EL VÍBORA, BARCELONA Y EL GOLPE DE ESTADO
JORDI RIERA PUJAL

Title:
El Víbora, Barcelona and the coup d'état
Resumen / Abstract:
Artículo de Jordi Riera Pujal sobre el contexto cultural e histórico de la Barcelona de 1981 donde se gestó el número especial de El Víbora sobre el golpe del 23-F. / Article by Jordi Riera Pujal on the cultural and historical context of Barcelona in 1981, where the special issue of El Víbora on the 23-F coup was conceived.
Palabras clave / Keywords:
Intento de golpe de estado del 23-F, El Víbora, Cómic underground español, Barcelona/ 1981 Spanish coup d'état attempt, El Víbora, Spanish underground comix, Barcelona

EL VÍBORA, BARCELONA Y EL GOLPE DE ESTADO

 

Cuando escuchábamos por la radio
el voto de investidura
con tricornio y metralleta
apareció la dictadura
y nos quedamos conmocionados, estupefactos.

 

Estas líneas son un fragmento de la canción “La danza del sable”, que apareció en 1983 en el disco Quesquesé se merdé, de La Trinca. La canción era una versión en castellano de la original en catalán, cuya letra estaba dedicada al intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. La Trinca (Joan Ramon Mainat, Toni Cruz, Miquel Àngel Pasqual) fue un inspirado grupo de música y un exitoso fabricante de espectáculos humorísticos en la Cataluña de los años setenta. A partir de los primeros años ochenta, con su pase a cantar también en castellano, amplió su público a toda España e incluso a Latinoamérica. El espíritu burlesco de este grupo musical, salido de la Nova Cançó, parece entroncar muy bien con las intenciones del grupo de autores de la revista El Víbora, que decidió dedicar un extra de su publicación al intento de golpe de Estado perpetrado por el teniente coronel Tejero y compañía. No deja de ser curioso que un grupo de música de raíces catalanistas, que apostaba por llegar al gran público, pudiera coincidir en su enfoque del tejerazo con el que hizo una revista contracultural y alternativa como era El Víbora. Ambas propuestas partían de un humor disparatado y a través de una sátira desmadrada lograban el retrato de una realidad, dejando entrever chispazos de crítica social y política.

Fragmento de la historieta de Kim que adaptaba la canción de la Trinca "La dansa del sabre", incluida en el libro No me les puc treure del cap (2010, El Jueves).

Lo más destacable de la postura de El Víbora es que atacaron al golpe faccioso reviviendo el estupor y los escalofríos de esa noche, pero dejando de lado el miedo y las prevenciones. Una publicación considerada hasta ese momento de drogotas y pasotas entraba sin complejos a comentar la actualidad política y se lanzaba a burlarse de los salvapatrias militares y una Guardia Civil insurrecta. La crítica mordaz de El Víbora emergió de la forma en que podía hacer más daño a los sublevados, riéndose del supuesto honor que conllevaban sus ideas reaccionarias.

Los contenidos de ese extra se habían decidido en una asamblea de colaboradores. Los historietistas dieron rienda suelta a la imaginación para tratar el tema desde diversos puntos de vista. La mayoría de autores enfocaron el golpe de Estado de forma imaginativa, delirante, divertida y llevando el tema a su propio universo creativo. El tono burlesco dedicado al intento de golpe de Estado contrastó con la palabrería grandilocuente de los medios oficiales. Podemos recordar que en 1981 todavía existía el monopolio televisivo de RTVE.

El número especial, que salió pocos días después de la sublevación militar, se agotó en muy poco tiempo. Gracias al boca a oreja, logró despertar la curiosidad de compradores no habituales. Desde la dirección de la publicación no se quiso aprovechar el momento para reeditarlo y hacer caja. Prefirieron no transformar en un negocio algo que había salido genuinamente de la voluntad de los autores para mostrar su antiautoritarismo y su opinión sobre la ultraderecha. 

Portada del número especial de El Víbora "toda la verdad sobre el golpe".

La mayoría de la prensa de la época no fue tan valiente. En su mayor parte solo comentaron su alivio por la resolución del golpe, moderaron sus críticas al régimen posfranquista y se postraron de rodillas ante el que parecía ser el nuevo árbitro de la situación, el rey Juan Carlos. La situación persistió hasta bien entrado el siglo XXI. Salvo muy escasas excepciones, durante muchos años el poder monárquico no tuvo ningún contrapunto crítico en los medios.

En las historietas de aquel extra no se defienden los usos y costumbres de una democracia heredera del franquismo. En El Víbora de marzo de 1981 primó el clamor antifascista y el no querer volver a los tiempos de puritanismo y de castración de las libertades individuales y colectivas. La democracia había nacido a iniciativa de las altas esferas de la dictadura por propia necesidad de un sistema que se pudría, pero también porque la gente en la calle hacía tiempo que empujaba y se manifestaba en ese sentido. Después del tejerazo, el temor de una nueva sublevación militar siguió existiendo, pero se empezó a intuir que difícilmente podía encontrar los apoyos suficientes para triunfar. Tampoco los vecinos de la Europa democrática tenían muchas ganas de volver a ponerse pinzas en la nariz para no oler la putrefacción que podría emanar de una nueva dictadura de ultraderecha.

 

El golpe del 23-F

En el escenario político del 23 de febrero destacaba como personaje el presidente de Gobierno saliente, Adolfo Suárez, que había ejercido, entre otros cargos, como gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en Ávila. A Suárez, la derecha no le reconoció su papel como democratizador de la dictadura y paliativo de la fuerza de los movimientos sindicales, catalanistas o de izquierdistas en la Transición hasta que dejó la política activa. Otro personaje era el presidente de Gobierno entrante, Leopoldo Calvo Sotelo, que disfrutó de varios cargos importantes durante el franquismo. Durante su mandato como presidente intentó una involución autonómica e ingresó a España en la OTAN. El otro protagonista era Juan Carlos I, que había jurado los principios del Movimiento y había obedecido fielmente a su mentor, Francisco Franco, hasta 1975. El rey fue el que salió prestigiado gracias a su intervención en televisión a favor de la democracia. Entre los escépticos de izquierdas que dudaban sobre la conveniencia de vivir bajo una monarquía impuesta empezó a tener éxito el eslogan de «no soy monárquico, soy “juancarlista”».

Butifarra! número 7 (I-1976). Dibujo de Max, guion de la redacción.

En el extra dedicado al golpe, los diversos autores que lo firmaron probablemente seguían el consejo que Frank Zappa lanzó en un concierto en Praga a su público: «No dejéis de ser únicos». No había consignas que seguir, y cada autor tenía su ideología y su manera de expresarse. Una viñeta que Max dibujó para la revista Butifarra! quizá podía dar pistas de por dónde podía ir el sentido mayoritario sobre esa democracia nacida en la Transición. En el dibujo, un grupo de jóvenes melenudos preguntaban: «¿Ya le han traído el juego de la democracia de la Señorita Pepis?». La marca Señorita Pepis nació a mediados de los años cincuenta para vender juegos para niñas que emularan lo que hacían los adultos (máquina de tricotar, maquillaje, canastilla para bebé…). El subtítulo de la viñeta exclamaba: «Cada papelita en su urnita».

La frescura crítica de El Víbora en ese extra sorprendió a las izquierdas y a los intelectuales progresistas de la época. Lo que casi nadie se atrevía a comentar y a narrar con ese desparpajo se publicó en la revista. Algunos de los que se acercaron por primera vez al quiosco a comprar El Víbora descubrieron que había otras realidades y otras maneras de ver el mundo de las que no sabían casi nada.

 

La Barcelona de 1981

En 1977, la ultraderecha había atentado en Barcelona contra la redacción de la revista «satírica y neurasténica» El Papus, causando un muerto y varios heridos. Gracias a la ayuda de las alcantarillas del poder, que presumiblemente estaban detrás del atentado, todavía a día de hoy nadie ha cumplido condena de prisión ni por el asesinato ni por la bomba. A pesar de ese atentado y de otras bombas lanzadas a librerías, la marcha a la libertad parecía imparable.

Portada de El Papus nº 177 (8-X-1977), con referencia al atentado.

Entre la muerte del dictador en 1975 y el golpe de Estado en 1981, las muchas Barcelonas que aspiraban a la libertad continuaron eclosionando en la ciudad. Fue la época en que se pudieron  organizar actividades sociales y culturales impensables unos pocos años antes. Era un momento histórico en que, aunque los poderes franquistas seguían mandando en la policía, la justicia, el ejército o las empresas estatales, su sensación de ser impunes empezaba a dejar de existir. Los que seguían detentado un poder que iba menguando, estaban por primera vez preocupados y desconcertados por su presente tras la muerte de Franco. Su interés era más de salvaguardar el máximo de privilegios y que nadie se acordara de los posibles delitos cometidos en el periodo que se acababa que de perseguir todas y cada una de las manifestaciones populares que se vivían en la calle.

En la vida cultural de Barcelona de los años sesenta y setenta destacaba el movimiento de la gauche divine, como la había bautizado Joan de Sagarra, o Partido Comunista de Cadaqués, como irónicamente la denominó el editor Josep Ilario. Era un grupo de intelectuales de izquierda que se pasaban la vida bailando, follando, conversando, conspirando y que a la mañana siguiente se levantaban y hacían libros, canciones, planos de edificios, cómics o anuncios. Consideraban el franquismo como una dictadura cutre, mediocre, mojigata y anacrónica. El grupo perseguía que el conjunto de la sociedad, anestesiada por la dictadura, pasara del blanco y negro al color. Intentaban aderezar la vida cotidiana con menos caspa y un poco más de glamour. Era un fenómeno intrínsecamente catalán, que no se entendía en el Madrid oficialista. ¿Cómo puede ser que la gente con pasta se declare progre, de izquierdas y nos cuestione?

Portada con ilustracion de Jaume Thebé para Graficolorancia (1979), libro con canciones de Pau Riba ilustradas por numerosos autores.

Otro movimiento cultural que destacaba desde los años sesenta eran las iniciativas que promovían el resurgir de la lengua y la cultura catalana. Tras décadas de persecución y represión, estos grupos estaban consiguiendo salir de la invisibilidad. Entre los numerosos campos que abarcaba el movimiento, el que se hizo más popular fue el de la Nova Cançó, con su amplio abanico de cantautores (Raimon, Serrat, Llach, Maria del Mar Bonet…).

Los setenta fueron la época en que gente de todas partes venía a buscar la tierra prometida de la libertad en Les Rambles de Barcelona. La central del poder represivo se encontraba a seiscientos kilómetros y parecía tener un cartel en la fachada que ponía “estamos de reformas”.

El pensamiento anarquista, con una gran tradición en la Cataluña de principios del siglo XX, resucitó y volvía a ser una opción de masas. El movimiento ácrata, atacado por todas partes y con sus propios errores, resistiría pocos años. La Transición también había aterrizado en Cataluña. Jordi Pujol era el president de la Generalitat de Catalunya desde 1980. Su partido, Convergència Democràtica de Catalunya, empezaba a sentar las bases que regirían el ente autonómico. Narcís Serra, del Partit dels Socialistes de Catalunya, era alcalde de Barcelona desde 1979 y estaba haciendo lo mismo en el Ayuntamiento. Los dos partidos se repartirían el poder autonómico y municipal en Cataluña en las siguientes décadas. Sus políticas son las que marcarían la vida económica, social y cultural catalana hasta bien entrado el siglo XXI. La anarquía creativa del movimiento libertario y contracultural no gozaba de la simpatía de estos dos partidos. Al poder político le gustaba una cultura más dócil y menos problemática. 

 

El Víbora, comix para supervivientes

Portada del nº 1 de El Víbora (XII-1979), por Nazario.

El Víbora había nacido en diciembre de 1979 como revista mensual. La leyenda que lo acompañaba era Comix para supervivientes. Solo los elegidos sobrevivirán al apocalipsis, y se creó bajo la batuta del editor Josep Maria Berenguer y la mirada de Josep Toutain. La criatura nació sin referentes exteriores en los que inspirarse. El concepto de la publicación era un modelo autóctono creado por la contracultura barcelonesa. En el momento del golpe, el día 23 de febrero de 1981, solo llevaba publicados quince números y un especial dedicado al amor. El Víbora parecía destinado a un público joven, hedonista y marginal. Era una revista tan marginal que no figuraba en el listado que podía tener el poder de las publicaciones que era necesario suavizar o domesticar. No importaba demasiado lo que dijera, porque se situaba en el extrarradio de la industria. Por ese motivo, sorprendió ese tebeo aparecido solo quince días después del 23-F. Demostró los reflejos y el dinamismo del equipo de El Víbora y que sus colaboradores tenían algo que decir. Gracias a ese extra se ganaron un cierto respeto de las izquierdas y de los progres.

 

El Víbora y la contracultura

La revista El Víbora nació en Barcelona cuando aún duraba esa fiesta libertaria que se mantenía sin dinero público. Las calles bullían con unas enormes ganas de sacarse la represión de encima y de vivir alegremente en libertad. Una de las muestras populares de ese afán eran los paseos de Ocaña y Nazario por Les Rambles vestidos de mujer. Mientras, en algunos locales resonaba la música laietana, los cantos iconoclastas de Pau Riba, las canciones galácticas de Jaume Sisa o los nuevos aires de la rumba catalana. En una celebración de unas jornadas libertarias llenas de debates, algunos participantes acabarían desnudos y follando en las fuentes públicas. El ánimo era disfrutar de la vida y épater le bourgeois.

Max ilustrando una canción de Pau Riba en el libro Graficolorancia (1976).

Toda esa contracultura se podía respirar en la revista. En la mayoría de los colaboradores se notaba la influencia del movimiento underground, que mamaban de dibujantes americanos como Robert Crumb o Gilbert Shelton. Los autores formaban parte de un grupo que leía a la generación beat (William Burroughs, Jack Kerouac…) o a escritores como Hermann Hesse, y muchos de ellos soñaban en hacer viajes iniciáticos a Ibiza, Formentera, la India, Nepal o el Magreb. También intentaban no perderse los conciertos de rock que empezaban a florecer (Canet Rock) y se interesaban por algunos aspectos de la vida en comunas o del pensamiento hippy (feminismo, ecología...). Los postulados del amor libre interesaban especialmente, así como todo lo que tuviera que ver con los movimientos antiautoritarios y antisistema. Reírse de todos los postulados, incluso de los más próximos, también podía formar parte de la práctica habitual. Esta generación nacida mayoritariamente en los años cincuenta tenía unos referentes muy diferentes de los de sus padres. Con mucha más información del exterior que la generación precedente, podían vislumbrar que otras realidades eran posibles. No querían repetir miméticamente el estilo de vida de sus padres.

Se sabe que las cosas más interesantes suelen pasar en la oscuridad de la noche. En esos años, las diferentes tribus barcelonesas, con americana y bien peinados o con tejanos y melenas, no tenían ningún reparo en dejar de discutir sobre si eran más o menos trotskistas e irse a tomar copas o pasarse el canuto con gente de otras procedencias. La lucha por consolidar las libertades interesaba a todos. Todos tenían un enemigo común, los poderes que soñaban con mantener un franquismo sin Franco.

Martí ilustrando una canción de Pau Riba en Graficolorancia (1976).

Los principales dibujantes de la revista habían empezado en fanzines o revistas de diversas intenciones, como El Rrollo Enmascarado, Star, Rock Comix, Disco Exprés, Butifarra! o Los tebeos del Rollo. La llegada de El Víbora fue la que logró que el cómic underground, que entonces solo conocía una minoría, llegara al gran público. Lo consiguió gracias a un gran trabajo editorial que logró que un tebeo contracultural de “línea chunga” se pudiera encontrar en los quioscos durante casi veinticinco años. La revista la cerraría la editorial en 2004 debido a unas ventas insuficientes. Ediciones La Cúpula se ha sabido posicionar como un gran editor de cómics alternativos y de calidad desde entonces.

 

 

Que se podía encontrar en El Víbora

En las páginas de los principios de El Víbora campaban juntos y revueltos diversos tipos de personajes: jipis, libertarios, feministas, locos, travestis, nazis, drogadictos, asesinos, fumetas, putas, ecologistas... Algunos de ellos eran descendientes, lejanos y pasados por el filtro de la contracultura, de los protagonistas de los tebeos que habían leído los autores en su infancia. Hablamos de los héroes cotidianos y humorísticos de la revista Pulgarcito, los de los cuadernos de aventuras como El “Cachorro”, El Capitán Trueno y El Hombre Enmascarado o los de guerra como Hazañas Bélicas. Otros personajes de la revista bebían más directamente de la influencia del cómic underground americano.

La revista no quería convencer a nadie de una determinada ideología. Tampoco buscaba ser la voz de la consciencia de la juventud. No pretendía hacer apología de nada. Simplemente era una publicación para adultos que mostraba en las viñetas lo que existía en la calle. Eran historias sobre lo que se podía encontrar en unos determinados ambientes o en la imaginación de los autores. A la publicación se le pedía provocación e historias con energía en sus planteamientos, y eso es lo que intentaba dar. No se la buscaba por una estética bonita, sino por unas ficciones diferentes y fantásticas.

Leídas ahora, algunas narraciones gráficas parecen unos delirios argumentales de rompe y rasga. Tramas que habrían podido inspirar libretos para montar unas vibrantes y trágicas óperas en el cercano Liceo, en caso de que la institución se abriera a nuevos formatos. La libertad creativa, la experimentación, una Barcelona viscosa y turbia, los exotismos variados, el sexo “como usted no sabía que existía”, las irreverencias jocosas y algunas violencias perversas contribuyeron a hacer de la revista un tebeo innovador. Los que iban más allá, como los autores de El Víbora de esa época, no siempre acertaron, pero sin duda abrieron nuevos caminos expresivos al cómic autóctono.

El alcohol y las drogas, en esos años, podían promover sensaciones maravillosas y obviar inseguridades y angustias. El ambiente de fiesta que a veces rodeaba a sus adictos podía inducir a una mitificación ingenua de ese mundo. En ciertos círculos se experimentaba con las drogas para ayudar a crear universos estéticos diferentes que se pudieran trasladar a posibles obras artísticas. La droga, con su cara alegre y divertida cuando abunda y su mal rollo con el síndrome de abstinencia cuando no la hay, condiciona las relaciones de sus usuarios. Con los años dejaría una estela de muertos muy importante. Demasiada gente pasó de la luz y los colores a la oscuridad total. La propagación del sida poco tiempo después contribuiría a castigar todavía más a la generación que era joven en los años ochenta y que formaba el mercado potencial al que iba dirigido El Víbora.

Página de Gallardo y Mediavilla para El Vibora nº 13-14 (XII-1980), protagonizada por los principales personajes fijos de la revista.

 

Han pasado cuarenta años

En 2021 algunos autores de este tebeo ya no están entre nosotros y otros dejaron prácticamente de publicar historietas a partir de mediados de los ochenta con la crisis de ventas de revistas y álbumes. Muchos se casaron, tuvieron hijos y cogieron empleos más estables que el de dibujante de cómics. Algunos de los autores solo colaboraron en este extra de El Víbora. Los que queremos destacar son creadores como Daniel Torres, Gallardo, Max o Sento, que han realizado una obra personal extraordinaria durante estas cuatro décadas y se han consolidado como grandes maestros de la narrativa gráfica.

Recordamos a los colaboradores del extra dedicado al golpe: Max, Montesol, Alex Schomburg (1905-1998), Daniel Torres, Javier Mariscal, Roger Subirachs (1956-2017), Bernard Willem, Félix, Miguel Ángel Gallardo, María Luisa Barraquer (Isa), Antoni Pàmies, Alfredo Pons (1958-2002), Vicente Llobell (Sento), Gilbert Shelton, Ernesto Murillo, Rodolfo Hoyuelos, Antoni Calonge (1956-1988), Martí Riera, Andrés Rábago (Ops), Joan Navarro, Paco Mena, Lolo, Mediavilla, Simónides, José Miguel González (Onliyú) y la dirección de Ediciones La Cúpula.

 

 

Bibliografía

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VV. AA.: Del boom al crack: La explosión del cómic adulto en España, Diminuta editorial, Barcelona, 2018.

Creación de la ficha (2021): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Jordi Riera Pujal (2021): "El Víbora, Barcelona y el golpe de Estado", en Tebeosfera, tercera época, 16 (22-II-2021). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 24/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_vibora_barcelona_y_el_golpe_de_estado.html