DONDE HABITAN LOS RECUERDOS. RESEÑA DE RONSON
Ronson, primera obra larga de César Sebastián, es, sin duda alguna, uno de los cómics del año. Muchas son las razones: su cuidada edición; la lucidez con que recrea el mundo de un pueblo de la Valencia rural y la vida de una serie de personajes que viven en dicho pueblo; una narrativa visual, sencilla, pulcra, al servicio de la trama; un estilo reflexivo, digno del mejor Machado; un tono documental, realista, sin concesiones, cercano al de las mejores novelas de Miguel Delibes, con el que describe a un protagonista y un pueblo sin nombres que acaban por ser símbolos de cualquier pueblo de la España interior. Son razones que hacen de este un cómic biográfico a la altura de las grandes obras de Carlos Giménez y Paco Roca.
En cuanto a su estructura, Ronson presenta una muy marcada, en la que solo cambia el número de viñetas por página en dos momentos (cuatro viñetas en rejilla de 2 x 2 y seis viñetas, en rejilla de 2 x 3). Así, en el primer y último capítulos, narrados desde el presente por una voz en off, que es la del protagonista, este reflexiona sobre su pasado, los mecanismos de la memoria y recuerda su infancia y adolescencia. En los capítulos interiores es donde ya se cuentan la vivencia del protagonista y de los personajes que le rodean en un pueblo sin nombre de Valencia desde la década de los sesenta del siglo pasado. En estos capítulos, el planteamiento formal es el siguiente: una viñeta que corresponde a una página inicial que se asemeja a una foto familiar o a un cartel de cine, que cobra vida en las páginas siguientes, donde se desarrollan los hechos que corresponden a la viñeta inicial. Una estructura redonda, en la que prima la sencillez, a la que ayudan también un dibujo pulcro, de trazos limpios, en el que el autor se invisibiliza, consiguiendo, de esta forma, que lo importante sea la historia.
Una historia en la que el autor logra, con pinceladas tan breves como acertadas, unos personajes redondos, cuya personalidad va cambiando a medida que van sucediendo las historias en las que se ven envueltos; personajes a los que el autor deja a su libre albedrío y no juzga en ningún momento, ya sea en acciones que llevan a su despertar sexual o en la relación que mantienen con los animales. Son personajes e historias alejados de cualquier tipo de idealización, por lo que los recuerdos y anécdotas que aparecen se tornan hirientes, dolorosas, amargas, irónicas, divertidas, para dar al conjunto del cómic un matiz de verosimilitud que abarca cada viñeta, cada personaje, cada lugar, cada objeto. Es una historia coral, donde brillan personaje principal y personajes secundarios, digna de las mejores novelas de Miguel Delibes o de las películas de Berlanga, con un tono cercano al documental que acerca Ronson, indudablemente, a las mejores películas del neorrealismo italiano. Una historia de narrativa clara, que carece de alardes formales, por lo que los lectores se sumergen en la historia sin advertir, en ningún momento, quién mueve los hilos. Una historia que huye de moralinas y moralejas.
Se trata de una obra que intercala imágenes y vivencias de un pasado y un presente de un pequeño pueblo de interior, que podría ser cualquiera, de ahí, la ausencia de nombre del protagonista y el pueblo, personaje y pueblo que van cambiando a lo largo de los capítulos de la novela gráfica, capítulos con títulos que recuerdan, también, a la mejor poesía de Machado. Una obra primeriza magnífica, tremendamente sensorial, con la que el autor es capaz de apelar a todos los sentidos (vista, tacto, gusto, oído y olfato) y muchos objetos acaban por tener un valor simbólico (como el objeto que da nombre al cómic). De esta forma, son brillantes las viñetas en que el autor recuerda a la abuela, aquellas en las que prueba las magdalenas o en las que se pone a oler un cigarro, por poner algunos ejemplos. No es solo la imagen sino también la presencia, absoluta, de la palabra, ya sea en el diálogo entre el protagonista u otros niños, o entre el protagonista y sus familiares, que van dando forma al carácter cambiante del protagonista, sin olvidar la voz en off, que da forma a las reflexiones, poéticas en algún momento, crudas en otros, que aparecen a lo largo de Ronson. Es obvio, por tanto, que palabra e imagen se dan la mano para crear una obra magnífica.
Ronson es, asimismo, una elegía, la despedida de un pueblo que ha ido muriendo a lo largo de las décadas, como el autor indica en la primera página del cómic, en la que, desde un móvil, se muestra la casa familiar, indicando, de este modo, la distancia brutal entre este tiempo y el pasado en el que se narran la niñez y adolescencia del protagonista, dos épocas absolutamente diferentes. Una elegía que se vuelve a hacer presente en las viñetas finales, con la descripción del cementerio y las reflexiones del protagonista sobre el paso del tiempo.
Hay que decir, además, que es una novela gráfica en la que ningún detalle se deja al azar. Una obra en la que elementos como la portada y la contraportada son tremendamente sugerentes, evocando la fotografía de la España oculta de Cristina García Rodero; las páginas troqueladas, que recuerdan a los sellos o fotografías de la época histórica que se está contando; el particular bitono, con una tinta negra y otra ocre verdoso, que evoca el pasado; la distribución de viñetas y la ausencia de numeración en las páginas para parecerse, así, lo máximo posible a un álbum de fotos que acaba por ser la narración de la vida y ocaso de un pueblo de la España rural y de su forma de vida.
Ronson es, en suma, un álbum de recuerdos que se va haciendo vida a lo largo de cada una de sus viñetas, con un conjunto de personajes verosímiles; una serie de historias que podría ser símbolo de cualquier pueblo de España y sus habitantes; una descripción subjetiva de los olores, sabores, aromas, objetos de un pueblo de la España rural; un cómic de edición cuidada hasta en su último detalle que hacen de esta obra de César Sebastián uno de los grandes cómics de este año; una lectura obligada, para leer detenidamente, para recordar que, cuando cuentas de forma brillante la historia de un pueblo, cuentas la historia del mundo. Una obra a la altura, ya lo hemos dicho, de los mejores logros de Carlos Giménez o Paco Roca.