EL LOBO ES EL LOBO DEL HOMBRE
CLAUDIO AGUILERA

Title:
The wolf is man's wolf
Resumen / Abstract:
Reconocido en España por su trabajo en el periódico La Vanguardia, el dibujante chileno Fernado Krahn sobresalió por su agudo y poético imaginario. Pero en un registro menos conocido dio rienda suelta a una mirada oscura y crítica de su tiempo, la que quedó plasmada en el sobrecogedor libro Látigo de cien colas, recientemente reeditado en Chile. / Recognized in Spain for his work in the newspaper La Vanguardia, Chilean cartoonist Fernado Krahn stood out for his sharp and poetic imagination. But in a lesser-known record he gave free rein to a dark and critical look of his time, which was captured in the awe-inspiring book Látigo de cien colas, recently reissued in Chile.
Palabras clave / Keywords:
Fernado Krahn, Bestiario, Dictadura militar en Chile, Sátira, Crítica social/ Fernado Krahn, Bestiary, Dictadura militar en Chile, Satire, Social criticism

EL LOBO ES EL LOBO DEL HOMBRE

RESEÑA DE LÁTIGO DE CIEN COLAS, DE FERNANDO KRAHN [1]

 

Entre la contingencia y los cuestionamientos vitales, entre la risa interior y la fantasía sin contrapesos, entre la ilustración para libros infantiles, las coloridas animaciones y el sarcasmo estremecedor, Fernando Krahn (Santiago, 1935 - Barcelona, 2010), el más internacional de los dibujantes chilenos, supo mantener su identidad sin importar el territorio que pisara o el soporte en el que sus trabajos se publicaran.

Con una carrera extraordinaria que lo llevó a colaborar en prestigiosas revistas y editoriales de Europa y Estados Unidos, el artista, en palabras de Miguel Rojas Mix, siguió «como un rastreador la pista de la anécdota para descubrir debajo de la ordinariez de lo cotidiano, o de las angustias del sueño, la esencia de lo humano» [2] .

Pese a su prestigio internacional —o quizá por eso mismo— y a las ediciones de sus trabajos junto a la escritora María de la Luz Uribe y la publicación de la elaborada antología Los mundos de Krahn, de Andrés Borlone, su propia pista sigue escabulléndose en los borrosos recovecos de la historia de la ilustración chilena.

La reedición del libro Látigo de cien colas (Grafito Ediciones, 2017) es parte de este redescubrimiento. Siendo probablemente una de sus obras más personales y una rareza dentro de su trayectoria, más cercana al mundo infantil y a cierto humor que podría definirse como poético, en este libro, publicado originalmente en 1988 en España, da rienda suelta a sentimientos profundos y oscuros, impregnados de rabia, dolor y horror frente al mundo.

Los dibujos, realizados en grafito, incisivos, llenos de detalles y decorados, fueron creados entre 1975 y 1976, en un periodo marcado por la muerte de Franco, el fin de la guerra de Vietnam y la represión de la dictadura militar chilena. Krahn había sido cercano al cantante Víctor Jara, asesinado en 1973, y durante toda su permanencia en España mantuvo contacto frecuente con exiliados chilenos, por lo que los sucesos ocurridos tras el golpe militar lo afectaron profundamente.

Pero como siempre, lo suyo fue un trabajo silencioso que apelaba sobre todo a la interpretación de cada lector. «Para mí son como fotos viejas, antiguas, con sus fantasmas, de gente que posa para la posteridad, y de repente esa posteridad empieza a mostrar la pudrición que hay por detrás», dijo en 1985 refiriéndose a la serie [3] .

Así, lejos de la caricatura coyuntural e inmersa en lo que el investigador Jorge Montealegre llama una «sorprendente intuición política/poética» [4] , la serie plantea una reflexión sobre el poder, y se debe entender como un retrato universal de las élites, que desde sus riquezas, ejércitos, tribunales, empresas, púlpitos y cargos públicos rigen despiadadamente el destino de la gran mayoría.

Indudablemente emparentados con las creaciones de El Bosco, los retratos grotescos de Leonardo da Vinci, influenciados por Pieter Bruegel y Goya, los representantes de la nueva objetividad alemana, tanto en su vertiente pictórica (Otto Dix, George Grosz, Max Beckmann, Christian Schad) como fotográfica (August Sander [5] ), pero también por la lectura de Kafka y Orwell, sus personajes zoomorfos posan frente al espectador orgullosos de su estirpe, inconscientes de su vacuidad y artificio, sin culpas ni temor a castigos, exhibidos en la vitrina de estas “páginas sociales” como una prueba viva de que, hagan lo que hagan, pase lo que pase, nada cambiará. Porque ellos siempre permanecen, intocables y atemporales.

«Los rostros animaloides de Krahn retratan una burguesía poderosa que se afianza entre las dos guerras (su bestiario está fechado por la moda y los decorados. No hay que olvidar que Krahn practicó también el teatro y la escenografía)», escribe Miguel Rojas Mix [6] sobre estas imágenes. «Pero hay mucha actualidad en ese pasado. ¿Es la burguesía inglesa? Da lo mismo. Hay más parecido entre un burgués inglés, catalán o chileno…, que entre un burgués y un proletario chilenos... En el bestiario de Krahn hay una síntesis alegórica de las cualidades características de los lados sombríos de los hombres en el poder. El rostro animaloide le sirve como la máscara sirvió a los griegos para expresar el carácter del personaje», añade.

Látigo de cien colas no pasó inadvertido en España. Desde 1984, Krahn era colaborador permanente del diario La Vanguardia, donde sus Dramagramas, historietas mudas con una fuerte dosis de reflexión y poesía, lo hicieron una figura reconocida en el medio gráfico catalán. «Krahn era capaz de resumir algún aspecto fundamental de la condición humana, de reflexionar con profundidad y levedad, con ironía y ternura, sobre las perplejidades, injusticias y sorpresas que suele deparar la existencia y la convivencia», escribió en 2010 Juan Bufill [7] .

Publicado en Barcelona por Ediciones Destino el mismo año en que se realizó en Chile el plebiscito, el libro contó con textos de Joan Brossa y, según reseña un artículo, «fue tan exitoso que existe el proyecto de llevar sus nuevas creaciones al cine» [8] .

En Chile, en cambio, la obra no circuló masivamente. Pero algunos pudieron conocerla. En septiembre de 1980, los dibujos fueron incluidos en el número 11 de la revista cultural Araucaria, dirigida por Volodia Teiltelboim en España, y en agosto de 1985 expuestos en la Galería del Cerro bajo el título de “Zoo-morfa”, marcando el regreso del artista a su país natal tras doce años de ausencia. Alquiler vacacional Apartamentos en Calpe mejor precio garantizado

Conscientes de la compleja situación que se vivía en Chile, no todos los dibujos fueron exhibidos, ya que, como se explicaba en la prensa, «algunos, con uniforme, podrían interpretarse mal (o correctamente, depende del punto de vista)» [9] .

Pero lo cierto que los horrores creados por Krahn eran apenas una pálida sombra de lo que sucedía en el Chile de la época. Y no era necesario ver sus creaciones para enfrentar el lado más oscuro del ser humano: en 1985 fueron asesinados salvajemente Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada, y la represión alcanzó uno de sus puntos más altos. Ese mismo año, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos concluyó «que la práctica de la tortura no ha sido el resultado de excesos individuales cometidos por miembros de los organismos de seguridad ni un fenómeno tolerado ante la indiferencia o debilidad de otras instituciones chilenas; por el contrario, la tortura ha sido y es una política deliberada del gobierno de Chile ejecutada durante todo el período iniciado el 11 de septiembre de 1973».

Tal como señalaba el poeta español Joan Brossa en el prólogo de la edición original de Látigo de cien colas: «Después de tantos inventos aún estamos como el primer día: el hombre es un animal que trata de dominar la naturaleza y defenderse de los otros hombres y todo son empujones para aquellos que no están respaldados. ¿Cuál es, pues, la medida más adecuada para describir esta situación? ¿Y, cuáles las figuras? Exactamente las de este libro».

Aún queda mucho Fernando Krahn por descubrir. Pero la publicación de este libro, a pesar de su oscuridad, nos trae su voz llena esperanza y de cariño por el oficio de ilustrar: «En mi trabajo ha sido fundamental la constancia. Sin ella estás perdido. Tengo que tener la confianza de que esto tiene que salir adelante. Y así ha sido. Es una cosa de actitud, hay gente que es pesimista y que no puede, sencillamente» [10] .

 
 
NOTAS

[1] Esta reseña está basada en un texto publicado como prólogo de la reedición de Látigo de cien colas realizada por Grafito Ediciones en 2017.

[2] Rojas Mix, Miguel (1995). “Krahn o la metafísica del humor”, en El Caprikornio. Santiago, Chile: Museo Nacional de Bellas Artes.

[3] “Cuando el humor es cosa seria” (26 -VIII-1985). Fortín Mapocho, p. 15.

[4] Montealegre, Jorge (2014). “Humor encefalokrahniano. Los dramagramas de Fernando Krahn”. www.tebeosfera.com.

[5] La fotografía, en general, y el libro Hombres del siglo XX de Sander, en particular, parecen ser importantes referentes en esta obra de Krahn, quien también ejerció como fotógrafo y pudo conocer el arte alemán de la primera mitad del siglo XX a través de su padre.

[6] Rojas Mix, Miguel (1995). Krahn o la metafísica del humor. En El Caprikornio. Santiago, Chile: Museo Nacional de Bellas Artes.

[7] Bufill, Juan. “Krahn, silencio definitivo”. http://www.lavanguardia.com/cultura/20100219/53893609941/krahn-silencio-definitivo.html.

[8] Díaz Uribe, Cristian (26 -II-1989). “Si yo no dibujara estaría en el manicomio”. La Época, p 32.

[9] “Cuando el humor es cosa seria” (26 -VIII-1985). Fortín Mapocho, p. 15.

[10] Precht, Ángela (2006). “Fernando Krahn: Mi vida ha sido de sucesos extraños”. http://angelita.action.at.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2018): Claudio Aguilera. Revisión de Manuel Barrero, Alejandro Capelo y Félix López. Edición de Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
CLAUDIO AGUILERA (2018): "El lobo es el lobo del hombre", en Tebeosfera, tercera época, 8 (23-IX-2018). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_lobo_es_el_lobo_del_hombre.html