ARCHIVOS SAVAGE DRAGON – VOLUMEN I . Erik y la fábrica de galletas
Dragon, un ser singular, aparece en medio de un solar incendiado, indemne y amnésico. Enrolado como valioso policía de Chicago, desempeña una intensa tarea de pacificación que lo enfrentará al peligroso VICIUS CIRCLE, grupo de supervillanos cuya máxima aspiración consiste en imponer su sindicato del crimen mafioso en la Ciudad del Viento (!). Según pasan los días, Dragon consigue menudos fragmentos para unir al rompecabezas de su presunta biografía.
GOLEMCOP
Entre la llamativa e inefable oferta con la que toda esa gloria manifiesta que se apiñó formando IMAGE deslumbró al mundo (con un loable fin, cuidado; eso siempre lo hemos reconocido. Trataron de aportar dignidad al oficio, al autor, a su obra), paralizándonos con una suerte de homúnculos/copia de los más inmortales caracteres del tebeo (los de siempre; hoy no los enumeraremos, ¿vale?) destaca, sin duda alguna, y por considerables méritos, esta concepción de ERIK LARSEN, que si nuestros oxidados recuerdos no yerran mucho, fue uno de tantos que dieron la campanada en MARVEL, haciendo que muchos descubrieran que existía el cómic. Que en la CASA DE LAS IDEAS (y los pelotas) llevaran décadas dibujando tebeos no contaba. Era el Calentón Larsen (¿no hubo un Calentón LIEFELD también?) y todos los demás veteranos pasaban a ser unos carcas carcomidos cancerígenos dignos del olvido y el desprecio.
Pero Larsen, al contrario de sus compañeros de Image, que más que superar lo que ya existía, se limitaron a copiarlo, dándoles una capa de resplandeciente mugre encima, concibió Savage Dragon como algo grandioso. Es bueno, el puñetero. Rebosa energía, dinámica; es cítrico como el limón y agudo a ratos como un estilete, señalando, con un dedo verde y aun grosero, los artificios que emperifollaban a las MAJORS, con las cuales Image estaba entonces “en guerra”, con abundantes razones.
Mueve su personaje entre los callejones de Chicago, sede mundial de los gánsteres (aunque en ningún momento nos la muestra. Sus escenarios son casi provincianos, de la Nueva Inglaterra descrita por STEPHEN KING), enfrentándolo a una hueste de supervillanos sádicos que tienen aterrada a la población. La policía normal cuenta sus bajas por decenas, como en ROBOCOP (PAUL VERHOEVEN), cundiendo el desaliento, la sensación de fracaso, la ruina.
Pero, de modo venturoso, en medio del fuego (curioso símbolo), como algo brahmánico o canto del ave fénix, aparece Dragon (amnésico y en cueros) siendo la respuesta a las plegarias del agente FRANK DARLING (que parece un policía tipo teleserie de STEPHEN BOCHCO). Pero no debes pedir milagros, que pueden cumplirse: el ingreso de Dragon en la policía se paga con sangre. Será una de las tantas cruces con las que el policía cargará a lo largo de la historia, al modo que Dragon tendrá que soportar su amnesia, así como el nulo recuerdo de sus orígenes, génesis, mutación o lo que él sea.
Larsen tiende un par de trucos/trampas para explicárnoslo y, de nuevo, nos remite a ambientes rurales norteamericanos de King, los HERMANOS COEN o UN PLAN SENCILLO de SAM RAIMI.
¡HOSTIÓMETRO EN MARCHA!
Dragon, aparte o a consecuencia de su pertinaz amnesia, es una máquina de pegar hostias a troche y moche. Resuelve los problemas con los puños, que chocan contra toda una batería de sujetos que son el objeto de la referencia/parodia de los grandes (y pequeños) iconos de las majors. A veces, se lanza a la refriega sin más objetivo que oír crujir huesos rotos bajo sus nudillos. Su figura, difícilmente académica, cuyos bíceps superan el tamaño de su cabeza coronada por una aleta, o cresta, tipo OMAC (el protopunkie de JACK KIRBY), se magnifica en estas planchas, tan saturadas de recursos gráficos propios de WALT SIMONSON (que, por entonces, la estaba liando con ORION, ¿no? Porque Savage Dragon contiene su mismo espíritu de pelea sin tregua a lo DRAGON BALL) y el SIN CITY de FRANK MILLER, bordeando, más que el homenaje, la copia directa. El blanco y negro de la edición de DOLMEN a veces amplía el relieve descarnado que persigue mostrar Larsen en algunas de sus viñetas o páginas (pues también aspira a tebeo noir e intenta capturar el tenebroso espíritu de los arrabales y la decrepitud de sus escenarios), pero en otras nos perdemos en un marasmo de líneas confusas y amontonadas masas, por desgracia, entre las cuales vuelan las hostias que caracterizan a Dragon.
Pero flaquea en un hecho fundamental la meticulosa arquitectura de Larsen, que nos deleita con una impresionante y bien urdida puya al todopoderoso JOHN BYRNE (identificando, con increíble nitidez, los deméritos del laureadísimo autor del SUPERMAN emasculado), entre otras referencias que nos elevan la estima por Erik como: ¿por qué todos los superhéroes se conocen dándose de hostias, acabando luego amigos del alma? Lo disimula con destreza, sin lograr hacerlo desaparecer, y se acentúa conforme pasan las páginas; trata de emboscarlo con las splash-pages explosivas y las viñetas/referencia, los efectos y onomatopeyas: Dragon no tiene personalidad. Sólo puños así de grandes.
No tenemos la menor idea de cómo es Dragon, al margen de la figura y el estereotipo. Lo vemos en las cloacas pegando hostias a seres y aberraciones que parecen trasgos mal conjurados; empuña armas (que descarta por sus puños) adoptando posturitas de tipo duro; discursea sobre la violencia policial santificándose de paso, pero ¿qué, cómo, qué siente Dragon al margen de las emociones prestadas, y eso: estereotipadas?
Dragon no relata ni piensa en primera persona. En su seno no encontramos nada; parece solar abandonado. Ejecuta su labor mecánicamente. A Larsen no le interesaba interiorizar en su personaje (al contrario de TODD MACFARLANE, que barrenó tanto dentro de SPAWN que le salió por el culo); traslada a su marioneta a todo tipo de escenarios siempre y cuando no tenga que pensar mucho (preferiblemente, nada) y pueda limitarse a repartir estopa.
¿Qué le gusta a Dragon desayunar? ¿Pelotearía a OBAMA como hizo SPIDER-MAN? (Pues sí: viscosamente.) ¿Es conservador o liberal? ¿Le pone el fetichismo de las féminas que lo acompañan? (No, un momento: aquí hay un rasgo de identidad; le gustan normales y con pantalones.) Dragon no vive. Ocupa su apartamento y parece el personaje que ARNOLD SCHWARZENNEGER encarnó en EL ÚLTIMO GRAN HÉROE: vacío existencial impulsado primariamente por reacciones externas. Hasta el supuesto drama a lo FRANK CASTLE es un apaño de cliché.
Eso justifica la anomalía que encontramos en su encuentro (fatal) con OVERLORD (el cameo de pacotilla de la nenaza tirana latveriana –de paso, Larsen se chotea del DOOM: 2099-). Durante su agonía, Dragon actúa insensiblemente. Apenas padece. En su trance a lo CRISTO (inevitable/fea costumbre “redentora” de los tebeos) Dragon no se pregunta, no sufre, no lo desgarra el dolor que quema sus entrañas. Se quita de la cruz sin decir, una sola vez: “Esto me puede. Necesito ayuda. Una tirita para esta herida”. Ni siquiera gruñe de sufrimiento. (Otro día especularemos sobre el asunto de verse empalado en un agudo pincho.)
Larsen hace trabajar a Dragon como un hosco robot que frecuenta baretos de moteros brumosos (oportunidad para dar hostias) y lo caracteriza cual macarra a lo VILLAGE PEOPLE, obligándole a recitar unas frases algo melancólicas.
Larsen cuida más la personalidad de Darling (con síndrome de JUDAS ISCARIOTE) y la de la agente WILDE (y su “romance” con Dragon; cuando haya tiempo, haremos digresión del fetichismo sexual de la mujer y el monstruo, su zoofilia inmanente ya presente en la mitología griega), pero no se detiene, para nada, en la psicología del protagonista. ¿Para qué? Pega hostias. Tiene buena puntería. Es acróbata excepcional. Ignífugo. Fuerte del copón. ¿Qué más quiere? ¿Sentimientos, recuerdos auténticos, como un REPLICANTE de BLADE RUNNER? No me abruméis con bobadas, tíos. ¿No veis qué hostias arrea? ¡Hasta dice una o dos frases chulas!
Larsen no podía darle esa profundidad a Dragon porque eso supondría delatarse, admitir que copia. So pretexto de su grandeza (y las injurias vengadas con las majors), Larsen puede remedar a BATMAN, LA COSA, LOBO, el MOTORISTA FANTASMA y a la madre que los parió, pero en el momento que Dragon expresara un pensamiento, admitiría que su golem esmeralda es una réplica del MARSHAL LAW de PAT MILLS y KEVIN O`NEILL casi letra por letra.
El aire sardónico, la socarronería, los cameos descarnados, cómo proyecta la violencia (porque Savage Dragon es un tebeo con tendencia a la violencia gratuita e injustificada), el trabajo del protagonista… todo sale de Marshal Law. Pero donde los británicos sabían contenerse, Larsen se extralimita. No logra/sabe atemperar la crudeza de algunos de los actos de Dragon con un chiste o hacerlo tan grotesco que diluya la fuerza del impacto. Él va a degüello.
Tampoco debemos criminalizarle al respecto. Era la época. Lo que se pedía. Si no, fijémonos en una miniserie tan insensata como BODYCOUNT, de BISLEY y EASTMAN, el terrible dúo dinámico de las obras vacuas: ¿de qué va? De pegar tiros y reventar gente y ya está. ¿De veras queremos que los tebeos sólo cuenten eso?
Savage Dragon peca de eso: de lo alto que salpica la sangre.
LA ÉTICA POLICIAL DE DRAGON
Esperábamos que Larsen explotase la situación, ya que estaba de homenajes (no de copia, ¿eh?), y la estructura general de Savage Dragon replica los tics de Miller que aparecen en los Caballeros Oscuros, con una disposición de viñetas similar y una galería de personajes parecida. Cuando presenta al agente HOWARD NISEMAN (estereotipo del fascista con placa), esperamos con curiosidad ver cómo interrelacionarían tan dispares sujetos, pues, grosso modo, Niseman viene a ser “la bella”, aunque de carácter monstruoso, en tanto que Dragon es “la bestia” de noble corazón. Larsen (al menos, en este tomo) desaprovecha este roce.
Y no porque le falten tablas como narrador. Es porque le seducía mucho más repartir hostias espectaculares. Y, para rematar la faena, nos hace una pirula y pone un singular discurso en boca de Dragon. Tras la letanía contra la violencia policial y el racismo (aun las pintas de los mendas) declara:
-Esto no va de ir apaleando ciudadanos inocentes porque no te guste su aspecto… se supone que somos los buenos.
A los inocentes, ni tocarlos; ahora, a los malos, ¡a brearlos a palos, cojones! ¡Bonita defensa del principio del Derecho, la legalidad y los Derechos Humanos que hace Savage Dragon! Eso de “inocente hasta que se demuestre lo contrario” se lo pasa por el forro del arco del triunfo… algo natural, no obstante, en un policía que usa motosierras para “reducir” a un sospechoso.
Claro, que admitimos que Dragon no se enfrenta a las nenazas lloricas de Marvel; sus malos muerden de verdad. Es, también, un reflejo de la escalada de la entropía que padece nuestra Sociedad, cuyas garantías se han tomado como un salvoconducto para cometer atrocidades quedando impune por ellas.
El problema del relato de Larsen estriba enque la sensación que pende es la de “vamos a masacrar por masacrar”, y eso impide analizarlo de modo más profundo.
RECAPITULANDO
Hay que tenerlo, ¡qué caramba! Para pasarlo bien, es todo un hallazgo y un filón de aventuras. Sin mayor pretensión que su supervivencia, cosa que hace con la suficiente calidad y elegancia como para ganar nuestro respeto, la historia cuenta con un considerable catálogo de virtudes que estas cosillas que le hemos visto ni siquiera la anublan ligeramente. La obra humana es falible, y Larsen ha tratado de evitarlo cuanto ha podido en Savage Dragon. Su dibujo, el contenido emocional que registran los rostros, ya salvan la obra. A partir de ahí: espectáculo grandioso de trepidante ritmo y fluida lectura, abundante en texto, nada de telegramas como los de hoy en día.
Larsen, durante el proceso creativo, se ha divertido de lo lindo explayándose en la concepción de estas páginas, fijando sus filias y fobias de modo indeleble.
El catálogo de villanos nos ha recordado a WANTED, obra (y película) a las cuales hace tiempo les dedicamos algunas letras, como si sus autores se hubieran inspirado más directamente en los malos de Savage Dragon que en los canallas usuales de las majors.
En consonancia al material publicado, reseñamos el formato que le ha dado Dolmen para sacarlo al mercado, un sólido libro que pregona tanto las virtudes del tebeo como sus ambiciones editoriales, grueso como una guía telefónica.
Savage Dragon no aburre: engancha. Se eleva sobre el resto de la mimética y aun caprichosa producción del resto de Image, que tanto prometía pero que se quedó en una filfa, descollando con provocativos méritos propios. Abundante en cameos, referencias de “lo capital” del “Universo” Image, azote de las majors, simiente de otras colecciones, última oportunidad para las otrora aclamadas TORTUGAS NINJA, no podemos terminar esta reseña sin mencionar las introducciones de ÁLVARO PONS (lírica y divertida, irreverente al estilo como aguijonea Larsen a los iconos mayestáticos de los cuales se burla) y la documentación de RAÚL G. PERIBÁÑEZ, la cual nos ayuda a comprender aún mejor el respaldo con el que Erik Larsen contó para ponerse al mando de Savage Dragon y darle longeva existencia.
FICHA TÉCNICA
TÍTULO: ARCHIVOS SAVAGE DRAGON – VOLUMEN I
AUTOR, DIBUJO, TINTA: ERIK LARSEN
COLOR PORTADA: REUBEMN RUDE y ABEL MOUNTON
SOSO DESCOLORIDO: JOSH EICHORN
EDITA (EE.UU): IMAGE, 2009
EDITA (ESPAÑA): ALETA/DOLMEN, 2009
TRADUCE: FRANCISCO PÉREZ NAVARRO y JESÚS HUGUET
REALIZACIÓN Y ROTULACIÓN: GAIZKA MEDRANO
FORMATO: LIBRO EN RÚSTICA, DE 310 PÁGINAS EN B/N.
COMPRENDE: SAVAGE DRAGON MINISERIE: 1-3 y SAVAGE DRAGON SERIE REGULAR: 1-8.
TEXTOS: ÁLVARO PONS y RAÚL G. PERIBÁÑEZ
ISBN: 978-84-96992-66-5