anterior en el terreno de la historieta gracias a la
eclosión de nuevos dibujantes.
La lectura de La Pandilla de los siete se
inicia con agrado y mantiene el interés de la mano de esos
aventureros adolescentes, con quienes recorremos los más exóticos
rincones del planeta descubriendo tesoros, mundos olvidados o
tribus remotas. Se trata de una serie entretenida, que se lee con
agrado y que tiene suficientes atractivos como para hacerla
recomendable. El trabajo de Quesada en ella viene a ser un proceso
de formación como dibujante, el cual da como resultado un
excelente dibujante: basta acudir a alguno de sus trabajos
posteriores para verificar que estamos ante un historietista que
inclina la balanza hacia el lado de los aciertos. Su labor aquí
presenta buen ritmo y una magnífica elección de los encuadres,
demostrándonos una capacidad especial para descomponer la acción
en imágenes. Si buscáramos influencias sobre el trabajo de Quesada
en esta serie, habría que destacar a Manuel Gago. Pero en ningún
momento esta influencia supuso una pérdida de originalidad por
parte de nuestro dibujante. Es notable observar el grado en que
Quesada consiguió madurar su grafismo a medida que la colección va
avanzando.
Pacho Dinamita
El dibujo de Quesada en Pacho Dinamita se
muestra muy alejado de corrientes estéticas como las actuales
características de las historias de superhéroes. La ausencia de
imágenes a toda página, el uso de figuras que no se salen de los
limites de sus viñetas, la abundancia de ilustraciones por pagina
o el no reproducir sucesivamente el mismo dibujo sólo diferenciado
por onomatopeyas, puede hacer pensar al lector actual de tebeos
que se encuentra ante un material añejo y sin atractivo. Nada más
lejos de la realidad, Pacho Dinamita conserva hoy una
vigencia como muy pocas series de la época con mucho más renombre
mantienen.
El guión, aparentemente sencillo, presenta una
sólida estructura narrativa. La perfecta sintonía entre el
dibujante y el guionista (Pedro Quesada) es tal, que se hace
difícil diferenciar los aspectos desarrollados por cada uno de
ellos.
Destaca en Pacho Dinamita el tratamiento de
la violencia. Una violencia que es siempre justificada, derivada
de la ayuda a los demás. Quesada consigue, no obstante, personajes
humanos, y así logra reafirmar la credibilidad de sus historias.
En el dibujante hay una constante evolución de la
primera viñeta hasta el final de la serie, aunque en plena
búsqueda y desarrollo de un estilo propio tiene suficiente calidad
como para que se distingan en él los cimientos de lo que dará de
sí en su obra futura.
Pacho Dinamita
cumple
sobradamente su objetivo: entretener al lector con una serie de
historias de lectura fácil y bien presentadas.
Tony y Anita
Singulares aventuras de un joven trapecista en
unión de la más valerosa y encantadora “ecuyere”. Unidos por lazos
indisolubles de amistad y admiración mutua, luchan por el éxito
despreciando el peligro y la ruindad de algunos seres.
Cuando tuve ocasión de leer completa la colección
de Tony y Anita, lo hice con cierta impaciencia y al mismo
tiempo cierta inquietud dado el desconocimiento que tenía sobre
ella.
Inquietud: La lectura de esta serie podía
significar una cierta decepción, ya que en mis retinas tenía aún
presente la reciente lectura de Exploradores del Universo,
uno de sus primeros trabajos, y la que para mí es su mejor obra:
Pequeño Pantera Negra. Tony y Anita es posterior a
la primera y muy anterior a la segunda ¿Con que estilo me
encontraría en esta colección? Con relación a la antes mencionada
Exploradores del Universo el cambio es sustancial. Quesada
supo combinar una serie de ingredientes que van desde la
ambientación a la trepidante acción y que convirtió a la serie en
una de las más exitosas de la Editorial Maga. Otras mejoras eran
la ambientación, planificación y montaje, al haber dotado al
dibujo y a la propia historia de una serie de matices y
características. A ello contribuye el asentamiento de un estilo
más propio, alejándolo, un tanto, del estilo Gago que,
paradójicamente, fue la clave que catapultó al autor en sus
comienzos.
Miguel Quesada es muy consciente de los mecanismos
que hacen funcionar este tipo de historias y lo pone en práctica
de una manera fiel, ofreciendo una narración de ritmo sostenido, a
veces trepidante, en el que se van concatenando con una relativa
gracia las diferentes situaciones de peligro y los convenientes
diálogos situacionales, manteniendo un ritmo uniforme sin caer en
los siempre peliagudos tiempos muertos. Además, a la manera de las
largas series de aventuras con personaje fijo, copa
completamente su desarrollo, de forma que permanezca
impertérrito independientemente de lo que haya ocurrido a lo largo
de la serie; los protagonistas del principio y los del final son
exactamente los mismos a pesar de lo que les acontece.
Tony y Anita
es un tebeo escapista repleto de acción, exotismo y fantasía, con
escasa preocupación por la verosimilitud pero con elegancia
estilística digna de loa. Su fuerza reside en los argumentos,
rebosantes de aventura e intriga, y la forma utilizada para
desarrollarlos es funcional, ágil, moderna, revelándose como una
serie capaz de reconciliar al más exigente lector con esta forma
de expresión largo tiempo desaparecida de nuestro mercado.
Pantera Negra / Pequeño Pantera Negra
Los personajes de estas series se mueven entre lo
fantástico y la más pura aventura. Cabe destacar la cuidadosa
planificación, en la que otros artistas de mayor prestigio e
influencia no hubieran logrado mejores resultados. Los personajes
se mueven como en el mejor y más prestigioso de los escenarios.
Lo cierto es que la saga de Pantera Negra no
defrauda. Quesada mantiene la alegría y el vigor de su trazo,
pero, además, nos depara algunas sorpresas: Uno quiere notar
cierta simpatía del autor hacia su personaje, casi como si Quesada
se identificara con ese muchacho que es Jorge, el Pequeño Pantera
Negra.
Indudablemente, Pantera Negra y muy especialmente
Pequeño Pantera Negra, fueron para la famélica generación de
posguerra un universo mágico. Sus aventuras "leídas" en nuestra
infancia nos evadían de la realidad. Desde el placer de su lectura
nos ponía en contacto con otro significante, nuestros miedos,
nuestra aún descodificada e incompleta noción del mundo, y nos
ayudó a superarlos y liberarlos. Sus tebeos nos alimentaron de las
palabras e imágenes necesarias para convocar o conjurar. Después,
estaba la relación -con una enorme carga efectiva- que se
establecía con el artista.
Un
buen historietista sabe dosificar lo reconocible con lo insólito,
el misterio con la broma, la tensión con el respiro… y nos seduce.
Cualidades inherentes en el que fuera uno de los autores más
admirados por los lectores de aquellos años: Miguel Quesada.
El
haber citado solo alguno de sus títulos puede suponer menospreciar
otros, por lo que el lector no debe dejar de acercarse a su obra
completa, a pesar de que los gustos particulares establezcan
diferencias entre unos y otros títulos, cualquiera de ellos
justifica por sí solo la grandeza de uno de los más importantes
autores de la historia de la historieta española. Sus tebeos son
con mucha diferencia de los que más lectores consiguieron.
Hablar de Miguel Quesada lleva emparejado hacerlo
de Pedro Quesada, guionista de la mayoría de los personajes que
éste dibujara.
Pedro Quesada
Pedro Quesada Cerdán(1926-88), Gran Premio del
Saló del Còmic de Barcelona en 1999 a titulo póstumo, se
convirtió por derecho propio en uno de los guionistas más
interesantes del panorama español de posguerra, sólo igualado en
lo que a calidad se refiere por muy pocos autores. P. Quesada
mantuvo una regularidad que le permitió crearse un público fiel.
Con estas líneas pretendemos analizar las
constantes presentes en este guionista, e intentar comprender las
razones de su éxito a través de dos de sus más celebradas obras.
Nuestra idea es que tópico más extendido sobre P. Quesada, esto
es, el de que era un autor que imprimía a sus guiones un gran
sentido del humanismo, sólo es verdad hasta cierto punto.
Nuestra tesis es que Pedro Quesada era más bien un
guionista camaleón, y que, por ello, entendía a sus personajes y a
sus lectores mejor que nadie. Quesada conseguía, así, adaptarse a
cualquier circunstancia, con lo que sus historias discurrían de
forma lógica, o al menos todo lo lógicamente que permiten las
pautas del genero (y de la censura) en el que principalmente se
circunscribía, el tebeo de aventuras.
Historias tópicas e historias con sensibilidad.
¿Qué aportó nuestro guionista a un personaje tan
plano como podría haber sido Pacho Dinamita? Quesada consigue que
las tópicas historias de sus arquetípicos personajes se hagan más
llevaderas. Y es aquí donde surge el “toque Quesada”: dale
demasiado predominio a las situaciones dramáticas o una acción
desaforada, y la colección se te escapa de las manos, llegando al
cansancio y el hastío. Así, hábilmente intercalados en la
historia, encontramos bromas internas, reacciones más o menos
graciosas… Enumerar ejemplos podría ser prolijo.
Por lo demás Quesada era un guionista con una
técnica bastante sencilla. Todas sus historias plantean el normal
esquema de introducción – nudo - desenlace, aunque hay que
agradecerle que no abusase demasiado de las tramas paralelas. Sin
embargo, una vez más, esto se debía a que la historia lo requería.
Cuando nuestro autor tuvo que recurrir a estructuras narrativas
más complejas demostró su gran valía.
En Pacho Dinamita las historias son tópicas,
el protagonista es un prodigio de nobleza, bondad y
caballerosidad, sigue intentando hacer justicia deshaciendo
entuertos, como todo buen héroe que se precie. Lo que cambia es la
actitud general.
Lo que sí se le podría reprochar cierto moralismo
demasiado evidente, aunque su gran acierto fue la forma en que
supo integrarla en las aventuras de Pacho Dinamita.
Pantera Negra
Una de las mejores historietas tarzanescas
realizadas en nuestro país. Dibujada inicialmente por José Ortíz,
nos devuelve, a la española, el mito de Tarzán, pero con un sólido
argumento que se mantiene a lo largo de toda la colección y en la
que la situación "real" de los personajes va evolucionando en el
transcurso de la misma.
Con el nacimiento de su hijo (Jorgito), esta obra
aduiere carácter de saga, repleta de vueltas y de insistencias,
situando al personaje en una mítica que le distancia del
burroughsiano en el que se halla inspirado. Uno de los puntos más
diferenciales de su modelo original es su amistad con algunas de
las tribus nativas y que ésta no es su selva, aunque son
indudables numerosos puntos en común.
Por su parte, Pequeño Pantera Negra es una
serie trepidante en la que brillan con luz propia una espléndida
capacidad de evocación, un finísimo sentido del humor en muchas
ocasiones, y un flujo ininterrumpido de imágenes sorprendentes.
Mantiene en todo momento un equilibrio ejemplar.
En ambas series se nos ofrece un apasionante viaje
por una selva real, lejos de la civilización y del mundo conocido,
sombrías amenazas, trepidantes aventuras para quienes añoran ese
género abandonado hace décadas; y, como queda dicho, una
formidable recreación del mito tarzanesco para quienes disfrutan
de esa vertiente historietística. Hay romance, amor, acción,
intriga, misterio, humor, personajes imaginarios y reales.
Mucha de toda la fantasía e irracionalidad que pueden encontrarse
en el imaginario de la época encontró en Pantera Negra y Jorgito
un soporte insustituible. La gran difusión del tebeo y el enorme
éxito que tuvieron éstos no hicieron más que aumentar la
curiosidad y el interés del lector por aquellas regiones extrañas,
en cuyos límites se terminaba la "civilización" y en donde "cosas
raras" eran posibles. En una palabra, se convirtieron en otro de
los tantos caminos de evasión.
Pedro Quesada fue posiblemente el guionista más
regular del panorama de nuestro tebeo de posguerra. Si se eligiera
a los mejores por la regularidad, él estaría entre los primeros.
Entretener por encima de todo
De otro lado, Maga fue, sin duda alguna, la más
prolifera Editorial en cuanto a títulos en el mercado del tebeo
español de posguerra. Entre toda aquella ingente cantidad de
cuadernillos, con temas fácilmente intercambiables y con unos
personajes que en la mayoría de ocasiones no eran más que el calco
los unos de los otros, consiguió, no obstante, que muchas de sus
publicaciones tuvieran una calidad intrínseca realmente notable
para lo que se venia publicando en esos años.
Los
tebeos de la Editorial Maga se encuadran dentro de ese tipo de
tebeo bien narrado, tan característico de esos años, donde prima
sobre todo la historia y su desarrollo por encima de las
florituras artísticas. Eran unos tebeos que pretendían entretener
por encima de todo. |