El conjunto de dibujantes que se integraron al equipo de TBO en los años sesenta son generalmente considerados como una generación “menor”; y lo cierto es que firmas como las de Pañella, Isabel Bas o el autor del que nos vamos a ocupar en estas líneas, Joan Bernet Toledano, no suelen valorarse al mismo nivel que otras firmas consideradas más “míticas” como Coll, Benejam o Urda. Nada más lejos de ello: como los recién citados, los autores que entraron en la revista con posterioridad igualmente contribuyeron con su buen hacer al prestigio de la revista que ahora cumple un siglo.
En el caso de Bernet Toledano, su nombre está vinculado al de Altamiro de la Cueva, una de las escasas series con protagonista fijo que albergó TBO a lo largo de su existencia, además de otros aportes que revisaremos a continuación. Nacido en Barcelona el 6 de julio de 1924, pertenecía a una de las escasas “dinastías” de historietistas que se han dado en la historia del tebeo español: su hermano mayor, Miquel Bernet Toledano, nacido tres años antes que él, hizo popular el seudónimo de “Jorge” con el que firmó sus numerosos trabajos para Editorial Bruguera, destacando en especial su personaje Doña Urraca, hasta que su carrera quedó truncada al fallecer prematuramente en 1960. No obstante, su legado sería proseguido por su hijo Jordi, que con el tiempo se convertiría en uno de los autores de cómic españoles más cotizados internacionalmente de todos los tiempos.
Heleno, el sereno, una de sus primeras series, para Búfalo (1950) |
Hacia 1943, cuando apenas contaba con dieciocho años, el joven Joan, decidido a seguir los pasos de su hermano mayor, publicó sus primeros trabajos en Hispano Americana de Ediciones, ilustrando algunas portadas e historietas de tema animalístico para sus series de cuadernos como Fábulas (perteneciente a la Colección Infantil de las Grandes Aventuras). A principios de los cincuenta se puede encontrar su firma en varias de las cabeceras de la época, como Nicolás (Ed. Clíper), donde publica el personaje Pep Siglás, o Búfalo (De Haro Editorial), para la que crea a Heleno, el sereno.
Aparte de estas primeras incursiones como historietista, Bernet Toledano también tuvo una experiencia en el campo de la animación, participando como asistente animador en el filme Sueños de Tay-Pi (1952), tercer largometraje de la productora Balet y Blay. Fundada por los empresarios Ramón Balet y José María Blay y dedicada inicialmente a la producción de películas de imagen real y a la distribución de cintas extranjeras, también tuvo el mérito de haber producido el primer largometraje europeo de dibujos animados en color, Garbancito de la Mancha, estrenado en 1945, al que seguiría tres años después una secuela, Alegres Vacaciones; aunque ambas llevaban la firma de José María Blay como director, en realidad habían sido realizadas por Arturo Moreno. Tras la marcha de este último a Venezuela, para Sueños de Tay-Pi se contó con el austríaco Franz Winterstein —miembro de la compañía de teatro «Los Vieneses», asentada en España desde el principio de los cuarenta y liderada por Artur Kaps, quien precisamente se encargó de las canciones de la nueva película junto con Augusto Algueró— como director, pese a no contar con ninguna previa experiencia en la animación. La producción de Sueños de Tay-Pi fue errática, y el resultado final, decepcionante: el argumento, que giraba en torno a una isla del Pacífico en la que los animales que la habitan montan una especie de revista musical, adolecía de una falta de ritmo y una escasa coordinación entre las diversas secuencias. Tras no pocas vicisitudes, la cinta se estrenó en Barcelona a finales de 1952 para prácticamente desaparecer de la circulación casi inmediatamente; a día de hoy no se conoce copia alguna, lo cual la ha convertido en una película “maldita” del cine de animación español. Lógicamente, significó el cierre del departamento de animación de Balet y Blay; hubo que esperar catorce años para que volviera a producirse un largometraje animado en España, El mago de los sueños (1966), de Francisco Macián. No obstante, el balance no fue totalmente negativo, ya que Sueños de Tay-Pi permitió a varios jóvenes artistas hacer sus pinitos en el campo del dibujo, para seguidamente conocer notables carreras profesionales: es el caso del citado Macián, así como de Manfred Sommer, quien posteriormente conocería una próspera carrera como historietista. Bernet Toledano, por su parte, ya no volvería a colaborar en ninguna producción de animación.
Caricaturas de Bernet Toledano y sus compañeros del estudio de animación Balet y Blay, por él mismo. |
Pese a estos debuts prometedores, hacia mediados de los años cincuenta Bernet Toledano abandona el dibujo para montar un taller de botones de alta costura, por lo que su firma desaparece de las publicaciones de historieta. No obstante, es seguro que durante este periodo no abandonó totalmente el dibujo, ya que hacia finales de los cincuenta pueden hallarse algunos chistes gráficos suyos —firmados generalmente como “Toledano” a secas— en publicaciones Bruguera como El DDT, Selecciones del Humor de El DDT y Can Can, así como en las efímeras revistas de humor Pepe-Cola y La PZ, supuestamente elaborados durante su tiempo libre. No obstante, habría que esperar unos años hasta que regresase al mercado editorial como profesional a tiempo completo.
Por fin, hacia 1965 retoma definitivamente los lápices. En palabras suyas: «Un día comprendí que mi verdadera y única vocación era el dibujo, lo tiré todo por la borda y volví a sentarme al tablero. Pero siempre lamentaré los diez años en que no dibujé, ya que han retrasado mi evolución artística»1 . Pese a lo pesimista de esta cita, lo cierto es que poco después de su reincorporación al dibujo2, Bernet Toledano logró madurar en un breve espacio de tiempo, prueba de que aún conservaba el bagaje artístico acumulado previamente a su cambio de profesión. Así, aunque en sus primeras páginas para TBO todavía se detecta alguna influencia de Ibáñez, muy pronto alcanzaría un estilo plenamente propio, dotado de un trazo suelto y dinámico y una sólida construcción en los personajes humanos. Un estilo que, por un lado, suponía un soplo de aire fresco en una publicación como TBO que ya empezaba a anquilosarse, aunque, por otro, se adaptaba adecuadamente al tipo de humor “blanco” y poco sofisticado del que la revista siempre quiso hacer gala.
Una de las primera historietas de Altamiro de la Cueva, hacia 1965 (reedición en el número extraordinario 60 años de TBO, 1977). |
Su principal contribución para TBO, el cavernícola Altamiro de la Cueva, aparece por vez primera, discretamente, en el número 395 de TBO (21-V-1965), en entregas de una página de cuatro tiras (ocupando las cuatro quintas partes de la página; la parte inferior solía estar ocupaba por una tira sin protagonista fijo de otro dibujante). Este personaje, del que se suele comentar que nació a raíz del interés de su creador por las cuevas de Altamira —acaso también podría haber sido influido por el impacto despertado en aquella época por la teleserie de animación Los Picapiedra (The Flintstones)—, se presentaba inicialmente como pintor y decorador de profesión, pero muy pronto empezó a exhibir su talento de inventor, generalmente ideando artefactos beneficiosos para su comunidad, desde las suelas para el calzado hasta el paraguas —lo que motivaba la inclusión de chispeantes anacronismos en la serie, aunque sin llegar a los niveles extremos de Los Picapiedra— y resolviendo conflictos aplicando el ingenio por oposición a la violencia. Aunque la serie contaba con guiones del propio dibujante en sus inicios, en breve se beneficiaría de la participación del prolífico Carlos Bech como guionista titular, aunque no acreditado. Altamiro cumplía así el cometido de aportar sangre nueva a la revista, pero sin desviarse, como ya se ha comentado, del espíritu gentil y poco agresivo de la misma. Muy pronto Bernet Toledano quedó consolidado como uno de los dibujantes clave de TBO; buena prueba de ello es su inclusión en el número- homenaje dedicado a los dibujantes de la revista, lanzado en 1967 con motivo de su 50º aniversario, en el que se le dedica una página, representado, al igual que otros colaboradores más veteranos que él, con una autocaricatura, una breve biografía y una historieta suya.
Bernet Toledano se mantendría fiel a TBO durante más de una docena de años. Una buena prueba de la popularidad de Altamiro alcanzada entre sus lectores fue el número extraordinario que se le dedicó en 1972, que contenía una selección de sus historietas, más algunos “extras”, como un prólogo de Antonio Martín. Aunque la página semanal de Altamiro fue la principal contribución de Bernet Toledano durante todo el tiempo que estuvo en TBO, este aportó su buen hacer a otros tipos de colaboraciones: desde historietas sin personaje fijo (cuya extensión podía variar de una tira a una página completa) hasta pasatiempos, pasando por portadas. Especialmente, el talento de Bernet Toledano en cultivar tanto el dibujo humorístico como el realista, le valió ilustrar en este último estilo varios relatos escritos, generalmente surgidos de la pluma de Carlos Bech, que solían aparecer en los números extraordinarios.
Poco después de su ingreso en TBO, en 1966, Bernet Toledano empieza asimismo a colaborar para la poderosa Editorial Bruguera, simultaneando durante varios años su labor en ambas empresas. No obstante, sus primeros trabajos para Bruguera no serán muy creativos: para la revista Pulgarcito, realiza historietas publicitarias para la marca de caramelos de igual nombre, protagonizadas por el personaje Pulgarcito que aparecía en la cabecera del semanario, el cual interactuaba en algunas de ellas con otros personajes bruguerianos, como Carpanta. También tuvo ocasión de animar al mismísimo Bugs Bunny, en otra serie de historietas en que el conejo de los cartoons warnerianos anunciaba la bebida en polvo Refres-Kool (versión ibérica de la célebre marca estadounidense Kool-Aid). Asimismo, y paralelamente a la expansión de Francisco Ibáñez como máxima estrella brugueriana, realiza varias historietas apócrifas de algunos personajes iniciados por este último —dado que el aumento de su producción de historietas, con Mortadelo y Filemón a la cabeza, le impedía continuarlos— como Don Pedrito, Rompetechos y muy especialmente 13, Rue del Percebe, de la que realizó más de sesenta entregas en 1967-703.
Por fortuna, la labor de Bernet Toledano para Bruguera no se limitó tan solo a la publicidad y a hacer de “negro” de Ibáñez, ya que también obtuvo la oportunidad de lanzar personajes de creación propia en otras publicaciones de la casa. En 1968 aparece su primera serie propia, Serafín Doblones, compra y venta de automóviles, para Din Dan (posteriormente rebautizada Serafín y Cía. al pasar a Pulgarcito en 1972); otras creaciones suyas aparecidas a continuación incluyen el gánster Filadelfio Gun (Pulgarcito, 1972), Ursus y Evarista, una pareja deportista (Din Dan, 1972) y el editor Archibaldo Portafolio (Pulgarcito, 1973). Aunque, al igual que todos los artistas que trabajaban para Bruguera, estuvo sujeto a los estrictos códigos de la poderosa casa editora en cuanto a creatividad y volumen de trabajo, supo aplicar en todos los personajes citados su trazo personal, que ya no debía a casi nadie, y un humor levemente más agresivo que el que cultivaba en TBO, aunque sin llegar al nivel de violencia de otros autores como Ibáñez. Su firma desapareció de las publicaciones Bruguera hacia mediados de los setenta salvo, evidentemente, en reediciones.
El final de la década de los sesenta constituyó un tiempo de cambios en el mercado de la historieta en España, con la aparición de publicaciones que pretendían apartarse del tebeo tradicional y, en cambio, acercarse a patrones más acordes con lo que se editaba en el resto de Europa. Gaceta Junior, nacida en 1968, fue una de dichas publicaciones rupturistas; aunque en sus primeros números se nutría primordialmente de material importado, a partir de su número 53 acogió mayoritariamente firmas autóctonas, entre ellas Bernet Toledano, que debutó en el núm. 64 con los gags de media página de Don Vicente vive deportivamente, al que se le añadió en el núm. 69 Super agente secreto A.E.I.O.U., protagonizada por un jovial aunque distraído agente secreto, que seguía la línea de otros personajes similares surgidos en los tebeos españoles a la sombra de la moda despertada por la saga cinematográfica de James Bond, como Anacleto, agente secreto, de Vázquez, o 7-7, cero a la izquierda, de Arturo Rojas de la Cámara. Lamentablemente, el cierre de Gaceta Junior poco tiempo después frustró el ambicioso proyecto de crear una publicación que reuniese a varios de los mejores dibujantes españoles; tanto Don Vicente como A.E.I.O.U. efectuaron sus postreras apariciones en el número de despedida de la revista, el 81.
Operación rescate, historieta sin continuidad aparecida en el núm. 0 de Trinca (1970) |
Poco después del cierre de Gaceta Junior, en el otoño de 1970 aparece Trinca, otro de los títulos clave en la renovación de nuestros tebeos, editado por Doncel, y en el que Bernet Toledano jugó un papel importante, codeándose con firmas como Antonio Hernández-Palacios, Víctor de la Fuente y su hermano Chiqui, Juan Arranz, Miguel Calatayud, el dúo Ventura/Nieto, Adolfo Buylla y un largo etcétera. Ya en el número 0 de Trinca, un “número-piloto” de difusión muy reducida, aparece una historieta suya de una página, Operación rescate, de poca importancia, y que no será recuperada en el número 1 “oficial”, el cual retomaba la mayor parte del material aparecido en el número 0, pero no la citada página. Ese mismo número 1 presentaba el debut de la que sería una de las más populares series de la revista: Los guerrilleros, que ilustró con guiones de Andrade (seudónimo de José María Echevarría), serie ambientada en la Guerra de la Independencia, que, tras una aventura inicial de dieciséis páginas, sería presentada generalmente en historias completas de ocho (a veces, hacia el final de la serie, cuatro) páginas, en la que un grupo de partisanos repelía constantemente los ataques de los “gabachos”. Prevista inicialmente para su publicación en Gaceta Junior pero cedida a Trinca debido a la desaparición de aquella cabecera4, Los guerrilleros, a pesar de la excelente calidad del dibujo —en la que nuestro artista dio todo lo mejor de sí, mostrando un notable sentido de la documentación en cuanto a la ambientación y los uniformes de la época en que se desarrollaban las historietas— adolecía de unos guiones repetitivos y maniqueos; aunque llegó a ser calificada de “un Astérix a la española”, lo cierto es que la serie carecía del elemento satírico de la creación de Goscinny y Uderzo. Con todo, llegó a ser recogida en tres álbumes editados por Doncel y traducida en varios países5, incluyendo —por irónico que parezca— Francia (en un álbum en blanco y negro editado por Bédésup en 1984). Con posterioridad, Los guerrilleros tuvo un episodio reeditado en TBO6 y fue rescatada nuevamente en 1982 en la publicación Primeras Noticias. Junto con Altamiro de la Cueva, es acaso la serie más recordada del autor.
La otra creación de Bernet Toledano para Trinca (posiblemente también prevista inicialmente para Gaceta Junior), surgida en su número 5, puede considerarse decididamente menor: Juanito “er Kiko”, vocación de torero, escrita por Enrique Sánchez Abulí, el futuro guionista de Torpedo 1936 e hijo del autor Enrique Sánchez Pascual. Desarrollada en entregas de dos páginas, y con los diálogos redactados en un sabroso dialecto andaluz, relataba el esplendor y caída de un joven aprendiz de torero que anhela alcanzar la profesionalidad.
Los guerrilleros (Trinca núm. 11, 1971) | Portada de la edición francesa de Los guerrilleros (1984) | Juanito «Er Kiko» (Trinca núm. 15, 1971) |
Sobre la misma época, Bernet Toledano colaboró para Comundi, una agencia de historietas fundada por el mismo Enrique Sánchez Pascual —con la asesoría de Antonio Martín— creada, siguiendo la línea de las ya consagradas como Selecciones Ilustradas o Bardon Art, con el objetivo de producir material gráfico para su distribución a nivel nacional e internacional. Para esta poco recordada agencia —de efímera existencia (no llegó a sobrepasar el ecuador de los setenta)—, Bernet Toledano realizó una adaptación del Quijote de la que poco se sabe (incluso llegaron a extraviarse los originales) y alguna serie de tiras de humor.
Portada del tomo Franciscostein (1973) y, debajo, una historieta de dicho tomo. |
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Otro de sus personajes surgido a inicios de los setenta es Juanito Flores, visión caricaturesca del monstruo de Frankenstein, aquí presentado como un engendro gentil e incomprendido, aparecido en la revista Terror Fantastic en 1971. Este mismo personaje fue recuperado en 1973, rebautizado como Franciscostein, para un tomo de la colección Humor Siglo XX —publicada por Euredit bajo la coordinación de Martín y en la que debutó el Superlópez de Jan, el cual disfrutaría con posterioridad de una larga y fortuita carrera— en forma de gags mudos de media página, y al año siguiente reaparecería en la revista Chito, de nuevo como Juanito Flores, en entregas de una página.
Paralelamente, Bernet Toledano sigue fiel a TBO, incluso si la decana cabecera ya empieza a perder gas, hasta el punto de que a finales de 1972, decide renovarse y rebautizarse, a partir justamente de su número 2.000, como TBO 2000; uno de los principales alicientes de esta nueva etapa —que, por otra parte, no ofrece excesivas renovaciones en cuanto a contenido, manteniendo casi intacto su humor inocuo y conservador— fue la inclusión de una aventura completa de siete páginas, siempre en estilo humorístico pero incluyendo temáticas aventureras (Oeste, ciencia ficción, espionaje, etc.), con las que se intentaba emular sin demasiada fortuna los patrones franco-belgas. Varios de los habituales dibujantes de la revista —Moreno, Salvador Mestres, Antoni Batllori Jofre, Sabatés, etcétera— participaron en esta experiencia, junto con otros dibujantes no habituales de TBO, como Juan López Ramón o Manuel Marquillas (habituales del mercado de las agencias) o Josep M. Madorell (uno de los pilares de la revista en catalán Cavall Fort, quien hizo en TBO una de sus escasas incursiones en el mercado de lengua castellana con sus personajes Largo y Balín).
También Bernet Toledano participó en este programa: ya en el número 2.001 firma una de estas historias de siete páginas, Agapito y Pascualín, protagonizada por dos vagabundos. En los siguientes números, produjo dos aventuras más de Agapito y Pascualín, así como varias historias largas sin protagonista fijo. La fórmula de la aventura completa de siete páginas se abandonó a principios de 1974, siendo reemplazada por la serie belga Florentino y su vecino (Marc Lebut et son voisin) o por parodias de series televisivas realizadas por Cubero. Por su parte, Altamiro de la Cueva sigue apareciendo, aunque con una periodicidad cada vez más irregular, hasta que se despide de los lectores, tan discretamente como cuando surgió por vez primera, con su última página, aparecida en el número 2.265 (27-I-1978). Sería también el adiós de Bernet Toledano a la venerable revista: poco después, a finales de 1979, TBO dejaba de ser TBO 2000 para volver a una fórmula retro, a base casi exclusivamente de material reeditado.
Evidentemente, el declive de TBO y otras cabeceras forzó a nuestro artista a buscarse trabajos puramente alimenticios que le permitieran subsistir en la profesión. Ejemplo de ello es su participación, en 1977, en De los Apeninos a los Andes, adaptación a la historieta del relato homónimo de Edmondo d’Amicis, publicada en tomos mensuales por Ediciones Recreativas, de los que aparecieron cinco entregas, e ilustrada en colaboración con Antonio Albarracín y Antonio Perera con guiones de Gustavo Alcalde. La colección intentaba aprovechar el impacto de la serie televisiva de dibujos animados de producción japonesa Marco (Haha no Tanuzete Sanzen-ri), también basada en el citado relato, contemporáneamente emitida por TVE y cuya adaptación “oficial” al cómic —realizada por dibujantes autóctonos bajo licencia— era editada por Bruguera.
"Un mar de lágrimas", historia premiada en el Certamen de Cómics de Gijón de 1975. Debajo, Laurel y Hardy en versión de Bernet Toledano (Euredit, 1975) |
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A pesar de hallarse en la misma situación que tantos otros dibujantes supeditados a las leyes del mercado para poder sobrevivir, Bernet Toledano supo también ser un autor inquieto, consciente de los valores de la historieta como medio transmisor de mensajes constructivos, y capaz de crear productos superiores a los que los cánones comerciales le exigían: buena muestra de ello fueron sus participaciones en el Certamen de Cómics de Gijón, en cuya edición de 1974 obtuvo el segundo premio por su historia de seis páginas “El hombre del saco”7. Al año siguiente, volvió a ser galardonado en el mismo certamen, nuevamente con el segundo premio, por su historia de igual duración “Un mar de lágrimas”8, una parábola en torno a las miserias humanas vistas a través de dos visitantes espaciales.
En la década de los ochenta, la crisis del mercado de la prensa infantil/juvenil ante el boom del cómic para adultos, que llegó a presenciar cierres tan importantes como los del propio TBO (en 1983), Editorial Valenciana (en 1984) y hasta la aparentemente imbatible Editorial Bruguera (en 1986), hizo que muchos autores clave de dicho mercado orientasen su producción historietística más allá de nuestras fronteras (varios de ellos, de hecho, ya hacía tiempo que combinaban sus trabajos para las editoriales españolas con los destinados al exterior) o se dedicasen a labores ajenas al cómic. En el caso de Bernet Toledano, desde los setenta ya trabajaba para el mercado extranjero, realizando numerosas historietas de Laurel y Hardy que se publicaron en varios países europeos, incluyendo España (por Euredit en los setenta y posteriormente por Nueva Frontera en los ochenta). Otros trabajos para el exterior incluyen Drakkar & Reno, serie con protagonistas vikingos, para la editorial suiza Polygon, más una larga colaboración para Alemania para la revista Sesamstrasse, editada por Condor Verlag y basada en la versión germana del célebre programa educativo norteamericano Sesame Street (en España, Barrio Sésamo).
Curiosamente, Bernet Toledano reaparece en 1985 en el mercado tebeístico español al colaborar en Dragones y mazmorras, serie de cuadernos editada por Planeta dentro de su línea Comics Forum, basada en la serie de animación norteamericana del mismo título realizada por Marvel Productions (en original, Dungeons and Dragons) y a su vez basada en un popular juego de rol, emitida contemporáneamente al mismo tiempo por TVE. La colección, con guiones de Francisco Pérez- Navarro adaptando los episodios de la serie, contó con la colaboración gráfica de Bernet Toledano, junto a Pascual Ferry, Bernat Serrat, Eloy Garijo y otros, cada uno de los cuales ilustró varios números de la colección de forma rotativa; de los 27 números publicados, nuestro artista se encargó de cuatro. Pese a tratarse de un trabajo puramente alimenticio, aquí hizo gala una vez más de un nivel correcto y profesional.
Poco después, emprende un nuevo encargo gráfico, si bien ajeno a la historieta: la colección de libros de cuentos Aventuras de Rufi, Isa y Tolín, publicada a partir de 1986 por la editorial madrileña Rialp, y de en la que se encargó de ilustrar los textos del escritor Rafael Gómez Pérez. Cada número contenía dos aventuras con los tres personajes titulares —dos niños y una niña— a quienes suele dar consejos y sacar de apuros el Espíritu Gordo de la Verdad, un ser en forma de nube, y a través de las cuales se pretendía exhibir valores morales (no en vano Rialp estaba vinculada al Opus Dei). La colección debió obtener cierto éxito, ya que alcanzó los veinte títulos, además de reeditarse algunos de ellos en Argentina a cargo de Editorial Quinto Centenario.
Una página de Dragones y mazmorras (Forum, 1985) | Portada de un volumen de la colección Rufi, Isa y Tolín (Rialp. 1975) |
En sus últimos tiempos, ya totalmente desvinculado del mercado tebeístico español, Bernet Toledano se dedicó a la pintura —ese “cementerio de elefantes” al que suelen ir a parar tantos historietistas cuando alcanzan el retiro— y a colaboraciones esporádicas —portadas o ilustraciones aisladas— básicamente para publicaciones vinculadas a Vilafranca del Penedés, población cercana a Pontons, donde había establecido su residencia en los años setenta. En esta vertiente, escribió el libro “L’Estaquirot” (Ed. Vilatana, 1997), con ilustraciones de Núria Giralt Clausells, en el que se relataba el origen del “ball de gitanes”, un baile folklórico típico de Vilafranca. Incluso llegó a crear su propia página web (http://bernettoledano.com) en la que, aparte de presentar su vida y obra, exhibía su labor pictórica; lamentablemente, dicha página web está actualmente inactiva. El 31 de marzo de 2009, a causa de un derrame cerebral, Joan Bernet Toledano nos dejaba para siempre a los ochenta y cuatro años.
Bernet Toledano nunca recibió los honores ni el culto de un Ibáñez, un Coll u otros nombres más aclamados de nuestra historieta de humor. Pero sí fue, a lo largo de los años, un artista honrado e incansable, sometido como tantos de sus compañeros a las presiones del mercado editorial, pero a pesar de ello, siempre sabiendo aportar un nivel profesional perpetuamente digno. Su obra, de la que actualmente apenas una ínfima parte está disponible —tan solo algunas páginas suyas dispersas en el coleccionable TBO: Edición coleccionista (Salvat, 2010)—, merece, como la de tantos otros grandes artistas del TBO (y de otros tebeos), ser rescatada del olvido.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
CUADRADO, J. (2001): Atlas español de la cultura popular. De la historieta y su uso: 1873-2000. Madrid, Ediciones Sinsentido / Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
ROIG, S. (2000): Les generacions del còmic. Barcelona, Flor del Vent.
SEGURA, R. (2006): Ediciones TBO, ¿dígame?. Barcelona, Marré Produccions Editorials.
[1] Entrevista aparecida en Gaceta Junior núm. 69 (5-II-1970).
[2] Supuestamente, pese a regresar al dibujo como profesional completo, Bernet Toledano seguiría simultaneando sus trabajos gráficos con otras actividades laborales. En el libro Les generacions del còmic, de Sebastià Roig, pág. 72, se menciona que trabajaba como chófer de una furgoneta escolar.
[3] Bernet Toledano también llegó a trabajar con Mortadelo y Filemón para un tomo de la colección Risa Loca, titulado “El caso de los loros” (Bruguera, 1973), la cual ofrecía una versión de estos personajes en una fórmula híbrida entre novela y tebeo, a cargo de autores apócrifos (entre los que también se encontraba Jan).
[4] De hecho, parte del material historietístico de Trinca, en especial durante sus primeros números, había sido producido originalmente para su publicación en Gaceta Junior, pero fue traspasado a la primera cabecera tras el cierre de la segunda, generalmente sin el consentimiento de sus respectivos autores; por ejemplo, Hippy Fardón, de Rojas de la Cámara (nacido en la propia Gaceta Junior) o El rallye de los cinco continentes, de José Bielsa.
[5] Si bien Doncel vendió la serie al extranjero —-al igual que hizo con otras de Trinca— de nuevo sin el consentimiento del autor y sin abonarle los derechos correspondientes. Véase al respecto el artículo “El Doncel del antifaz”, por Andreu Martín, aparecido en Troya núm. 7 (enero 1978), donde se narran este y otros abusos cometidos por Doncel a sus dibujantes.
[6] En el número extraordinario TBO Extra que abarca desde la prehistoria a marzo de 1976 (1976).
[7] Publicada en Espolique números 4 al 6 (1978).
[8] Publicada en El Wendigo número 5 (1976) y de nuevo en Espolique números 2 y 3 (1978).