EL LUGAR DEL CÓMIC EN LA SOCIOLOGÍA
Este es el título de un inesperado libro escrito por Jordi Giner Monfort, investigador ligado a la Universidad de Valencia, que ha reflexionado más de una vez sobre la historieta o el humor gráfico en artículos y en libros colectivos. Esta es su primera monografía dedicada al cómic con exclusividad, y ha resultado todo un acierto porque si bien somos muchos los que usamos alguna herramienta de la sociología para estudiar los tebeos, no existía un texto teórico que introdujese al aficionado o al estudioso en la relación que esta disciplina tiene con la historieta.
El libro presenta algunos defectos, muy pocos: en algún caso parece no valorar el cómic como un medio, se hace una utilización confusa de los conceptos formato y lenguaje, y se echa de menos una introducción teórica sobre las características del "campo historietístico", porque a esta idea se recurre en el texto como si cualquier lector debiera conocerla de antemano. Por lo demás, es un excelente manual sobre la sociología aplicada al caso de la historieta que el autor articula desde cinco puntos de vista: el histórico, el etnográfico, el instrumental (el cómic como transmisor de contenido sociológico), el de aplicación (el caso de la "red lógica") y el desglose de una cronología académica.
Lo fascinante del libro es que despierta muchas ideas y desata variados inicios de debate. Por ejemplo: ¿el aumento exponencial de textos académicos sobre cómic y sociología responde a un fenómeno o no?, ¿qué puede extraerse de la enorme influencia de Wertham, a sabiendas, hoy, de que su aproximación al estudio del cómic fue acientífica? Otros apartados del libro resultan reveladores. Se antoja gozoso saber hoy que ya en 1946 Heisler declaró que no había diferenciación entre lectores niños y niñas, precisamente cuando más se insistía en el mundo occidental por segregar los contenidos que iban dirigidos a cada público. O que Fiske insistió en 1949 que los universos zooantropomórficos satisfacían las necesidades proyectivas tempranas de los más pequeños, mientras que los míticos (como los de superhéroes) servían más bien como refuerzos del ego de los adolescentes. E ideas como estas hay unas cuantas más.
La mayor parte de los trabajos sobre cómic y sociología que se han hecho en estos últimos años han sido encajados en el ámbito de los estudios culturales. Algunos han sido poco atinados, incluso disparatados, pero han logrado que calaran algunas ideas hoy necesarias para comprender los mecanismos de funcionamiento de los mensajes emitidos por / ligados a la historieta en nuestra sociedad. Una de esas ideas es la de que para la industria occidental la mayor parte de los fans son chicos (ellas sí leen, pero se manifiestan menos). Otra, que el cómic logra que se genere un complejo contrato con el público sobre la base de unas condiciones de producción muy precisas. Otra más, curiosa: que la historieta genera en los lectores una pobre disposición a rebelarse. Y aún hay más: que el público reconfigura el cómic constantemente con su acción lectore e interpretativa, que las historietas pueden transmitir roles de género inadecuados (dependiendo de la corrección política imperante), que el receptor puede ser muy variable debido al abanico actual de plataformas mediáticas, que el cómic aún no ha sido reconocido como medio...
El repertorio de redes y nudos al que se le dedica un capítulo es también muy atractivo, pero sobre todo resulta excelente el repaso cronológico a la canonización del cómic a través de estudios sociológicos, porque constituye una ayuda inestimable para cualquier estudiante o investigador del medio que se aproxime a esta disciplina por vez primera, sin que por ello deje de interesar al meramente interesado en conocer un poco más el alcance de la historieta en esta dimensión de la cultura.