EL LENGUAJE DIBUJADO. ENTREVISTA A LLUISOT
LLUÏSOT, PALMIRO BIMOLA

Resumen / Abstract:
Entrevista al dibujante Lluïsot (Lluís Domènech Alberdi) realizada por Palmiro Bimola expresamente para Tebeosfera. / Interview to Spanish artist Lluïsot (Lluís Domènech Alberdi) conducted by Palmiro Bimola for Tebeosfera.

EL LENGUAJE DIBUJADO. ENTREVISTA A LLUÏSOT

 

Tebeosfera. Eres de Barcelona, de 1962. ¿De qué cultura se alimentaba un niño catalán en los sesenta?

Lluïsot. Mi caso es un poco raro… Mi familia se trasladó a vivir en medio de un bosque cuando era muy pequeño, por lo que no tenía ninguna referencia gráfica de lo que existía en aquel momento. Mis influencias iniciales son los dibujos animados… Uno de los primeros recuerdos que tengo de cuando era bebé es el quedarme alucinado al ver La Hormiga Atómica en la tele y recuerdo que entonces decidí ser dibujante. Toda mi imaginería infantil gira en torno a Hanna-Barbera, Walt Disney, Warner Bros, Mr. Magoo, etcétera. En cuanto a papel impreso, los clásicos de Tintin y Astérix, todas las revistas de Bruguera, con Agamenon (mi favorito), Gu-Gú, los personajes de Raf, por supuesto Mortadelo, Rompetechos, alucinaba con 13, Rúe del Percebe, Anacleto, la Abuelita Paz, y revistas infantiles en catalán que corrían por casa: Patufet, L’Infantil, Cavall Fort… Todo esto era una argamasa estética increíble, pero una de las cosas que más me han influenciado estéticamente son unos libros que tenía mi padre: un libro de poemas de Quevedo ilustrados por Goñi que nunca me cansaba de mirar, también el libro Autopista, de Perich, y unos tomos de antiguas revistas de finales del XIX que estaban llenas de grabados. Figúrate que cóctel estético se estaba fraguando en mi cerebro.

De adolescente me regalaron el libro de CEAC Dibujando chistes, escrito por Pastecca, que, aunque parezca increíble, me enseñó a tener una opinión clara sobre cómo hacer humor.

T. Comenzaste en una revista del instituto, El Grumoll, en la que satirizabas al profesorado. ¿Cómo reaccionaron? ¿Te castigaron muchas veces al rincón?

L. Siempre había colaborado en las típicas revistas de escuela, que suelen ser bastante sosas, pero en COU, en el último curso, nos juntamos un grupito que creamos una revista salvaje, de humor negro y surrealista donde satirizábamos descarnadamente al profesorado y a la escuela. La bautizamos con el sonoro nombre de El Grumoll. Tuvo un éxito brutal, y las siguientes generaciones de alumnos seguían fotocopiándola, puesto que los profesores seguían siendo los mismos… Sufrimos varias censuras, pero formaban parte de la leyenda que hacía grande la revista. Estábamos muy influenciados por el humor de Monty Phyton y de Aterriza como puedas y por las lecturas de Kafka, de H. P. Lovecraft, de Isaac Asimov, de El señor de los anillos

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Portada del nº 3 del fanzine El Grumoll y una página del interior del nº 1. 

T. ¿Aún eres capaz de leer los tebeos que leías de joven?

L. ¡¡¡Por supuesto!!! Nunca me canso de leer y releer a Bruguera, a Tintín, a Astérix, a Lucky Luke, a Spirou, a Rompetechos y a tantos otros… La inspiración siempre está en los orígenes de cada cual. Todos acabamos siendo lo que nos marcó de niños, y si no, que se lo pregunten a los psiquiatras.

T. Es bastante habitual que los dibujantes de los tebeos sean también grandes coleccionistas, ¿estás tú también afectado por la enfermedad? ¿Cuál es la joya más preciada de tu colección?

L. Yo no me definiría exactamente como coleccionista… Había un personaje de Mauro Entrialgo que se llamaba “Drugos el Acumulador”, y con eso es con lo que me siento más identificado, mejor definido. Me siento como un “acumulador”. Soy un comprador compulsivo de libros, pero no soy el típico coleccionista que paga lo que sea por un número de una revista que le falta. Yo prefiero los libros, y cuando me da por un dibujante, busco lo que sea de él, me encanta seguir su evolución estilística y, si puedo, ir viendo su evolución mental.

Me encanta ir “de caza” por los mercados y mercadillos en busca de ejemplares cuya existencia desconocía. Sé que en este mundo del coleccionismo se valora mucho la rareza, el ejemplar único, y el precio depende de ello, es la ley de la oferta y la demanda. Pero yo no aprecio esto, ni si es primera o segunda edición, ni nada de todos estos parámetros que tanto se valoran, aunque los puedo llegar a sufrir a la hora de pagar. Recuerdo una vez que quería comprar un Tío Vivo en el que salía una historieta de Mortadelo con el estilo que a mí me gusta (cuando Ibáñez se parecía más a Vázquez que a Franquin) y valía más del triple que las otras, pregunté por qué y me explicaron que llevaba una historieta del Capitán Trueno… Ya ves, a mí, que nunca me ha interesado el Capitán Trueno… Yo sólo valoro al dibujante, y si me gusta, soy capaz de hacer locuras. Ahora, con internet, este mercadillo se ha ampliado y es una ruina para alguien que sufre el virus del amor a la imagen y a los libros.

No tengo una joya muy apreciada en mis más de tres mil libros, para eso necesitaría la ayuda de un tasador. A mí me va por temporadas, me cuelgo de un autor y más adelante de otro. Lloro muchas veces (literalmente) de emoción y de envidia sana viendo los dibujos de los dibujantes que admiro (y son legión).

T. ¿Qué tebeos sueles regalar a conocidos que no leen tebeos?

Nunca regalo tebeos, y menos a quien no los sabe apreciar. En este país existe la creencia de que los dibujos son para niños, y poca gente es capaz de apreciar el mejor regalo que se le puede hacer a un ser humano: un tebeo es el mejor amigo del hombre.

A mí tampoco me gusta que me los regalen, todo hay que decirlo… Los que me gustan me los compro (cuando puedo y hasta cuando no puedo). Además es muy difícil acertar mi gusto, a pesar de ser muy amplio, o precisamente por esto, y cuando me regalan un libro que no me gusta, es un palo, porque ocupa un espacio demasiado sagrado en mi librería, que ya está excesivamente abarrotada…

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Primera página profesional de Lluïsot, en TITANIC nº 1.   
T. ¿Cuándo empezaste a publicar profesionalmente y dónde?

L. Cuando acabé la mili (aún no existía ni siquiera la objeción de conciencia), en el 83, me presenté en la revista El Jueves con una carpeta bajo el brazo llena de los dibujos que publicaba en la revista escolar y algunos más que había ido haciendo.

Por entonces existían muchas revistas de humor: El Papus, Hara Kiri, Por Favor, El Víbora y hasta La Codorniz… Pero mi revista favorita era El Jueves, y allí me presenté de cabeza, si no me aceptaban ya empezaría a llamar a otras puertas. Dejé la carpeta a Maite, que entonces era la secretaria, y me dijo que ya se la enseñaría al director. Aún no se había abierto la puerta del ascensor cuando salió a buscarme… Gin había visto mis dibujos y me quería fichar. Estaban a punto de crear una nueva revista de humor llamada Titanic, y había un dibujo de marineros que le iba estupendo. Así que mi primer dibujo lo publiqué en junio de 1983, en el primer número de la revista Titanic, que sólo duró 10 números, y colaboré en todos.

T. ¿Cómo empezaste a publicar en El Jueves? No recuerdo ningún personaje tuyo, sólo series. ¿No te has planteado nunca crear un personaje?

L. Empecé publicando algún chiste por aquí, alguna página de gags por allá, y así poco a poco iba cogiendo tablas, puliendo mi dibujo y mi tipo de humor, aprendiendo el oficio, vaya.

Tuve la suerte de que Gin, que era un auténtico maestro, me fuera enseñando los secretos del oficio, y como director tenía una mente muy abierta en cuanto a los distintos tipos de humor, los aceptaba todos. Le gustaba que hubiera variedad de estilos de dibujo y de tipos de humor, desde el más intelectual al más absurdo, pasando por el humor negro y el erótico de tetas y culos. En su período como director, en El Jueves había una gran variedad de estilos, tanto de dibujo como de humor.

Fue una suerte empezar en ese momento, ya que gracias a esta libertad me dejaron hacer lo que quisiera, sin límites ni barreras, lo cual aproveché.

Quizás es por eso por lo que nunca he hecho un personaje… Cuando te dejan hacer de todo, a un tipo como yo, al que le encanta investigar todos los caminos, le da mucha pereza tener que dibujar la misma cara cada semana, prefería inventarme un personaje distinto en cada historieta e inventarme siempre una forma diferente de enfocar la manera de hacer y de componer el gag para sorprenderme a mí. Un personaje tiene un carácter y siempre te obliga a hacer más o menos las mismas historias, variaciones sobre el mismo tema.

Debido a esta incapacidad mía para hacer siempre el mismo dibujo es por lo que sólo he hecho series, con títulos que englobaran un tipo de humor concreto pero a la vez abierto a todo. Eso no quiere decir que no me gusten los personajes, al contrario, soy un fan de muchísimos personajes, simplemente que yo soy incapaz de dibujar siempre la misma cara, ya me gustaría, te lo aseguro.

Quizá sea por eso que últimamente he creado un personaje, un oso panda llamado Vam·Boo. Son unas historietas infantiles, que suceden en plena naturaleza donde, con una base de humor surrealista, exploro mi lado poético que hasta ahora nunca había desarrollado.

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Un par de páginas de las historietas mudas del oso panda Vam·Boo. 

T. Tu primera serie en El Jueves se titulaba “La Danza Macabra”, ¿de dónde sale este título?

L. El título estaba inspirado en los libros medievales del mismo nombre (la biblioteca de mi padre tenía una edición facsimilar de uno de estos libros), donde cada página era un grabado en el cual la muerte se iba llevando a todos las personas típicas de la Edad Media, desde el campesino al rey, pasando por el Papa, el soldado, el borracho y a todo quisqui.

En mi serie yo hacía lo mismo, en cada historieta salía un personaje, un oficio, de la sociedad actual (de aquel momento, claro), y al final de la historieta moría, o venía la muerte “in person” a llevárselo. En esta serie desarrollé todo mi humor negro, un género que me encanta y que ahora, en estos tiempos tan ñoños y cursis, sería considerado políticamente incorrecto. Lo dibujaba como los grabados antiguos, con muchas rayas y tramas, un auténtico trabajo de plumilla, influencia de los libros que había en la biblioteca que tenía mi padre.

T. Otra de tus series responde al curioso nombre de “Insectocracia”. ¿A qué es debido?

L Como te he explicado antes, yo vivía en medio del bosque, y cuando dibujaba de noche, la luz de la lámpara de la mesa de dibujo atraía a todo tipo de insectos que hacían imposible dibujar con tranquilidad con tanto insecto paseando por encima del papel, algunos quedando aplastados en la hoja, otros corriendo la tinta con sus patitas… Entonces creé la serie “Insectocracia”, historietas muy kafkianas, donde los protagonistas siempre eran los insectos y donde empecé a desarrollar un humor más surrealista.

T. La siguiente serie fue “Carne de psiquiatra”, de la que acabaron publicándote un libro en la colección Pendones del Humor. ¿Por qué elegiste un psiquiatra para elaborar tus gags e historias?

L. Puede que diera la sensación de que hubiera un protagonista, pero no lo había. La verdad es que cada cuatro historietas procuraba que saliera un psiquiatra (siempre distinto) con extraños pacientes, como para justificar de alguna manera el título. Pero este título era una especie de cajón de sastre que me permitía contar historias donde pudiera experimentar con la ruptura de la lógica, con el surrealismo tanto mental como gráfico.

La psiquiatría siempre me ha fascinado, esta pretensión de querer conocer la mente, de intentar solucionar los desbarajustes mentales que provoca esta sociedad sin sentido… A mí me cuesta mucho entender este mundo, ya ni lo intento… Me fascina, y dibujo perplejidades irracionales en mis historietas. Para mí, dibujar es una especie de terapia. Si no pudiese dibujar, seguro que acabaría siendo carne de psiquiatra…

T. Tienes una marcada vena de humor absurdo, y en tus trabajos predomina el dibujo frente al texto. ¿Te parece que hay demasiado texto en el humor actual?

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Dos entregas de la serie "Carne de psiquiatra", para El Jueves.

L. Los dibujantes somos los descendientes directos de los artistas que han recorrido la historia de la humanidad explicando y describiendo lo que vivía cada sociedad en un lugar y un momento concreto.

Gracias al dibujo podemos hacernos una idea aproximada de lo que sentían y vivían los hombres primitivos, los babilónicos, los egipcios, los griegos, los chinos, los mayas, los medievales, los renacentistas, las tribus de África, de Oceanía, de Australia… El dibujo es un lenguaje, un idioma internacional gracias al cual la humanidad entera podemos entendernos y comunicarnos más allá de cualquier frontera, tanto las del espacio como las del tiempo.

A mí siempre me han fascinado los artistas que son capaces de comunicar cosas con este lenguaje ancestral y trascendental, esta capacidad de explicar cosas sin decir ni mu.

Yo empecé admirando las historietas y chistes de Sempé, de Quino, de Steimberg, de Desclozeaux, de Topor, de Puig Rosado, de Ops, de Mingote, de Cesc, de Mordillo y de tantos otros. Admiraba esa capacidad de explicar tantas cosas sin utilizar el lenguaje de la palabra.

Los tiempos han cambiado, y en la época de la imagen, paradójicamente, pocos son los que entienden la imagen.

Al público actual le cuesta decodificar este lenguaje, ahora todo es palabrerío, la mayoría de las veces hablar por miedo al silencio, hablar por hablar, sin contenido alguno. Supongo que el público actual ha perdido capacidad de reflexionar sobre una imagen, y un gag mudo hace pensar demasiado, y esto siempre da pereza… A mí me pasa al contrario, me da pereza tener que leer demasiado en una historieta, me gusta que haya más dibujo que letra.

Lo dicho, para mí el dibujo es un lenguaje, un idioma internacional.

T. En una historieta: ¿Qué te parece que es más importante, la idea o la imagen?

L. Para mí las dos cosas son importantes. Como te he comentado antes, la imagen es un lenguaje, como la escritura, y en las historietas sucede lo mismo que con la literatura, hay escritores que utilizan un lenguaje sencillo para explicar historias muy interesantes y para otros escritores lo que menos importa es la historia, sino que se recrean en el lenguaje que utilizan, que es una pura gozada.

En la historieta sucede lo mismo, la idea, la historia, es el fondo, y el dibujo la forma.

Por mi naturaleza básicamente visual, me flipa más el dibujo que la historia. Para mí la historia es una mera excusa para dibujar. Un dibujo lo puedo gozar mirándolo miles de veces, siempre le encuentro algo nuevo. En cambio, la historia, cuando la conoces, pues ya está… La encuentro más limitada… Eso sí, cuando la historia y el dibujo son excelentes, ya no se puede pedir más.

En cuanto a la historia, pasa como en la literatura. Hay autores que necesitan quinientas páginas para desarrollar una idea y, por el contrario, los hay que, como Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías o los poetas Haiku, con pocas palabras pueden transmitir un sentimiento, una sensación y hasta un mundo.

T. Hablando de dibujos, tú tienes muchos estilos, unos muy gráficos, otros de línea muy sucia, otros son manchurrones, otros con un fino trabajo de tramas de plumilla… ¿Cuál es en realidad tu estilo favorito?

L. Mi estilo favorito de dibujo es la “línea clara”. Me alucina la sencillez, supongo que porque yo tengo tendencia al barroquismo, sufro una especie de “horror vacui” y me cuesta mucho dejar un solo espacio sin dibujar.

Pero te aseguro que me encantan todos los estilos, desde los más sencillos a los más salvajes y desgarbados. Procuro tener gustos muy amplios, no me gusta limitarme y perderme el poder apreciar algo por haberme impuesto una barrera estilística o mental. Quizá lo que me gusta menos es el dibujo “realista”, lo sé apreciar y lo admiro mucho, pero me fascina la gente que dibuja más su interior que la que dibuja lo que se ve en el exterior, pero eso va a gustos.

T. A pesar de haber publicado en prensa, como en El Periódico de Cataluña o en el Avui, no te has prodigado mucho en este ámbito tan habitual en los humoristas gráficos.

L. Es cierto, debe ser porque soy muy perezoso y esto de tener una idea, más o menos buena, cada día se me hace una montaña. Sólo sustituí durante varios veranos a Perich o a Ivá en El Periódico. El diario Avui publicaba un suplemento de humor semanal en el que colaboré mientras duró, unos tres años.

Pero yo no sirvo mucho para esto, la actualidad no me interesa demasiado y cada día menos, cada día la realidad es más patética, y si no me interesa es difícil hacer chistes sobre ello.

En cuanto al humor de actualidad, me gusta más el humor reflexivo que el festivo. El problema de la actualidad, por definición, es que su gracia tiene fecha de caducidad, y a mí me gustan las ideas que traspasan el tiempo, que no caducan. Por eso a mí me gustaría saber hacer chistes como Chumy Chúmez, como El Roto, como Cesc, como Eneko, pero por desgracia no me salen…

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Dos muestras del humor más ácido del autor, tomadas de su blog "Repartiendo Leña".

T. El humor, como en los tiempos de El Papus, sigue siendo una profesión peligrosa, hay gente que se ofende por todo, y la tendencia a lo políticamente correcto que se pregona en los medios no ayuda demasiado. ¿Has tenido problemas con algún colectivo? ¿Qué opinión te merece lo políticamente correcto?

L. Lo políticamente correcto es un fascismo camuflado de persona decente. De esta manera sutil se ha ido exterminando lentamente el sentido del humor de la gente.

El humor tiene el derecho de ser irreverente, salvaje. Los políticos no dejan de insultar a la gente con sus medidas económicas, con sus opiniones sobre los ciudadanos a los que embargan el piso, a los que se quedan sin trabajo, o a los que sufren una incapacidad… y nadie los trata de políticamente incorrectos.

El humor es peligroso, hace pensar a la gente, la hace reflexionar, por eso las dictaduras lo primero que hacen es prohibir el humor, y si conviene se fusila al humorista, y si no se puede, le ponen una bomba, como le pasó a la revista El Papus.

Ahora no quedaría muy bien fusilar a alguien por hacer un chiste (a no ser que lo hagas sobre Mahoma), así que se sacaron de la manga “lo políticamente correcto”, que ha ido matando al humor lentamente.

Como mi humor se mueve por mundos imaginarios, no hay ningún colectivo que se queje de mí, aunque siempre hay gente con la piel muy fina que se puede ofender por cualquier cosa…

T. Kurt Vonnegut afirmaba que a la hora de escribir, si no era capaz de encontrar el humor en su novela, aunque tratara de temas muy sensibles, perdía el interés: ¿te sientes identificado con esa opinión?

L. No conozco a este tal Kurt Vonnegut, mi incultura es infinita, pero por su opinión parece ser una persona sabia. Para mí el humor es imprescindible para ir por la vida. No soy el único, esto te lo dirá cualquier monje zen, cualquier psicólogo, es imprescindible para cualquier terapia e incluso es el tema central de cualquier libro de autoayuda.

A mí sólo me interesan dos sentimientos humanos: el amor y el humor, y creo que toda buena novela debe tener una buena dosis de estos dos sentimientos… ¡Y toda vida que merezca ser vivida, también!

T. Son ya muchas las voces que denuncian el absurdo de la sociedad en que vivimos. ¿Cómo afecta esto al humor surrealista que practicas, lo vuelve redundante o, por el contrario, más necesario que nunca?

L. El humor surrealista no me parece ni redundante ni necesario. El humor surrealista es una invitación a reconocer que en nuestro interior, en nuestro subconsciente, en nuestra alma, hay muchos mundos que están reclamando que les echemos una ojeada. El humor surrealista es un guiño que hace el mundo interior del dibujante al mundo interior de quien está viendo el dibujo.

Nuestro mundo interior es mucho más inmenso e interesante que el mundo exterior que nos han montado los que mandan en este mundo. ¡¡¡No os lo perdáis!!!

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Página de "la serie Muts i a la Gàvia",  de la revista Tretzevents nº 710 Página de la historieta "Peripècies al desert del Gobi",  aparecida en Cavall Fort nº 1181. 

T. Has trabajado en multitud de publicaciones infantiles, tanto en historieta (Tretzevents, Cavall Fort) como en libros ilustrados, ¿qué límites te impones a ti mismo en estos casos?

L. Al contrario de lo que pueda parecer, el mundo infantil no tiene límites, porque es un público que aún no ha sido castrado con los prejuicios que tanto nos limitan a los adultos.

El mundo infantil es la libertad sin límites, la imaginación al poder. En la ilustración infantil, todo grafismo es posible, toda historia puede ser contada, todo ser viviente puede ser personaje. Personas, animales, plantas, objetos, fenómenos atmosféricos, seres imaginados e inimaginables, pueden convertirse en personajes con toda naturalidad, sin ninguna justificación racional ni intelectual.

La ilustración infantil te permite llevar a término cualquier idea creativa que te pase por la cabeza… Es una auténtica gozada. Cualquiera que ame el dibujo, si va a una librería y no mira la sección de libros infantiles, se está perdiendo la mayor galería de arte que existe en la actualidad.

T. ¿Cómo es trabajar para una multinacional como Imaginarium? ¿Has sentido alguna vez coartada tu libertad a la hora de crear para estos gigantes empresariales?

L. Admiro mucho a esta empresa, a Imaginarium, que con una estética personal han sido capaces de crear todo un mundo y han abierto tiendas en muchísimos países.

En Imaginarium no hacen encargos, cuando un artista tiene hecho un libro, lo presenta, y si les gusta, lo publican, por tanto, tienes libertad absoluta de hacer lo que quieras. Sólo sacan doce libros al año. Te lo traducen a siete idiomas (incluido el ruso) y lo conservan años en sus tiendas, al revés de las otras editoriales en las un libro sólo dura tres meses de cara al público porque las librerías siempre quieren novedades. Incluso en el mundo del cómic, si un libro se vende, cuando se agota no lo vuelven a reeditar.

En Imaginarium me publicaron un libro que había ganado el premio Lazarilllo. Después les enseñé otro libro que tenía, de un personaje que se llama Vam·Boo y también me lo editaron, y lo más reciente ha sido un libro con las historietas del mismo personaje que aparecieron en la revista Tretzevents. Tienen el proyecto de seguir con los libros de historietas para niños, lo cual me parece fantástico, ya que los niños actuales apenas tienen revistas de historietas para ellos, a diferencia de los de mi época que teníamos un montón donde escoger. Ojalá esto ayude a seguir creando futuros lectores de comics. La editorial Mamut también está haciendo una labor muy interesante creando cómics para niños.

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Cubiertas de El sueño de un viejo marinero y Vam.boo, editados ambos por Imaginarium.

T. Tienes una gran capacidad para el color, aunque en la mayoría de tus tebeos para adultos usas negro sobre blanco. ¿Cuál es el motivo? ¿Qué ventajas y desventajas ves en cada caso?

L. Cuando hacía historietas para adultos, la mayoría de las páginas de las revistas eran en blanco y negro, porque con la tecnología de antes había una gran diferencia de precio entre imprimir una página en blanco y negro y otra en color. Con la tecnología actual apenas hay diferencia de precio, y por ello se imprimen muchas más páginas en color.

No creo que un dibujo a color sea mejor que uno en blanco y negro, la belleza está en todas partes.

T. ¿Crees que el hecho de haber enfocado gran parte de tu carrera a las publicaciones infantiles puede haber influido en que se te conozca poco como historietista?

L. Sin duda. Estoy muy desaparecido del mundo de los adultos, los que me conocen en mi faceta de dibujante de historietas ya empiezan a tener una cierta edad…

T. Las ilustraciones que realizaste para la antología del Necronomicón de la editorial Oceáno nos muestran a un Lluïsot inédito, oscuro y barroco, que pareces haber retomado en El Apocalipsis según San Juan. ¿Hasta dónde llegó tu implicación personal en estos difíciles proyectos?

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  Arriba, debajo de uno de los monstruos imaginados por H. P. Lovecraft, para el Necronomicón. Abajo, detalle de la caligrafía utilizada por Lluïsot. 
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L. En mi mundo interior la luz convive con total naturalidad con mi oscuridad. De adolescente, mi sueño era ilustrar el Necronomicón, así que cuando la editorial Océano me propuso una biografía de H. P. Lovecraft, yo les propuse dibujar todos los monstruos de los mitos de C’thulhu, y me aceptaron la idea. No sabía dónde me metía… Para plasmar cada monstruo, tenía que meditar, sumergirme en mi interior y visualizarlo. Entraba en un mundo que estaba entre nieblas y esperaba. Súbitamente aparecía el monstruo que buscaba. Me provocaba un miedo terrible, pero tenía que soportar su visión para realizar un apunte mental, salir de la meditación y abocetarlo enseguida. De tanto hacer esto entré en una depresión terrible, el trabajo no se acababa nunca, tardé ocho meses en hacer todos los seres que relataban Lovecraft y sus seguidores. Para poder salir del hoyo en el que me encontraba me puse a aprender y a practicar Reiki. Así, a través de la luz, me fue posible emerger de la oscuridad en la que estaba sumergido. Dibujar este libro transformó mi vida, fue una experiencia trascendental, casi mística. Sin saberlo había descendido al inframundo, a mis infiernos interiores, un auténtico viaje transmutador. Salí de esta experiencia con la mente más o menos sana de puro milagro.

Las historietas sobre textos del Apocalipsis no me trajeron ningún trauma, son la descripción de un viaje chamánico con filtro judeocristiano.

T. Una de las cosas que me llaman la atención de tu Necronomicón es la caligrafía que utilizas. ¿Te la inventaste para esta obra?

L. Es mi caligrafía personal, la inventé cuando tenía quince años, inspirada en unos escritos medievales que vi y que decían que eran pactos con el diablo. Con el tiempo, fui puliendo mi caligrafía, inspirándome en los textos ingleses del siglo XVIII.

Reconozco que es una caligrafía muy barroca, con letras que salen disparadas en todas direcciones. Parece muy difícil de leer, pero todo el mundo se queda sorprendido por lo fácil que resulta, y es que ésta ha sido siempre mi principal preocupación, que mi letra sea legible.

Puede que parezca muy complicado escribir así, pero voy muy rápido, en la escuela era el más rápido escribiendo, y como era el único al que se le entendía la letra, todo el mundo fotocopiaba mis apuntes.

No sé qué diagnóstico mental daría de mí un grafólogo, pero, a diferencia de la mayoría de la gente, lo único que intento con mi escritura manual es la búsqueda de una belleza y que se lea sin problemas. Esto es lo consciente, claro, ignoro lo que mi letra explica de mi subconsciente.

T. Aparte de dibujante, también eres un gran viajero, y te has dedicado a perderte durante largas temporadas en la India. ¿Qué tipo de cultura historietística hay allí? ¿Has traído de tus viajes alguna referencia valiosa en este campo que quieras comentar?

L. En la India, los comics que se venden son historietas de sus escrituras sagradas. Tienen infinidad de historias para convertir en historietas, y sus dioses realizan tales proezas que Superman se queda en pañales. Donde esté un super-dios que se quite un superhombre. Pero estos cómics no tienen mucha calidad gráfica, y por eso no me traje ninguno de mis viajes.

Sin embargo, me hice una increíble colección de estampitas de dioses que venden en los templos, donde hay toda una escuela de artistas que los pintan al óleo en un estilo muy parecido a las portadas de comics de los años setenta.

T. No sólo has deambulado por la India, sino que también lo has hecho en otros lugares, como Egipto o Chiapas. ¿Qué te mueve a viajar? ¿Por qué esos países en concreto?

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Dibujo realizado durante el viaje a Chiapas.   
L. Para mí, viajar es lo que le da verdadero sentido a la vida, y siempre procuro hacerlo por sitios remotos donde aún no ha llegado la electricidad (ya quedan pocos).

La diferencia entre vivir aquí o estar de viaje es que aquí, cuando te levantas, lo primero que te preguntas es: ¿qué tengo que hacer hoy? En cambio, en el viaje, al levantarte te preguntas: ¿qué me pasará hoy? Son dos maneras distintas de afrontar el día, dos formas opuestas de entender la vida.

Amo la variedad y las diferencias, no soporto el concepto de pensamiento único ni el de aldea global. Viajar es conocer otras culturas, distintas estéticas, otras maneras de entender la vida, otras formas de pensar y de comunicarse… Esto te crea tal shock neuronal que acabas poniendo en duda todo aquello que tomabas como verdades absolutas. Pero para hacer este proceso transformador necesitas viajar un mínimo de tres meses, porque al principio sigues pensando como un occidental y tardas tu tiempo en poder empezar a abrir la mente, a olvidar la manera de pensar occidental, a poder intentar entender y asimilar otras cosas y no pasarte todo el rato comparando lo que ves por ahí con lo que conoces de aquí.

A base de viajes de un año cada uno, acabé estando cuatro años en la India, que es el viaje de los viajes. La India no es un país, es un planeta extraterrestre que chocó con el nuestro y se quedó incrustado. La India te cambia, tanto si quieres como si no, por eso no todos la pueden resistir. Sólo pueden pasear por sus paisajes, ciudades y templos aquellos que estén dispuestos a cambiar la manera de pensar y apechugar con las consecuencias que ello conlleva. La India ha sido invadida muchas veces, pero ellos no han cambiado nunca, el que ha acabado cambiando ha sido el invasor… algo tendrá su pensamiento milenario…

También he recorrido Tailandia, Laos, Camboya, Japón, Nepal, Tíbet, Japón, parte de China, Malasia, Marruecos, Túnez, Sumatra, Egipto… En fin, que vivo con la mochila hecha, al lado de la puerta, dispuesto a pillar un avión para volver al mundo real (y dejar la pesadilla en la que nos hacen vivir) a la mínima que pueda.

T. Cuéntanos algo sobre lo que estás haciendo ahora y sobre lo que quieres hacer en el futuro inmediato.

L. Son tiempos de poco trabajo, lo que te da tiempo para experimentar. Hago experimentos con objetos. Hago poesía visual, y he acabado publicando varios libros infantiles creando personajes con objetos y luego fotografiándolos. Pero ahora mismo ando muy atareado haciendo un cuaderno de viaje del barrio del Raval de Barcelona, que es donde vivo. Es un encargo del Ayuntamiento de Barcelona, y lo estoy disfrutando mucho, es como viajar sin salir de tu propio barrio, conoces cosas y gente que desconocías a pesar de vivir al lado de mi casa. Toda una experiencia. Como proyecto de futuro es difícil planear nada en un mundo donde los políticos se dedican a exterminar sistemáticamente todo futuro. No nos queda otra que ir improvisando el presente.

T. Para terminar, ¿qué te gustaría ser de mayor?

L. Sin duda, un místico… En ello estamos.

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El autor dibujando El Raval y una muestra de su trabajo. 
Creación de la ficha (2013): LLuisot y Palmiro Bimola. Edición de Félix López. Revisión de Alejandro Capelo y Manuel Barrero.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LLUÏSOT, PALMIRO BIMOLA (2013): "El lenguaje dibujado. Entrevista a Lluisot", en Tebeosfera, segunda época , 10 (26-VI-2013). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_lenguaje_dibujado._entrevista_a_lluisot.html