El JUEVES, MILAGRO |
Primer numero de La Codorniz de Mihura, con dibujo de Tono. |
Portadas de La Codorniz de Álvaro de Laiglesia, Don José y La Ametralladora. |
Tras algunos intentos fallidos por romper el monopolio de La Codorniz, con la creación en 1955 del semanario Don José, dirigido por Antonio Mingote, como el más serio e importante a pesar de que sólo duró tres años, en 1972, cuando la revista mostraba un claro anquilosamiento, Chumy Chúmez, un “moderno” que se inició precisamente en La Codorniz, vino a reeditar una vez más La Querella de los Antiguos y los Modernos en el ámbito del humor gráfico español fundando Hermano Lobo, un semanario más fresco, ágil y adaptado a la realidad de la España tardofranquista. Se cumplia, pues, un nuevo ciclo: del lírico surrealismo de La Codorniz de Mihura, con el que él, por cierto, quiso distanciarse de la agresividad bélica de La Ametralladora, la revista que dirigió durante la Guerra Civil, se había pasado al humor con crítica social aunque despolitizado de Álvaro de Laiglesia hasta llegar a Hermano Lobo, que se convirtió de inmediato en santo y seña de la juventud más inquieta. Después llegarían otras revistas como El Papus y Por Favor junto a las cuales Hermano Lobo formó una eficaz cabeza de puente para la ulterior floración de un humor marcadamente politizado que vino a conformar el llamado boom del humorismo gráfico español.
Portadas de Hermano Lobo, El Papus y Por Favor. |
Pese a estar muy alejadas ya de aquel posibilismo entreguista que caracterizó el humor de La Codorniz, las nuevas revistas satíricas continuaron, sin embargo, la afortunada costumbre de incluir textos literarios en sus páginas. Era, pues, un humor adulto, para un público adulto ávido de libertad y cultura al que todavía la televisión y las sucesivas reformas educativas no le habían extirpado la capacidad lectora. Este nuevo humor, que posiblemente representó el periodo más fértil de la historia del humor gráfico nacional, era un fiel reflejo de las inquietudes políticas de aquellos años setenta en los que las revistas satíricas jugaron un papel decisivo canalizando las ansias de libertad de todo el país. Lidiando con expedientes, suspensiones y apercibimientos a dibujantes, escritores y periodistas, estas revistas contribuyeron a acelerar el advenimiento de la democracia en España. Fue una dura lucha que tuvo su culminación sangrienta en septiembre de 1977, cuando la extrema derecha colocó una bomba en la redacción de El Papus que acabó con la vida del conserje de la revista. Finalmente, todo ese magma satírico terminó cristalizando en El Jueves, única publicación superviviente de aquella época que desde hace más de veinte años monopoliza el yermo territorio de los quioscos españoles. Las revistas satíricas de la Transición que lucharon contra los estertores crueles del franquismo, paradójicamente, no pudieron subsistir en la democracia, y los supervivientes pasaron a engrosar la nómina de El Jueves, que poco a poco fue desligándose de los planteamientos humorísticos del boom. Coincidiendo con el décimo aniversario de la revista, en El humor gráfico en la prensa del franquismo (editorial Mitre, 1987), Iván Tubau hacía un riguroso análisis de su evolución: «Y en eso se fue convirtiendo El Jueves, en un producto digno con concesiones, en una publicación ecuménica con poco carácter y un tanto rutinaria, en una especie de Codorniz de los años ochenta; lo cual ha sido acaso la clave de su supervivencia».
Primer numero de El Jueves (27-V-1970). |
En su sátira La batalla de los libros, Jonathan Swift revistió de una original simbología la vieja Querella de los Antiguos y los Modernos poniendo en boca de Esopo la comparación de los primeros con las abejas laboriosas, pues inventaban después de haber libado en los jardines de la memoria, y de los segundos, con arañas que tejen sus telas con sus propias secreciones olvidando toda herencia anterior. El Jueves es como una “araña” que encuentra todos los recursos en su propio “yo” para hacer surgir de su interior una pegajosa tela con la que atrapar a unos lectores entusiastas que se reconocen en ella.
Como ocurrió con La Codorniz, que llegó a convertirse en un signo externo para demostrar cierta intelectualidad, hoy existe un humor netamente de El Jueves hecho a imagen y semejanza del lector que la sostiene y que gusta de exhibirla como acto de reafirmación ideológica. Con secciones fijas protagonizadas por personajes con los que su lector se identifica, ha marcado las fronteras de su propio territorio, en el que desarrolla la función satírica cómodamente, pues más allá del secuestro por la famosa portada de los príncipes, extraordinaria campaña de publicidad que le ha servido como revulsivo para mejorar sus ventas y reforzar una victimista imagen como adalid de la libertad de expresión, apenas encuentra obstáculos más allá de la natural esclerosis derivada de tantos años sin competencia. Y es precisamente en este contexto vital en el que se incorporan sus más jóvenes colaboradores, dibujantes nacidos tras la democracia que se han formado leyendo El Jueves, pertenecen a su propio ecosistema y manejan estilos con ciertas similitudes que se ven potenciadas dentro de la publicación. Se trata de una nueva generación de dibujantes de humor de gran calidad gráfica y una capacidad innata para la sátira directa, sin subterfugios ni eufemismos, y un gusto por la escatología y el sexo en consonancia con la línea marcada por los lectores de El Jueves. Un relevo generacional, en suma, para atraer a un comprador más joven que sustituya a ese otro que al alcanzar una cierta madurez dejó de comprar la revista. Las ventas ratifican sus estrategias, y El Jueves encara la segunda década del nuevo siglo reinando en los quioscos con prepotencia excluyente. Y es que, como dejó escrito Iván Tubau, el sosiego democrático ha llegado ya y cada país tiene el Punch que se merece. Famosa cubierta del numero "secuestrado" de El Jueves.