EL GUIONISTA AVENTURERO
Es difícil que un guionista de cómics sea apreciado. Cuando se estableció que una historieta podía tener varios autores implicados en su confección, esto es, que una persona imaginativa no tenía por qué narrar adecuadamente una historia en dibujos, y que un magnífico dibujante a lo mejor no tenía suficientes ideas para plasmarlas en papel, la asignación de dichas autorías siempre fue problemática y con frecuencia insuficiente. Las grandes cadenas de producción de tebeos muchas veces ni siquiera nombraban a los autores en beneficio del personaje (que a la postre era lo que gustaba al lector), y cuando se hacía algún tipo de mención tenía preferencia el dibujante. A lo largo de la historia de la historieta los guionistas han sido eludidos, ninguneados u olvidados. Por eso, cuando a un guionista se le recuerda, se le alaba o se le sigue, el hecho tiene todavía más importancia, o al menos despierta más curiosidad en el aficionado. Hay casos contados, eso sí: Alan Moore sería la referencia del guionista de calidad, polifacético, obsesivo con el detalle y con una inmensa obra a sus espaldas. De otra forma y otro estilo tendríamos a Stan Lee, como partícipe de la creación de un universo con sus múltiples dibujantes. En España valoraríamos la labor de Víctor Mora, no solo por su creación más famosa, El Capitán Trueno, sino también por su continuada y variada labor durante años. En Argentina recordaríamos a Héctor G. Oesterheld, por su compromiso y profundidad en sus historias. Y de Argentina también podríamos recuperar la figura de Robin Wood, paraguayo de nacimiento, hombre inquieto en su juventud que acabó imaginando historias para que otros las dibujaran, convirtiéndose en una leyenda en su país de adopción gracias a las miles de páginas que realizó para el sello editor Columba.
Si es raro que un guionista de cómics sea conocido y destaque, o que ese mismo guionista sea admirado durante años por los aficionados, más extraño es si cabe que a ese autor se le dedique una colección de cómics, como ha hecho ECC Ediciones al presentar en 2012 la Biblioteca Robin Wood, un conjunto de colecciones de algunas de sus obras más reconocidas cuyos primeros números repasaremos a continuación.
NIPPUR DE LAGASH, LA CRUDEZA DEL GUERRERO
Nippur fue una de las primeras historietas que guionizó Wood, y el primer personaje de una serie continuada en la que trabajó. Aunque estas primeras aventuras pueden parecer toscas y poco atractivas al lector actual, fueron el inicio de más de treinta años de publicación ininterrumpida en Argentina, primero en la revista D’Artagnan (de 1967 a 1979) y más tarde en su propio título (Nippur Magnum, de 1979 a 1998), con la colaboración de varios dibujantes (el inicial Lucho Olivera, seguido entre otros por Sergio Mulko, Jorge Zaffino, Carlos Leopardi, o Ricardo y Enrique Villagrán) cuyos guiones escribió Wood con la ayuda ocasional de otros autores (entre ellos Ricardo Ferrari). El primer tomo de ECC recoge los primeros catorce episodios de la serie, una porción minúscula de los cuatrocientos cincuenta episodios totales, pero que sirve para hacerse una idea de la temática y el aspecto visual que mantendría Nippur durante toda su trayectoria.
Portada de los dos números publicados de Nippur, por Lucho Olivera. |
El escenario escogido por Wood para ambientar la historia es de lo más pintoresco: la civilización mesopotámica en el tercer milenio antes de Jesucristo, con sumerios, hititas, cretenses y egipcios poblando sus tierras. Y la motivación inicial del personaje, el punto de arranque de la serie, será utilizado con frecuencia por el guionista para futuras aventuras de otros personajes: Nippur, afamado guerrero de la ciudad de Lagash, debe abandonar la misma al ser traicionado asumiendo a partir de ese momento el apodo de “El errante”. Comenzará entonces un peregrinaje continuo, acompañado en las primeras historias por Ur-El de Elam, un fortachón rubio tan honesto como el protagonista. Ambos recorrerán las áridas tierras del oriente más próximo conociendo a multitud de personajes de diferentes etnias, amigos o enemigos, leales o traidores, incluso habrá tiempo para el amor y la alegría: la amistad de Teseo y las aventuras con la peculiar versión del minotauro, los desencuentros con los hititas, enamoramientos con la egipcia Nofretamón o la reina de Merem. La severidad y crudeza del dúo protagonista se irá rebajando a medida que avance la serie, aunque el honor, la integridad, la pureza y la venganza siempre estarán presentes, normalmente de forma bastante explícita y con muertes de por medio. La temática, la sobriedad de los personajes y el estilo de grafismo de Olivera pueden estimular poco a la lectura de Nippur, pero realmente los guiones son perfectamente adecuados a lo que se está contando, una historia de aventuras, y finalmente el lector queda prendado por la personalidad del personaje principal y por la riqueza de situaciones en las que se mueve, un exotismo precisamente otorgado por la ambientación elegida. La narración de Olivera se va enriqueciendo, pasando de páginas con múltiples viñetas pequeñas a una diagramación de la plancha más diversa, con uso frecuente de collages y técnicas de entintado más experimentales, quizás heredadas de su aprendizaje con Alberto Breccia. Pero el dibujo queda aquí supeditado a la trama y al guión, en el que llama la atención el uso y abuso de cartelas (con la narración en primera persona de Nippur) que sin embargo no entorpecen la narración, ejemplar para un recién llegado al medio como era Wood.
EL MISTICISMO DE DAX
En 1978 Wood ya era un experimentado y afamado guionista, que había cultivado la aventura con tintes fantásticos (Gilgamesh, iniciada en 1969), las historias de espionaje (Dennis Martin, 1967), las parodias de espías (Pepe Sánchez, 1975), la comedia romántica con tintes humorísticos (Mi novia y yo, 1968) o el western (Jackaroe, 1968) entre otros muchos géneros. La década de los setenta estuvo marcada por el resurgimiento del horror, la blaxpoitation y las artes marciales, y de la mezcla entre ésta última y el espíritu aventurero del guionista surgió Dax, cuya primera historieta se publicó en D’Artagnan Super Album nº 13, con dibujos de Rubén Marchionne. Y si a algo recuerda Dax es a la serie de televisión Kung-Fu, realizada entre 1972 y 1975 con David Carradine como protagonista errante y repleta de misticismo oriental. Al igual que el de Carradine, Dax (siglas de Daniel Alexander Xavier) es un personaje misterioso que vaga de un lado a otro con un extraño poder (no se llega a explicar el origen del mismo) que sirve, en primer lugar, para dejar impresionados a sus oponentes, además de para ver y conocer más allá de lo que cualquier humano percibe con sus sentidos normales. Tras el asesinato de su familia a mano de los boxers chinos (la serie está ambientada a principios del siglo XX), Dax es adoptado por una familia china. El desencadenante de la trama será, además de este violento acto inicial, el secuestro de su hermana adoptiva (y ciega) Yen-Li, motivo que forzará a Dax a iniciar su búsqueda.
Portada y dos páginas del primer número de Dax, por Rubén Marchionne. |
El dibujo a cargo de Marchionne es mucho más atractivo que el de Olivera, y aunque su narración se basa en una rígida cuadrícula de dos por cuatro viñetas el dibujante saca partido de la página, con un grafismo que maneja muy bien las masas de negro (el autor reconocía estar inspirado por Alex Toth), que muestra dominio en las frecuentes escenas de acción con artes marciales de por medio. Wood ya es aquí un maestro, y la ambientación oriental le permite una narración que al mismo tiempo que incide en la pura aventura (piratas, robos, viejos sabios y malvadas reinas trufan la trama) ahonda en una filosofía donde la nobleza y el hacer el bien son la clave fundamental. Dax se mantuvo hasta el año 1984, aunque ya desde finales de 1983 Wood fue delegando las labores de guión en colaboradores suyos como Armando Fernández, Ricardo Ferrari o Gustavo Amézaga.
HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE, HOMBRE VENGATIVO
Dago es uno de los personajes más famosos creados por Wood, publicándose todavía en la actualidad. Su primera historia apareció en la revista Nippur Mágnum Todo Color nº 1, en 1981, con dibujos de Alberto Salinas (hijo del celebérrimo dibujante José Luis Salinas), y se mantuvo en la misma publicación hasta el año 2000 (aunque Salinas abandonara su dibujo en 1996). Desde entonces se publica directamente en el mercado italiano a través de Eura Editoriale en la revista Lanciostory.
Portada de los dos números publicados. |
Dago es el sobrenombre que adquiere el aristócrata César Renzi cuando es traicionado, su familia asesinada y él mismo esclavizado por los turcos en la Venecia del siglo XVI. La serie nos narra la carrera ascendente de Dago como esclavo, primero rebelde y después cauto, en pos de venganza y de recuperar su honor y posición. El esquema, como podemos comprobar, es similar al de las otras series comentadas: una situación inicial estable, de hecho muy beneficiosa para el protagonista, se ve truncada por la traición y el asesinato, quedando el personaje desplazado violentamente de su posición a una menos favorecida donde tendrá que luchar para sobrevivir, con el objetivo de recuperar aquella situación inicial y encontrando amigos y enemigos por el camino. En este caso quizás se muestre Wood más pesimista, porque aunque Dago va escalando posiciones (dentro de la esclavitud) gracias a su astucia y paciencia, todos los que lo acompañen en su peregrinaje acaban muriendo de una forma u otra, castigando psicológicamente al personaje más que a otros salidos de su pluma. El sadismo es aquí más evidente, quizás porque estén implicados los turcos, y la serie se torna más cruel. El dibujo de Salinas es sencillamente espectacular, rico en detalles, fresco en el entintado a pincel, variado en su diagramación de la página, exuberante en la ambientación pero sobre todo en la caracterización de personajes, con las vestimentas de piratas turcos y aristócratas venecianos repletas de turbantes y capas, aunque pueda pecar en ocasiones de excesivo clasicismo o estatismo de las figuras; algo que se perdona ante el resultado global, una serie de aventuras donde guión y dibujo se engarzan para brillar a gran altura.
EL EMPALADOR HISTÓRICO
Portada de Drácula, por Alberto Salinas. |
Cuatro series de personajes solitarios, desarraigados, vengativos aunque con honor, fuertes de espíritu aunque con debilidades humanas, conocidos, temidos y atacados. Cuatro series que son una perfecta muestra de la labor de un guionista prolífico, con escasa presencia en nuestro país: las pocas publicaciones en revistas dispersas de los ochenta, la revista que publicó bajo su sello con el nombre de Mark 2000 o la reciente recuperación por parte de 001 Ediciones de otras dos series emblemáticas, Savarese y Gilgamesh el inmortal. La creación de la Biblioteca Robin Wood, iniciativa sin parangón en nuestro país por dedicarse a un guionista (caso semejante podríamos encontrar en Argentina con la Serie Oesterheld de Editorial Colihue), quizás pueda reparar esta desmemoria de una figura fundamental en la historieta de aventuras.