EL NARRADOR DE HISTORIAS
Que la persona que hace el trabajo más desapercibido de un tebeo, el guionista, alcance fama, es todo un logro. Que este mismo guionista sea conocido por su obra fuera de su país, y que dicha obra sea promocionada con el autor como reclamo, es toda una hazaña. Nunca nos cansaremos de reivindicar la labor de todos aquellos que se dedican a los cómics, desde el colorista al impresor, desde el dibujante al editor oculto en la sombra. Pero hay casos en los que la reivindicación es innecesaria, y uno de esos casos es sin duda el de Alan Moore.
Guionista (y ocasional dibujante) británico, Moore es uno de los autores de cómic más conocidos en el mundo occidental desde que a mediados de los ochenta creara guiones innovadores y elaborados para algunas series de comic books destinadas en principio a lectores adolescentes, público habitual de este tipo de publicaciones y que no estaba acostumbrado a grandes profundidades filosóficas ni metafísicas. Su labor en La Cosa del Pantano, V de vendetta, y, sobre todo Watchmen, cambió (o al menos pareció que cambiaba) la percepción del superhéroe por el lector generalista, dio paso a una “renovación” del género y abrió camino para que las historias prevalecieran sobre el dibujo. En nuestro país la obra de Moore se ha publicado casi por completo (alguna serie limitada no se ha traducido por problemas contractuales), y ha sido muy admirada por público y crítica desde sus inicios. De hecho, es objeto habitual de artículos y dossieres y ha disfrutado de cinco monografías teóricas. Si dejamos aparte el extraño (pero apreciable) producto mezcla de homenaje, estudio teórico, historietas, ilustraciones y texto que es Alan Moore. Retrato de un caballero extraordinario (Recerca, 2004), los estudiosos españoles han escrito sobre él en Alan Moore. El tebeo de los 90 (Los Archivos de El Boletín nº 10, El Boletín, 1995), de Jaime Rodríguez; Alan Moore. El señor del tiempo (Colección Nexus nº 4, Global, 1996), de autoría colectiva; Alan Moore. Magia y precisión (Sinpalabras nº 3, Sinsentido, 2004), de Francisco Naranjo; y Alan Moore. La autopsia del héroe (Pretextos nº 12, Dolmen, 2010), de J. J. Vargas (de este listado excluimos a propósito libros como W de Watchmen, de Rafael Marín, que se centran en trabajos específicos del autor británico). Todas ellas son obras de enjundia que aportan diferentes puntos de vista aunque siempre con una valoración positiva del guionista, lo que también sucede en la última monografía sobre Moore publicada en España, en esta ocasión una traducción: Alan Moore. Storyteller (Planeta DeAgostini, 2012), de Gary Spencer Millidge.
Introducción de Michael Moorcoock, con ilustración de John Coulthart. |
Millidge es un autor de cómics británico de corta (y desconocida en nuestro país) carrera, que ya editó el mencionado Retrato de un caballero extraordinario y que con Storyteller completa su labor recopilativa y laudatoria sobre su, parece, autor preferido. El libro es un producto perfecto para conocer la extensa obra del guionista, con abundantes (y exquisitamente referenciadas) citas, fotos e ilustraciones curiosas y muestras de historietas que lucen espléndidamente debido al gran formato elegido. Podríamos decir que el libro lo cuenta todo sobre Moore: su infancia y adolescencia, sus penosos inicios laborales, su paso a las revistas británicas, su éxito fulgurante, su productividad, su complejidad, sus enfrentamientos con los grandes grupos editoriales y con algunos dibujantes, su misticismo… Y lo que cuenta lo cuenta muy bien, con un lenguaje asequible y ordenado, recurriendo frecuentemente a citas de Moore (en el libro se indica claramente que el guionista ha colaborado estrechamente en la elaboración del libro), con un precioso diseño que se permite algunas excentricidades (esas páginas dobles con muestras de guión, esos dibujos a gran tamaño). Es un libro perfecto para el no iniciado, siempre teniendo en cuenta el interés de un “no iniciado” español por estos temas, y su pretensión de llegar al lector general hace que el libro profundice poco en el análisis de las historietas. A este respecto, es mucho más profundo el estudio realizado por Vargas que el que ofrece Millidge, que se detiene más en el proceso creativo del producto que en el significado o en los referentes del mismo.
Inicio del capítulo dedicado a Miracleman. |
¿Qué aporta este libro al conjunto, ya extenso, de obras teóricas sobre Moore? Además del evidente “lujo” editorial, que permite una obra a todo color con reproducciones de historietas a gran tamaño y con una encuadernación robusta, lo principal del enfoque de Millidge es que permite hacer “descender” al entronizado Moore de las alturas. La inclusión de fotografías del autor junto con su familia, en su niñez o en su madurez, o con amigos, o en tareas que no tienen que ver con la historieta pero sí con la conformación de la personalidad del barbudo guionista, permiten un acercamiento al ser humano desligándolo un poco del mito creado en torno a su persona, de iluminado, exigente, meticuloso, beligerante. En este libro se nos muestra a un Moore polifacético, entregado, coherente, erudito, a veces distante de su propia fama, curioso y sorprendido de la misma, y sobre todo a un hombre muy inteligente, que tiene las ideas muy claras y que no duda en expresarlas aunque en ocasiones no le convenga desde el punto de vista profesional o monetario; cosa que no solo dentro de los guionistas o trabajadores del mundo del cómic, sino de cualquier persona del mundo actual, es prácticamente inaudita. Y con esto no persigue (y no consigue) que la figura del escritor pierda su calidad de ídolo a seguir, sino que la fortalece en cuanto que aumenta su calidad humana. A este respecto es apabullante y desconcertante para los que estamos acostumbrados a leer sobre cómic la cantidad de información suministrada sobre sus experiencias místicas y mágicas, sus performances y actividades (a veces paralelas) fuera del mundo del cómic.
Fragmento de la cronología de las obras de Moore. |
Como muestra de su conocimiento del medio y de su admiración al mismo, podemos recuperar esta cita del autor que aparece en la página 127 del libro y que demuestra la innecesaria supeditación del cómic a cualquier otro “gran arte”, su justificación como medio propio:
«Hay ciertos pasajes de Watchmen que ofrecen un tipo de experiencia de lectura que no podrías encontrar en ninguna otra clase de libro; en ninguna otra forma de literatura».
Dos “pequeños” detalles más que hacen que este libro sea recomendable para su lectura por aficionados o neófitos: la correctísima traducción de José Torralba y la inclusión del asombroso y utilísimo desplegable final con la cronología de las obras de Moore. No obstante, echamos de menos alguna mención a las ediciones en español que no constan en este apartado (según Torralba, por la volatilidad del mercado).