EL HOMBRE QUE SIEMPRE ESTUVO ALLÍ
ENTREVISTA A YEXUS
Jesús García Sierra (Santander, 1962), más conocido como Yexus, es un crítico de cómic que ha publicado de forma ininterrumpida en la gran mayoría de las cabeceras teóricas que han ido surgiendo desde los años noventa. ¿Cuáles son las revistas y los libros que han marcado su trayectoria?, ¿cómo se organiza su trabajo?, ¿cuáles son las funciones de un teórico? A través de su experiencia conocemos la evolución de la crítica y la divulgación del cómic en nuestro país durante las últimas décadas.
Antes de conocer tu trayectoria, has publicado reseñas, has hecho entrevistas, has coordinado publicaciones, exposiciones, eventos… ¿En qué escenario te sientes más a gusto?
Creo que escribiendo y haciendo entrevistas. A veces dando una conferencia, aunque tardo bastante en prepararlas… Como ves, en general, es en actividades en las que lo controlo prácticamente todo: soy el único responsable, y eso me tranquiliza mucho. Es muy emocionante organizar un evento, una charla o una exposición y ver la respuesta del público, pero existen demasiados factores que no dependen de mí, y eso me exige una energía extra. Prefiero concentrarme únicamente en lo puramente creativo.
Has cultivado a lo largo de los años la entrevista. ¿Hay un modus operandi a la hora de realizarlas?
Sí. Lo primero de todo es buscar y releer (o leer, si hay algo que no tenía ya) toda la obra del autor a entrevistar. Después, a la hora de organizarla, lo principal es el espacio que me asigne la publicación y el tiempo de que disponga el autor. Lo ideal es poder hablar con él de toda su trayectoria hasta el presente, normalmente haciendo hincapié en las novedades. Cosa que a veces es difícil si tienes el tiempo limitado: puede ser una rueda de prensa, una presentación pública o el tiempo que te haya concedido el departamento de prensa de un salón, por ejemplo. Entonces, y a menudo sobre la marcha, tienes que ingeniártelas para quitar o añadir preguntas de forma que el lector tenga una idea global de su trabajo, pero siempre consiguiendo llegar hasta lo más reciente. Si te quedas a medio camino, por buenas que sean las preguntas, la entrevista no sirve de nada.
Y si desde el principio sabes que tienes poco tiempo o un espacio limitado, intentas hacer preguntas más generales (constantes, evolución, técnicas, preferencias, etc.), para terminar siempre con algo muy de actualidad.
Entrevista con Burne Hogarth. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 1989). |
¿Hay mucha diferencia a la hora de abordarlas para un medio especializado o uno generalista?
Desde luego. En uno generalista hay que presentar al autor por completo, presuponiendo que el lector no lo conoce (cosa que en muchos casos es cierta), y no dar nada por sabido, ni sobre él ni sobre el propio medio. La información necesaria hay que proporcionarla en una introducción o añadirla a cada pregunta. E incluso en los titulares. Lógicamente, esto no ocurre en un medio especializado, donde el lector tiene una base previa y se dan por hecho una serie de conocimientos. Aquí es donde se puede profundizar más en el tema, ir directamente al grano y aprovechar todo el tiempo y el espacio de que dispongas.
Vía mail, teléfono, en persona o por videoconferencia. ¿Cuál es tu preferencia y cuáles son las ventajas e inconvenientes de cada una a la hora de afrontar la entrevista?
Siempre prefiero entrevistar a un autor personalmente solo por darme el placer de conocerle. Una de las mejores experiencias de esta profesión es poder conocer a tantos creadores excepcionales; a algunos no les vuelves a ver en la vida y a otros acabas por frecuentarles algo más o, excepcionalmente, terminas por hacerte amigo suyo. Pero todos tienen algo importante que aportar a nivel humano. Profesionalmente hablando, también prefiero el cara a cara porque la comunicación es más fluida y más cálida.
Si no puede ser así, mi opción es el correo electrónico. Así el autor puede meditar mejor sus respuestas e incluso calcular el espacio, porque le suelo dar alguna indicación para que se haga una idea. Los teléfonos no me gustan nada para temas de trabajo, es una de mis muchas manías. Pero si no queda otro remedio, por ejemplo porque el autor no tiene tiempo para escribirla o no le gusta, pues la hago por este medio, por supuesto. Siempre hay que hacerla de la forma en que el autor se sienta más cómodo.
Entrevista con Jerry Robinson. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 1993). |
¿Cómo abordas la resolución de un artículo o reseña?
Me remito a lo que acabo de decir. O sea, me documento igual que para una entrevista, lo enfoco dependiendo del tipo de publicación y de lector a que va dirigido y, de nuevo, en función del espacio de que disponga. Desde luego, lo que siempre intento incluir, con mayor o menor profundidad, es algo referido al argumento, a la técnica narrativa y al apartado gráfico. Ya que esto último veo que se tiende a obviar muchas veces para centrarse solo en el contenido. Pero el cómic es un medio básicamente visual, ¿no?
¿Qué elementos debe tener una reseña para que disfrutes su realización y lectura?
Lógicamente y en primer lugar, que me guste la obra. Si no es así, prefiero no hacerla. Por suerte, no tengo que plegarme a encargos no deseados por necesidad, así que no me he visto en esa tesitura. Dicho esto, puede haber dos razones completamente opuestas pero a la vez complementarias. Unas veces me apetece hablar de una obra ya conocida, quizás el típico clásico, para razonar yo mismo por qué lo es, y generalmente por razones sentimentales, con un mucho de homenaje y nostalgia. Y otras es justo al revés. Es decir, abordar un título totalmente novedoso y enfrentarme a él, descubrirlo y analizarlo desde cero, afrontar el reto de trabajar sin apenas referencias, esforzar la imaginación o la capacidad crítica todo lo que pueda. Este último es un ejercicio muy saludable.
En la gestión cultural se busca conciliar la aportación de los protagonistas con el interés del público. ¿Es complicado conjugar el interés de la crítica y el público?
Un poco sí. Porque cuando organizas una actividad de cara al público no es igual que cuando escribes para un medio impreso, sea generalista o especializado. Intervienen más factores, sobre todo los mediáticos y los económicos, de los cuales a menudo depende la supervivencia o continuidad del evento. Es decir, hay que combinar calidad y popularidad, que tampoco tienen por qué ser excluyentes. Porque, digámoslo con franqueza, cualquier evento, por modesto que sea, necesita infraestructura o medios, generalmente públicos y a veces privados. Así que, cuando tienes que organizar algo e intervienen distintos autores hay que intentar contar con los mejores, pero también procurar que tengan la mayor proyección posible. Ya que, desafortunadamente, los estamentos que aportan el capital miden los resultados solo en función de la cantidad de público asistente y presencia en los medios. Es difícil mantener ese equilibrio, pero la experiencia te va orientando poco a poco.
En tu largo recorrido, ¿cómo ha cambiado la crítica y divulgación en el mundo de los cómics?
Hace cuarenta años abundaba el papel impreso, ¡y hasta las fotocopias! Hoy apenas hay revistas, pero está claro el cambio que supuso la irrupción de internet. También hay una mayor presencia de información sobre cómics en la prensa, gracias a la mayor visibilidad y prestigio cultural que ha acumulado en los últimos años. Ambas cosas tienen sus ventajas e inconvenientes. Internet permite obtener mayor información, más rápido y sin fronteras físicas. Es un medio de fácil acceso y no requiere infraestructura o mayor desembolso. Pero también es cierto que la crítica se atomiza porque cualquiera puede abrir un blog y convertirse en “crítico”. Hay un exceso de información, pero no de rigor o de verdadero estudio, y eso también contribuye a crear confusión. Por una parte, existen revistas digitales tan rigurosas como CuCo o Tebeosfera, pero también es cierto que en la era de Twitter mucha gente no tiene la voluntad de leer análisis profundos y prefiere la opinión rápida y contundente. Que, lógicamente, es más fácil y menos razonada.
En cuanto a la prensa, las mejores cabeceras han sabido encontrar a periodistas de calidad, a veces de nuevo cuño y otros surgidos de publicaciones especializadas, pero también hay mucho incompetente que solo contribuye a desinformar o que no va más allá de los tópicos o la Wikipedia. Ahora mismo, por ejemplo, está de moda la novela gráfica y todos los diarios quieren incluir algún artículo, aunque muchos redactores no sepan con exactitud lo que es una novela gráfica…
Y otro factor importante es la presencia cada vez mayor del cómic en los ámbitos académicos, algo casi impensable hace algunos años.
Presentación de Víctor Mora. Jornadas 100 Años de Cómic. Ayuntamiento de Santander (1996). |
Crítico, divulgador, prescriptor… ¿Cuál crees que es el papel de los teóricos del medio en estos momentos?
No creo que tenga que limitarse a uno solo, puede cumplir diferentes funciones. La labor divulgativa e informativa es muy importante: el público interesado en la cultura tiene que saber que existen una serie de cómics que pueden ser tan relevantes como un libro, una película o una exposición. A los aficionados al medio les puede gustar conocer la opinión crítica sobre una obra antes de decidirse a comprarla. Y, como medio cultural o artístico, también debe ser objeto de estudio teórico e histórico. Porque nos queda mucho por conocer sobre los mecanismos que hacen posible la lectura de un cómic, sobre cómo han ido cambiando a través del tiempo o pueden hacerlo en el futuro y sobre el papel que juegan en ello determinados autores, editores o formatos. E incluso sobre la percepción del público.
REVISTAS
¿Cuáles son las lecturas que hicieron que quisieses dedicar tu vida a los cómics?
La verdad es que me encantaba mirarlos y dibujarlos desde antes de saber leer. Y cuando aprendí a leer, seguí la trayectoria normal de cualquier niño y adolescente de aquella época: Pumby, Novaro, Bruguera, Buru Lan, superhéroes, álbumes de Tintín, Astérix o Blueberry… Pero creo que fue en los ochenta, con el comienzo del cómic adulto en España, cuando empecé a devorar todas aquellas nuevas revistas que me descubrieron un mundo asombroso. ¡Nunca pensé que con el cómic se pudiera contar todo aquello ni de aquella manera! Entonces fue cuando me involucré en los primeros fanzines, y poco después en la prensa. Y no me he arrepentido un solo día desde entonces.
Aunque se te asocia con la crítica, comienzas a publicar tus trabajos como dibujante en El Wendigo.
Cierto. Al principio quería ser autor de cómic, y mis primeros pasos fueron en una revista universitaria y en un fanzine, ambos de Santander, además de en El Wendigo, con quienes por cercanía y afinidad teníamos buenas relaciones e incluso intercambiamos algún autor. La verdad es que, aunque en su día disfruté mucho, mi labor como dibujante es totalmente olvidable. En El Wendigo, con excepción de profesionales como Isaac del Rivero Jr. o Adolfo Buylla, los autores de cómic éramos todos amateur y principiantes. Al menos mientras yo tuve ocasión de participar.
El Wendigo nº 29 (V-1984). |
Desde Asturias, El Wendigo realizó una importante labor tanto divulgativa como de gestión de eventos relacionados con el medio en una época en la que estos no eran tan frecuentes.
Desde luego, fueron de los primeros en hablar del tema en un medio impreso. Empezaron como fanzine, se convirtieron en revista y, pasando por diversas etapas, han sobrevivido hasta bien entrado el siglo XXI, toda una hazaña. Su estilo era un tanto agresivo y llevaban tan a gala su independencia que no dudaban en opinar de cualquier editorial o autor sin tapujos ni delicadezas. Con Faustino R. Arbesú al frente, también celebraron desde muy pronto el Salón del Principado de Asturias, concediendo los Premios Haxtur y logrando que acudieran auténticos mitos, como John Buscema, Will Eisner o el mismísimo Moebius.
Comienzas a dar tus primeros pasos en la divulgación cultural a mediados de los años ochenta. ¿Cómo recuerdas aquella época?
Eran tiempos de euforia total. Era cierto lo del “boom del cómic”: estaba de moda en los medios, surgían las librerías especializadas, apareció el Salón del Cómic en Barcelona y había actividades relacionadas con la historieta en casi todas las localidades del país. Llegó a haber hasta veinte revistas en los quioscos, algo impensable… Muchas de ellas fueron “de relleno”, es cierto, pero los aficionados no dábamos crédito mientras veíamos surgir, sucesivamente, cabeceras como Tótem, 1984, Cimoc, El Víbora, Cairo, Rambla, Metal Hurlant, Creepy, Vértigo, Bésame Mucho… Personalmente, disfruté muchísimo, porque en Santander comenzamos a publicar un fanzine, como dije antes: se llamaba La Mosca, era el primero que aparecía en la región, y sus integrantes estábamos en todas partes. Porque, recordémoslo, eran también los tiempos de la movida e incluso en una provincia como Cantabria tuvo su pequeño reflejo. Había muchos dibujantes, grupos musicales, periodistas, locutores de FM, bares de moda, tribus urbanas (bueno, pocas), y todos estábamos en contacto, siempre haciendo cosas y apuntándonos a todo tipo de eventos.
Si los años ochenta suponen el boom de las revistas y el cómic para adultos, los mediados de los ochenta suponen el fin de una época. Da la sensación de que empiezas a publicar en un momento de cambio.
Bueno, digamos que ese proceso fue más largo de lo que parece y que todavía nos duraba un poco la resaca de la mencionada euforia. Yo había empezado a publicar en fanzines locales y revistas universitarias a principios de los ochenta, como dije, lo que me sirvió de aprendizaje. Por lo que cuando comencé a hacer mis pinitos en la prensa ya tenía un poco de experiencia, y además el cómic, en crisis o no, tras el dichoso boom ya se había consolidado como algo que podía tener su hueco en los periódicos o programas de radio.
Entrevista con Walt Simonson. Salón del Principado de Asturias (Oviedo, 1986). |
A pesar de todo, llegas a publicar en la mítica revista Zona 84. En esos momentos las revistas estaban muy orientadas a los géneros, y Zona, en concreto, lo hacía a la ciencia ficción.
Fue una colaboración muy puntual. Allá por el año 1986 estuve en el Salón del Principado de Asturias, al que acudió Walt Simonson como invitado. Era la época en que dibujaba y escribía Thor, también recuerdo que nos enseñó algunas páginas de Factor X todavía sin publicar… Yo tenía buena relación con los organizadores y tuve la suerte de acompañarles a ellos y al autor y poder conversar con él. Por lo que, naturalmente, no me privé de hacerle una entrevista. Creo que fue el primer gran autor internacional que conocí y fue una experiencia maravillosa, yo estaba en la gloria. El caso es que, no recuerdo cómo, conseguí vendérsela a Toutain, que la publicó en un almanaque o anual de Zona 84, de aquellos con lomo. Y en realidad, tienes razón, no sé por qué apareció allí, ya que Simonson era más representativo de los superhéroes o, como mucho, de la mitología, que de la ciencia ficción que habitualmente publicaban. Pero, desde luego, fue divertido haber podido participar en una cabecera tan mítica.
Entre los críticos muchos han tenido anhelo de ser autores (con resultados notables, incluso). ¿Es ese tu caso?
Sí que fue mi caso… solo que sin resultados notables. Aparte de los fanzines mencionados y algún cartel o ilustración, lo único profesional que publiqué fue (y brevemente) en las revistas Makoki y ¡Más madera!, aunque en esta última solo como guionista. Hizo falta que un profesional y buen amigo se tomara su tiempo para disuadirme, tras hacerme ver mis abundantes carencias como dibujante. Fue entonces cuando me decanté definitivamente por la divulgación y el periodismo, que ya simultaneaba desde hacía tiempo, y donde no me ha ido mal hasta la fecha.
Revistas como Bang!, de Antonio Martín, son pioneras del estudio y la crítica del medio. ¿Cuáles han sido tus referentes?
Para ser sincero, yo no conocía mucho la labor de Bang! en su momento porque en los años setenta y ochenta no era tan fácil conseguir esas publicaciones (y otras como Sunday, por ejemplo) desde una ciudad tan alejada de los centros neurálgicos de la producción de cómic. Al principio no solo no existía internet, sino que ni siquiera había librerías especializadas…
Aunque ya se habían publicado libros de Juan Antonio Ramírez, Román Gubern o Vázquez de Parga, el divulgador más popular era sin duda Javier Coma. ¡Parecía que los escribía todos él! A los aficionados nos parecía un poco pedante y a menudo lo criticábamos, pero quizás el paso del tiempo haya puesto en valor su contribución durante aquellos años. Quizás a mí me inspiraban más, por su cercanía o su atrevimiento, gente de mi generación o un poco más mayores, como Antoni Guiral, Pepe Gálvez, Lorenzo Díaz o Santiago García (que por aquel entonces firmaba como Trajano Bermúdez), que además con el tiempo se convertirían en buenos amigos.
En los años noventa, curiosamente cuando menos cómics se publican, sí que surgen numerosas cabeceras dedicadas al estudio del medio. En algunos casos con interés por el análisis y en otros por las reseñas y las novedades.
Sí, realmente fue un fenómeno curioso. Entre revistas y fanzines con solvencia, casi había más publicaciones divulgativas que cómics propiamente dichos. Recuerdo Funnies, El Maquinista, Krazy Comics, Slumberland, El Boletín, Terminal, Urich, Tebeolandia, Wopitti whop!, Tribulete, Comic Independiente… A finales de la década también aparecerían Volumen, U y Dentro de la Viñeta. Duraban mucho o duraban poco, su salida normalmente era irregular, las tiradas no eran muy altas (las de los cómics tampoco) y en aquella época suponía un mayor esfuerzo hacer una publicación impresa, distribuirla y darla a conocer. Pero todas las que he nombrado dejaron alguna huella. Algunas eran más elitistas y otras más populares, unas eran de culto y otras creaban polémicas; también había corrientes enfrentadas, escritores denostados o reverenciados (a veces el mismo)… En suma, fue una auténtica explosión de títulos y el caldo de cultivo de muchísimos profesionales (algunos ya lo eran) e incluso de nombres imprescindibles en el mundo de la crítica hoy en día, si bien es cierto que otros muchos abandonaron o se dedicaron a otras labores, seguramente más lucrativas. Yo, con la inconsciencia de la juventud, intentaba participar en el mayor número posible de ellos. Tanto fue así que, en un momento dado, a otro compañero (igualmente prolífico) y a mí nos llegó a calificar un colega con bastante guasa como “críticos sin fronteras”.
Krazy Comics nº 1 (X-1989). |
Una de las revistas más relevantes, con Joan Navarro a la cabeza, es Krazy Comics. ¿Cómo funcionaba la revista?
Creo que fue el intento más serio y profesional de aquel momento: en cuanto a presentación, regularidad, variedad o contenidos. Desde luego, fue el primero, en 1989. O sea, bastantes años antes de los U, Volumen y Dentro de la Viñeta, que también funcionaron con estos parámetros, pero ya a finales de los noventa y durante el cambio de siglo. Bien es cierto que la experiencia solo duró un año y medio, quizá por la saturación de material teórico en el mercado, o porque Navarro solía tener buenas ideas y buen gusto pero poca suerte, editorialmente hablando. En cuanto al funcionamiento de Krazy, no te puedo decir demasiado, en parte porque tampoco participé en muchos números. Yo escribía reseñas y artículos y trataba con el director, Tino Reguera, el alma de la publicación: en aquella época se hacían los encargos por teléfono y se enviaban por carta, no existía la comunicación que hay hoy en día con editores, coordinadores y compañeros en una publicación impresa o digital, no existía esa fluidez. Como mucho, nos veíamos en los salones y jornadas. Otra cosa importante es que en 1990 Krazy publicó un anuario, que no tuvo continuidad. Navarro lo volvió a intentar en 1993, pero esta vez en forma de tomo, ya con Glénat y sin relación con la revista, pero tampoco tuvo éxito. Fue una pena porque yo creo que es algo tan fundamental como necesario. De momento, Jot Down y ACDCómics han comenzado a publicar uno desde hace tres años, a ver si esta vez prospera.
Colaboras con medios centrados en la ilustración en los que el cómic encuentra su espacio con cabeceras como CLIJ o Peonza.
En CLIJ solo publiqué una vez, aunque sí que es cierto que esta veterana revista suele dedicar regularmente su atención a la historieta. Con Peonza ya me une una relación más profunda a nivel sentimental, porque llevo colaborando con ellos desde mediados de los noventa. La revista lleva realizando desde hace más de treinta años una labor valiosísima de difusión de la literatura infantil y juvenil, con especial énfasis en la ilustración y concediendo gran importancia al cómic, al que reserva un espacio habitual y ha dedicado varios eventos y números especiales. Ha sido reconocida con el Premio Nacional al Fomento de la Lectura en 2018 y está dirigida a pedagogos, bibliotecarios, escritores y lectores interesados por la cultura, cuestión que me parece fundamental para normalizar el medio entre el público generalista. Personalmente, mantengo una gran amistad con los responsables de la revista y colaboro esporádicamente desde 1996 con artículos o entrevistas relacionados (¡cómo no!) con el mundo del cómic.
La Comictiva nº 1 (1994). |
Es una época también de fanzines y de cultura transversal, con cabeceras como La Comictiva, en la que Nacho Allende con algunos de los hoy ya consolidados divulgadores mezclaban intereses diversos como el cómic, la música, las películas o cortometrajes en una época preinternet.
Está claro que Nacho siempre tuvo visión de futuro y “ojo clínico”. Recordemos que descubrió o promocionó a historietistas como Ágreda, Javirroyo, Mauro, Paco Alcázar, María Colino, Fermín Solís o Pedro Vera, que concedió protagonismo a agitadores culturales hoy tan importantes como Borja Crespo y que apostó por cineastas como Santiago Segura y Álex de la Iglesia. Pero, sobre todo, recordemos que supo crear una revista muy ecléctica, con un tono diferente, que daba cabida, por ejemplo, a la llamada cultura basura y a la serie B o a grupos musicales del tipo de los de Subterfuge Records. Y todo ello con una excelente factura, ya que tuvo la habilidad de saber involucrar a diversos patrocinadores e instituciones.
¿Debo decir que también participé? Efectivamente, aquel afán de ubicuidad era un poco exasperante. Pero, en fin, era una edad en la que todo te parecía poco, todo te hacía ilusión y te sobraban las ideas y las energías para intervenir en cualquier proyecto que te pasara por delante…
Slumberland nº 1 (1995). |
Si te parece, repasamos algunas cabeceras de la época, en las que algunas firmas del cómic actual dieron sus primeros pasos. Empezamos con Slumberland, editada por Camaleón. La presencia de Camaleón en esos años era muy relevante, y por sus páginas pasaron nombres hoy consolidados, como Jaime Rodríguez en la coordinación.
Sí, Camaleón fue una de las iniciativas más potentes a la hora de dar salida a nuevos autores mediante el formato de comic book en blanco y negro, a base de miniseries, que fue muy popular durante la famosa crisis de los noventa. Y fue uno de los primeros, antes que la Línea Laberinto o los Brut Comix, por ejemplo. Dieron salida a autores como Ramón Bachs, Albert Monteys, Pep Brocal, Santiago Sequeiros, Miguel Ángel Martín… ¡Hasta se atrevieron con Impresiones de la Isla!
Entrevista con Lorenzo Mattotti. Semana Negra (Gijón, 1998). |
Slumberland tenía un formato muy similar a Krazy Comics, pero tuvo una vida más larga y aquí colaboré más tiempo, haciendo un poco de todo. Visualmente era más moderna y atractiva, más dinámica, pero quizá tenía menos artículos de fondo, daba más protagonismo a las novedades, noticias y reseñas, los artículos eran más rápidos, como dirigidos a un público más amplio. Aunque prestó bastante atención a los autores nacionales y, progresivamente, comenzó a incluir entrevistas a creadores españoles y extranjeros de primera fila. Yo a Jaime Rodríguez lo recuerdo aquí sobre todo en labores de redactor; donde realizó mucho trabajo de coordinación editorial fue en Fórum y, sobre todo, en Planeta ¡Ah, y Camaleón no solo editó Slumberland, sino los primeros números del ya mítico U, el hijo de Urich y hasta una etapa de Nosotros Somos los Muertos!
Volumen uno nº 1 (1999). |
Fundada por Christian Osuna, la revista Volumen contó en la dirección con Santiago García, Óscar Palmer y el propio Osuna y el diseño de Luis Bustos. ¿Qué caracterizaba a la revista?
Bueno, con los nombres que mencionas ya era una garantía de calidad. Además fue reuniendo gente de las publicaciones más interesantes de ese momento y de las inmediatamente anteriores: del U, del Slumberland, la gente de Roccocomics… También recuerdo a Annabel Espada y a José Antonio Serrano, que poco después realizaría la Guía del Cómic y que ahora desempeña una labor muy destacada en ACDCómics. Volumen seguía siendo un producto muy ligado a la actualidad, a servir de guía mensualmente, pero ya tenía una factura totalmente profesional. Por el diseño, por la introducción del color… Aunque también fue creando secciones y apartados bastante originales que contribuían a personalizarla. Y además incluía sus propios cómics, sendas tiras de Sergio Córdoba y Bernardo Vergara ¡Incluso aparecía una tira de Gallardo, patrocinada por la librería Elektra!
Yo aquí hice sobre todo entrevistas. Duró dos años: el Volumen Uno y el Volumen Dos, justo entre los dos siglos. Cuando tomó la dirección Christian Osuna comenzó un pequeño cambio de rumbo, pero fueron solo tres números antes de desaparecer.
U, el hijo de Urich nº 1 (XI-1996). |
El equipo nos recuerda a los integrantes de U, el hijo de Urich, revista de culto en la que las entrevistas a los autores se convertían en protagonistas.
Claro, ten en cuenta que coexistió durante dos años con el U, aproximadamente a mitad de la trayectoria de esta última. Ya lo hemos dicho antes: gran parte de sus integrantes y directivos estaban en ella. Pero creo que U, el hijo de Urich fue un fenómeno irrepetible, una reunión de talentos cuya lucidez envidiaba y de la que yo estaba orgulloso de formar parte. Además de los mencionados, recordemos a Toni Guiral, José María Méndez, Pepe Gálvez, Francisco Naranjo, Pepo Pérez, Enrique Bonet, Antonio Trashorras… Muchos. Esta sí que era una revista diferente, con estudios en profundidad, que no seguía las pautas de ninguna de las anteriores. Y, desde luego, sí que era de culto. No contaba con una popularidad masiva, como Dolmen, pongamos por caso. Tenía acérrimos seguidores, pero también feroces detractores que criticaban nuestros criterios o gustos. Pero ello es porque la revista tenía un sello muy personal, con escritores que tenían muy claras sus opiniones y las fundamentaban con lucidez y coherencia, fueran a contracorriente o no. Todavía recuerdo la polémica cuando en el número 20 publicamos una especie de ranking titulado “Los 90 de los 90”. ¡Uf, hubo réplicas y contrarréplicas para todos los gustos! Y no solo en el U, sino incluso en otras publicaciones…
Siguiendo las pautas de The Comics Journal, cada número estaba dedicado a un autor o tema que se desarrollaba en profundidad en el interior. A pesar del tiempo transcurrido aún mantienen su vigencia sus contenidos.
Ya lo creo. Con cada entrevista se podía hacer casi un pequeño libro, las había hasta de cincuenta páginas. Y además, se analizaba toda la bibliografía del autor, se mostraban bocetos y material inédito… Claro que las reseñas tampoco se quedaban cortas, eran como pequeños ensayos. La cuestión era que no había problemas de espacio (dentro de un orden, claro), se trataba de poder opinar sin restricciones. Yo tuve la oportunidad de hacer una de esas entrevistas a Bernet, para lo cual estuve dos días en Barcelona; tuve la ocasión de visitar su casa y su estudio, cuyas paredes estaban cubiertas por originales enmarcados de todos los clásicos españoles y norteamericanos ¡Era increíble! Me traje montones de casetes grabados y, cuando comencé a transcribirlos, comprobé con horror que había grabado dos veces en una misma cara. O sea, que faltaba media hora de conversación. Por lo que, muy avergonzado, me vi obligado a repetirla telefónicamente.
Entrevista con Eduardo Risso. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 2002). |
También hice una entrevista más corta a Al Williamson, que sería el germen de mi futuro libro. Era para una sección de clásicos, no necesariamente de actualidad, que se titulaba “Tierra de gigantes”. Fue por teléfono, desde Nueva York, y conseguir su número fue toda una odisea, para la cual tuvimos que movilizar todas nuestras influencias [risas].
Por cierto, ya que has mencionado el The Comics Journal, te diré que también colaboró con nosotros una temporada uno de sus redactores, Ray Mescallado.
La revista pasa por diferentes etapas, ampliando paulatinamente el número de páginas para adecuarse a los contenidos (y no al revés)
Ya te digo que era bastante atípica (en el buen sentido). Primero pasó de la grapa al lomo, y hacia el final redujo el tamaño casi hasta el de una novela gráfica. Y, sí, el número de páginas fue aumentando según nuestras necesidades expresivas, que parecían no tener fin. Empezó con 48, luego subió a 100, a veces fueron 144, y el último número llegó a tener ¡192 páginas! Claro que primero aparecía cada dos meses, luego tres veces al año, incluso dos veces, y alguna vez tardó un año entero en volver a publicarse. Pero no importaba, la cuestión era hacerlo como nosotros quisiéramos, y a veces eso no era tan fácil o no era posible, por eso hubo varios cambios de editor. Como ya existía internet, recuerdo que había mucha comunicación entre los participantes (cosa que en tiempos analógicos era muy difícil) y se discutían hasta las portadas. En definitiva, se quería hacer un análisis a fondo del medio, y para ello se atendía tanto a nuestros gustos personales como a criterios objetivos. Por ello, también se estudiaban temas monográficos, se hablaba con la industria y se investigaban autores españoles emergentes o extranjeros desconocidos en España. Hablamos de los tiempos en que nadie prestaba atención a Chester Brown, Chris Ware o Eddie Campbell, por ejemplo.
Dentro de la viñeta nº 1 (1999). |
Dos autores que han mostrado un interés constante por el análisis del medio son Ángel de la Calle y Jorge Iván Argiz. Los dos nombres, junto a Norman Fernández, han ayudado a consolidar en Asturias eventos en los que el cómic está muy presente, como la Semana Negra de Gijón o las Jornadas de Cómic de Avilés, y coincidieron en la cabecera Dentro de la viñeta.
Sí, esa fue otra revista a la que tengo mucho cariño, en la que compartí páginas con autores entrañables y grandes profesionales. Tuvo una larga trayectoria, de treinta y dos números, con gran regularidad. También entraba a analizar a fondo el medio, con reportajes y entrevistas amplias (¡aunque no tanto como las del U!), además de los apartados habituales. Una idea interesante fue introducir secciones fijas y artículos encargados en exclusiva a profesionales como John Ostrander, Larry Hama, Jorge Zentner o Jamie Delano. Y recuerdo que casi siempre incluían en la contraportada preciosos dibujos raros o inéditos de autores de primera fila.
En Dentro de la viñeta había más escritores asturianos, como Germán Menéndez, Paco Ignacio Taibo II, Alejandro Caveda o Rubén Paniceres. Pero también estaban Pepe Gálvez o Alejandro Viturtia y se recuperó al gran Lorenzo Díaz. Además de las tres personas que has nombrado al principio, claro, que eran los artífices de la revista. Tres personas que son hiperactivas, unos agitadores culturales de primer orden. Por no hablar de la faceta como autor de Ángel, la de editor de Jorge Iván y la de comisario de exposiciones de Norman.
Las Jornadas de Avilés y, sobre todo, la Semana Negra, son eventos muy particulares. El primero es capaz de primar lo cultural sobre lo comercial y de lograr un acercamiento entre el autor y su público muy difícil de encontrar en otros ámbitos. Y el segundo ha conseguido no solo el milagro de integrar el cómic dentro del amplio terreno de la cultura y el arte, sino también de acercarlo al público generalista y de hacerlo accesible y atractivo para todo tipo de espectadores. Es un fenómeno increíble y no deja de repetirse año tras año.
Portada de Viñetas de ayer y hoy nº 1 (1999). |
Desde Santander lanzáis la revista Viñetas de ayer y hoy, que llegará a la docena de números. ¿Cómo fue la experiencia?
En los años noventa el cómic no tenía la proyección generalista que tiene ahora pero cuando se celebró el centenario en 1996, todos en Cantabria se acordaron de mí. Claro, yo era el único rarito que se interesaba por esas cosas [risas]. Y todo el mundo me pidió artículos, talleres, exposiciones, charlas… Ya sabes: “reina por un día”. Pero la propuesta más inteligente surgió de José Ramón Saiz Viadero, un intelectual santanderino con numerosos libros publicados que investigan o compilan temas culturales relacionados con la región, referidos a la poesía, la literatura, el arte, el cine o el exilio republicano, entre otros. Fue él quien me propuso hacer una revista que diera cuenta de lo que se hacía y se había hecho en Cantabria relacionado con el cómic, el humor gráfico, la caricatura y la ilustración. Yo al principio tuve mis dudas, no sabía si habría contenido suficiente, pero finalmente me convenció y lo cierto es que nunca nos faltó material. Nos complementábamos muy bien. Yo me ocupaba de lo que se hacía actualmente o de autores de la región (por nuestras páginas pasaron David Baldeón y Álvaro Martínez Bueno cuando empezaban) y, más o menos, controlaba todo lo que se había hecho desde los años sesenta. Mientras que Ramón investigaba más hacía el pasado porque se mueve como pez en el agua en las hemerotecas y además conocía a algunos de los autores más mayores o a sus descendientes y tenía muchos contactos a causa de la labor que ha desarrollado durante décadas. Con lo cual llegamos a retroceder hasta los años veinte del siglo XX, aproximadamente. No lo hacíamos todo nosotros dos, claro, contábamos con expertos del ámbito cultural regional, normalmente los más adecuados para cada caso. También teníamos una sección donde relacionábamos el cómic con otros medios artísticos, por la que pasaron pintores, escritores, poetas, músicos y cineastas de Cantabria. Y además había una sección donde se hablaba de algún tema de interés general relacionado con el cómic, en la que participaron algunos de los mejores críticos y divulgadores a nivel nacional: Lorenzo Díaz, Ángel de la Calle, Manuel Barrero, Santiago García, Álvaro Pons, Koldo Azpitarte…Vamos, que me aproveché de la amistad de todos ellos para enriquecer nuestras páginas. Solo publicábamos un número al año, eso sí, de gran formato, y lo nuestro nos costaba. La portada nos la hacía en exclusiva algún artista de la región. Fue una bonita experiencia y, si no sonara pedante, diría que hasta necesaria. Pero se fue extinguiendo a medida que la subvención del Ayuntamiento santanderino fue menguando hasta extremos insostenibles y cada vez nos suponía mayor tiempo y esfuerzo a nosotros y a los colaboradores.
Portada del nº 43 y último de Trama (2005). |
Otra cabecera mítica es Trama, muy vinculada a los comienzos de la editorial Astiberri y que no sé si se podría considerar precursora de la actual revista Zona Cómic, realizada por la asociación de librerías de cómic del mismo nombre.
El impulso y respaldo de Astiberri era evidente, la gran mayoría de sus números estuvieron dirigidos por Fernando Tarancón. Yo sí que la veo en gran medida como una lejana precursora de Z, sobre todo por su formato y su intención práctica, en relación con el lector y las librerías especializadas. Irrumpió con fuerza, sus contenidos fueron evolucionando y tuvo una existencia muy prolongada, siempre fiel a su cita mensual, dando paso a toda una nueva generación de críticos, la mayoría del País Vasco. Fue allí donde conocí a Koldo Azpitarte, con quien me une una buena amistad hasta la fecha. Pero mi colaboración en esta revista fue muy puntual, testimonial apenas.
Portada de Dolmen nº 300 (VI-2020). |
Dejamos para el final a una superviviente que ha llegado a la friolera de más de trescientos números. Hablamos de la revista Dolmen, dirigida a un público muy específico y que mes a mes ha conseguido mantenerse a flote a pesar de los cambios en los gustos de los consumidores.
Todo un hito, sí. Empezó como un modesto fanzine y se convirtió en una revista profesional. Ha sido y es de las de mayor longevidad y tirada ¡Y ahora se reinventa desde el número 1 de nuevo! Está claro que Vicente García y su equipo han sabido encontrar su espacio perfecto en el mercado y acertar en los puntos exactos que demandan sus lectores. Entre otras cosas, porque siempre han estado muy atentos a los gustos de sus compradores, sondeándolos mediante encuestas y con los propios correos. En el tema del comic book americano Dolmen es todo un referente y no tiene rival hasta la fecha. Curiosamente, en 2008 comenzó a editar unos especiales titulados Dolmen Europa que, a pesar de su calidad, no prosperaron. ¡Una lástima!
Con Sergio Aragonés, Ken Niimura y Javier de Isusi. Festival de Helsinki (2009). |
La revista nace al amparo de la editorial del mismo nombre, que ha ido variando su propuesta a lo largo del tiempo para acercarse cada vez más a la publicación de clásicos.
Realmente, yo creo que el auge de la revista es lo que permite el nacimiento de la editorial, ¿no? Respecto a sus productos, sí que tanteó la publicación de material americano, procedente del comic book y de algunas editoriales independientes, y también alguna novela gráfica europea e incluso proyectos de autores españoles, algunos relativamente noveles. Es decir, que no dejó de asumir una serie de riesgos. Pero al final parece haber encontrado su nicho en las grandes series de prensa norteamericanas y en los clásicos europeos, muchos de ellos dirigidos al público infantil, una maniobra importantísima y esencial. Donde también actúan como infalible punta de lanza Enrique Vegas y sus “cabezones”, todo un best seller en ese campo.
Probablemente, la aparición de internet contribuyó a la desaparición de las revistas teóricas en papel. En tu caso has colaborado también con Tebeosfera, una asociación que, desde sus comienzos, ha procurado registrar todo lo publicado en nuestro país a lo largo de su historia.
Para ser sincero, diré que no frecuento casi nada las redes sociales. Es un defecto mío. Tienen montones de ventajas y desventajas, sobre las que no vamos a debatir ahora, pero sobre todo es por cuestión de tiempo. Y porque sigo muy apegado al papel impreso, para qué lo vamos a negar. Dicho esto, es evidente que hay una serie de páginas web de innegable solvencia y bastante difusión (¡seguro que más que las revistas!), caso de Entrecomics o Zona Negativa, pero no puedo hablar con conocimiento de causa, aunque alguna vez haya publicado algún escrito con mucho gusto en ellas. Bueno, aparte del blog pionero La cárcel de papel, de Álvaro Pons, del que por suerte he podido disfrutar en un estupendo libro recopilatorio. Con la que sí he tenido una mayor relación ha sido con Tebeosfera. Conozco a Manuel Barrero desde bastante antes del blog porque coincidimos en bastantes fanzines y revistas, la mayoría de las que hemos mencionado hasta ahora.
Presentación de Jim Lee. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 2009). |
Tebeosfera es un pozo sin fondo, realizan una labor titánica. Y además con una regularidad y persistencia encomiables, el proyecto sigue funcionando, es una maquinaria muy bien engrasada y un plan a largo plazo, cosa difícil de encontrar hoy en día. Personalmente, consultar su base de datos siempre me resulta utilísimo a la hora de trabajar. He colaborado con ellos con algún artículo ocasional y algunas entrevistas. Claro, la web no tiene problemas de espacio, por lo que te puedes explayar a gusto. Estoy muy satisfecho de una que le hice a Laura Pérez Vernetti-Blina para un número especial sobre La imagen de la mujer en el cómic erótico. Fue un proyecto colosal, qué lástima que no se pueda imprimir en papel…. pero es que tenía cerca de 1.200 páginas [risas]. El caso es que me di el gusto de publicar una entrevista de 36 páginas. ¡Casi como en los tiempos del U!
LIBROS
Conan. Paisajes bárbaros (Sinsentido, 2004). |
Imagino que sería un viejo anhelo publicar libros. El primero que realizas, Conan: paisajes bárbaros, tiene al personaje creado por Robert E. Howard como protagonista.
Desde luego, publicar un libro (¡mi primer libro!) me hizo una ilusión tremenda. No me lo podía creer. Un día me llamó Jesús Cuadrado, que era el impulsor de la colección, y me lo propuso. No solo escribir el libro, sino incluso el objeto a tratar, el personaje de Conan. Ignoro qué criterios se habían seguido para seleccionar autores y temas, pero esa era la oferta. Confieso que incluso le pregunté si estaba seguro de que yo era la persona más apropiada para el encargo, y cuando me confirmó la propuesta me apresuré a aceptarla porque me llenó de confianza que un experto como Cuadrado hubiera pensado en mí para llevar a cabo aquel proyecto.
¿Cómo afrontas el reto de realizar el libro?
Al principio, con mucho nerviosismo porque me parecía una gran responsabilidad. Pero luego se impuso poco a poco mi carácter metódico y comencé a organizar el trabajo, algo que tuve que aprender según lo hacía, ya que nunca me había planteado realizar una labor de esa importancia y extensión. A ver, relativicemos, era un libro de ochenta páginas, no era muy grande, Cuadrado lo consideraba “un ensayo sobre el personaje”. Y después se han escrito varios más y probablemente mejores, pero a mí me imponía mucho respeto: formaba parte de una colección importante y llevaba mi nombre en la portada.
Naturalmente, lo primero que hice fue ponerme al día con el personaje. Afortunadamente, ya existía internet (era 2004), por lo que pude obtener checklists fiables de todo el material publicado para poder ordenar y completar mis colecciones de Conan, publicadas en España de forma caótica y aleatoria. Y luego, lo de siempre, leer, releer, sacar conclusiones, investigar…
En el libro analizas no solo la historia del personaje en cómics (hasta la fecha), sino sus orígenes y su traslación a otros medios.
Hasta la fecha, dices bien, pero solo hasta la fecha en que lo entregué, porque era el límite de tiempo que me habían dado para terminarlo. Lo cual abarcó prácticamente toda su etapa en Marvel, incluidos los intentos europeos de prolongarlo, sobre todo en Italia e incluso (tímidamente) en España. Aunque lo entregué el primero, fue el quinto en publicarse y, desafortunadamente, en ese lapso comenzó la andadura de Conan en Dark Horse, por lo que quedó levemente desactualizado. Algún crítico me lo reprochó y tenía razón, pero son cosas del engranaje editorial que no podemos controlar los autores y resulta inevitable. Al principio, por pura ignorancia, me daba un poco de rabia, pero al cabo de varios libros he asumido que no puede ser de otra manera: nunca puedes actualizar un libro hasta la fecha misma de su publicación. Y si ello fuera posible, al día siguiente habría surgido otro dato nuevo que añadir. Esto es como pintar un cuadro: en un momento dado hay que darlo por terminado y firmarlo, si no, no lo acabarías nunca.
En cuanto a la estructura del libro, seguí más o menos las guías que me dieron en ese momento; es decir, no solo hablar de la obra sino ponerla en contexto, explicar sus consecuencias y derivaciones e incluso seleccionar diez títulos a modo de “lectura imprescindible”. Después, algunos autores de la colección siguieron ese esquema y otros no. Pero la verdad es que a mí siempre me ha dado buenos resultados.
Anecdóticamente, diré que, como este libro fue el primero en entregarse, sirvió para experimentar y perfilar el diseño que luego se aplicó a toda la colección.
Presentación de Moebius. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 2010). |
El libro se inscribe dentro de la colección Sin Palabras de la editorial Sinsentido que, en cada título abordaba un género o autor del medio diferente, intentando mostrar las diferencias, tendencias y momentos en los que el cómic se ha desarrollado.
Efectivamente. Fue el primer intento de lanzar una colección de libros teóricos que fueran rigurosos pero a la vez manejables y atractivos. Como dije, Cuadrado y su equipo (el colectivo Lápiz de Tinta) gestaron la idea, y Jesús Moreno la publicó con la elegancia y el buen gusto que caracterizan todo su trabajo. Duró cuatro años y diecisiete números, lo que no está nada mal. La verdad es que el contenido era de lo más heterogéneo: desde biografías de autores como Moebius, Oesterheld, Corben, Carl Barks o Tezuka hasta personajes como La Pequeña Lulú y The Phantom, pasando por un repaso a la editorial Novaro. Y con autores de primera fila: Lorenzo Díaz, Ana Merino, Rafael Marín, Alfons Moliné, Francisco Naranjo… Todo un lujo para mí figurar entre ellos.
En la época hay diversas voluntades que aspiran a dar a conocer el patrimonio de nuestro cómic. Es el caso de Jesús Cuadrado, que realiza los dos tomos De la Historieta y su uso, procurando recoger todos los nombres y publicaciones realizados.
Cuadrado es otro coloso de la divulgación y la crítica, y además de los pioneros, desde principios de los años setenta. Y no solo en el campo del cómic, también del teatro y el cine. Tienes razón en lo de su afán por archivar, catalogar y conservar todo el inmenso patrimonio que constituye la historieta española y sus autores. Algo que ha materializado en multitud de publicaciones y exposiciones, pero sobre todo en ese monumental proyecto que fue el primer Diccionario de uso de la historieta española. Fue un volumen de más de ochocientas páginas que apareció en 1997, pero luego se amplió tres años más tarde, transformado en los dos tomos que mencionas y ya publicados por Sinsentido: De la historieta y su uso, que abarcaba obras y autores desde 1873 al 2000. ¡Ahí es nada! Más que un diccionario, era una enciclopedia. Un esfuerzo titánico de documentación, que emprendió con un equipo de especialistas de primer orden. Y que nunca se ha vuelto a repetir ni a continuar. Claro, hoy en día viene a suplir esa necesidad internet (y no siempre de manera fiable), pero en aquel momento fue una obra indispensable que cumplió la misión de cubrir un vacío inmenso.
Presentación de Bryan y Mary Talbot. Salón del Cómic de Getxo (2013). |
A través de la editorial, Jesús Moreno mostró su amor incondicional al medio apostando por el cómic en su concepción más artística, en un momento en el que la novela gráfica aún no estaba tan presente.
Cierto. Hablamos del cambio de siglo, que es cuando comienza a funcionar. Casi a la vez que Edicions de Ponent, dirigida por Paco Camarasa (tristemente desaparecido hace pocos años): ambos se atrevieron a editar libros y publicaciones impensables hasta la fecha. Asumiendo un riesgo constante, a nivel ético y estético, dando salida a autores nuevos o desconocidos, a autores experimentales y de vanguardia, a autores “difíciles” e incluso, vamos a decirlo, a autores “malditos”. Sí que es cierto que Jesús Moreno siempre ha tenido una sensibilidad más inclinada hacia lo artístico, una mayor predilección por lo estético. No hay más que ver, en otra faceta profesional, las exposiciones monográficas que ha diseñado para El Prado y otros museos. Pero, sí, publicó títulos de autores como David B, Stefano Ricci, Andrés Leiva, Igort, Carlos Nine, Seth, Gipi, Rutu Modan… Además, en ediciones muy cuidadas. Llámalos novelas gráficas, álbumes o como quieras, a menudo eran inclasificables. Y no olvidemos que abrió en Madrid el Espacio Sinsentido, a la vez librería (con exquisiteces de importación) y lugar para exposiciones y encuentros.
Berni Wrightson. El espanto abisal (Sinsentido, 2007). |
Dentro de la misma colección realizas el libro Berni Wrightson: el espanto abisal, del que, si te parece, hablaremos más adelante, ya que vuelves a él recientemente para ampliarlo y darle su forma definitiva.
De acuerdo. Solo apuntar que en este segundo caso sí que me dieron a elegir entre tres autores para escribir sobre ellos. Uno era Frank Miller, pero me pareció que en aquel momento todo el mundo había escrito algo y había dicho lo que tenía que decir sobre ese autor. El otro no lo recuerdo, la verdad. Así que me quedé con Wrightson, que realmente era uno de mis favoritos y en aquellas fechas estaba un poco relegado, ya un poco lejos de sus momentos de gloria. ¡Pero es que seguía siendo todo un clásico! No podía faltar en una colección como esta…
Max. Mitos, realidad y sueño (Dolmen, 2007). |
En tu siguiente trabajo te acercas a una de las figuras más versátiles de nuestro cómic. En Max: mitos, realidad y sueños te acercas a la obra del creador de personajes míticos como Peter Punk.
Aquí ya pude ser yo quien propusiera el autor a la editorial. O sea, a Vicente García, que no tuvo problema en aceptarlo cuando me llamó para participar en la nueva colección. Max era un autor que siempre me había gustado y que me sigue gustando. Quiero decir que he “evolucionado” un poco a su ritmo: primero me gustaba Peter Punk y ahora me encanta Rey Carbón, obras y etapas que muy poco tienen que ver entre sí, aparte de su artífice. Lo digo porque hay lectores de aquellas primeras obras, visualmente tan atractivas y argumentalmente tan trepidantes, a los que no les gusta nada su rumbo actual, más cerca de la reflexión y el minimalismo gráfico. A mí me encanta seguir con él ese proceso de búsqueda que ni él mismo está seguro de a dónde puede llevarle. Además, esta vez pude colaborar en el diseño del libro, tema en el que el editor siempre fue muy flexible, ya que aceptó todas mis sugerencias y soportó mis manías con una paciencia encomiable.
Presentación de Ralf König. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 2013). |
En el libro vemos una inmersión total en su trabajo. ¿Cómo es el proceso de documentación de la obra?
Más fácil que los anteriores, desde luego. De entrada, era alguien mucho más cercano que Wrightson, por ejemplo, tanto su persona como su obra. Yo tenía todo lo que había hecho Max hasta entonces porque le venía siguiendo desde los tiempos de El Víbora e incluso antes. Tengo fanzines de su época underground, hoy piezas de coleccionista. Por tener, incluso tenía (y sigo teniendo) felicitaciones navideñas de papel impreso (cuando se mandaban por carta) con dibujos inéditos de Bardín, que a lo mejor muchos años después aparecerían en alguna antología como material “raro”. Además, siendo tan popular, existían muchos catálogos de exposiciones suyas, artículos de prensa que iba recopilando incluso desde antes de plantearme el libro y bastantes entrevistas, tanto ajenas como mías, ya que a todo lo anterior se suma el conocimiento personal del autor. Porque tengo la suerte de mantener con Max una relación muy cordial desde hace años. También había abundante información en la web, aunque eso no era necesariamente una ventaja, sino que podía ser algo contraproducente. Él mismo me lo comentó en una ocasión: “Hay muchas cosas sobre mí en internet, pero la mayoría son erróneas o contradictorias”. Con lo cual hay que empezar desde cero o contrastarlo todo con mucho cuidado.
Al seguir en activo (¡y cuánto!) me ocurrió otra vez lo que comentaba antes, la frustración por no poder añadir las cosas nuevas que iba haciendo después de la fecha de entrega. ¡Todavía no había aprendido que era imposible!
Da la sensación de que tras el libro hay una conversación continuada con el autor que puede mostrar las circunstancias y causas que fueron generando la evolución de su trabajo.
Pues lo cierto es que no. Durante la elaboración del libro no tuve ninguna conversación con él, sino que lo escribí todo según mi particular criterio y opiniones. Lo que ocurrió es que, después de entregarlo, Vicente se lo envió al propio autor para que lo supervisara, aunque yo no se lo hubiera pedido. Max tuvo la elegancia de no comentar ninguna de mis conclusiones o valoraciones personales, pero sí recuerdo que corrigió dos o tres de hechos concretos que no se ajustaban bien a la realidad. Lo cual no hizo más que beneficiar al contenido del libro, claro.
Como indica el propio título, en el libro pones en valor la importancia de los mitos en su trayectoria.
Entre otros muchos temas y motivaciones, creo que jugaron un papel importante en su carrera durante bastantes años. Mitos grecolatinos, celtas e incluso a veces de la iconografía cristiana fueron un elemento recurrente de muy diversas formas. A veces eran mera fantasía, desde luego, pero a menudo también sirvieron como vehículo para expresar preocupaciones muy humanas y terrenales. Hoy en día me parece que Max crea sus propios mitos, a veces partiendo de personajes o seres que ya existen y otras a base de pura ficción.
Edita Dolmen, que con este título comienza una colección de libros teóricos.
Sí, la colección Viñetas. Yo creo que era un poco heredera de la de Sin Palabras. Al menos, era similar en su formato y extensión, aunque aquí las portadas fueran a color. E incluso en la vocación de incidir en autores más bien clásicos, sobre todo españoles y europeos, pero no necesariamente de moda. Incluso parte de los escritores fuimos los mismos. Fue una pena que solo publicara cinco números. Pero no prosperó, como la revista Dolmen Europa, a pesar de la calidad de sus contenidos. No se puede decir que no lo haya intentado, pero claramente donde triunfa Dolmen es en los libros dedicados a autores y personajes del comic book norteamericano actual.
En la colección se da salida y se hace llegar a un público especializado los trabajos realizados dentro del ámbito de la Semana Negra de Gijón por parte de Ángel de la Calle o Norman Fernández, como los dedicados a Jim Steranko o Hermann.
Desde luego, siempre me ha parecido una pena que unos libros y catálogos tan geniales como los que publica la Semana Negra se queden sin difundir fuera del festival. El de Ángel de la Calle fue uno de los pocos que lo hicieron, seguramente a causa del éxito que tuvo la presencia del mítico Steranko en Gijón, allá por el 2002. De hecho, el libro de la Semana ya fue una edición bilingüe porque estaba coproducido por Vanguard Productions y fue distribuido también en Norteamérica. Creo que fue uno de los que más se vendieron de la colección de Dolmen, junto con el dedicado a Hugo Pratt. ¡Que también es de Ángel, mira tú por dónde!
En cuanto al de Hermann, tengo que decir que no procede de la Semana Negra. Este estupendo estudio de Norman Fernández fue escrito exclusivamente para esta colección.
Sergio Toppi. Un visionario entre dos mundos (Dolmen, 2009). |
Precisamente, tu siguiente libro, Sergio Toppi: un visionario entre dos mundos, tiene su origen en la Semana Negra.
Es cierto. En principio me lo encargó Ángel de la Calle (recuerdo que fue en Angoulême, en una recepción que daba Ficomic en el Ayuntamiento de la villa para presentar el Salón barcelonés de ese año), ya que pensaban invitar al autor italiano a la Semana Negra. El libro hubiera servido como catálogo para la exposición de originales, como hacen habitualmente. Y yo lo escribí encantado, pero finalmente Toppi no pudo acudir por problemas de salud. Así que esperamos al siguiente año, y como tampoco pudo acudir (de hecho, estaba enfermo de gravedad), la Semana tuvo la gentileza de devolverme los derechos del libro, y entonces lo publicamos en la colección de Dolmen.
Te acercas en él a uno de los autores más emblemáticos del cómic italiano de los últimos cuarenta años.
Efectivamente, en mi opinión es un autor imprescindible, un visionario del medio, pero nunca ha tenido demasiado impacto en España. De hecho, más bien poco. Solo entre los lectores más mayores o los entendidos: encaja plenamente en la categoría de autor “de culto”. Sin embargo, en Europa es una especie de mito, sobre todo en Italia y en Francia, donde se le han dedicado extensas exposiciones monográficas.
Presentación de Javier Olivares. Librería Nexus-4 (Santander, 2014). |
Su trayectoria está muy vinculada a las revistas, tanto las que cimentaron el cómic italiano como Linus o Alter Alter como a una época en la que nuestro país acogió la obra de creadores desconocida hasta la muerte de Franco.
La mayoría del trabajo de Toppi se publicó en revistas a lo largo de toda su trayectoria, tanto en las que tú mencionas como en Corriere dei Piccoli, Il Messaggero dei Ragazzi, Il Giornalino, El Eternauta, Corto Maltese o Comic Art. Aunque luego haya ido recopilándose todo en forma de álbum. Muy pocas obras realizaría directamente para este formato, como las de la serie Un hombre, una aventura, las de Relatos del Nuevo Mundo o sendos álbumes de Sahrazad y El Coleccionista, ya en su etapa final.
En España comenzó a publicarse durante la explosión de revistas que supuso el fin de la censura tras la Dictadura, como muchos otros autores desconocidos o prohibidos hasta entonces. Apareció en plena Transición y durante el boom del cómic, en revistas como Blue Jeans, Bumerang, Zhar, algunos cuadernos de la editorial Valenciana… E incluso antes, a finales de los sesenta, en Gaceta Junior. Pero ese fue normalmente su material más comercial; muy digno pero anterior a su gran explosión creativa. Donde sí que apareció algo de sus mejores épocas fue en Tótem, en Comix Internacional y en aquel fallido intento de Enric Sió por emular el formato italiano llamado La Oca. Ahí sí que se publicaron excelentes páginas procedentes de Linus y Alter Alter.
En el libro vemos la cercanía de su obra con la de Dino Battaglia, quizás un precursor de Toppi.
Battaglia fue otro autor exquisito, tampoco apreciado ni entendido lo suficiente, casi más inédito y menos editado que Toppi en España. Esto es lo que tenían en común, más que su estilo, además de compartir gustos personales y dotar siempre a su obra de un componente irreal e inquietante. Battaglia era de una generación anterior y fue una figura casi paternal, una especie de mentor cuya generosidad le abrió muchas puertas, laboralmente hablando, cuando el primero ya era conocido y Toppi daba sus primeros pasos. Existió entre ellos una relación de respeto y cariño durante muchos años, en los que, curiosamente, nunca dejaron de tratarse de “usted”.
La recreación mística de diferentes épocas marca la trayectoria del autor.
Realmente, en este sentido es un caso curioso. Porque Toppi fue una persona creyente, que incluso colaboró con algunas publicaciones confesionales y trató en ilustraciones y cómics diversos episodios religiosos. Pero no solo nunca fue proselitista ni ofreció ningún tipo de moralina, sino que, por el contrario, su sentido de lo místico en sus obras más adultas se orientó hacia las zonas más oscuras de la naturaleza humana. Exploró dimensiones del pensamiento que inciden en las facetas más crueles y miserables del hombre, utilizó mitologías y creencias de todo tipo para poner en evidencia las injusticias del mundo y generalmente lo hizo en un tono bastante pesimista y perturbador. Incluso sus acercamientos a la figura de Jesús o a determinados temas de la historiografía cristiana son oblicuos y más inquietantes que aleccionadores.
Lamentablemente, el siguiente libro, dedicado a Steranko, será el último de la colección.
Pues sí, fue una lástima. No puedo aportar mucha información al respecto, pero supongo que cerró por imperativos comerciales, como pasa siempre ¡No fue por no intentarlo! Ya hemos comentado antes el interés de Vicente García por el cómic europeo o los autores menos convencionales, pero quizás aquel no era el momento.
Del tebeo al manga. Una historia de los cómics nº 1 (Panini, 2007). |
Colaboras con un ambicioso proyecto. Panini adquiere los derechos de Marvel en España y para mostrar su compromiso con el cómic realiza una enciclopedia de doce tomos, Del tebeo al manga. Una historia de los cómics.
El artífice de todo el proyecto fue Antoni Guiral y, desde luego, marcó un hito. Creo que vino a ser para los dos mil lo que en los ochenta fuera la famosa Historia de los cómics, editada por Toutain. O sea, imprescindible. Y muy práctica, ya que estaba dividida en volúmenes independientes, por formatos o temas.
Presentación de Miguel Gallardo. Librería Nexus-4 (Santander, 2016). |
¿Cómo colaboras en el proyecto?
Toni escribió prácticamente todos los volúmenes, excepto cuando solicitó un texto a algún especialista extranjero. Yo escribí algunas de las biografías que aparecían al final de cada capítulo y también varios de los recuadros que insertaba en el texto principal, ampliando información sobre algún autor o tema determinado, para lo cual contó con muchas firmas invitadas, normalmente las más indicadas para cada caso.
Desde Tebeosfera ha habido diversos intentos de recopilar todas las publicaciones realizadas en nuestro país. Hay un pequeño pero muy concienciado grupo de expertos que llevan años reivindicando este patrimonio y buscando el formato más adecuado para llegar al público.
Claro, es una labor imprescindible pero muy costosa. Es lo que intentó Cuadrado con su Diccionario, es lo que intentan algunas hemerotecas y algunos museos por iniciativas privadas. También se publican a veces catálogos impresos, pero hacerlo de manera regular es muy costoso. La conservación y catalogación es fundamental, pero exige por completo la participación del sector público. Que si ya ha sido algo difícil durante los años que lleva intentándose, en la situación actual es imposible. Así que, aunque no sea físicamente, parece que la capacidad de internet para almacenar datos, sumado a un férreo voluntariado, sea la única manera de conservar esa memoria que se va perdiendo de forma inexorable.
Decía Paul Valéry que las obras no se acaban, se abandonan. No es tu caso porque vuelves a los libros para actualizarlos y ampliarlos, como la edición digital del libro de Toppi.
Esto fue por una razón muy concreta, la creación de la editorial digital Uno y Cero, iniciativa que surge de la escritora Teresa Garbi y en la que también intervienen Ana Miralles y Emilio Ruiz. En su catálogo hay poesía, narrativa, ensayo, infantil, algo de cómic… Y me ofrecieron publicar este libro sobre Toppi, una experiencia que disfruté mucho porque me permitía acceder a un nuevo tipo de mercado y, sobre todo, porque así pude (¡esta vez sí!) actualizar la edición de papel impreso. Ten en cuenta que habían pasado cuatro años entre una y otra, lapso en el cual había fallecido el autor y además habían ido apareciendo nuevas obras suyas. Además, la edición digital me permitió publicar con su color original algunas imágenes que en la otra habían aparecido en blanco y negro.
Bernie Wrightson, la expresión del horror (Eolas / Universidad de León, 2017). |
Hablábamos antes de un libro para la colección Sin Palabras de la editorial Sinsentido dedicado al maestro del terror, Berni Wrightson. Será tu siguiente proyecto darle su forma definitiva con el título Bernie Wrightson: la expresión del horror.
Cuando José Manuel Trabado se plantea la colección, me recuerda que yo estaba trabajando en un libro que le había comentado el año anterior, pero resulta que dicho proyecto era la biografía sobre Al Williamson que ya había apalabrado no mucho antes con el editor portugués Manuel Caldas. Fue pura casualidad, porque si me lo hubiera propuesto antes se habría publicado el de Williamson en esta colección. Pero como ya lo tenía comprometido, le ofrecí a cambio otra idea que también me venía rondando por la cabeza: actualizar y extender el de Wrightson, porque no había dejado de seguirle la pista y ya habían pasado casi diez años desde que publiqué la primera versión.
Rueda de prensa de Frank Miller. Salón Internacional del Cómic (Barcelona, 2016). |
En esta ocasión amplías tu anterior obra hasta llegar al fin de los días del autor. ¿Cómo afrontas el reto?
Tenía muchas ganas de seguir ahondando en la figura y el trabajo de este autor. No solo se habían publicado bastantes más cosas suyas, sino que se habían recuperado otras en óptimas condiciones o anteriormente de difícil acceso, y además aparecían cada vez más y más bibliografía y entrevistas (siempre americanas, claro) que me permitían completar su perfil de manera más exhaustiva. Además, cuando terminé el libro anterior, prácticamente había abandonado el cómic y se estaba diluyendo en muchos otros medios. Pero desde entonces había resurgido poco a poco en el mundo de las viñetas e incluso se había atrevido a retomar a su idolatrado monstruo de Frankenstein, en uno de sus más ambiciosos proyectos durante muchos años. Que, lamentablemente, quedó sin terminar porque el autor falleció justo cuando entró el libro en imprenta. Apenas pudimos incluir una breve nota del editor comentándolo, por lo que mi sensación al leerlo y llegar a la última página es muy extraña. Todo cobra un significado muy distinto después de su muerte, un tema que trató con intensidad y cercanía durante toda su vida.
El formato de la obra permite que el acercamiento sea mucho más gráfico.
La verdad es que la edición es magnífica, estoy muy contento con el resultado. Fue para mí un gran salto con respecto a los libros anteriores: más páginas, mayor tamaño, color… Y, sí, para mí la presencia de la imagen es fundamental. Hay escritores o editores que no la consideran tan necesaria y sus razones son muy válidas, pero a mí me gusta que el lector compruebe por sí mismo lo que yo describo con palabras. Que el viaje sea también visual, que se sumerja todo lo posible en el universo del autor que tratemos. Me pasa igual cuando doy una conferencia o una charla. Así que me lancé a buscar, más que nunca, documentación gráfica de todos los momentos y obras de Bernie (ahora con “e”), buscando y encontrando en sitios tan remotos que ni te puedes imaginar.
Quiero destacar en el aspecto formal la gran labor de Alberto Torices a la hora de diseñar este libro (bueno, y todos los demás) y su implicación total en el proyecto. Ha sabido dotar a toda la colección de una impronta muy personal y a la vez diferenciar cada título con una identidad propia.
Es el primer libro de la colección Grafikalismos, editada por la Universidad de León.
El creador de la colección Grafikalismos es, como ya dije, José Manuel Trabado, catedrático de la Universidad de León con varios libros publicados sobre la novela gráfica (y otros de temas literarios), además de numerosas colaboraciones en proyectos nacionales y extranjeros como escritor o coordinador. También organizó durante varios años en la universidad unos cursos de verano centrados en el mundo del cómic, y allí fue donde nos conocimos, ya que me invitó a participar un par de veces. Grafikalismos cuenta ya con nueve títulos, nada menos, que han aparecido durante poco más de tres años, un logro sobresaliente. Y con autores de primera fila, como Pepe Gálvez, Ana Merino, Eduardo Martínez-Pinna, Viviane Alary…
Creo sinceramente que esto convierte a la colección en uno de los proyectos más sólidos, consistentes y rigurosos de los últimos tiempos en cuanto a bibliografía sobre el medio se refiere.
Presentación de Paco Roca. Librería Nexus-4 (Santander, 2017). |
Da la sensación que en catálogos de exposición y estudios universitarios se va concentrando el corpus teórico del medio en nuestro país.
Desde luego, cada vez hay más exposiciones promovidas por instancias oficiales (a veces por ganar votos o sumarse a la moda, quizá, pero otras por un interés real por el medio) en centros de arte y museos, que no solo revisten al cómic de una pátina de excelencia cultural o artística sino que, si están correctamente comisariadas, generan catálogos, efectivamente, que a veces son auténticas piezas de coleccionista.
¿Qué decir de la universidad? Es cierto que cada vez toma una parte más activa en el medio. Cada vez hay más tesis doctorales en torno al cómic (algunas de las cuales luego se convierten en libros) y cada vez más teóricos del medio procedentes del campo académico. Antes estaba Altarriba, después Jordi Ojeda y Juanma Díez de Guereñu; por fin Álvaro Pons consiguió sacar adelante la Cátedra de Estudios del Cómic… Y ahora hay una gran cantidad de teóricos e investigadores, como el mencionado Trabado, Kiko Sáenz de Adana, Rubén Varillas, Roberto Bartual, Raquel Crisóstomo… Que, además, y por si fuera poco, a veces ejercen como editores o coordinadores u organizan jornadas de estudio. Está claro que la universidad aporta otros canales, otros ámbitos y aplicaciones; no solo por las publicaciones que promueve, sino por los congresos o cursos, que además permiten el intercambio a nivel internacional. Por un lado, les da prestigio y rigor a estas actividades, aunque, por otro, también es cierto, no dejan de pertenecer a un ámbito más restringido.
Al Williamson, el último aventurero (Libri impressi, 2017). |
En tu siguiente trabajo te acercas a uno de los clásicos del cómic americano. ¿Cómo nace Al Williamson, el último aventurero?
La semilla está en aquel artículo y aquella entrevista que hice al autor para la revista U. Ocurre que a veces comienzas a interesarte por un autor más y más, a recopilar datos y obras suyas solo por puro placer, hasta que resulta casi una obsesión ese afán por “compartir” su vida, más allá de disfrutar con su trabajo. Por aquel entonces, ya había fallecido. Nadie me había ofrecido escribir un libro sobre él ni tenía la menor idea de qué hacer con el material que iba acumulando, pero no podía dejar de investigar. De adquirir cualquier nueva recopilación de material suyo que aparecía en Norteamérica, de buscar entrevistas y testimonios, de rastrear páginas inencontrables por ignotas webs donde se colgaba material de comic books olvidados (tanto, que habían prescrito los derechos), de intentar hablar con quienes lo conocieron (por e-mail o en algunos salones), de dejarme las pestañas revisando colecciones enteras número a número en los data base de Marvel o DC… Había todo un mundo por descubrir e incluso por reivindicar, ya que, siendo un clásico indiscutible, nunca se le había puesto al nivel de, pongamos, Will Eisner o Jack Kirby, por ejemplo. De acuerdo, era “solo” un dibujante, no había inventado un género ni un formato… Pero su contribución era innegable y, al igual que ocurría con Toppi, en España nunca se le había dado la importancia que merece. De hecho, nadie se había molestado en escribir un libro recordando su trayectoria.
Edita Manuel Caldas, un apasionado de los clásicos del cómic americano que trabaja infatigablemente en su recuperación.
Me pareció el editor perfecto para esta obra. Era el factor que completaba la ecuación. Cuando comprobé la dedicación y el amor que ponía en recuperar a todos estos grandes autores, más preocupado por la perfección del resultado que por el beneficio empresarial, pensé que era el único que podía dedicar el tiempo y el esfuerzo necesario para llevar a buen puerto un libro de este tipo. Contacté con él gracias a Eduardo Martínez-Pinna, otro enamorado de los clásicos y autor de un magnífico libro sobre el Príncipe Valiente editado por Caldas, y enseguida se entusiasmó con el proyecto. Debo decir que la implicación de este editor fue total, volcándose por completo en todos los aspectos de la realización del libro.
Presentación de Jason Lutes. Salón del Cómic de Getxo (2018). |
¿Cómo afrontas el reto de contar la vida de un autor que ha transitado por los grandes movimientos del medio en América?
Prácticamente, contando la historia del cómic americano durante la segunda mitad del siglo XX. Ya que, como bien dices, Williamson estuvo presente en todos los géneros y soportes que han dado forma a la historieta en ese país: los comic books, las revistas en blanco y negro y las tiras de prensa. Incluso los superhéroes, género americano por antonomasia, aunque solo fuera como entintador. No solo era un gran artista y una gran persona (algo que corroboran todos los que le conocieron), sino que durante mucho tiempo fue casi la historia viva del medio.
Al Williamson se convierte en el último defensor de una época que tiene a Flash Gordon y Alex Raymond como sus máximos referentes.
Por eso se titula así el libro, El último aventurero, porque encarna a un tipo de cómic clásico que ya no existe. El del héroe apuesto y sin fisuras, de la compañera bellísima y glamurosa, de la aventura idealizada y romántica, del sentido de la maravilla… Y no solo bebe de Raymond, aunque fuera su ídolo, sino de muchos otros autores y personajes de la edad dorada, también de las novelas de Burroughs, de las películas del Oeste, de piratas o de capa y espada, de los seriales cinematográficos de Flash Gordon… Para que nos entendamos, nada tiene que ver con la moda del perdedor o el antihéroe (no digamos ya el grim and gritty de los noventa), sino con los personajes encarnados por actores como Errol Flynn, Gary Cooper o Stewart Granger. Consecuentemente, claro, su dibujo también tiene el encanto y el atractivo del más puro clasicismo.
EC Comics se ha convertido en una editorial de culto por la caza de brujas que vivió. Una época de aprendizaje en la que Williamson comparte su pasión por las viñetas con otros autores míticos como Frazetta, Roy Krenkel o Wally Wood.
Y también con Angelo Torres o Nick Meglin, ejerciendo Wood como una especie de mentor o patriarca. Se respiraba una total libertad en EC, era un tiempo de ilusión y juventud, en el que todos intentaban superarse a sí mismos solo por el placer de dibujar y verlo publicado. No les importaba trabajar en las páginas de los demás solo para poder mejorar alguna viñeta. Los antedichos (todos jóvenes y solteros) formaban una pandilla que constantemente buscaba divertirse: disfrutaban tanto del cine, la música, las chicas y el béisbol como de dibujar lo que realmente les gustaba. Lo que cobraban por estos cómics (y EC no pagaba mal) se lo gastaban en pasarlo bien, vivían al momento. Al era el más joven, casi la mascota, pero enseguida se integró en el grupo. Fueron unos años irrepetibles, de sinergia total y camaradería, que pronto darían paso a uno de los periodos más negros de la historia del cómic.
Presentación de Víctor Santos. Cantabria Alternativa (Santander, 2018). |
Su paso por los últimos tiempos de gloria de los cómics en prensa cumpliendo su sueño de dibujar Flash Gordon o El agente secreto X-9, rebautizado como Phil Corrigan.
Desde luego, pero fue ya en el ocaso del género de aventuras en este medio. Aunque Flash Gordon, aun siendo un clásico de la prensa americana, lo dibujara en forma de comic book, allá por los años sesenta, siendo un hermoso homenaje a su querido Raymond. Donde sí permaneció trece años fue dibujando al Agente X-9, consiguiendo por fin tener su propia tira de prensa, algo que deseó desde un principio. Considerando que también trabajó como ayudante de John Prentice en Rip Kirby, solo le faltó Jungle Jim para haber participado en todas las creaciones del maestro Raymond.
Su figura ha servido de referente para autores de otros medios. Fans conversos del dibujante serán George Lucas o Ridley Scott, de los que realizó adaptaciones de sus películas más míticas, Star Wars o Blade Runner.
Sobre todo George Lucas, que lo eligió personalmente para dibujar Star Wars en la prensa y en los comic book. Lo que no es de extrañar, dado que era un aficionado al cómic y Luke Skywalker es su propia versión de Flash Gordon (ya que no pudo obtener los derechos de esta serie). Por no mencionar que personajes como Han Solo parecen calcados de los astronautas que dibujaba Williamson para las historias de ciencia ficción de la EC, con cazadora o chaleco, botas altas y pistola al cinto.
En cuanto a la adaptación de Blade Runner, fue complicada por problemas de fechas con la productora, que no entregaba los guiones a tiempo, pero lo cierto es que una vez publicado el trabajo, Ridley Scott le llamó en persona para felicitarle.
Es curioso ver cómo un autor que nunca confió mucho en el acabado de su obra se ha convertido en uno de los grandes entintadores del medio aportando su talento y veteranía a talentos, entonces emergentes, como John Romita Jr. o Rick Leonardi.
Siempre fue proverbial y curiosa su inseguridad, que le hacía ser profundamente autocrítico, por lo que a menudo confiaba el entintado a sus camaradas. Lo que tampoco estaba mal, considerando que hablamos de Frazetta o Wally Wood, por ejemplo. Pero, sí, resulta paradójico que, alcanzada su plenitud y considerado por todos un maestro, se dedicara él a entintar el trabajo de otros. La explicación es que llegó un momento en que ya no estaban de moda los cómics que a él le gustaba dibujar y además su excesivo perfeccionismo le hacía ser cada vez más lento, por lo que se dio cuenta de que entintar el trabajo de los demás le resultaba cómodo y le proporcionaba los ingresos necesarios para poder realizar sus propios proyectos sin problemas de tiempo o imposiciones editoriales. Por supuesto, con algunos formó un gran equipo, como los que mencionas, pero muchos otros confiesan lo mucho que aprendieron de él y cómo sus lápices titubeantes se beneficiaron de la magia de sus pinceles.
Concluye el libro con un cálido epílogo de Cori Williamson, viuda del dibujante.
Sí. Fue para mí muy bonito, incluso emocionante. La conocí gracias al dibujante Tom Yeates, gran amigo de la familia y antiguo discípulo de Al. Ella siempre apoyó mi proyecto y fue tan amable de escribirme ese epílogo que habla de cómo era el autor en familia, de qué significó para ella como persona. También me envió un par de fotos que no tienen una gran calidad técnica pero sí representan momentos entrañables y divertidos: no son de las que aparecen en los libros, pero son parte de su intimidad. Y le estoy muy agradecido por todo ello.
Alberto Breccia. Sombras de la razón (Eolas / Universidad de León, 2017). |
Tu siguiente trabajo lo realizas de nuevo para Grafikalismos. Hablamos de Alberto Breccia: sombras de la razón. ¿Cómo nace la obra?
En este caso surge de un artículo de muy larga extensión que iba a aparecer en la revista Ninth Cómic, editada por Sandro Mena. La publicación cerró y no llegó a publicarse, pero yo continué trabajando en el texto. Me ocurrió igual que con Williamson, me sumergí en la obra de Breccia sin tener un propósito fijo y cuando quise darme cuenta ya estaba atrapado por el impresionante mundo del maestro uruguayo. De nuevo comprobé, asombrado, que tampoco existía en España una monografía sobre el autor. Sí que hay estudios, entrevistas y artículos, claro, pero nada impreso en papel que profundice en todos los aspectos o abarque la globalidad de su vida. Y eso que este autor tiene mayor resonancia que Williamson o Toppi. ¡Siempre me pasa lo mismo! Seguro que si escribiera sobre Miller o Alan Moore o Los Vengadores vendería muchos más libros… Y, ojo, que lo digo sin menosprecio por estos autores y obras o quienes las escriben, porque yo también disfruto mucho con ellas. Pero me veo incapaz de aportar algo nuevo a todo lo que se ha escrito sobre ellos. Prefiero arriesgarme con creadores igualmente valiosos pero menos populares que los antedichos. Suerte que José Manuel Trabado lo consideró de interés para incluirlo en la colección.
Presentación de Laura Pérez Vernetti. Semana Negra (Gijón, 2018). |
Breccia se definía a sí mismo como el último dinosaurio junto a Will Eisner, con el que compartía generación y lecturas aunque el idioma los separase.
Sí que lo son, los dos, y en varios sentidos: en el de que ya no se encuentran creadores como ellos y en el de ser gigantescos. Porque los dos han hecho historia en el medio, lo primero. Los dos han vivido malas épocas a nivel personal e incluso a nivel sociopolítico en sus respectivos países y, sobre todo, ambos autores son auténticos colosos a nivel creativo, con una carrera muy larga, llena de cambios y en la que han reinventado con éxito y más de una vez los mecanismos expresivos del medio. Estoy muy de acuerdo con esa afirmación, sí.
Con Oesterheld como guionista, forma parte de una época de crecimiento del cómic argentino.
Sobre todo a nivel cualitativo. Porque durante los años treinta y cuarenta es cuando tienen mayor impacto los cómics en Argentina, con tiradas de cientos de miles de ejemplares; era un producto muy popular aunque la calidad no siempre acompañase. Pero la irrupción de Oesterheld durante los cincuenta y de la editorial Frontera marcan además la llegada de un cómic más maduro y adulto, de nuevos y grandes dibujantes y de la preponderancia del realismo frente a los tebeos de humor. Va a ser una gran época, que alcanza su cénit y su ocaso en los sesenta. Ya que, paradójicamente, cuando el medio alcanza sus mayores cotas (a nivel de estilo y concepto), cuando incluso se le reconoce a nivel cultural e intelectual, es cuando empiezan a bajar las ventas: el público mayoritario se desinteresa, irrumpe la televisión, los mejores autores emigran a Europa y, por si fuera poco, se instaura la censura.
Es mítica la anécdota en la que Hugo Pratt, entonces instalado en Buenos Aires, le insta a convertirse en un autor en lugar de un carnicero del medio, algo que posteriormente Breccia le recordaría.
Así es. Se ha contado muchísimas veces, así que debe ser cierta. Breccia ya tenía una reputación en aquella época, había dibujado un personaje tan popular como Vito Nervio durante catorce años, pero no dejaba de ser un trabajo puramente alimenticio. Está claro que el autor de Corto Maltés supo ver el potencial de Breccia, lo que podría ser capaz de hacer con su talento, y por eso se lo echó en cara. Y funcionó. Porque el uruguayo dio en aquel momento un giro radical a su carrera, que además coincidió con su encuentro con Oesterheld. Lo primero importante que hicieron juntos fue Sherlock Time, y después de verlo, Pratt hubo de pedirle disculpas. Curiosamente, en los años ochenta se dio la misma situación pero al revés, cuando Breccia reprendió a Pratt por el poco cuidado que ponía en su dibujo en aquella época.
Con David López y Álvaro Martínez Bueno. Feria del Libro de Santander (2019). |
La precariedad y la experimentación marcarán la trayectoria del autor desde entonces.
Curiosamente, sí. Fue un poco el precio a pagar por salirse de los caminos trillados y fáciles. Porque Mort Cinder, La vida del Che o El Eternauta hoy son puros clásicos, pero en su día, o no resultaron rentables o no fueron entendidos o las dos cosas. También coincidió con una serie de desafortunadas circunstancias editoriales y personales, que incluso le hicieron alejarse del cómic, pero es cierto que algunas de sus mejores obras en aquellos años fueron realizadas en los peores momentos de su vida.
El descubrimiento de su obra en Europa da lugar a un reflorecimiento de su actividad.
Le ocurrió un poco como a Woody Allen, que en su país de origen nunca fue una estrella pero en Europa lo mimaban. Efectivamente, cuando en los años setenta descubren El Eternauta en Italia le abren todas las puertas y le colman de alabanzas. Después publican Mort Cinder… Además, era una época de reivindicación del cómic en Italia y en Francia por parte de intelectuales y artistas, un terreno abonado para su forma de pensar y trabajar. Por eso realiza poco después Los mitos de Cthulhu con gran éxito, le conceden el Yellow Kid y a partir de ahí se van sucediendo todas sus obras maestras, yendo y viniendo del Viejo al Nuevo Continente constantemente. La publicación de sus trabajos es muy errática, porque a veces publicaba en Argentina lo que había hecho previamente en Europa y otras dibujaba para las revistas más atrevidas en su país de origen, siempre con las limitaciones que imponían las diversas dictaduras que se alternaban en el poder. Por eso también me ha sido muy difícil datar la primera publicación de algunas obras o seguir el rastro editorial de algunas series.
En 2019 se celebró el centenario del dibujante uruguayo-argentino más internacional.
Supongo que por eso se están empezando a reeditar o recuperar algunas de sus mejores obras en España, siempre vienen bien las efemérides. Ello, por cierto, me permitió contemplar una estupenda exposición conmemorativa en Toulouse, justo antes de entregar el libro. Lo que ocurre es que había más títulos de la colección a la espera y por ello no ha aparecido hasta 2020. Hubiera sido bonito publicarlo en 2019, ¿verdad?
Los Breccia son una de las sagas de autores más respetadas internacionalmente.
Desde luego. No solo sus hermanos y su padre parece ser que tuvieron aptitudes para el dibujo, según cuenta el propio autor, sino que todo el mundo conoce la reputación de sus tres hijos. Patricia y Cristina son ilustradoras profesionales y también han dibujado cómics, aunque sin duda el más conocido es Enrique, claro, que comenzó colaborando con su padre, pero desde muy temprano se desligó de su influencia (si es que alguna vez la tuvo) y a lo largo de su vida se ha ganado una merecida reputación en Europa y América.
A lo largo de tu trayectoria hemos visto cómo en tu trabajo transitas diferentes países, épocas… por las que el cómic ha vivido. ¿Qué te lleva a abordar un proyecto?
Como ya hemos visto, las circunstancias son muy cambiantes. Unas veces me llega el proyecto ya definido y otras soy yo el que busca la manera de sacarlo adelante. A veces me ofrecen ideas y otras soy yo quien las propone. Aunque de una forma u otra, siempre sean afines a mis gustos o a mi capacidad. Quizá por eso me las ofrecen, lógicamente. Las que se me ocurren a mí no tienen ningún problema, claro, son ideas que me hace ilusión materializar, pero con las que me proponen a veces me descolocan y me sacan de mi “zona de confort”. En esos casos también las acepto, en parte porque es un reto y en parte por la confianza que ha puesto en mi trabajo quien que me las ofrece. Porque luego también está la cuestión personal, por supuesto, ya que trabajar con una serie de gente sé que va a ser garantía de calidad, comodidad e inteligencia, por lo que me lanzo sin pensarlo a cualquier cosa que me sugieran.
Presentación de Antonio Altarriba y Keko. Semana Negra (Gijón, 2019). |
¿Tienes, como muchos autores, un cajón de proyectos posibles dispuesto para que encuentren su momento?
Un cajón lleno, no, pero algunas ideas hay siempre rondando por la cabeza. Una de ellas sería el típico libro sobre la historia del cómic en Cantabria. O un diccionario. Incluyendo también la caricatura y el humor gráfico. Lo digo porque he visto algunos libros sobre la historia del cómic en Madrid, Valencia o Euskadi, por ejemplo, tan bien escritos y editados que me han dado mucha envidia (sana, eso sí). Pero lo veo difícil porque, además de los problemas habituales de la financiación y la distribución, y aun con la participación de algún organismo público, siempre me pregunto si el tema puede tener interés más allá de la región. Porque no es igual la tradición ni la producción de las comunidades mencionadas (u otras como Cataluña, Galicia, Andalucía…) que la de Cantabria. Que no es muy extensa, desde luego, aunque no deja de haber autores desde principios del siglo XX y algunos han tenido proyección nacional e internacional. Por lo que me gustaría dejar constancia de todo ello, que no se perdiese. Pero, como digo, lo veo complicado…
¿Proyectos?
Ahora mismo, ninguno que pueda concretar aún. Hay un par de ideas muy en el aire… Lo que no quiere decir que permanezca inactivo, de todas formas, ya que sigo colaborando en El Diario Montañés de Santander y en varias revistas regularmente. Y, mientras voy sopesando esas ideas, a lo mejor se disipa la pesadilla de la pandemia y hay que ir pensando ya en preparar actividades para el Salón de Barcelona, la Feria del Libro, las presentaciones en librerías… Presencialmente, claro. ¿Qué nos cuesta imaginarlo?