EL CORSARIO DE HIERRO
Las historias de piratas han sido un recurso narrativo que se ha prodigado en la literatura, el cine y la historieta. Los personajes, y sus aventuras, se han hecho famosos para conocimiento general, y casi todos han oído hablar al menos de Sandokan, el capitán Jack Sparrow o el pirata Barbarroja. Si hablamos de la historieta no podemos olvidar a Terry y los Piratas —Milton Caniff—, Barbarroja —Charlier y Hubinon— o, incluso, piratas espaciales como los Starjammers de la factoría Marvel.
En España, y si a la historieta nos ceñimos, El Cachorro, de J. G. Iranzo, fue uno de los grandes éxitos de los tebeos españoles dirigidos al público más joven. El dibujante se haría muy popular con sus incursiones en el mundo de los piratas, entre los que destacaría con el personaje del Capitán Coraje. El Diablo de los Mares, de Ferrando y Artés, se hace con una cabecera para competir con el anterior. Otro título es Milton El Corsario, dibujado por Vañó, mientras que Boixcar realizó una adaptación de La Isla del Tesoro para el periódico La Vanguardia en los años cincuenta.
Con estos antecedentes de piratería en las viñetas, Víctor Mora como guionista y Ambrós en el dibujo lanzan en 1970 un nuevo personaje llamado El Corsario de Hierro. Su primera aparición consta de cuatro páginas en color, formato que se mantendría hasta el final, en el número 0 de la revista Mortadelo, fechada en noviembre de ese año. La historieta se desarrolló de manera fundamental en esta revista, con algunos extras fuera de ella, llegando hasta el año 1981. La revista era un compendio de historietas orientadas hacia lo infantil y juvenil. En sus páginas figuraban los personajes más conocidos de la editorial Bruguera: Mortadelo y Filemón, Sir Tim O´Theo, Aspirino y Colodión, Anacleto Agente Secreto o, en las postrimerías de la revista, el debut de Superlópez.
El primer capítulo de El Corsario de Hierro llevó el título “La Mano Azul”. En esa aventura se hizo la presentación del personaje principal, sus compañeros de aventuras y muchos de los personajes secundarios. La acción transcurre en Londres, en 1667, en torno al 5 de septiembre, durante el reinado de Carlos II. En una de las viñetas de esta primera historia, durante la huida de nuestros héroes, se hace referencia al terrible incendio que destruyó más de trece mil casas dejando a unos setenta mil londinenses sin hogar.
Un corsario se diferencia de un pirata en que el primero tiene autorización de algún Estado para atacar los barcos de sus enemigos, mientras que un pirata no está amparado por favores estatales. El Corsario de Hierro se centra en atacar los barcos de la flota de Indias de Lord Bemburry, personaje que es dibujado con gran maestría y humor para reflejar su grado de vileza, fue en su momento un pirata conocido como La Mano Azul. Este pirata recibiría el apoyo de la corte y se transformaría en un lord. Mora, de este modo, se hace eco de una de las leyendas más extendidas acerca de los ingleses en general, que los muestra como unos piratas marinos convertidos en héroes para el reino. De ese modo Bemburry se podría identificar como un trasunto de Sir Francis Drake.
Mora vuelve a utilizar para esta obra un triángulo de personajes que ya usó en El Capitán Trueno y El Jabato. En las dos obras mencionadas anteriormente, Mora instituye un grupo compacto de protagonistas que tiene un líder indiscutible y dos ayudantes. Por una parte, están los que proporcionan la fuerza bruta —Goliath y Ursus— y el tercer personaje —Crispín y Fideo— que constituye el alivio cómico de las aventuras. En el caso de El Corsario de Hierro se repite este esquema. El trío protagonista lo forman el Corsario y sus compañeros el forzudo escocés Mac Meck, que tiene un antecedente en nombre y nacionalidad en un gaitero de la serie Los comandos de África, y el estrambótico Merlini, un impredecible prestidigitador. A estos personajes principales se unen otros muchos secundarios que tomarán protagonismo en muchos de los capítulos.
Los personajes femeninos tienen una gran relevancia en estas aventuras. La Vieja Dama del Mar es un referente durante toda la serie. Es la mentora del Corsario y su apoyo en la lucha de este contra las injusticias. La Dama es una benefactora que ayuda a los perseguidos y refugiados y que cuenta con una flota y un ejército que intenta remediar las injusticias de la esclavitud en África. Posee una base secreta en un arrecife inexpugnable, Eden End, y desde allí reparte justicia a los que se la solicitan por medio de su ahijado el Corsario. Pero no es la única mujer en la vida del protagonista, ya que las damas son una constante en la historieta. La primera que conocemos es Roxana, sobrina de Lord Bemburry, que se enamora del Corsario. Es la compañera “estándar” de este tipo de personajes: la acompañante y novia fiel que siempre espera el retorno de su héroe y que le ayuda en sus aventuras lo que puede. Mora trasciende este estereotipo creando tres personajes femeninos muy fuertes: la princesa Bianca Di Orsini, la Capitana Dagas y Diamba. Las tres están enamoradas del Corsario, otro estereotipo, pero son mujeres que toman decisiones importantes por sí mismas y que saben manejar a los hombres en general sin ser simplemente floreros. Las tres son poderosas luchadoras con unas habilidades y atributos en el combate físico que no desmerecen de cualquier personaje masculino. Podemos incorporar a este plantel de mujeres a Colibrí, una indocanadiense, que, como es lógico, se enamora perdidamente del hombre que le salva la vida.
Para que un héroe pueda desarrollarse como tal tiene que tener unos enemigos que estén a la altura. En este sentido, y puesto que la obra es muy humorística en general, los villanos de la serie son estereotipos de malvados. Lord Bemburry es un taimado asesino que padece de gota; Sinau de Smirna, un seudohechicero con ínfulas de mago; El Condottiere Nero, un sátrapa obsesionado por el dinero. Y así desfila un plantel de villanos en el que casi todos imitan al artífice del origen de la historia del Corsario, que no es otro que La Mano Azul, el antiguo pirata reconvertido en miembro de la nobleza. Todos los enemigos son perfectamente identificables como el mal personificado, salvo la Capitana Dagas. Esta pasa de ser una formidable enemiga a ayudar al Corsario en determinadas ocasiones. Es una villana más ambivalente que los demás y que se debate dentro de su moral en lo que es capaz de hacer o soportar y lo que la supera.
Las localizaciones de la acción se centran en Inglaterra, Europa y en África, con incursiones en Asia o América, siendo la base de operaciones del Corsario el enclave de Eden End, supuestamente en la costa argelina, donde se refugia la flota de La Vieja Dama del Mar. Aunque el protagonista es español —su padre fue capitán del buque Rey del Mar—, prácticamente nunca recalan sus aventuras en escenarios de España. Es como si Mora renunciara a lo español en virtud de hacer más cosmopolita al personaje. El Corsario no duda en extender sus amistades, de hecho, a diferentes culturas y razas
En el dibujo, Ambrós hace del Corsario un remedo del Capitán Trueno. Físicamente son muy semejantes en estatura y complexión y, sobre todo, en el rostro, que puede ser intercambiable entre uno y otro personaje. En cuanto a las damas, la que más recuerda a Sigrid de Thule es la Princesa Bianca, tanto en su manera de comportarse como en su físico, aunque esta última no es rubia sino morena.
Si en los anteriores trabajos de Mora con tríos protagonistas se producían continuos anacronismos —Trueno viaja continuamente en globo o descubre los robots de manos del Mago Morgano, y el Jabato bucea con equipos de inmersión dando muestra de unos avances técnicos incompatibles con la historia —, las historietas del Corsario también contemplan esta serie de alteraciones históricas. Situar a los personajes en tiempos diferentes a los que se supone que viven conviene al guion, pero resulta muy curioso, partiendo de que su primera aventura se sitúa en 1666. No se trata de tener rigor histórico en unas aventuras imaginarias, pero a cualquier lector avezado le chocarán estos saltos en el tiempo. Carlos Rilova Jericó comentaba así este aspecto en Diario Vasco:
[…], se salta en otras ocasiones a muchos años antes. Por ejemplo, al sitio de La Rochelle de 1628 —véase “La ciudad sitiada”—, lo cual no estaba nada mal teniendo en cuenta que antes de eso el Corsario y sus amigos habían estado en la guerra entre franceses y británicos por la posesión de Canadá, iniciada a partir de 1664. Tal y como se indica en la primera de las historietas dedicada a esa apasionante aventura, “La guerra del Canadá”.
Por encima, o en paralelo, al espíritu aventurero de la serie, Mora deja su impronta rebelde, que ya se intuía en El Capitán Trueno y El Jabato, colocando a su protagonista como adalid de la libertad y en oposición a cualquier tiranía. Si la parte de reivindicación feminista de la historieta es obvia, no lo es menos su toma de partido por la defensa de los derechos de las personas y en contra del statu quo imperante en la época en la que estaba vigente y era lega. Gantry lo resumía así en su blog:
Mora nos invitaba, con su sabia mezcla de drama y comedia, a reflexionar sobre determinadas incoherencias y crueldades que, al parecer, le son tan propias al ser humano. Lo hacía, entiendo, sin adoctrinamientos fáciles, sin tendencias especialmente maniqueas, adentrándose y mostrando sin estridencias, de manera natural, todo aquello que pudiera considerarse indigno en el comportamiento de las personas
La flota de la Vieja Dama disponía de un barco denominado Human Rights, que refuerza claramente la idea de que se intentaba mostrar a los lectores un entorno de libertad y de respeto a esos derechos humanos que no se plasmaron formalmente hasta la Revolución Francesa en 1789 con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El mismo nombre del barco es un anacronismo, pues la Declaración de los Derechos Humanos no tendría vigencia como tal hasta 1948. A través de la aventura de capa y espada se trasluce ese mensaje de revolución y de esperanza en el ser humano personificado en el Corsario y sus compañeros de aventuras. Ellos luchan por un ideal combatiendo, en su pequeña parcela, las injusticias plasmadas en sus estereotipados enemigos. El omnipresente Lord Bemburry es el paradigma de esto último. Se concentra en él todo lo malo del ser humano sin ningún atisbo de virtud. El Corsario termina siempre venciendo al criminal y sin embargo, acaba perdonando su vida una y otra vez en un intento, siempre frustrado, de reconvertir al villano en algo mejor. Tarea que nunca conseguirá, demostrando, tal vez, que la maldad intrínseca del ser humano es irreversible y que no hay ningún modo de modificar esa conducta tendente hacia el mal.
Cuando se inicia la edición de las aventuras del Corsario la tendencia del comic europeo, sobre todo el franco-belga, es la de narrar aventuras, de diversa temática, ofreciendo un cierto rigor en los escenarios y en las propias historias. La irrupción de títulos como Las aventuras de Michel Tanguy y Laverdure o El Teniente Blueberry ofrecen a los lectores unas historias novedosas en cuanto a su acercamiento a la realidad tanto por medio del guion como del dibujo. Los cazas Mirage del primer título o los impresionantes paisajes, en el oeste norteamericano, del segundo y sus cuidados guiones hacen muy cercanas y creíbles las historias que ofrecen.
Mora y Ambrós en El Corsario de Hierro se preocupan de desarrollar un entorno histórico creíble, combinando sus personajes ficticios con hechos reales como ya se ha comentado anteriormente. La serie se acerca a la tendencia europea de la época de mostrar naturalidad y credibilidad en las historias. En su propio universo inventado todo tiene una coherencia que se entronca con el periodo histórico en el que se desarrollan las aventuras. El componente humorístico también está presente en El Corsario de Hierro y comparte con sus homólogos europeos un trasfondo de rebelión en defensa de los derechos humanos. Sin duda una historieta para revisar y disfrutar.