EL ILUSTRADO QUE ARROJÓ SOMBRA
MANUEL BARRERO

Resumen / Abstract:
Reseña de Goya. Lo sublime terrible, de El Torres y Galán / Review of El Torres and F. Galán's Goya. Lo sublime terrible.
Palabras clave / Keywords:
Horror, Goya, Biografía/ Horror, Goya, Biography
  • Portada del libro, desaturada para poder apreciar los ojos viejos bajo el título.
  • La introducción es genialmente irónica.
  • El trabajo de iluminación de Galán es modélico.
  • Goya está presente en estas viñetas, tanto en primer plano como al fondo.
  • Dos obras de Goya para los dos climax del horror.
  • De este Capricho surge una de las viñetas más impactantes.
  • Grabado de Goya usado también en el libro.
  • La imagen más recordada de Goya, aunque asociada a Larra.
  • Dos de las Pinturas Negras con gran espacio por habitar.
  • Los ocupantes de las Pinturas Negras no parecen humanos...
  • La vejez, en Goya, es el depósito de la verdad. A ellos les hablan los demonios. Y, aunque viejos, siguen aprendiendo.

EL ILUSTRADO QUE ARROJÓ SOMBRA

Un periodo terrible

Fue decir “Sapere aude” y el mundo dejó de ser infantil. ¡Chas, se hizo la luz!

Bueno, quizá el tránsito fue un poco más lento de lo que implica la arenga de Kant. El proceso de la Ilustración, o Iluminismo, también se ha dado en llamar “Siglo de las luces”, y eso supone una centuria, mucho tiempo para lo que un millennial estima hoy que debe durar un cambio de paradigma. Muchísimo. Aquello duró más de un siglo, entre el XVIII y el XIX, y hubo mucha lucha, primero por despejar las tinieblas para hacer sitio a la razón, luego para desenraizar el Antiguo Régimen con el fin de reubicar a los burgueses en el poder. Porque así fue, aquel disfraz luminoso fue una treta de un empirista (Locke, que creía en la separación de poderes ya entonces) para conferir más protagonismo al liberalismo burgués, abriendo caminos a la libre iniciativa y promocionando la propiedad privada como recurso para forjar el contrato social. ¡Abajo los privilegiados, basta de conducirnos según las creencias! Triunfó un poquito la razón, sí, pero luego el capitalismo llegaría para ponerlo todo en su sitio; sobre todo en América. Por aquí, por España, lo de arrojar luz no se estilaba tanto, o eso pensaban Fernando VI y Carlos III, seguramente, que ya estaban muy metidos en los Borbones. Por aquí la cosa fue más lenta. Poco sabía por entonces uno de nuestros más recordados ilustrados, Jovellanos, que su lacrimógeno El delincuente honrado sería cuna de folletines sin cuento en la España del patetismo y el fatalismo, que sigue siendo así (y que sigue llena de delincuentes honrados). Por el contrario, quizá mucho sabía Goya, el otro gran representante de nuestra Ilustración, que para acabar con el tiempo de las sombras había que localizar a los monstruos que afean el paisaje y encerrar a los demonios que rondan nocturnos.

Goya es posiblemente uno de los mayores artistas, por no decir visionarios, de la modernidad. Un hombre que se adelantó en un siglo a su tiempo y que supo ver en las bajuras (en el populacho, en las artesanías, en lo sexual, en lo pagano) el avance de la cultura. Goya tenía talento para el óleo y llegó a ser pintor de cámara y de la Iglesia en una época en la que los listos se arrimaban a los reyes y a los religiosos, los representantes del Antiguo Régimen. Goya se alimentó de ellos también. Sus cuadros primeros eran luminosos, coloristas, mitológicos, hermosos. Pero él era de otro pensar, y poco a poco fue cambiando de sentir, de modo que en sus telas fue inoculando el gorjeo de lo popular, lo pintoresco, la sátira y lo humano. Con lo que, al final del siglo XVIII, dibujaba nobles como títeres, santos como mendigos y gentes como bestias. Así se entiende lo que hace luego Goya con sus temas, lo grotesco de sus Disparates, lo malsano en sus Caprichos, la crudeza de Los desastres de la guerra y el terror de sus Pinturas negras. Al pintor le dijeron de todo por aquello. Que si antecedió al romanticismo. Que si fue el primer reportero gráfico. Que si antecedió al expresionismo. Que si cultivó como nadie el grabado. Que si antecedió al surrealismo. Que si bebía de fuentes alemanas y británicas y por eso se interesó por la caricatura (y hasta hizo una historieta de un fraile superhéroe). Que si antecedió al decadentismo. Que si antecedió al impresionismo, ya puestos. Que si estaba rijoso y loco, sobre todo loco, y esa locura le empujó a oscurecer lienzos…

Hay cientos de investigadores y una decena de teorías. Ahora hay otra más, con la que nos sorprende El Torres mediante su guion titulado Goya. Lo terrible sublime, dibujado por Fran Galán espléndidamente. Esta otra teoría dice que en realidad ni loco, ni salaz, ni influido, ni genial. O sí, de todo un poco. Pero también “realista”. Es verdad que él pintaba súcubos, lamias, hechiceras, vampiros, antropófagos y personas deformes y añejas con aspecto monstruoso. Todo eso pintaba. Pero los pintaba porque estaban ahí. Existían. Él los vio. Y demos gracias a Goya por hacerlo, porque él arrojó sombras donde realmente existían y porque en esas sombras confinó a sus demoníacos habitantes. Este relato, el que ahora publica Dibbuks, seguramente será una ficción disparatada para los historiadores del arte (aunque ellos también se han inventado unas cuantas historias increíbles sobre el aragonés), pero es quizá la teoría más apetecible para un degustador de la cultura popular.

Un tebeo sublime

Déjenme decir que la portada de este tebeo sublime me parece terrible. Digámoslo ahora para luego ir aliviando la herida. Galán es un excelente ilustrador que no cesa de columpiarse entre la línea y el color y que estudia cada imagen. Eso se nota en este libro, porque el gran peso del cómic que nos ocupa estaría en el guion si el dibujante fuera premeditadamente feísta, hasta el expresionismo, cosa muy normal tratándose de una biografía de Goya. Pero no es así. El peso se equilibra. Galán es un dibujante de línea pura y perfecta, ideal para el blanco y negro, pero que tras encajar la imagen la empapa con el color y genera atmósfera. Y para este relato se necesitaba atmósfera, pero la portada quedó nublada. Yo mismo tardé en reconocer que atisbábamos al pintor desde el lienzo, siendo nosotros parte de los pintados. Más aún demoré en apreciar los ojos viejos bajo el título. Lo que se ve en la portada a bote pronto es un gordo asustado con una paleta. Y, bueno, ese es el primer Goya de este tebeo: un gordo asustado.

La historia arranca con Goya atemorizado por la muerte debido a una enfermedad. Es un arranque brillante en el que también conoce otro tipo de temor, el de sus visiones, que el guionista resuelve con inteligencia y juegos de palabras. Es muy listo El Torres, pero temerario, deposita demasiado en Galán y se muestra escasamente explícito. Se permite licencias (quién sabe si entonces se decía “mariposón”; ¿cómo es que dos sordos se entienden sin mirarse a la cara?) que no molestan en absoluto, y cambia de tiempo y de escenario a placer exigiendo al lector lo máximo. Galán colabora en el encantamiento plagando el tebeo de sombras, salvo en las escenas de día y en las que brilla ella, la señora Duquesa, y entrambos autores van generando un recorrido por la vida oscura de Goya, tal que estuviésemos viéndola en estampas colgadas en la Quinta del Sordo. Lo logran con un ritmo milimétricamente medido, que va interrumpiendo los clímax hasta llevarte a un final luminoso, con una luz impropia de Burdeos porque está sacada de un trozo de papel amarillo titulado Aún aprendo, en el que se condensa el tema de toda la pintura de Goya: el triunfo de la temporalidad en un mundo imposible de idealizar.

El Torres nos habla de todo ese Goya, de su tiempo, de su mundo y de su visionaria pintura en la que el pueblo era protagonista, y el que contempla lo hace desde dentro de los cuadros (de ahí la portada y algunas viñetas, compuestas para que los lectores estemos “dentro” de las viñetas). Lo logra el guionista con una vuelta de tuerca que conduce al horror. Y nunca mejor empleada la expresión, porque como en la obra de Henry James, Torres nos describe un ambiente vetusto que va impregnándose del aroma a pesadilla en tres tiempos, en los tres actos en los que se reparte la historieta. En el primero, Goya traba conocimiento con la enfermedad, sufre la discapacidad y siente el acecho del Mal. En el segundo, el pintor conocerá el horror verdadero, manifiesto, ante sus ojos, pero también el amor, que tiene su cara horrible: la sífilis. Y en el tercero, finalmente, el artista vive en el terror, ya sabe que lo ideal no existe, pero también halla un modo de vencer la maldición de la “temporalidad” y la manera de luchar contra los demonios.

Galán seguramente ha trabajado en este tebeo más que en ningún otro anterior. Cada página tiene un eje concreto y un estudio de color propio. El cambio de escenario, además, le obliga a mudar de paleta constantemente, y, para conseguir que el lector le siga, tiene que hacer virguerías. El color nacarado del comienzo, un color amortiguado, enfermizo, es ideal para la introducción, en la que ya aparecen algunas figuras deformes entresacadas de los bocetos de Goya. Es muy acertada la ambientación en Valencia acudiendo a Sorolla, y la gran página con una recreación de El aquelarre nos deja sin aliento. A partir de aquí, hay escenarios neblinosos, lluviosos, tenebrosos, incandescentes y surcados por demonios, muchos extraídos de visiones goyescas. Especialmente brillante es la reinterpretación de Disparate ridículo, componiendo una estampa tras la ventana que deja a Goya lívido. Pero no menos genial es el momento en el que descubre su sordera, con un bocadillo construido con brochazos de pintura blanca, o la utilización de motivos de cuadros de costumbres (La pradera de San Isidro, El parasol, La gallina ciega) para descubrir que en lo doméstico, en su casa, ya anidaba la brujería (para esta revelación usa el famoso cuadro Las brujas).

A esta altura de la lectura, tanto Galán como Torres son dueños de los personajes y se han ganado al respetable. Lo que resta es un festival de alusiones y revelaciones sintetizadas en tan pocas páginas que asombra, porque el argumento sigue ganando en densidad. Algunos ejemplos: una comparación entre Velázquez y Goya puntualizada con la España cainita al fondo; las pinturas de las Majas mezcladas con el sexo, que es en parte culpable del mal que aqueja a Goya; la obligación que se impone el pintor de contemplar el horror real, el de los fusilados, el de los mutilados, porque eso le permite enfrentarse al demonio; y, luego, el triunfo de su pintura, sublime, habitada por lo terrible, como una forma de contener y de sobrevivir al mismo tiempo, hasta llegar a esa viñeta por todos conocida (y siempre más asociada a Larra que a Goya) en la que deberíamos ver monstruos sobre un hombre que sueña pero solo vemos oscuridad. Ocurre en esa imagen lo mismo que en algunos de los cuadros más comentados de Goya, que parecían composiciones para revistas de cómics, con las masas en la base y la parte superior de la tela turbada por la nada (Perro semihundido, Asmodea, Cabezas en un paisaje). ¿Qué anida en esa nada?

Torres y Galán nos lo revelan en este tebeo imprescindible que juega con las ideas de lo bello y lo terrible. Lo hacen usando un argumento fantástico, estrategia deplorable para un estudioso del arte, que emplea habitualmente la razón o la lógica o metodologías sensatas. Hoy, también disgusta a ciertos estudiosos del cómic, que estiman que si hay género ya no hay novela gráfica. Pero quizá la mejor forma de ver cómo se pudo ir separando superstición de razón en aquellos difíciles años del final del XVIII sea con la fantasía. De ella surgen los monstruos, dicen, cosas que no existen. Ya. Por descontado. Pero sin fantasía no hay exorcismo, sin ficciones no se supera lo que parece imposible, y acaso el único modo de arrinconar el horror y someterlo sea mediante la imaginación. Aquí, en este tebeo que te atrapa en lo sublime, hay una buena dosis de esa certeza irrazonable.

Creación de la ficha (2018): Manuel Barrero · Revisión de Alejandro Capelo. · Imágenes obtenidas de la propia obra reseñada.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2018): "El ilustrado que arrojó sombra", en Tebeosfera, tercera época, 6 (29-V-2018). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_ilustrado_que_arrojo_sombra.html