EDITORIAL PARA TEBEOSFERA, TERCERA ÉPOCA, 12
SIGUIENDO LOS PRIMEROS PASOS DE LA POESÍA GRÁFICA
¿Dónde están los límites del lenguaje de la historieta? Durante las dos primeras décadas del siglo XXI, el cómic está demostrando una vitalidad entusiasmada a la hora de romper cualquier barrera impuesta a su desarrollo, complicando la vida de académicos emperrados en domesticarlo entre los barrotes de una definición que permita una hermenéutica canónica. La tradicional consideración de arte híbrido se derrumba ante una naturaleza que lo imbrica en la propia genética de la comunicación humana: el cómic no es producto de mestizaje cultural, sino la propia esencia de una creación humana multiforme y poliédrica, que excede la tradicional consideración narrativa para entroncar con el sentido primordial de la comunicación: la transmisión de sentimientos y emociones. El cómic nunca ha disfrutado de ese concepto tan actual de “la zona de confort”, al contrario, se ha rebelado contra las constricciones, los prejuicios y los encasillamientos, demostrando que siempre hay talones de Aquiles por los que escaparse hacia nuevos caminos y libertades. La abstracción parecía un espacio hermético a la entrada de la historieta, pero desde casi los inicios de la misma, los artistas han demostrado que el cómic es tozudo y puede colarse en los lugares más inesperados, explorando una no narratividad que durante los primeros años del siglo XXI ha explotado en lo que ya es, de facto, un nuevo género del noveno arte: la poesía gráfica. La expresión poética ha encontrado en el cómic un lenguaje natural para expandirse más allá del verso escrito para surcar rítmicas visuales que aprovechan ese fenómeno único que se produce entre los dibujos en el cómic y que Thierry Groensteen denominó la solidaridad icónica.
En este especial de Tebeosfera hemos intentado acercarnos a una rama todavía joven y en expansión, pero que ya merece un primer acercamiento desde la academia, pero que, como bien indica Tamrym Bennet, provoca la necesidad de desarrollar nuevas metodologías de análisis y estudio, de actualizar herramientas e incluso actitudes y miradas hacia una forma de cómic que rompe con todo lo establecido. Tras una introducción que analiza la expansión del cómic fuera del ámbito de la narrativa y su exploración del ámbito no narrativo que desemboca en el campo de la poesía, Jesús Gisbert realiza un ejercicio de camino contrario, el de la gráfica poética, que lleva de la imagen a la poesía, desbrozando nuevas relaciones y potencialidades.
La poesía gráfica, ya establecida, debe analizarse ahora desde el potencial de los autores y de sus obras: Una autora especialmente interesante para el análisis de la poesía gráfica es Laura Pérez Vernetti, que trabaja la adaptación poética, una derivación con complejidades propias que establece lazos entre la nueva poesía gráfica y la literaria. Ana Merino se centra en la obra de Evan McCohen, practicador de un cómic contemplativo que provoca la evocación poética. A medio camino entre el análisis de obra y autor encontramos el desarrollo del proyecto Duplex, donde la figura del poeta y el dibujante se hibridan con la propia obra hasta crear un ente único y diferenciado, como estudian Stefan Nieuwenhuis, Enrique del Rey y Francisco Sáez de Adana.
Pero la poesía gráfica puede recorrer caminos bien diferentes: puede formar parte de un lenguaje de indagación poética de la realidad más terrible, como en Nuda Vida de Lautaro Fiszman, una obra analizada por José María Gutiérrez desde perspectivas que nos obligan a cuestionar cualquier ámbito. Por otra parte, puede surcar la radicalidad más extrema y llegar a una abstracción que esconde rítmicas visuales, paradójicamente entrelazadas con los propios mecanismos visuales de la percepción, como hace Roberto Massó en Cadencia.
La poesía gráfica no hace sino comenzar su camino y Tebeosfera apunta su mirada atenta, proponiendo abrir un debate académico con este especial que solo es el primer paso de una larga singladura que habrá que realizar conjuntamente desde la creación y la academia.
