DEL BRAGUETAZO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES
LOMBILLA

Title:
On Sham marriage considered as one of the Fine Arts
Resumen / Abstract:
Reseña de 'El Caballero del Santo Sepulcro' / Sham marriage considered as one of the Fine Arts. Review of 'El Caballero del Santo Sepulcro'
Palabras clave / Keywords:
Franquismo, Sátira/ Francoism, Satire
  • Portada y selección de imágenes de la obra.

DEL BRAGUETAZO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES

 

"La niña quería un marido, / la mamá quería un marqués,

/ el marqués quería dinero, / ¡ya están contentos los tres!"

Copla popular


Ni todo el imaginario yanqui de Halloween con sus brujas de atrezo ha podido superar en capacidad asustadora a la pavorosa imagen de Franco volviendo de entre los muertos.

Franco saliendo en volandas del Valle de los Caídos ha sido algo así como una anástasis cuartelera, un tétrico déjà vu en blanco y negro que viene a confirmar aquello que decía Jardiel de que los muertos, por mal que lo hagan, siempre salen a hombros. Será un gran paso a favor de la Memoria y la reparación a las víctimas, pero los escalofríos provocados por la tétrica visión del Generalísimo mecido amorosamente por sus afligidos deudos tardarán tiempo en desaparecer. Las banderas preconstitucionales y los vivas de rigor al ilustre abuelo han actuado como ominosa máquina del tiempo para trasladarnos a un pasado en el que las masas agradecidas llenaban la Plaza de Oriente en feliz comunión mostrando su adhesión al Caudillo de España por la gracia de Dios. Un pasado en sombras iluminado tan solo por esa sempiterna lucecita de El Pardo bajo la cual velaba el Centinela de Occidente. Un pasado, en fin, en el que parecen seguir viviendo sus descendientes, esos nietos y bisnietos a los que con fascinación entomológica hemos visto reivindicar de riguroso luto, con lacitos en la solapa y el orgullo en el asta, la memoria del dictador profanado en su descanso eterno por una democracia perversa. La misma democracia, por cierto, que tan benévola ha sido con su inicua riqueza heredada de ese pasado que tanto añoran estos arrogantes pimpollos, savia nueva del fértil tronco familiar cuya feraz sementera es el tema escogido por el guionista, escritor y profesor de la Universidad de Granada Álex Romero y el dibujante de cómics, ilustrador y humorista gráfico Ricardo Olivera (Fritz) para El Caballero del Santo Sepulcro, un tebeo, como lo denominan sus autores, con el que se adentran en la vida, obra y “milagros” de Cristóbal Martínez-Bordiú, grande de España, décimo marqués de Villaverde y “yernísimo” de Franco, a cuya sombra medró haciendo negocios e hijos con la despreocupada alegría de saberse un elegido por los designios divinos.

El Caballero del Santo Sepulcro es un tebeo que no necesita recurrir a esa boba estrategia tan de moda de llamar “novela gráfica” a las historietas para prestigiarlas. Es un tebeo de gran calidad literaria y gráfica que trasciende los estrechos límites de la vida del protagonista para convertirse en una sátira contra el poder omnímodo de la dictadura. Frente a las epopeyas que cuentan las crónicas obsequiosas de la época, Álex Romero y Fritz nos dibujan la etopeya de un personaje no tan conocido como pudiera pensarse. Como dicen los autores en el prólogo, «aunque leamos un millar de anécdotas verídicas sobre la intimidad del marqués de Villaverde, seguiremos sin saber quién fue Cristóbal Martínez-Bordiú. Es probable que solo su familia lo sepa». Por eso la vida privada del marqués que cuentan en el libro no pretende ser un reflejo fiel de la que realmente fue. Para los lectores interesados en su vida real los autores recomiendan buscar en la hemeroteca del ¡Hola!, porque El Caballero del Santo Sepulcro es «una historia de ficción». De hecho, en un prólogo que avisa ya de la elegante ironía que preside esta oportuna obra, se avisa de que lo que vamos a leer es un cuento de hadas, con caballeros y princesas y palacios encantados. Frente a la imposibilidad de saber cómo fue este intrigante personaje, el tebeo es «meramente una conjetura», la personal respuesta de estos grandes creadores a los numerosos interrogantes que rodean la vida del marqués. Al final del libro incluyen unas notas que actúan como interesante taller narrativo en el que detallan convenientemente lo que se han inventado y muestran la documentación en la que se han basado para todo lo demás.

Dividido en capítulos con regusto literario (“Las mocedades del caballero”, “Los trabajos del caballero”…), este libro es un eficaz artefacto de creación con el humor como útil herramienta para alumbrar las zonas oscuras del pasado. Y todo ocurre en una noche. Porque esta obra es «el sueño de una noche en vela en la Unidad de Cuidados Intensivos. Una fantasía para aligerar el moroso arrastre de los minutos mientras esperamos que la muerte se digne de una vez a visitarnos».

Imaginemos la escena: Franco en el hospital de La Paz. Ya es casi un cadáver, un odre vacío lleno de tubos y sin otra sangre que la que mancha sus manos. Su yerno, el que según la mitología impuesta por el régimen pasa por ser el mejor cardiólogo de España, lo está velando y, para pasar la noche, además de hacerle las famosas fotos de su agónico final, como una Sherezade travestida y castiza decide contarle cuentos. Esos cuentos son sus vidas, la del heroico general que libró a España de la hidra roja y la suya propia como aristócrata que desde muy joven se sabía destinado a grandes empresas.

«Sonría, papá», dice, con un cigarrillo colgándole de la boca, un indolente marqués de Villaverde en la primera de las tres viñetas en que se divide la primera página. “Troppo vero!”, podría muy bien gritar don Cristóbal si no estuviera muerto y pudiera ver el primer plano de su rostro en esta primera viñeta que es toda una radiografía del personaje. Como Velázquez con el desabrido Inocencio X, con la dosis justa de caricaturización Fritz consigue hacer un retrato cabal del personaje adentrándose en su alma. «Eso es, el mentón bien alto», continúa el marqués en la segunda viñeta, con su máquina fotográfica tapándole la cara, dispuesto a inmortalizar el macabro momento. En la tercera viñeta, el impertinente “¡clic!” del disparador se superpone a la desagradable imagen del dictador lleno de cables y tubos. Y ya, tras esta portentosa primera página digna del storyboard de alguna película de Luis García Berlanga, El Caballero del Santo Sepulcro atrapa de tal forma que resulta inevitable leerlo de un tirón, con esa avidez lectora que sólo provocan las grandes obras.

Con una estructura muy ágil, los “cuentos” del marqués se van alternando en continuas analepsis dibujadas en sepia con el ahora del dictador moribundo muy acertadamente dibujado sólo en tonos grises. Así, con este hábil recurso, el marqués cuenta el pasado idealizado de Franco labrándose un heroico historial en África («Érase una vez un guerrero bravo entre los bravos, que defendía su patria de los moros», p. 14), para volver después a España en cruzada salvadora… Y también narra su propia vida como estudiante de medicina y vividor hasta que, como un caballero andante, conquista la “fortaleza encantada” del jefe de Estado para casarse con la “princesa del cuento” y convertirse así en uno de los hombres más poderosos del régimen. Para ilustrar el gozoso himeneo, en este inteligente juego de cajas chinas que es El Caballero del Santo Sepulcro se intercalan unas páginas que reproducen las imágenes del No-Do y su empalagosa locución. La fidelidad con que esas imágenes son dibujadas es la lúcida confirmación de aquella memorable viñeta de El Roto en la que un personaje decía que para hacer sátira sólo hay que dibujar del natural. Lo mismo ocurre con sucesivos posados familiares, pura elipsis narrativa para reflejar que en pocos años el marqués cumplió su función principal como semental para perpetuar la especie. En cada posado su prole aumenta mientras el dictador mengua. Y si cambiamos a la fea María Luisa de Parma por una hórrida doña Carmen Polo de Franco, esta recreación recuerda gozosamente a la goyesca familia de Carlos IV.

Siguiendo el trabajado guion que Álex Romero le impone, gracias a los poderes taumatúrgicos del braguetazo el marqués de Villaverde pasa de galeno mediocre a cardiólogo espectacular, el hombre que más sabe de corazón en España, según reza la prensa sumisa. Y hasta se atreve a perpetrar el primer trasplante de corazón de la historia de España, que, como era de prever teniendo en cuenta que sus pacientes solían encomendarse al cielo cuando les tocaba su turno, y que se decía que él había matado más en La Paz que su suegro en la guerra, salió mal. Muy cuidada y emotiva es la página dedicada en el tebeo a la viuda de su “víctima” leyendo la carta de despedida de su marido.

Como expertos titiriteros del humor, con un gran despliegue de recursos narrativos y gráficos, Álex Romero y Fritz mueven a su antojo esa marioneta de papel cuché que es Cristóbal Martínez-Bordiú imaginándole por ejemplo una “especial” y cachonda relación con su suegra, la inefable Carmen “la collares”, que hasta se le aparece en algún sueño tan aterrador como divertido. Y tirando con suavidad de la cruceta del ingenio que mueve los invisibles hilos de su títere dibujado, los autores nos muestran las evoluciones de este fatuo polichinela enriquecido a base de chanchullos, como el famoso escándalo de las motos Vespa que le valió el mote de “marqués de Vespaverde”; un negocio poco claro de importación de motos que puso de moda el anagrama VESPA: Villaverde Entra Sin Pagar Aduanas. Y se nos muestran también sus maquinaciones políticas casando a su hija con Alfonso de Borbón con la ilusión de que pudiera ser reina en un futuro… Todo eso y más vemos hasta volver, en un excelente alarde de construcción circular, a la agonía de Franco y el patético intento por alargarle la vida de forma artificial, sin duda uno de los episodios más esperpénticos de la historia de España. Y todo, como queda dicho, con la dosis justa de caricaturización, sin excesos de trazo grueso ni otras escatologías que las propias relacionadas con la muerte del dictador Franco. En estas páginas, la caricatura no la ponen los autores sino los protagonistas, el marqués de Villaverde y todos los integrantes de aquella corte de los milagros franquista. Porque son ellos, el marqués y su familia, quienes deforman con su reflejo el azogue del espejo que es este magnífico tebeo convirtiéndolo en un espejo deformante del callejón del Gato. Valle-Inclán, sin duda, hubiera disfrutado mucho leyéndolo.

Creación de la ficha (2019): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LOMBILLA (2019): "Del braguetazo considerado como una de las Bellas Artes", en Tebeosfera, tercera época, 12 (30-XI-2019). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 27/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/del_braguetazo_considerado_como_una_de_las_bellas_artes.html