Libro de historietas con 188 páginas interiores impresas en color, encuadernado en cartoné, y con cubiertas en color. Tebeo editado simultáneamente en lengua gallega y lengua castellana (también para su edición digital) compuesto por cuatro historietas ambientadas en un popular mercado a través de las distintas estaciones del año.
Prólogo de Miguelanxo Prado:
No les voy a mentir: soy comedor “militante”, disfruto de la comida y de casi todo lo que la rodea... Pero empiezo a estar un poco saturado de la omnipresencia del “tema”. Novelas, cuentos, películas, docu-dramas y concursos televisivos, secciones en diarios y revistas, guías gastronómicas, cocineros mediáticos...
Cuando Tirso Cons me propuso escribir este prólogo pensé: “tenía que suceder, el asunto, tarde o temprano tenía que llegar al cómic”. Tirso me envió el guion y lo leí de una tacada. Me gustó. Empecé a pensar que mi hartazgo, posiblemente, tenía algo de injusto. Por un lado, si el tema de la gastronomía y la gente que cocina ocupa tanto espacio en los medios de expresión y de comunicación, es lógico que el cómic no sea una excepción. Por otro, si el asunto alcanza esa presencia dominante será por algo más que por las estrategias de mercado de las distintas empresas. Será porque realmente le interesa al público.
Empecé a pensar en antecedentes. No me pondré muy exquisito, pero hasta el Quijote empieza contándonos el régimen de comidas de Alonso Quijano. Los referentes se me agolparon sin orden y sin esfuerzo de memoria alguno: “El festín de Babette”, todo un canto al placer de la buena mesa. Los simplísimos spaghetti que Jack Lemmon escurría con una raqueta de tenis en “El apartamento”. Los miles de bodegones de la pintura universal. Los platos de los que goza el comisario Montalbano. Las “1080 recetas de cocina” de Simone Ortega, o el “Picadillo” gallego, o “La cocina cristiana de occidente” o tantos otros textos de Cunqueiro en los que la cocina es un elemento central. O los artículos y cuentos de Julio Camba. Los huevos fritos y los pescados de Miquel Barceló. Más películas: “Julia y Julia”, “Tomates verdes fritos”, “Chocolat”, “Delicatessen”, “La Grande Bouffe”... ¡¡“Ratatouille”!! ¡Era suficiente!
Cómo no iba a interesarle al público el asunto! Es parte esencial de la vida: en los humanos es, como el sexo, la sublimación de un instinto básico. Es más, comer es tan accesible que forma parte, incluso, de nuestros recursos sicológicos. Acabamos comiendo por ansiedad, por nerviosismo, por aburrimiento, por exaltación. No concebimos celebrar algo sin comida de por medio. Viajamos y, no pocos, no entran a un museo o se cansan al segundo día de visitar monumentos, pero todos, absolutamente todos, comemos, y la gran mayoría, antes o después, acabamos probando platos típicos de los lugares que visitamos.
Posiblemente estemos en un momento de clímax, de exacerbación del interés a causa de uno de esos fenómenos colectivos que cada cierto tiempo se producen, como alineación de planetas, y que hacen que un tema específico acapare el interés de casi todos. ¿Cuántos nombres de arquitectos, de pintores, de músicos “clásicos”, de escultores, de poetas, de científicos, de filósofos vivos creen que serían capaces de citar la mayoría de nuestros conciudadanos? ¿Y cocineros? Seguro que unos cuantos más. Lo más probable es que las cosas recuperen con el paso del tiempo una cierta normalidad, la gente perderá el entusiasmo casi incondicional por todo esto y los cocineros y cocineras se verán privados del glamour del que colectivamente gozan en estos momentos y retornarán a su natural condición de mortales. Pero todos seguiremos comiendo, interesándonos por la cocina, recomendándonos restaurantes, pasándonos recetas. Y la comida y la cocina seguirán indisolublemente entrelazadas en muchas de las historias que contemos, del arte que creemos.
Raul Marinho, promotor de la idea, Francisco José Abelleira, autor del guion, y Pedro J. Colombo, Víctor Rivas, Beatriz Iglesias y Sagar Fornies, en las imágenes, nos presentan en “Abastos” una historia que, sin dejar de hacer un retrato costumbrista de este momento socialmente complicado, nos evidencia esa relación fundamental y cotidiana de la cocina con la existencia diaria. Casi todos los personajes, en un momento u otro, cocinan. Y no lo hacen de una manera impostada, sino que forma parte natural de sus vidas. En la historia encontramos ingredientes abundantes que la convierten en mucho más que un libro sobre cocina. Las becas eliminadas, la dependencia, los nuevos roles, la solidaridad, el esfuerzo de superación, están habilmente entretejidos, sin estridencias, componiendo un fragmento de relato colectivo muy cercano e identificable.
La maternidad y paternidades compartidas de la criatura, a nivel visual, podría haber supuesto un problema pero, manejando estilos diferentes, conviven y fluyen sin crear conflictos y el conjunto es armónico. El trabajo de color digital, eficaz, dota al libro de unidad, pues, teniendo cada autor su manera de resolver la cuestión, llegan a resultados acordes,con paletas suficientemente próximas para dar esa sensación homogénea, en la que comparten una cierta cotidianidad y un punto de nostalgia.
"Abastos” es un menú de cuatro platos equilibrado y sabroso, con notas levemente amargas, pero con una dominante amable y un retrogusto entrañable.
La mesa está servida.
¡Buen provecho!
Miguelanxo Prado