DIVULGACIÓN EN CÓMIC SOBRE MEDIO AMBIENTE: CAMBIO DE CLIMA Y COSAS VERDES
Resulta irónico que en varios momentos de la lectura del tebeo de reciente aparición Cambio de clima estuviese escuchando de fondo Le Quattro Stagioni, de Vivaldi, con su marcada separación entre las diferentes estaciones del año, o, también, sobrevolando el documental de Disneynature Polar Bear, en el que se describe cómo los trastornos estacionales han obligado a los oseznos a vadear por el barro, cuando deberían desplazarse sobre suelo helado. Cambio de clima, el cómic de Philippe Squarzoni, hace referencia desde su título original (Saison brune) a una estación difusa que discurre entre el invierno y la primavera y que es característica del frío estado de Montana. Ese periodo, denominado “estación de barro”, es una fase de tránsito climático marcada por la incertidumbre sobre si se acerca el buen tiempo o no y, con él, la nueva vida. Es un título muy adecuado para lo que Squarzoni quería comunicar con esta obra monumental, editada en Francia en 2012 por Delcourt, porque parte de su esfuerzo didáctico y narrativo va enfocado a representar su falta de conocimiento inicial sobre el cambio climático y el periodo transitorio de clima alocado que estamos viviendo, y porque el libro termina generando una incertidumbre aún mayor, o más pesimista, sobre nuestro futuro. El título elegido en español por la traductora, Elena Pérez San Miguel, Cambio de clima, es adecuado pero no logra el mismo impacto que el original. Es verdad que alude al cambio climático con el juego de palabras, pero resulta tibio, menos atrayente que, por ejemplo, “época de tránsito” o “tiempos de fango” o “estación oscura”. No obstante, el subtítulo deja bien definida la obra: Un ensayo gráfico (y autobiográfico) sobre el cambio climático).
En efecto, nos hallamos ante un tebeo que es varias cosas a la vez. Se trata de un documental de corte periodístico que se ofrece en viñetas, y al mismo tiempo es una historieta en la que el autor se retrata a sí mismo interesándose por el tema que motiva la obra y desarrollándola. Supone un ejercicio de inmersión autoral realmente interesante por resultar el más honesto de todos los que había hecho hasta la fecha este autor. Squarzoni había elaborado alguna otra biografía o crónica utilizando para ello el lenguaje del cómic, como en Torture blanche (ambientada en Palestina), Drancy - Berlin – Oswiecim (crudos testimonios sobre el Holocausto) o su trabajo más conocido hasta entonces, Dol (sobre la política liberal de Jean-Pierre Raffarin). Hay otro antecedente de esta reflexión angustiada sobre el daño que le estamos haciendo a nuestro planeta: Un après-midi un peu couvert, un tebeo menos conocido, que le publicó Delcourt en 2008 y que consiste en una historia íntima, en la que el autor se representa a sí mismo reflexionando sobre el sentido de la vida mientras deambula por una pequeña comunidad que se halla en estrecho contacto con la naturaleza. Squarzoni usa por lo común un dibujo frío, ideal para la ilustración editorial o la crónica dibujada en prensa, y en esta ocasión le añadía un tono lúgubre, que es el que luego planea sobre su obra de 2012 Saison brune, sin subtítulos en su edición original.
En la edición española el tebeo ha sido ataviado con diversas etiquetas, sin duda con el fin de darle más empaque: «a medio camino entre la novela gráfica, el ensayo autobiográfico y la investigación periodística». Es todo eso, sí, pero eso mismo podría decirse de Los surcos del azar (Paco Roca tuvo que documentarse largamente, se dibuja a sí mismo entrevistando a uno de los protagonistas y luego crea un relato de ficción fundamentado en un episodio real) y ambos son tebeos muy diferentes. Ambos son buenos tebeos, pero no por asignarles más etiquetas adquieren otro valor, aunque las tendencias de la crítica actual de cómic parecen ir dirigidas a restar al cómic valor como medio para reconfigurarlo como un híbrido de géneros ajenos o próximos que, por lo visto, le favorecen. Vestidos dan honor, que no hijos del emperador. Cambio de clima es tan solo un tebeo de casi quinientas páginas que trata sobre el acuciante problema del cambio climático, un cómic elaborado con evidente afán didáctico en el que el autor inserta fragmentos de ficción para que el bloque informativo sea mejor digerido y comprendido. Squarzoni construye su tebeo partiendo de una documentación que decidió plasmar directamente en las viñetas, como una traslación directa de sus apuntes. Es decir, va dibujando las portadas de los libros en los que se documentó y expone a continuación sus conclusiones más relevantes. También hace algo que en principio se nos antoja soporífero para un tebeo: como se ha basado en entrevistas que él mismo practicó a varios expertos climatólogos, los dibuja en diferentes poses mientras pronuncian partes de su discurso. Una sucesión de cabezas parlantes que miran hacia el espectador es lo menos atractivo que podríamos incorporar en una historieta. Pero funciona, porque Squarzoni las ubica entre fragmentos de sus propias vivencias mientras se documentaba, o entre episodios aparentemente irrelevantes de su intimidad o de su desazón ante lo que iba conociendo.
El resultado es un tebeo colosal, increíble por su capacidad de síntesis (pese a su abultada paginación), en el que vuelca cinco años de investigación y con el que detalla las políticas y decisiones adoptadas sobre el problema del cambio climático entre 2000 y 2010, al mismo tiempo que va dibujando su posición personal sobre el problema, los cambios que su vida ha adoptado y los cambios que le será imposible adoptar. El entrelazado de análisis, entrevistas, consideraciones, cavilaciones y parábolas se ofrece en seis capítulos, antecedidos todos por interludios en los que el autor desliza homenajes, paralelismos o reflexiones gráficas que transmiten tanta afección como pesimismo. En su conjunto, es un trabajo por momentos cargante, duro de leer (no tanto para los que hemos estudiado ciencias o los interesados por el problema ecológico) pero brillante. Squarzoni tiene mucho apego por lo figurativo y su dibujo es escrupulosamente fiel a lo real, hasta el punto de que se evidencian los referentes fotográficos. Pero este tipo de dibujo es el ideal para un proceso informativo o didáctico, y así no desentonan los retratos de los entrevistados junto a los fragmentos de realidad que va deslizando a lo largo del relato documental (o periodístico, si se quiere), ni tampoco desentona cuando se sumerge en una deliberación íntima y se reúne con la noche, con el paisaje en soledad o con sus propias dudas y miedos.
Cambio de clima aborda de un modo meticuloso el problema ecológico y logra que todo lector que se asome a esta obra lo comprenda. No solo transmite el conocimiento científico que se tiene del tema, que Squarzoni disecciona y muestra de forma magistral, también difunde sus implicaciones económicas, sociales, políticas y… personales, porque la toma de decisiones de tipo individual se las plantea él en primer lugar, mostrando ante el lector tanta inseguridad o cobardía como seguramente mostraríamos cualquiera de nosotros. En lo ideológico Squarzoni deja muy clara su posición. Ya había declarado su antiliberalismo militante y su desprecio por Nicolas Sarközy en Dol, y aquí vuelve a hacerlo. Exagera un poco en el pasaje más inflamado políticamente, porque se olvida de que las sociedades socialdemócratas o las gobernadas por las izquierdas tampoco han tenido éxito combatiendo el cambio climático. Más allá de los posicionamientos, en la mayor parte de Cambio de clima se aleja lo suficiente de su posición ideológica para describir un panorama sobrecogedor en el que las emisiones de gases con efecto invernadero propiciadas por el modelo capitalista de sobreconsumo ha conducido a un mundo en el que no aumentó el bienestar general, sino el de una parte del mundo, ampliando las desigualdades del resto. Squarzoni acusa a la oligarquía financiera que se desbocó a partir de las políticas neoliberales de los ochenta de este crimen contra el mundo, aunque también acusa a todos los que somos (y seremos) incapaces de renunciar a la comodidad en aras de una mejora planetaria.
El enfoque narrativo es posiblemente lo más destacable de este tebeo documental. El autor mantiene el pulso discursivo gracias al uso de la primera persona, porque en muchos casos relaciona los datos que expone o las conclusiones de sus entrevistados con experiencias propias (una decisión, un viaje, la muerte de una mascota, sus sensaciones ante un paisaje) y porque usa símiles acertados para transmitirnos ideas. Los más celebrados por la crítica que ha comentado este tebeo han sido sus vínculos con el cine, con películas que marcaron la infancia del autor y que utiliza para trazar una parábola nostálgica sobre la pérdida de la felicidad, queriendo significar que todos perderemos aquel mundo que era brillante y nuevo. Entre esas películas usa Peter Pan, para los interludios del inicio, y 2001. A Space Odyssey, para los cercanos a las conclusiones. No obstante, es incluso mejor el uso que el autor hace de otros paralelismos, como los gráficos que construye para simbolizar algunas ideas (el consumismo acelerado, la comparativa entre países pobres y ricos, o algunas de las soluciones a la crisis). Sus propuestas gráficas son altamente sintéticas e ilustrativas, como el brutal símil del paracaidista. Desde luego un periodista envidiaría estas fórmulas para condensar todo lo que quiere transmitir en una crónica.
Squarzoni propone, finalmente, algunas soluciones al problema que trata en su tebeo, por supuesto. Soluciones en las que ni él mismo cree, lo cual es descorazonador. Consigue transmitirnos un conocimiento amplio sobre la cuestión, pero lo hace subrayando la urgencia de un modo más convincente que cualquier otro autor de ficción, incluso más que Al Gore. Lo malo es que también transmite sensación de impotencia, la sospecha de que las soluciones no llegarán por vías democráticas y de que la lucha contra el monstruo que nosotros mismos hemos creado será otro monstruo aún más desmesurado: el de la tiranía.
Cambio de clima goza de una excelente edición, que es altamente respetuosa con el medio ambiente, como corresponde. Errata Naturae cuida mucho sus ediciones y eso se aprecia en detalles como las indicaciones sobre el impacto ambiental generado a lo largo del proceso de edición, por la sólida encuadernación cosida o por las acreditaciones (la primera, la traductora). Este mismo cuidado han puesto sobre su reciente libro Cosas verdes. Conoce y defiende la naturaleza, obra de Ole Mathismoen y Jenny Jordahl, que es otro tebeo sobre cambio climático. Se trata en este caso de un libro dirigido a la infancia que se traduce desde el noruego (por Ana Flecha) y que viene a ser la cara opuesta de la obra de Squarzoni. El fin de ambos tebeos es concienciar sobre el daño que estamos haciendo a la naturaleza y, por extensión, a toda la población mundial, pero el autor francés lo hace con melancólica frialdad, potenciando la desazón, mientras que la pareja noruega establece propuestas lúdicas y aporta soluciones parciales que parecen divertidas y al menos generan ilusión.
De Mathismoen y Jordahl ya conocíamos otro libro, publicado precisamente por Errata Naturae, ¿Pero qué pasa con el clima?, una obra de éxito traducida a varios idiomas. Mathismoen es un reputado periodista medioambiental noruego, el más popular de su tierra, y lleva treinta años pugnando por convencer a la población joven del problema que pesa sobre nuestras cabezas, aportando ideas de paso para intentar resolverlo. En 2016, fue merecedor del Premio Bergesen por su trayectoria impecable como comunicador en este apartado. Jordahl, por su parte, es poseedora de un estilo de dibujo agradable, de línea clara y con una extraordinaria capacidad representativa usando el color (salvo para dibujarse a sí misma, siempre cadavérica, curiosamente), lo cual la hace ideal para una obra divulgativa dirigida a la juventud.
Cosas verdes es un libro vistoso y generoso (de 31 x 25 cm), con contenidos muy bien distribuidos, cuyo relato se articula entre lo divulgativo y alguna chanza que protagonizan los dos protagonistas del libro, que son los dos autores caricaturizados. Ambos explican a los lectores las claves de lo natural, qué es el clima, cómo funciona la vida salvaje, que trabas políticas y sociales se anteponen al ecologismo, cuántos problemas nos afectan en relación con eso y qué remedios podemos poner. Reparten su discurso didáctico en diferentes propuestas en las que la imagen es protagonista: ofrecen planos de situación, tras eso insertan historieta de una o dos páginas, luego sirven un texto ilustrado (alguno con pasatiempos para animar al chaval que asoma), que da paso a otra historieta explicativa, y así transcurre todo el libro. Es enormemente dinámico, está trufado de buenos consejos y mensajes pedagógicos, que no resultan cargantes ni moralistas. Como ejercicio narrativo y divulgativo es una obra redonda, indudablemente. Si hay que hacerle algún reproche estaría en la dimensión candorosa de sus mensajes, porque algunas historietas se resuelven con ideas optimistas que todo lector (adulto) sabe que son mendaces, como: “Por suerte, el Gobierno está buscando soluciones”, o “La bioenergía […] se dice que tiene cero huella de carbono”, o “Esto demuestra que nuestras acciones sirven de algo”, o “Basta con el sentido común”.
Resulta irónico, como decíamos al empezar, poder seguir disfrutando de la descripción musical que hizo Vivaldi de aquellas estaciones inmaculadas del Barroco, aún sin contaminar, al mismo tiempo que se goza de la fastuosa luz de las regiones árticas, a punto de degradarse hoy. Todo el proceso de corrupción climática que hemos vivido desde el final del Barroco por aquello de la legítima aspiración al desarrollo de la humanidad, viene perfectamente documentado en ambos libros publicados por Errata Naturae, Cosas verdes y Cambio de clima. Ambos tebeos nos indican que la situación es grave, que señalan con apremio el colapso inminente y ambos arriesgan soluciones. El primero lo hace con espíritu festivo para animar a los más jóvenes mientras que el segundo intenta meternos el corazón en un puño para urgirnos a todos.
En cualquier caso, ambas son obras de historieta excelentes y resultan al mismo tiempo ejercicios de periodismo divulgativo exquisito sobre un tema que nos atañe a todos y que todos deberíamos conocer. Elija cada cual dependiendo de su edad y estado de ánimo.