DESPUÉS DE LLEGAR
En Ceniza, Serena Schinaia condensa con gran maestría una historia familiar utilizando los mínimos elementos expresivos. Es, en realidad, un acto que se sitúa a contracorriente de las grandes historias llenas de personajes y acontecimientos a los que nos tienen acostumbrados editoriales como Marvel o DC. Sin remontarnos a los tiempos de Crisis on Infinite Earths o las primeras Secret Wars, desde la Civil War, los grandes eventos de los cómics han contenido, en mayor o menor grado, giros y revelaciones efectistas en las últimas páginas. La última película de Los Vengadores, Endgame (2019), en ese sentido, parece confirmar que ese esquema se ha transferido al mundo cinematográfico. Después del poco sorprendente final de la primera parte, Infinity War (2018), la compañía ha insistido en el dramatismo y el carácter épico de la historia inflando las expectativas. Como en el caso de Capitana Marvel (2019), estas pueden verse truncadas en el desarrollo real, sobre todo si se trata de un feminismo estratégico, o sea débil, que bebe más del marketing que de las últimas olas reivindicativas.
La premisa de Ceniza es tan simple como evocadora: el paseo de un protagonista por su localidad, en apenas veinte páginas, y algunos de sus pensamientos, que actúan como un complemento que ahonda y cierra una herida abierta hace tiempo. El entorno, con el volcán al fondo, favorece a la narración. Hace unos años, el escritor Jon Bilbao, quien va a publicar dentro de poco con Javier Peinado La auditora (Astiberri), publicó en Estrómboli (2016, Impedimenta) una narración parecida de desarraigo familiar y nostalgia por los proyectos fallidos y enfrentamientos del pasado. A diferencia del relato, que lleva el mismo título que el libro, Schinaia nos presenta aquí la conclusión de un largo proceso de duelo. Ceniza, en ese sentido, es un haiku, un poema concentrado que tiene en su remate el golpe final con el que produce la ambigüedad y la reacción pensativa del lector. Todo está preparado, en su aparente simplicidad narrativa, para la carga emocional de las últimas páginas y el eco que estas producen.
El ritmo de las páginas, dentro del itinerario del protagonista por la isla, es uno de los pilares de la obra. Comienza y termina con viñetas a página completa, por lo que establece una simetría que hace fluir, en un círculo perfecto, la historia que contiene. Por otra parte, el dibujo, que muchas veces recuerda al encuadre de una fotografía, captura con los distintos planos de los edificios, habitantes y paisajes la perspectiva personal del protagonista. El uso del color, con unas pocas variaciones de un azul apagado y grandes masas oscuras, proporciona un ambiente nostálgico, a la vez que refuerza la solidez del trazo.
El texto, a su vez, muestra unos pocos pensamientos del protagonista y se ubica en las esquinas (superior izquierda para el español, y contraria, en la página siguiente, para la traducción al italiano). Casi sin invadir las viñetas, se convierte en una nota a pie de página independiente. Su lectura ayuda a comprender la profundidad de la historia, pero no es realmente fundamental para seguirla. Por tanto, la de Ceniza es una historia muda y anónima con la que es fácil conectar. En unas pocas instantáneas, Schinaia captura la complejidad de la vida y nos muestra nuestro paso efímero por ella por mucho que nos esforcemos en volver al punto de origen.
